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El alma del otoño y sus colores en el Parque Nacional Cerro Castillo, un viaje a través de sus paisajes
En una expedición que duró 30 días, nuestro colaborador, Cristián Aguirre Duffourc, nos comparte una galería fotográfica que evoca la belleza del otoño en el Parque Nacional Cerro Castillo a lo largo de todo marzo, resaltando sus coloridos valles, amplios senderos, así como también las diferentes texturas y transiciones que se presentan en esta época. A través de una entrevista, nos relata sobre su experiencia, las principales dificultades por las que tuvo que atravesar durante su expedición, y su mítica relación con la naturaleza. Léelo a continuación.
Imponente, amplio y con una rica variedad de biodiversidad, el Parque Nacional Cerro Castillo fue inaugurado el 19 de junio de 1970 como una Reserva Nacional, sin embargo, durante 2018 se le declaró como Parque Nacional y, hoy en día, se extiende por más de 138 mil hectáreas. Conocido como el hogar de muchos huemules, su geografía es única, y se ha convertido en un emblema para la Región de Aysén, con la belleza de sus glaciares, acompañados de bosques caducifolios compuestos por lenga (Nothofagus pumilio) y ñirre (Nothofagus antarctica), los cuales, durante esta temporada, tiñen los valles de cálidas y otoñales tonalidades, volviéndolo un paisaje artístico único.
El equinoccio de otoño llegó este 21 de marzo al hemisferio sur. Sin embargo, gracias a este impresionante trabajo fotográfico de Cristián Aguirre, es posible observar todos sus cambios a lo largo de la estación, en donde las hojas de los árboles patagónicos transitan de un verde vibrante a tonos rojizos, dorados e incluso morados, mientras que los cerros se llenan de nieve, otorgando un espectáculo visual impresionante.
Para Cristián, fotógrafo de naturaleza oriundo de la Patagonia, su perspectiva frente a este trabajo es muy importante: «Creo que este trabajo, por sobre todo, alude a la conservación y al arte de la contemplación, de las texturas, de los colores, de la transición de pigmento de color de la hoja, de la lenga y el ñirre, y para mí es un sueño poder retratar eso«.

– ¿Qué te inspiró a realizar una expedición tan extensa en el Parque Nacional Cerro Castillo?
Mi inspiración va netamente ligada a un tema del color. Ver la transición del pigmento de color de la hoja, de la lenga y del ñirre. Al iniciar, ese mes entero el parque era de un color, y después fue mutando a ese amarillo-ocre. Luego, se fue tornando un poco más oxidado, hasta que llega el rojo intenso, y luego ese moradito. Toda esa transición quise vivirla a nivel fotográfico, capturar su esencia, su alma, y para eso necesitaba todo ese tiempo acorde para poder estar presente, y que mis ojos vieran toda esa transición de color y llegada del otoño.


– ¿Cómo te preparaste para pasar 30 días acampando y explorando en el parque?
La preparación para una expedición de este calibre, especialmente en solitario, requiere una gran inversión de tiempo, dedicación y planificación. No sólo es cuestión de organizar el equipo, sino también de considerar factores como el clima, las fases lunares y las fechas ideales para capturar las imágenes. Cada una de mis fotos tiene una intención detrás; no son producto del azar, sino de una planificación meticulosa basada en lo que espero que ocurra en el entorno.

Por ello, me preparé intensamente desde mi casa en Río Bueno, en el sur de Chile, durante aproximadamente un mes y medio. Este proceso fue con el computador, trazando rutas, descargando mapas y marcando puntos clave para los distintos recorridos, como el trekking a Las Horquetas, la laguna del Castillo y el valle Neozelandés. Además, organicé la comida que debía llevar, y me preocupé de estar siempre equipado con lo necesario: primeros auxilios, planificación, abrigos, equipos para caminar y radio.
– ¿Cuáles fueron los principales desafíos logísticos y emocionales durante este período?
Durante el periodo de preparación, de los mayores desafíos logísticos fue la preparación del equipo fotográfico. Debía asegurarme de tener baterías suficientes, lo que implicó una gran inversión en ocho baterías por cámara para un total de tres cámaras. También fue clave conseguir auspicios y acuerdos con marcas de discos duros y tarjetas SD para poder almacenar la cantidad de material que planeaba capturar y realizar los time-lapse que tanto me gustan, porque son tantas fotos que el desafío logístico de preparación es super intenso y específico, por lo que hay que ser muy ordenado.

Y emocionales, claro, dejar la familia, dejar mi mascota sobre todo, abandonar mi casa durante un mes y dejar todo parado y cerrado para ese mes que voy a estar casi sin señal, y que no pase nada importante que me pueda perder.
– ¿Cómo describirías el ambiente del parque en otoño? ¿Qué aspectos de la estación te impresionaron más?
El ambiente que se vive en el Parque Nacional Cerro Castillo es inmenso, eterno, maravilloso. Dependiendo de la orientación de los valles donde están estos bosques, si es que le da norte, sur, o si les da más viento, la diferencia de pigmento de color de la hoja cambia, entonces al final es una constante sorpresa de lo que te vas encontrando. Este año en particular, el otoño partió antes, entonces fue increíble. El parque es muy solitario y tranquilo en estas fechas por el bajo turismo, lo que resulta un sueño.

Respecto a qué aspectos de la estación me impresionaron más, cuando el pigmento está en su rojo máximo me encanta. Y antes de eso, cuando está en amarillo o verde. La transición de estos tres colores que a veces te encuentras es muy mágica, y es de lo que más me impresiona junto con la infinidad de lo que es el manto de color de lenga y del ñirre en el portezuelo del Cerro Castillo e Ibáñez. Son valles transversales de capas y capas de cerros llenos de bosques que desde el aire puedes ver su magnitud, impresionante en su esplendor.
– ¿Hubo algún momento o lugar específico que te haya marcado especialmente durante el viaje?
El momento que me marcó durante el viaje fue el amanecer, ya que realmente estuve un mes entero y amaneceres despejados tuve dos o tres, por lo que se dieron muy pocos días así de lindos. Entonces, amanecer arriba de la cuesta del Diablo con el castillo, nevados, con las primeras luces, fue asombroso. Además de todo el bosque rojo maravilloso con el cielo con naranja, es impresionante. Creo que ese fue uno de los momentos más bonitos.

– ¿Cómo fue la relación con la naturaleza mientras recorrías los valles y montañas del parque?
Maravilloso. Durante los días de trekking, en mi relación con la naturaleza apliqué mis técnicas de mínimo impacto, hoyito de gato para hacer las necesidades, andaba con mi autocarpa y también con carpa de piso para cuando el auto no pudiese pasar por algún lugar. Entonces, tuve una relación de mucho respeto siempre, admiración, contemplación gigantesca y, por sobre todo, devoción ante la naturaleza, de amor infinito ante estos lugares. Muy vírgenes, con muy poco impacto, y con una biodiversidad maravillosa.

– ¿Qué equipo utilizaste para capturar estas impresionantes fotos? ¿Por qué elegiste este equipo?
Utilicé dos cámaras Nikon, una de 850 y una de 800, 810, y una serie de lentes desde angulares a full teleobjetivo, un 1424, un 2470, un 70200, un 200, 500. Todo eso para Nikon, aparte de tres trípodes y también sliders para poder hacer time lapse con movimiento. Y también conté con un equipo Sony A7R5 con un 2470, y un dron Mavic 2 Pro y el Mavic 3 Classic.

Escogí este equipo por su polivalencia ante la naturaleza, teniendo todos los milimetrajes posibles para que no se me vaya ni un momento ni nada, y de esta forma siempre tener el milimetraje para poder hacer intercambio de lentes y llevarme el momento fotográfico con el encuadre deseado. Es un equipo full calidad y frame, y puedo capturar la naturaleza y luego hacer ampliaciones gigantes de las fotos, así que lo escogí porque es asistente, debe aguantar horas en la naturaleza. Además, llevé unas mantitas, y buffs con los que abrigo las cámaras para que no se humedezcan tanto.
– ¿Cuáles fueron las condiciones más difíciles para fotografiar, como la luz, el clima o la altitud?
Las condiciones más difíciles del viaje eran las mañanas en general por el rocío, además estaba todo muy helado y húmedo. El viento también fue complicado por los drones, y que aguantaran las cámaras con trípode haciendo timelapse. Sobre todo por la foto de la luna, que es en la torre norte del castillo, fue muy duro porque tenía que estar en un punto en la mitad del valle del río Ibáñez donde había un viento que te carcomía, te traspasaba los huesos. Fue una condición difícil, con las manos congeladas, y tenía que estar con el teleobjetivo que también, al hacer más zoom, se mueve por la sensibilidad.

– ¿Hubo alguna escena que sintieras que capturaba perfectamente la energía y la belleza del parque?
Siento que un poco todas, de alguna otra forma. Sin embargo, destaca cualquier foto de Cerro Castillo, el emblema del parque, el homónimo que le da nombre, y al amanecer sobre todo cuando le da la luz lateral, porque al atardecer el sol siempre se pone como más a contraluz. Es de las escenas más lindas donde está amaneciendo, con el cerro recién nevado. Y también esos árboles de colores de todos tipos, algunos más avanzados en el otoño, otros más atrasados, pero todos confluyendo y conjugándose en el mismo trono del paisaje, la contemplación, una maravilla.


– ¿Cuál es el mensaje que te gustaría transmitir con estas fotografías?
El mensaje que quiero transmitir con este fotorreportaje es la paz, los colores, las texturas de un parque nacional que está en Patagonia. Dar alusión a entender los parques, a cuidarlos, porque para fotografiar la esencia de un parque, hay que respetarlo.
Me gustaría que las personas se motivaran a conocer Chile, sobre todos sus parques, siempre desde el respeto y el amor. Creo que este trabajo, por sobre todo, alude a la conservación y al arte de la contemplación, de las texturas, de los colores, de la transición de pigmento de color de la hoja, de la lenga y el ñirre, y para mí es un sueño poder retratar eso.
