Patagonia, una palabra que se daba vuelta en mi mente desde varios años. Este 2016 tomé la decisión de irme por Sudamérica. Visa Working Holiday Chile en mano, empecé mi viaje en el sur del país, buscando paisajes para cortar el aliento. Primero la región de Santiago, luego la región de los Lagos y de los Volcanes, el archipiélago de Chiloé, y por fin la Patagonia. En el camino encontré un compañero de viaje, Grant, con quien seguí mi aventura Patagónica.

©Gianni Di Giuseppe
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Cada paso acercándome al sur me enseñaba paisajes cada vez más grandiosos. El súmmum de mi estupefacción fue el Parque Nacional Torres del Paine. Más precisamente a la llegada al glaciar Grey, cerca del camping el Paso. El Parque Nacional Torres del Paine es uno de los últimos parques nacionales antes de Tierra del Fuego y de la frontera con Argentina. Víctima de su éxito, unos años atrás, un incendio accidental provocado por un turista inconsciente quemó más del 40% del parque, dejando un paisaje apocalíptico en varias partes. Más encima, la sobre explotación del lugar por las crianzas de ovejas del principio del siglo XX dejaron también, estigmas en la región.

©Gianni Di Giuseppe
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El lugar está ahora muy protegido, con límites de visitantes y reglas de estancias muy estrictas. Hay varias posibilidades para visitar el parque. La primera, y la más popular, es la del circuito en forma de “W”. Es muy popular entre los turistas, tiene acceso en barco, y varios equipamientos para recibir y acomodar a los visitantes. Pero esta opción permite disfrutar solo un sector de la mitad menos salvaje del parque y los senderos están a menudo llenos de turistas.

©Gianni Di Giuseppe
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La otra opción, la que elegí yo y que recomiendo, es el circuito en “O” que permite ver la integridad del parque de manera mucho más íntima y salvaje. Diez días, ese es el tiempo que necesitamos para dar la vuelta al parque y volver a nuestro punto de inicio. Con un promedio de 11-12 km recorridos al día y un desnivel de varios cientos de metros algunos días, la diversidad de los paisajes era impresionante: Ríos, valles, montañas, nieve, glaciares azules, bosque verde, llanura semi desértica, lagos de color turquesa, etc.

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Cada día tenía sus sorpresas. Algunas veces era la lluvia y un viento tan fuerte que las gotas de agua parecían cuchillos en la cara, mientras se ponía aún más peligroso caminar en el sendero en la ladera de la montaña. Otras veces la sorpresa era un picnic panorámico con vista sobre el glaciar Grey.

Era sin duda la visión más bella de mi existencia: Un alcance de hielo azul celeste hasta que se perdía la vista, rodeado de montañas nevadas al norte y al oeste, un lago color turquesa. Al sur se rompían y caían en cámara lenta enormes bloques de hielo, y al este había un bosque verde donde llegaba nuestro sendero; el contraste natural es mágico.

©Gianni Di Giuseppe
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Además del aspecto visual, la fuerza espiritual intensa del lugar nos imponía el silencio, el respeto y la contemplación. Los crujidos del hielo cayéndose al agua, el viento silbando sobre los alcances helados y moviendo las ramas detrás de mí, eran la única música acompañando este espectáculo visual.

©Gianni Di Giuseppe
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La atmósfera era propicia para la meditación, la relajación y la reflexión sobre lo que era este mundo antes que fuera descubierto por los europeos. Antes que este paraíso terrestre fuera sinónimo de explotación, de riqueza, de turismo… ¿Cuál habrá sido su real significado para los habitantes nativos de Patagonia?

©Gianni Di Giuseppe
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Aún queda mucho que ver de la Patagonia. Después del éxito de esta experiencia ¡Seguro volveré!

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