Reactivación “verde”: la oportunidad de incorporar la sostenibilidad para un futuro resiliente post pandemia
Para lidiar los efectos de la crisis económica actual, los gobiernos utilizan estímulos fiscales para reactivar la economía. Esto es, para muchos, una oportunidad para invertir en medidas sostenibles a corto, mediano y largo plazo para impulsar un futuro resiliente que no solo se enfoque en la generación de empleos, sino también en aportar beneficios sociales y ambientales. Algo que es fundamental en un contexto en el que vivimos dos crisis que no solo se relacionan, sino que están sucediendo al mismo tiempo: la sanitaria y la climática. Para profundizar sobre este tema, hablamos con profesionales de distintas áreas, quienes nos explicaron la importancia de una reactivación “verde”, opciones que se podrían aplicar en ella y evaluaron, a grandes rasgos, algunas de las medidas que se presentaron en el plan de reactivación del gobierno presentado en junio. Aquí te entregamos más detalles.
Se le conoce con diferentes nombres, pero el concepto apunta, en esencia, a lo mismo. Reactivación “verde”, “sostenible” o “resiliente”, son algunas formas de llamar al enfoque que busca que las medidas de reactivación económica tomadas por los gobiernos alrededor del mundo, para lidiar los efectos económicos del Covid-19, consideren las variables sociales y medioambientales.
Pasa que la crisis sanitaria que estamos viviendo actualmente, también sucede al mismo tiempo -y se relaciona- con la climática, de la cual venimos sufriendo las consecuencias hace años. Ambas situaciones, de acuerdo a lo que explica a Ladera Sur Diego Luna Quevedo, miembro de la Secretaría Ejecutiva de Escenarios Hídricos 2030, se relacionarían con nuestra dinámica de relación con la naturaleza a lo largo de los años. Algo que, dice, “nos está pasando la cuenta y nos ha vuelto altamente vulnerables al cambio climático y a las enfermedades. Detrás del Covid-19 está el ser humano y sus negativos efectos en el medio ambiente”.
Es por esto que la reactivación sostenible, dice Ezio Costa, director ejecutivo de la ONG FIMA, se presenta como “una oportunidad histórica de cambiar la trayectoria autodestructiva en la que estamos y, por lo tanto que, al reactivar la economía, lo hagamos de una manera más armónica con el medioambiente”.
En lo concreto, una reactivación económica se da gracias a un estímulo fiscal que inyecta recursos para reanimar la economía. Según explica a Ladera Sur Annie Dufey, economista y directora de Espacio Público, se trata de una cantidad de recursos significativa para lidiar los efectos de la pandemia: “En lo inmediato, lo urgente es enfocarse en los sistemas de salud y los ingresos necesarios a las familias afectadas, pero también, pensando en el mediano y largo plazo, para comenzar una recuperación. Ahora, dado que son tantos recursos y que va involucrar una deuda para las próximas generaciones, el llamado es que se invierta de forma inteligente. Con esto hablamos de una recuperación sostenible y resiliente, que no genere solo beneficios económicos, si no que también ambientales y sociales”.
De esta forma, la importancia de incorporar la sostenibilidad en la reactivación para Gonzalo Muñoz, Champion de la COP25, radica en “poder, por un lado, acelerar una transición hacia sistemas o formas de habitar ciudades que sean más sustentables y salir de tecnologías sucias. Por otro lado, en que las decisiones tomadas no tengan ninguna contradicción en la necesidad de reactivar empleos y la economía (…), priorizando aquellas actividades que contemplen una variable social y medioambiental que facilite avanzar hacia un desarrollo sostenible”.
Enfoques y miradas internacionales
Una de las organizaciones que ha impulsado la reactivación sostenible es el Fondo Monetario Internacional (FMI), a través del concepto “Green Recovery”. Lo que se plantea es que las medidas de recuperación que se ocupen para salir de la crisis sanitaria podrían moldear el clima y la salud humana por décadas. Sería, entonces, una manera de prevenir que una crisis lleve a la otra.
¿Cómo? Invirtiendo en proyectos verdes enfocados en, por ejemplo, infraestructuras relacionadas con las energías renovables, transporte eléctrico, edificios resilientes, eliminación de los combustibles fósiles o impulsar el hidrógeno verde. También tomando medidas como aumentos al impuesto al carbón o siendo más exigentes con los estándares ambientales. Y estas son solo algunas de las mencionadas.
Lo propuesto va de la mano con lo impulsado hace años como “Crecimiento Verde” por la OCDE. Y que también se complementa con el Word Economic Forum, relacionado a mejores infraestructuras, acceso a comida sana, movilidad limpia o ciudades verdes. Lo cierto es que todas las medidas planteadas apuntan, con diferentes nombres y propuestas, a un camino de resiliencia, en el marco del Acuerdo de París.
Según Marcelo Mena, ex ministro del medio ambiente y director del Centro de Acción Climática de la Universidad Católica de Valparaíso, el “Green Recovery” en particular habla de que debemos empezar a construir las bases de una economía más resiliente, entendiendo que existe la amenaza estructural del cambio climático. En este sentido, dice, “invertir en resiliencia, de acuerdo a múltiples estudios, tiene una tremenda rentabilidad”.
Sobre el caso chileno, Annie Dufey comenta que “una reactivación sostenible no solo es posible, sino que totalmente necesaria”. Aludiendo a que se puede relacionar con un crecimiento económico y a que se puede lograr a través de una inversión pública y privada. Algo que complementa Luna Quevedo, apuntando a que eso, junto a la generación de empleos, apunta a beneficios económicos, ambientales y sociales para los territorios.
Gonzalo Muñoz dice que en Chile existe la necesidad de “fortalecer una economía basada en energías renovables y salir de combustibles fósiles”. En este sentido, dice, hay que explorar nuestras necesidades, no solo de descarbonización -lo que ha sido impulsado por el Plan de Descarbonización Energética-, sino también de exportación de energías limpias: “Sabemos que hoy la tecnología existe, que se puede lograr y que Chile tiene ventajas competitivas para poder lograrlo”.
Por otro lado, Ezio Costa menciona que “lo ideal es ir olvidando el paradigma del crecimiento como indicador de bienestar (…) En cualquier caso, en el contexto chileno, la mitigación del cambio climático pasa por recuperar sumideros, donde el bosque nativo cumple un rol insustituible, y por dejar de quemar combustibles fósiles, donde nuestras condiciones naturales para las energías renovables ya se están aprovechando y eso va a seguir, afortunadamente”.
Inversión inteligente: medidas para avanzar en un desarrollo sostenible
Un aspecto importante en la reactivación, es el camino a un desarrollo sostenible. Y parte clave de esto son los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es más, según Mena, este estímulo fiscal debe permitir la creación de empleos y una inversión que “se centre en abordar las brechas que existen en los ODS”.
Estos son 17 objetivos que buscan erradicar la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para el 2030. Algo que Chile busca cumplir desde 2015 a través de su Agenda 2030.
“Si a hoy, hubiéramos avanzado más en el cumplimiento de la Agenda 2030, para el logro de las metas de los 17 ODS y el Acuerdo de París sobre el cambio climático, podríamos haber estado situados en mejores condiciones para afrontar el surgimiento de pandemia (…) es por eso que es importante no cometer los mismos errores y aprovechar la oportunidad que nos entrega esta crisis mundial para unirnos e impulsar una reactivación sostenible”, explica Margarita Ducci, directora ejecutiva de Red Pacto Global.
Agrega que el 2020 “sigue siendo decisivo para avanzar también, en la emergencia climática y detener la pérdida de diversidad del planeta”.
En relación a esto último, Luna Quevedo apunta a que un aumento de la protección de la naturaleza es “la mejor política que Chile podría adoptar para mantener el crecimiento económico y asegurar el bienestar humano”. Algo que, de hecho, fue demostrado en un estudio de Campaign for Nature, en el que se hace un extenso análisis sobre los costos y grandes beneficios de proteger el 30% de la naturaleza en el planeta.
Así, tanto esta medida, como otras que se diseñen e implementen determinan el tipo de desarrollo de la economía y la sociedad tanto en el corto, mediano o largo plazo.
Si bien las fuentes consultadas ejemplificaron con diferentes medidas que pueden aportar a la reactivación sostenible, como las ya mencionadas anteriormente, la importancia de las soluciones basadas en la naturaleza y políticas como una ley de zona costera, la mayoría apuntó a fortalecer una idea que, de hecho, ya ha sido impulsada en el sur de nuestro país por los Planes de Descontaminación Atmosférica (PDA). Se trata del reacondicionamiento térmico de viviendas.
En palabras simples, es un sistema para mejorar el estándar térmico de las viviendas, promoviendo calefacción con equipos energéticamente eficientes, aportando en la sustentabilidad.
Según explica Dufey, esta es una de las medidas más costo-efectivas y a corto plazo, relacionadas a la eficiencia energética de las casas, especialmente en las familias más vulnerables. Esto porque, según explica, en Chile la pobreza energética es uno de los temas más latentes y, en invierno, el uso de la leña en la zona centro y sur del país aumenta considerablemente, afectando a la contaminación del aire y las enfermedades respiratorias.
En este sentido, Mena aporta que “un programa para fortalecer los subsidios de fortalecimiento y aislamiento de vivienda puede ser una manera súper inteligente de llevar a cabo una reactivación verde”. Entre esto, dice, genera empleos, beneficia a las pymes, baja los costos de calefacción, es una actividad económica inmediata y apunta a una descarbonización y descontaminación.
Reacciones al plan de reactivación del gobierno
Según se explica en el Plan de Reactivación Económica impulsado por el gobierno, un pilar a aplicar es un potente plan de inversión pública, que, según dicen, tiene un “énfasis verde y de mitigación de cambio climático acelerando una cartera de inversión pública ligada a la construcción de embalses, obras de regadío y agua potable rural, plantas desalinizadoras e inversión en energías renovables no convencionales”.
En una entrevista realizada por Bárbara Tupper para Ladera Sur, la ministra del Medio Ambiente, Carolina Schmidt, puntualizó que la reactivación post crisis sanitaria tiene que hacerse cargo de la emergencia climática. Sobre esto, dijo que Chile no solo lo ha impulsado, sino que “ha dado señales con funciones concretas”, presentando la Contribución Nacional Determinada y el establecimiento del proyecto de ley Marco de Cambio Climático.
Sobre una opinión general del plan, Marcelo Mena comenta que “si bien hace guiños a temas de sustentabilidad y cambio climático, entendiendo la magnitud del desafío del cambio climático y del compromiso asumido por el gobierno, es necesario tener un plan que no sea una lista de tipologías, sino más bien que sea coherente para abordar los desafíos del país (…) Es decir, que estas obras de embalses, desalinizadoras, regadío y agua potable rural no sean independientes, sino de un plan coherente de inversiones cuya motivación final sea contribuir a la resiliencia climática, enfocada en la resiliencia hídrica del país”.
Por otro lado, Ezio Costa comenta que el plan “no contiene nada ‘verde’ ni sustentable (…) Los embalses no son una solución eficiente en este momento, y además generan una serie de impactos enormes, que no se justifican (…) Recuperar ecosistemas en las cuencas degradadas es un camino mucho más eficiente y que además tiene muchos beneficios adicionales”.
Sobre las grandes obras también cuestiona Diego Luna Quevedo, asegurando que en Chile “para poder enfrentar la sequía, una reactivación sostenible debe implicar un aumento significativo de inversiones en conservación y restauración de ecosistemas hídricos”. En este sentido, explica que esto contribuye a la producción sostenible de alimentos y la reducción de riesgos de desastres: “La evidencia técnico-científica es clara y contundente respecto a la necesidad de aumentar de manera intensiva las inversiones para restauración y conservación de bosque nativo, humedales, ríos y riberas, salares, cabeceras de cuencas, bofedales y turberas o la protección de glaciares. Tenemos que ser capaces de avanzar en acciones de corto plazo, más allá de grandes embalses y desalinizadoras”.
Además, un punto que ha generado dudas del plan es aquel sobre la agilización regulatoria para proyectos de inversión, donde se explicita: “Seguir las recomendaciones de la Comisión Nacional de la Productividad para reducir plazos y procedimientos regulatorios dentro del marco administrativo, así como disminuir tiempos en otorgamiento de permisos para inicios de inversión y reducir los plazos en evaluación ambiental de grandes proyectos por la misma vía, asegurando estricto cumplimiento de normativas ambientales”.
Un tema en el que la ministra Schmidt fue enfática al ser consultada por Bárbara Tupper: “Este plan no implica relajar ningún permiso ambiental. Es dando un pleno cumplimiento a las exigencias ambientales. Lo que se señala es respecto a disminuir la respuesta del Estado con procedimientos administrativos”.
Desde la ONG FIMA han desarrollado su propia propuesta para acelerar los plazos del Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental. “Los estudios los tienen que hacer consultores independientes, pagados por los proponentes, pero contratados por el Estado. Eso te aseguraría tener evaluaciones mejor hechas que las actuales, con mayor protección ambiental, más garantías para todos, menos conflictos, crear líneas de base estatales e ir armonizando los parámetros”, explica Costa.
¿Vamos en un camino a la reactivación sostenible?: la necesidad de un cambio
Para Annie Dufey, todavía queda mucho camino que recorrer: “Creo que es importante que salgan propuestas, que se discutan mucho y que se empujen porque estamos es un momento complicado como país (…) Son medidas que son rentables desde el punto de vista económico; generan empleos e impactos sociales y ambientales. Sin embargo, no se dan solas. Eso es porque tienen una lógica distinta a las industrias y tecnologías que habían antes que, generalmente, tienen bajos costos de inversión, pero de operación más altos. Estas nuevas medidas tienen altos costos de inversión, pero prácticamente costos de mantención bajos. Sin embargo, esta lógica de alto nivel de inversión inicial muchas veces actúa como una barrera”.
Por otro lado, Ezio Costa valora como el avance más positivo los NDC de Chile que dice que podrían ser más ambiciosos, pero que da un paso hacia un futuro más habitable. Sin embargo, cree que en los demás asuntos todavía existen pocas luces y muchas sombras: “El extractivismo y quienes se benefician de él, están sacando réditos de esta crisis. Pongo mi esperanza en los años que vienen, en nuestro nuevo pacto social y en las posibilidades de cambiar la trayectoria. En esta pasada y a pesar de que muchas voces piden una reactivación sustentable, no veo ninguna respuesta favorable de este gobierno”.
Por lo tanto, una reactivación económica también implica desafíos necesarios, que vinculan el cumplimiento de los ODS y del Acuerdo de París. “Si empezamos haciendo inversiones que no nos permitan o dificulten nuestra mitigación posterior realmente vamos a estar en problemas. Tenemos la oportunidad de resolver estos desafíos y salir mejor parados de esta pandemia”, dice Mena.
Una oportunidad que implica a múltiples actores y que, para Ducci puede ser solo posible con un diálogo positivo para diseñar políticas y soluciones para construir de forma consciente un futuro entre todos. Por esto, agrega, la colaboración es esencial para una sociedad más justa, inclusiva, sostenible y, sobretodo, con una economía que permita recuperar el equilibrio con la naturaleza.