Los daños ambientales irreversibles que pueden generar las plantas desalinizadoras
La realidad de la actual sequía, ha generado un gran movimiento en todos los sectores de la sociedad con el fin de buscar nuevas soluciones a la problemática del agua. En Chile, tomando en cuenta que más de la mitad de los municipios están bajo el decreto de escasez hídrica, la rapidez por encontrar alternativas ha posicionado a las plantas desalinizadoras como una de las soluciones mejor evaluadas y más rápidas de implementar. Sin embargo, la industria de la extracción de agua de mar puede producir efectos nocivos en el ecosistema y la biodiversidad marina, los cuales pueden ser irreversibles si no se toma en consideración la conservación y protección del océano en las políticas públicas para su implementación.
En enero del presente año, en la Región de Atacama, se inauguró la primera planta desalinizadora estatal de agua potable, la cual fue creada para mitigar la sequía presente en la zona, buscando garantizar el consumo de agua a más de 220 mil personas, con una producción de 1.200 litros de agua por segundo.
Tales inauguraciones aumentarían en los próximos años, ya que según la Oficina de Gestión de Proyectos Sustentables (GPS), del Ministerio de Economía, a nivel nacional se espera triplicar la producción de agua a través de las plantas desaladoras, llegando a una producción de más de 21 mil litros de agua por segundo.
Sin embargo, en la actualidad, los procesos que utilizan este tipo de industrias no son amigables con el océano, ya que la extracción del agua de mar y la expulsión de los residuos luego del procesamiento del agua, generan un gran impacto en el fondo marino y las especies que lo habitan.
El impacto ecológico de la industria
En el mundo existen más de 18 mil plantas desalinizadoras, siendo Emiratos Árabes, Arabia Saudita y Qatar los máximos exponentes de esta industria a nivel mundial. Particularmente en Chile, según la Mesa Nacional de Agua, hasta noviembre del 2020, se contaba con un total de 23 plantas desalinizadoras, de las cuales 14 estaban destinadas a las industrias y minería, mientras que 9, al sector sanitario urbano o rural.
En Chile, y a nivel global, el método más utilizado para desalar agua de mar es a la ósmosis inversa, la cual consiste en la aplicación de presión para obligar al agua a pasar a través de una membrana que tiene la finalidad de filtrar las sales y especies marinas, obteniendo como resultado agua dulce. Sin embargo, ni la extracción de agua, la cual puede llegar a los 4 mil litros de agua por segundo, ni la membrana que filtra, son eficaces para proteger la biodiversidad del mar.
“Los organismos marinos pueden ser arrastrados, atrapados o incluso morir; pueden lesionarse o debilitarse; dependiendo de la especie, fase de crecimiento y etapa del ciclo de vida; conllevando a efectos potenciales sobre la pérdida de abundancia y diversidad, así como cambios en la distribución relativa de los organismos en el ambiente afectado”, argumenta Elizabeth Soto, bióloga marina de la Fundación Terram.
Otra de las aristas nocivas para el medio ambiente, son los residuos que genera el proceso de las plantas desaladoras, los cuales son vertidos directamente al mar. En el 2019, un estudio realizado por la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), expuso que las aguas residuales de las plantas eran altamente saladas y contenían químicos tóxicos dañinos para el medio ambiente.
El estudio detalló que la salmuera producida estaba compuesta por cerca de un 5% de sal con toxinas como cloro y cobre, a diferencia del agua marina común, la cual contiene alrededor de un 3,5% de sal. Dicho residuo es capaz de disminuir los niveles de oxígeno en el agua del mar alrededor de las desalinizadoras, causando impactos profundos en las diversas especies como los peces, mariscos y cangrejos, afectando directamente en toda la cadena alimenticia.
“El océano está sometido a numerosos factores estresantes, derivados de un uso abusivo por parte de los seres humanos, y de ser instaladas indiscriminadamente y sin los adecuados cuidados, las plantas desaladoras podrían sumar a deteriorar aún más la salud de los ecosistemas marinos, de los organismos que viven en ellos y de los procesos oceánicos que permiten la vida en la Tierra”, agrega la bióloga marina.
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La huella de las desaladoras en la pesca artesanal
La desalinización del agua está considerada dentro de las opciones más rápidas para acceder al agua dulce, sin embargo, diversas organizaciones alertan de la preocupación de que se estén considerando como la única solución.
Debido a que en Chile, aún no existen muchos estudios sobre los impactos posteriores a la instalación de una desalinizadora, es que es importante analizar otras situaciones, como lo es el gran impacto de las desaladoras sobre la pesca artesanal.
“Un ejemplo emblemático es lo que ocurre en Mejillones donde, hoy en día, el mar tiene un color característico de tono turquesa. Ello ocurre porque no hay surgencia: el agua es cristalina, sin vida y eso es lo que nos preocupa a nosotros sobre lo que pueda pasar con la pesca artesanal. Se perdieron las especies y, es básicamente la devolución de la salmuera, lo que hace estos ecosistemas estériles”, explica Liesbeth van der Meer, directora ejecutiva de la ONG Oceana Chile.
Por lo mismo, van der Meer enfatiza en la necesidad de realizar un catastro acabado de las zonas donde se quieren situar las plantas desaladoras, ya que hay zonas de interés, cuya riqueza biológica es muy alta, que coinciden con las caletas pesqueras de los pescadores artesanales.
Además, alerta que el problema que sucede hoy en día, es la devolución de la salmuera en las bahías donde existen corrientes circulares, lo que produce que ésta se estanque y se originen piscinas de salmuera ahí mismo.
“Hay que pensar que la vida marina se encuentra principalmente dentro de las primeras diez millas, es ahí donde se reclutan los peces y donde viven su vida juvenil, por lo que si alteras ese espacio, después no vas a tener pesquerías sustentables en alta mar. Hay que entender que esto es un ecosistema en que la afectación va a ser en su totalidad y no solamente en el punto donde se produzca la descarga de salmuera”, agrega la directora de Oceana Chile.
La importancia de influir en las políticas públicas
Tal como argumenta Elizabeth Soto de la Fundación Terram, las actividades industriales que se desarrollan en la zona costera siempre van a tener una incidencia sobre el ecosistema marino, por lo cual constantemente se debe apuntar a minimizar al máximo esos impactos.
“Dentro del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA), no existe un criterio estandarizado para el ingreso de proyectos de plantas desaladoras, lo cual debe ser subsanado; haciendo que estos proyectos ingresen a través del Estudio de Impacto Ambiental (EIA)”, comenta Soto, agregando que también deberían incorporarse sistemas de monitoreo periódico del medio marino, tanto de los organismos como de las condiciones fisicoquímicas de las aguas aledañas a las plantas.
El Dr. Víctor Aguilera, investigador adjunto del Instituto Milenio de Oceanografía de la Universidad de Concepción e investigador oceanográfico del Centro de Estudios Avanzados de Zonas Áridas (CEAZA) de la Región de Coquimbo, está trabajando, con éste último, en un nuevo proyecto apoyado por un equipo multidisciplinario de investigadores que desean aportar con conocimiento para que las decisiones que se tomen en relación a las plantas desalinizadoras, se realicen en base a evidencia científica.
“La propuesta, es que hay que incluir a la ciencia para que la actividad sea sostenible socio ecológicamente: desde el punto de vista del consumo humano, la actividad productiva y la ecología. La idea, es justamente guiar un poco la toma de decisiones, la política pública, basándonos en evidencias científicas, para ver dónde es más idóneo o no este tipo de plantas”, explica Aguilera.
El investigador también agrega que es necesario estar al tanto de que todas las actividades productivas que el ser humano desarrolla, interactúan con el medio ambiente, es decir, con el océano. Y, que son justamente esos puntos de interacción los que hay que relevar, estudiar y socializar.
Por lo tanto, el auge de la industria desaladora, sin políticas públicas que le garanticen al océano su protección y conservación, puede causar daños irreparables en su ecosistema, causando la muerte de diversas especies, pudiendo llegar a alterar gravemente, no solamente la vida dentro del mar, sino que también la vida fuera de él.