Conversamos con cinco buzos, chilenos y chilenas, que se han convertido en figuras del buceo, desde la ciencia hasta la fotografía, para conocer su encuentro favorito bajo el mar a lo largo de sus años de trayectoria.

Para algunos, tener que elegir solo uno fue muy difícil. Después de todo, son años (e incluso décadas, en ciertos casos) buceando en diferentes destinos por todo el mundo. Para otros, fue cuestión de segundos recordar aquel momento que presenciaron un día tras sus lentes de buceo y que nunca más olvidaron.

Antonio Marasovic

Antonio Marasovic

Gracias a un amigo que lo llevó a conocer el mundo submarino, Antonio comenzó a bucear en 2015, año en que hizo su primera certificación de Open Water. Con el tiempo y más experiencia empezó a hacer tomas generales con una cámara GoPro. Quería darle otro enfoque al buceo, hacerlo más entretenido y distinto; ahí fue cuando entró al mundo de la fotografía. Cinco años después compró su equipo de foto y realizó un curso de fotografía con Eduardo Sorensen. Relata que, desde ese entonces, hasta el día de hoy, que ya cuenta con una certificación de divemaster, ha sido una montaña de muchos aprendizajes. Su hobbie es la fotografía, le encanta, ya que le ha abierto las puertas a muchas personas y lindas experiencias.

“La mayor experiencia y la más linda que he tenido, desde que he buceado, fue durante una expedición en Chañaral de Aceituno. Una mañana fuimos a la Lobera y estaba repleto de lobitos, yo creo que deben haber sido unos cien. Claramente, nos tiramos al agua y empezaron a jugar con nosotros, nos seguían y nos rodeaban«.

Lobos de mar - Antonio Marasovic
Lobos de mar. Créditos: Antonio Marasovic.

«El buceo fue súper lindo y a súper baja profundidad, entonces pudimos estar con ellos. Yo creo que estuvimos casi una hora jugando con los lobitos y aprovechando de sacar fotografías, era un momento único que no se había vivido… por lo menos yo, no lo había vivido nunca. Así que esa fue mi mayor experiencia en el buceo».

Lobos de mar - Antonio Marasovic
Lobos de mar. Créditos: Antonio Marasovic.

Catalina Velasco

Catalina Velasco

Catalina es bióloga marina, doctora en Ciencias Antárticas y Subantárticas de la Universidad de Magallanes y cofundadora de la Fundación Mar y Ciencia. Mientras se dedicaba a la investigación y divulgación científica entró al mundo de la fotografía submarina, tiempo después se convirtió en exploradora de National Geographic y en la primera latinoamericana en participar en una expedición de Pristine Seas, dedicada a la conservación del medio ambiente. Hoy, tiene una gran comunidad en Instagram, donde comparte sus aventuras, logros y también información relacionada a la vida bajo el mar.

«Uno de mis encuentros más memorables del último tiempo ocurrió en San Valentín. Ese día, el océano me regaló un «Pokémon legendario» (ves, yo sabía que nos amábamos). El tiburón martillo gigante (Sphyrna mokarran) es una especie en peligro crítico de extinción, es un tiburón muy raro de avistar en Cozumel, la isla del Caribe Mexicano donde trabajo hace un año. Para que te hagas una idea, un amigo estuvo buceando todos los días por tres años hasta ver uno, y hay personas que nunca tendrán la suerte», comienza a introducir Catalina.

Tiburón Martillo - Catalina Velasco
Tiburón Martillo. Créditos: Catalina Velasco.

«Ese 14 de febrero yo iba buceando a poca profundidad, cuando veo a lo lejos un tiburón que se acerca, pensé que era un tiburón gata, comunes en la zona, pero a medida que se acercaba ví que el cuerpo era muy grande y su cara un poco distinta. Al acercarse un poco más, le ví su forma de martillo y con mi compañero de buceo no dábamos más de la emoción. El tiburón pasó justo por arriba mío, yo había dejado de nadar en el momento que lo ví, así que, estática en la ingravidez del mar tomé la cámara y apunté al animal sin siquiera mirar por el visor. Yo estaba absorta mirándolo a él. Esta foto es el resultado del encuentro que me hizo sentir muy afortunada (y amada) un día de San Valentín en el Caribe».

Tiburón Martillo - Catalina Velasco
Tiburón Martillo. Créditos: Catalina Velasco.

Pedro Niada

Pedro Niada

«¡¡¡Tengo muchos encuentros!!!», es lo primero que nos dice Pedro al contarle la idea de este artículo, luego nos pregunta cuántos días tendrá para pensarlo y enviarnos su respuesta. Tres días después, reaparece con varias historias porque una sola era imposible.

Pedro Niada, también conocido como Peter, es fotógrafo submarino, explorador y buzo hace treinta años. En 1996 creó el centro de buceo Endémica Expediciones en la isla Juan Fernández. Ha colaborado en numerosas producciones junto a canales internacionales como la BBC, History Channel y Discovery Channel.

«Recientemente, estuve filmando en dos Refugios Marinos, una iniciativa de conservación de la fundación Capital Azul. Uno de ellos está en la localidad de Ventanas y el otro, en Polcura/La Ballena, al norte de Los Molles. Filmé unos pecesitos muy pequeños y curiosos que se llaman trombollitos tres aletas, que medían no más de 3cm de longitud. Son muy territoriales y un poco como que competían por estar frente a mi lente. ¡Los colores, sus ojos y tamaño de sus aletitas son sorprendentes! Estuve una hora entera bajo el agua con ellos, registrando su comportamiento y la relación entre ellos. ¡Son unas miniaturas muy bonitas del mar chileno!».

«Los encuentros que realmente me han alucinado han sido con manta rayas gigantes oceánicas (Móbula birostris). Estas especies en particular son muy grandes e intimidantes, pueden llegar a pesar 1.300 kilos y alcanzan a tener desde seis a siete metros de envergadura. Bucear entre ellas es una experiencia absolutamente de otro mundo, con estas criaturas majestuosas que te rodean y se acercan curiosas a mirarte, hasta puedes llegar a bucear debajo de ellas y ver cómo les gusta que tus burbujas choquen con su panza ahuyentando a las rémoras que se les adhieren a ella».

Manta Raya gigante oceánica. Cortesía de Pedro Niada.

«He tenido muchísimos encuentros submarinos con una infinidad de especies diferentes: hermosos corales de agua fría y espectaculares bosques de algas en la Patagonia austral chilena, gorgonias y caballitos de mar en el norte del Perú. He buceado entre cientos de lobos finos de dos pelos, cardúmenes gigantes de vidriolas y una infinidad de otras especies abundantes en el Archipiélago Juan Fernández, donde viví quince quince años. He tenido fantásticos encuentros con grandes medusas, manadas de ballenas piloto, delfines, tiburones ballena, tiburones martillo y tiburones punta blanca en arrecifes de algunas islas oceánicas en el extranjero. No puedo olvidar el silencio y el suspenso de bucear en Antártica donde tuve la suerte de estar cincuenta días donde hacía más frío fuera del mar que dentro de él», relata Pedro.

Manta Raya gigante oceánica. Cortesía de Pedro Niada.

César Villarroel

César es buzo profesional, explorador, fotógrafo, naturalista y productor. Ya son 30 años buceando, que le han otorgado grandes historias y paisajes surreales. «Soy una persona que siempre está en contacto con la naturaleza, mi realidad es que casi vivo en una expedición de buceo constante«, afirma.

«Dedico casi el 100% de mi vida a esto, entonces es interesante la acumulación de historias, pero voy a intentar rescatar alguna que valga la pena contar», nos dice a modo de introducción.

César Villaroel

Pero hay otro paréntesis que César desea hacer antes de empezar:

«Yo soy una persona que se logra emocionar viendo una cosa común. Puedo ver una castañeta, que es un pescado del porte de la palma de tu mano mientras buceo y me puedo emocionar, algo que es común de ver. O ver los rayos como se filtran entre los bosques de algas. No es necesario, muchas veces, para asombrarse, tener una historia grande e increíble con un animal mitológico», dice con convicción.

«No perder la capacidad de asombro es muy importante para todos. El poder emocionarse con la biodiversidad sea cual sea el momento, en cualquier parte. Con un atardecer, con una caminata en el bosque, con ver un ave, aunque sea una gaviota o algo común que uno ve todos los días, poder mirarlo y volver a encontrar la magia de la naturaleza en cualquier cosa», sostiene, mientras se escucha el mar de fondo.

César nos cuenta sobre su extensa relación con los cetáceos, las ballenas y delfines en libertad de las costas de Chile. Enumera el amplio simbolismo que hay detrás de estos animales; destaca la asociación de los delfines a la sanación, por ejemplo, o en la cultura mapuche, que se decía que las ballenas transportaban las almas a la Isla Mocha, entre tantas otras creencias.

Ballena Jorobada - César Villarroel
Ballena Jorobada – César Villarroel

«He podido vivir momentos únicos e irrepetibles, tuve la autorización de la Subsecretaría de Pesca para poder nadar con ballenas y he tenido encuentros, por el año 2012, de poder liberar una ballena de una red en su cola. Ha sido el único registro de la liberación de una ballena jorobada en la isla de Juan Fernández que iba navegando con una red (…), se transformó en un hito en mi vida».

Justo en ese entonces, César estaba grabando un programa de televisión con un equipo de producción.

«Fue una cosa fortuita de encontrarnos con una ballena jorobada que iba navegando, poder analizar la situación y junto con el equipo poder tirarnos a rescatar la ballena. Iba yo cortando el cordel, tratando de llegar a la carne de la ballena para sacarle la red que tenía dentro, fueron momentos tensos donde casi pierdo la vida. Fue un riesgo absolutamente para todos los que estábamos participando, sin embargo, lo logramos hacer con éxito (…), en muchas oportunidades perdí la noción del tiempo…».

César cortando las redes que envolvían la cola de la ballena. Créditos: Capkin van Alphen.

Villarroel describe lo difícil que fue la hazaña, pensaba que al liberarla de un lado ella podría salir del otro, pero no fue así. La red estaba incrustada en ambos extremos de la cola. La bellena daba aletazos e intentaba escabullirse, por lo que fue muy cansador para el equipo lograr la liberación con éxito. «Creo que solamente me mantuvo la adrenalina», añade.

Dentro de esta gran secuencia, el buzo describe el momento que la ballena notó que la estaban intentando ayudar. Ahí, él figuraba sentado sobre la ballena agarrado de su cola. «Fue increíble, se transformó todo en algo maravilloso, donde se quedó quieta para que yo pudiera cortar lo más cerca de su cola la red que tenía incrustada», cuenta César.

Ballena Franca austral. Créditos: César Villarroel.

«No pasó lo que pasa en Hollywood, que la ballena se dio vuelta a mirarme y a saltar en el aire agradecida del rescate. Simplemente, cuando logré soltar la parte trasera de la cola, ella siguió avanzando en silencio libre y yo me quedé con una emoción. Pude soltar toda la adrenalina llorando sin parar sobre todo el manto, imagínate que era tan grande la cantidad de boyas y redes que pude estar arrodillado encima, llorando sin poder detenerme de la emoción…», agrega César, quizás sin dimensionar lo nítida e impresionante que resulta la imagen que acaba de describir.

Andrea Martínez

Andrea Martínez - Jefa Zoología Invertebrados MNHN

Andrea es bióloga marina, magíster en Ciencias Biológicas con mención en Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile y Jefa de Zoología de Invertebrados del Museo Nacional de Historia Natural de Chile. Desde los diecisiete años sabía que su vocación estaba en el mar, pero no fue hasta una expedición a la Antártica, al terminar la carrera, enfocada en la recolección y colecciones de material bentónico para investigaciones científicas, que supo que la investigación era lo que la llamaba dentro del gran mundo marino.

Antes de comenzar con la «historia», nos comenta que la mayoría de sus inmersiones son con fines científicos, es decir, que se sumerje en busca de especies para estudiar posteriormente. Hace años trabaja con equinodermos y su pasión está en los pepinos de mar.

«Llevábamos buscando mucho tiempo ejemplares de Athyonidium chilensis. Estábamos en Bahía Ingesa, ya llevábamos varias inmersiones y no encontrábamos el animal. En ese momento, estaba muy reciente la muerte de mi padre, que ya me había tocado en otro terreno, en Natales, y cuando fuimos a bucear a Bahía Inglesa yo estaba con el proceso de duelo súper reciente. Llevábamos muchas inmersiones que no encontrábamos el pepino de mar, en la última yo estaba desesperada porque hay que desplegar una logística tremenda cuando uno va a terreno y siempre resulta muy frustrante no encontrar a los animales. Estaba en la última inmersión, habíamos recorrido todo y no aparecía (…), viene a la mente mi papá y me pongo a hablar con él, a explicarle que estoy desesperada y que no puede ser que nos vayamos sin los animales porque uno tiene resultados comprometidos. Empiezo a conversar con él y de pronto de la nada veo unos tentáculos maravillosos, como azules, aterciopelados de un tornasol precioso, me voy fijando y era un pepino de mar».

«Hasta el día de hoy no sé de qué especie se trata, tengo un gran porcentaje de confianza de que se trate de una especie nueva. Resulta que alcancé a sacar este ejemplar y cuando empiezo a buscar más (…), alcanzo a ver otro y se me escapa, y para describir nuevas especies uno necesita más de un ejemplar, entonces tengo ese pendiente de buscar más (…). creo que esa es una de las experiencias más bonitas que atesoro. Bucear es una experiencia tremendamente particular por la conexión que genera con uno mismo en un espacio que no es el propio. Se genera una atmósfera muy bonita y lo siento como un regalo a distancia que me dejó mi papá en esa inmersión».

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