En varias ocasiones, en otoño e invierno –y sin importar el frío, el viento o la lluvia- he pasado días en silencio cautivado por las luces y sombras que se dibujan sobre las lápidas y cipreses del cementerio de Punta Arenas.

Cada momento me regala una imagen distinta. El arte de fotografiar es, precisamente, dibujar con la luz. Y es por ello que en cada instante y con cada encuadre construyo formas distintas, a través de las cuales quiero transmitir la emoción de estar inmerso en este maravilloso rincón del fin del mundo.

La geometría del instante en su máxima expresión. Una imagen única, muy personal, sin intervenciones durante ni después de la toma.

El cementerio de Punta Arenas me resulta tremendamente inspirador por su historia y por su carga visual. Me atrae profundamente imaginarme aquellos tiempos en que colonos venidos de tierras lejanas se instalaron en las estepas australes.  Y, en términos estéticos, me resulta muy inspirador descubrir  las inusuales líneas, luces y sombras que se dibujan sobre los mausoleos y el intrincado laberinto de cipreses.

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