Desde el cielo nocturno, el río galáctico (Ramos S. 2021) baja para besar las montañas en las nacientes de agua, rodeada de estrellas desciende la Yakana (Llama Celestial) para beber y evitar inundaciones. Los manantiales brotan de las piedras y abren venas en el desierto, llenas de vida, de memoria, de historia, porque la Puri es contexto y cosmovisión.

©Alexis Trigo
©Alexis Trigo

Los pueblos andinos, como el Atacameño o Lickanantay, entienden la existencia de los seres humanos en equilibrio con todos los elementos de la naturaleza, principalmente con el agua. Esta relación complementaria se manifiesta periódicamente en ceremonias en la que participan hombres y mujeres, quienes, a través de rogativas, hacen peticiones de lluvia con cantos y bailes, a través de ritmos que nacen del sonido del agua (Moyano R. 2021).

Lee también: Atacama: atemporalidad astronómica

Llevar a cabo las tradiciones, que buscan mantener la conexión con la Patta Hoyri, es indispensable. Sin la naturaleza tampoco existiría la humanidad; sin embargo, la depredación de los territorios ha perjudicado la educación y ha creado una falsa sensación de triunfo (Ramos S. 2021), que nos mantiene sin escuchar el canto de la Puri.

©Alexis Trigo
©Alexis Trigo

Donde cantan las aguas

Entender el universo sólo desde el conocimiento tradicional y el pensamiento occidental, nos ha llevado a la sordera. En la escuela enseñan la posición de los planetas que orbitan alrededor de nuestro sol, la fotosíntesis de las plantas, los elementos químicos de la tabla periódica y los estados del agua, por separado, cuando estos procesos no pueden sino entenderse todos entrelazados, en dependencia uno del otro.

La importancia del relato de nuestros abuelos y abuelas radica en que su enseñanza apela a los sentidos y conmina a volver la vista a una conexión ancestral, así como las palabras y la lucha que entrega la Sra. Sonia Ramos Chocobar, una mujer que en su tercera edad sigue teniendo una fuerza imparable para proteger el agua.

La Sra. Sonia explica con orgullo que su apellido materno, Chocobar, es de origen ckunsa y corresponde a un lugar donde hay agua y patos. Tuvo la fortuna de crecer junto a su abuela, quien le traspasó todo su conocimiento y aprendió de primera fuente cuál era su misión en este mundo: escuchar el agua.

©Alexis Trigo
©Alexis Trigo

Podría decirse que la Sra. Sonia es una activista medioambiental que, con su compromiso espiritual y conocimiento ancestral, ha dedicado su vida a defender el espíritu del agua, siendo un puente de comunicación entre la Puri y esta humanidad. De sus años de lucha recuerda cuando viajó a “un lugar donde se veían puros cadáveres de animales y era como para ponerse a llorar viajé para ayudar a mis hermanos y fue un año en que hubo lluvia, que hubo agua”.

En sus palabras explica que “parte de esta conexión es cuando mi propia agua se conecta con Puri y logra escuchar. A veces son lamentos, donde nos habla que se está muriendo, que está desapareciendo, de que no nos importa su existencia. Y creo que eso me ha llevado a una vida de trabajar por nuestro territorio, por el agua, por todos los elementos que existen acá, porque la vida en el desierto es maravillosa (…) Es preciosa porque nos obliga a ser creativos (…) eso nos llena de energía, de valores, de una vida muy plena”.

©Alexis Trigo
©Alexis Trigo

Este desierto ha criado a sus hijos e hijas en conexión con el universo a través del agua que brota desde los cerros tutelares. El arqueólogo experto en etno y arqueoastronomía, Ricardo Moyano, explica: “las montañas desde tiempos inmemoriales, seguramente desde el periodo medio, entre el 500 y 900 después de Cristo, han sido considerados como lugares sagrados, son espacios donde habitan los ancestros, los lugares donde físicamente los humanos nos podemos acercar al cielo (…) reciben distintos nombres, dependiendo de la zona de Los Andes donde nos encontremos: Achachila, Mallku, Apu, cada uno de estos nombres responde refiere al guardián, o la guardiana, a los espacios donde física y espiritualmente podemos conectarnos con el mundo de arriba.(…) En estos lugares se realizan distintos tipos de ofrendas (…) al momento de la salida del sol y siempre mirando al este, que es donde están ubicadas las montañas con respecto a la posición geográfica de la población atacameña, en el norte de Chile, le invocan para poder solicitar la lluvia. De alguna manera la montaña constituye una intermediaria entre los fenómenos meteorológicos, el sol y los seres humanos (…) para mantener el ciclo vital que incluye la producción de alimentos y la regeneración social”.

Hija del desierto

El compromiso de los pueblos con su cosmovisión es una herencia que se trabaja día a día, más aún en un territorio en el que se concentra el interés económico mundial por su riqueza en minerales. En pleno desierto la existencia del agua parece milagrosa y la intervención de los ríos hace pensar que esta ha desaparecido, que ya es tarde. Pero para la Sra. Sonia Chocobar el agua es un espíritu, es un ser vivo, con inteligencia propia y nosotros en el desierto sabemos tener ese tipo de conexión, es una conexión milenaria y cuando le hablamos al agua, cuando escuchamos su canto, cuando podemos hacer esa conexión con ella, le recordamos su memoria y reconoce su camino ancestral.

©Alexis Trigo
©Alexis Trigo

Para la Sra. Sonia el conocimiento de la naturaleza es “entender que el desierto tiene su propia misión (…). El tener todas estas napas subterráneas con agua, le permite un clima extremo al desierto, mucho calor o mucho frío, este es un indicador de enfriamiento. El desierto existe porque su misión es enfriar el planeta (…). Y está siendo muy intervenido, desgraciadamente existe un extractivismo enorme en nuestro territorio, porque es una pequeña África, (…) con muchos minerales, siempre vamos a ser invadidos (…) en este extractivismo ¿qué es lo que usa la minería? Por desgracia, el agua, que se ve como una fórmula H2O y nuestros pueblos no la ven como una fórmula”.

Los pueblos entienden que el agua está viva, que tiene memoria y conciencia, y por ello han creado formas de comunicarse con ella, como las ceremonias que parten desde julio con los agradecimientos al agua a través de pagos; en agosto con el día de nuestra Patta Hoyri, y luego el despliegue de limpias de canales que continúan en septiembre preparándose para las siembras. “En lugares como Socaire y Peine, Toconao, entre otros en Atacama La Grande, la gente sube limpiando el canal, le solicita a la montaña que concentre el agua, que concentre la lluvia en determinados cerros que son particularmente sagrados, en lugares que son previamente establecidos. Estos centros ceremoniales de alguna manera replican la construcción del mundo atacameño[1]”, explica el investigador Ricardo Moyano.

Habitar este desierto es escuchar en el viento los sonidos de las quebradas, oír el balar de las ovejas en su corral y el canto del río que corre cerca de los pueblos, esos que tocan su caja al ritmo de todos los elementos. Y a su vez, es levantar la mirada hacia el firmamento, conocer los relatos estelares y comprender por qué estos se reflejan en la Puri.

Revisa este proyecto en realidad aumentada aquí.

Según el testimonio de la Sra. Sonia, “cuando hacemos esa conexión es increíble cómo nos cambia la vida, en el buen sentido. En el sentido de la armonía, en el sentido de encontrar mi propio equilibrio. Ese equilibrio me exige una disciplina que es trabajar y actuar por proteger toda esta biodiversidad porque somos parte de este todo, este todo está en mí también, en forma macro como en forma micro. Entonces cuando comprendo mi naturaleza y esa conexión con la naturaleza, obvio que mi vida va a tener un cambio total, que no voy a querer pertenecer al mundo occidental, mi mundo es ancestral, porque es lo que me lleva a esa conexión y además de eso me lleva a un equilibro que significa salud, que significa bienestar y en el fondo un buen vivir. (…) Entonces cuando nosotros dejamos de existir, viajamos hacía el cosmos, hacía ese río galáctico (vía láctea). Y lo que está arriba, está abajo”.

©Alexis Trigo
©Alexis Trigo

[1] Ttalatur, palabra en ckunsa que significa apearse; tradición para atraer el agua.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...