Ruta patrimonial entre Punta Arenas e Isla Riesco: valorando el territorio desde la voz ciudadana
Con la creación del Parque Nacional Kawésqar, una nueva oportunidad llegó a la comuna de Río Verde: la de destacar el valor patrimonial para aumentar la protección de biodiversidad de la zona y potenciar el desarrollo sostenible del sector. A partir de esta motivación, la Fundación Kauyeken empezó un proyecto para crear una ruta hacia el parque nacional que sea elaborada desde la voz y valoración del territorio por parte de los mismos habitantes de la zona. Luego de un exhaustivo proceso, se lograron seleccionar 20 hitos característicos de este espectacular lugar de la Región de Magallanes. ¿Cuál fue la historia y el proceso para la elaboración de la ruta? ¿Qué lugares fueron destacados por los habitantes de la zona? ¡Aquí todos los detalles!
El Parque Nacional Kawésqar es una de las maravillas de la Región de Magallanes. Bosques, fiordos, humedales, lagos y valles forman parte del prístino ecosistema en el que habitan diversas especies de aves, así como huemules, pumas y gatos monteses, entre muchos otros. Ellos están en las cerca de 2,5 millones de hectáreas de este sector de la Patagonia, lo que caracteriza a este parque por ser el segundo más extenso de Chile (el primero es el Parque Nacional Bernardo O’Higgins con 3,5 millones de hectáreas).
Son 150 kilómetros los que separan a la capital regional, Punta Arenas, de este parque nacional por su entrada por Isla Riesco, en la comuna de Río Verde. Y no se trata de una ruta con sólo inolvidables vistas, sino que posee un alto valor patrimonial potenciado por los mismos habitantes de este territorio. Esto es porque ellos, con el apoyo y organización de la Fundación Kauyeken, colaboraron en el proceso de selección y mapeo de 20 hitos presentes de este recorrido: son los propios relatos ciudadanos del territorio.
La historia desde un inicio: ideas para armar una ruta
El Parque Nacional Kawésqar es relativamente nuevo. En 2019 se publicó su creación en el Diario Oficial, luego de un acuerdo firmado entre el Estado de Chile y Tompkins Conservation en 2017, en el que la organización donaba sus tierras para la creación de la Red de Parques de la Patagonia. Este proceso incluía la creación de cinco nuevos parques nacionales, entre ellos el Parque Nacional Kawésqar.
Lo que se hizo fue ampliar, reclasificar y cambiar el nombre de la Reserva Forestal Alacalufes a Parque Nacional Kawésqar. En esta ampliación se sumaron las tierras donadas por Tompkins Conservation, que incluían Cabo León, en Isla Riesco. “Esto constituía una oportunidad de aumentar la protección de la biodiversidad de la zona, y al mismo tiempo de dar oportunidades de desarrollo sostenible a la comuna”, explica Gabriela Simonetti Grez, directora de la Asociación Kauyeken.
Así surgió la idea de formar la ruta patrimonial. En 2017 la fundación diseñó este proyecto para contribuir al establecimiento de la nueva área protegida, aumentando la valoración del lugar por parte de la comunidad. Esto, según explica Simonetti Grez, se hizo con “énfasis en las oportunidades que representa para la comuna de Río Verde, donde se abriría por primera vez a la ciudadanía una entrada terrestre a esta área protegida, a través de Cabo León en Isla Riesco”.
Como el proyecto tenía como base incorporar a la ciudadanía, nació la idea de hacer un diseño colectivo de una ruta que rescatara los hitos culturales y naturales más importantes del nuevo acceso al parque por Isla Riesco. Desde ahí, se empezó a ejecutar este proyecto que incluyó encuestas, entrevistas y el inicio de una propuesta y mapeo colectivo de la zona.
“A pesar de la riqueza patrimonial y su cercanía con Punta Arenas, es una zona bastante desconocida para los habitantes de la región y el país. El camino desde la capital regional al Parque Nacional Kawésqar por vía terrestre es un recorrido que atraviesa muchos ecosistemas (…) Esta es una oportunidad para democratizar el acceso a las áreas protegidas de Chile, aumentando la posibilidad realizar actividades de investigación, educación y recreación (…) El valor de esta ruta es que pone a la ciudadanía, a los habitantes de la región, como protagonista en los procesos de resguardo del patrimonio”, explica Simonetti Grez.
Un mapeo colectivo
Lorena Castex vive en Isla Riesco desde que tiene memoria. Sus abuelos llegaron a la Región de Magallanes cuando su mamá era una niña, formando su hogar en la zona en 1957. Hoy Lorena, a sus casi cincuenta años, dice seguir cautivada por el campo y la vida al aire libre, lo que la llevó a ser parte de los 47 ciudadanos que participaron en el mapeo de la ruta.
Tanto ella como el resto esos habitantes participaron de la primera etapa del diseño de la ruta, que consistió en la elección de los lugares y el mapeo participativo. De esta forma, en cerca de ocho meses -desde enero a agosto de 2018- colaboraron identificando los sitios que ellos consideraban que representaban algún valor cultural o natural de la zona.
Este proceso fue parte de una primera etapa, que consistía en el diseño, aplicación de mapeos participativos y sistematización de datos. “Se invitó a las personas relacionadas a la ruta y el proceso de creación del área protegida. En la invitación se explicaba la intención participativa de la metodología y su carácter presencial (…) La identificación de sitios iba acompañaba del relato de sus experiencias en el lugar, por lo que fue un ejercicio de memorias muy enriquecedor a través del cual se pudo identificar 171 sitios de importancia natural y/o cultural”, explica a Ladera Sur Nicolás Andrade, encargado de la ejecución de los mapeos participativos.
Una vez terminado ese proceso, se siguió con la validación, priorización y evaluación de los sitios. Andrade agrega que no era posible hacer una ruta con tantos hitos, además de que había que proteger ciertas riquezas que debían permanecer al resguardo de los habitantes.
“Los hitos identificados durante los mapeos participativos fueron validados según cuantas veces fueron mencionados por diferentes participantes. Esto se ajustó a la representatividad de actores alcanzada durante el mapeo. Así se propuso un mapa con 80 sitios que fueron priorizados y evaluados a través de un grupos focales, que incluyó personas que habitan Isla Riesco, relacionadas al sector público, ONGs locales, entre otras. Algunos de los criterios para evaluar fueron: singularidad y/o autenticidad, estado de conservación / presentación estética, sensorialidad, servicios y equipamientos, y de accesibilidad”, explica Andrade.
Así se pudo llegar a la elección de 20 hitos para la ruta.
“Me sentí orgullosa de formar parte de este proyecto”, comenta Castex. “Sentí que con él estábamos un poco más cerca del respeto, hacia la naturaleza y las personas (…) De este proceso destaco la importancia de cuidar el territorio, lo que va unido al respeto. El darse cuenta de que tanto ver algo pasa a ser parte del fondo, pero si te detienes e inhibes el actuar impulsivo del día a día, encuentras la importancia de las cosas, de un espacio en particular; un rincón, un paisaje, una historia”.
¿Cuáles son los hitos de la ruta?
En un paisaje diversos ecosistemas como la estepa patagónica, el bosque andino patagónico, el bosque siempreverde y el litoral marino, destacan también sitios arqueológicos, museos, territorio Kawésqar, esculturas y tradicionales estancias ganaderas.
La ruta incluye la costanera del Estrecho de Magallanes, la cual fue construída en 2010 y que une Punta Arenas con el emblemático Estrecho de Magallanes. Tiene sitios para la observación de aves marinas (como petreles o albatros), mamíferos marinos (como delfines australes o ballenas resoplando a la distancia).
También se destacan museos como el Nao Victoria, una réplica a escala real de la embarcación en la que llegó Hernando de Magallanes; y el Museo de Historia Natural Río Seco.
Otro lugar que guarda vestigios del pasado, y que está incluído en la ruta, es el Sitio Arqueológico Ponsonby, que contiene información paleoambiental del lugar y objetos culturales de los antiguos habitantes de la zona. A esto se suma la Plaza el Pingüino, un mirador que permite visitar la primera barcaza que unió Isla Riesco con el continente, y donde también se pueden ver aves nativas .
De la misma forma, la ruta incluye al Humedal Tres Puentes, una Reserva Natural Urbana en la que anidan más de 20 especies de aves y alberga más de 100. Este lugar, según los habitantes de la región, es uno de los Siete Tesoros Culturales de Magallanes.
En la línea de observación de aves y flora, también se incluyen lugares como la Ruta Y-50, un recorrido en que se aprecia el paisaje característico de la estepa patagónica, y donde también destaca la abundante presencia de aves rapaces. Además, se suma el Avistamiento de Cóndores, donde se puede apreciar un patrón de desplazamiento de hileras de cóndores, que elevan vuelo desde el Cerro Palomares, el cual también está en la ruta y es considerado uno de los posaderos de cóndores más importantes de Sudamérica.
Otro sitio que se destaca, en relación a las aves, es la Roca de los Cormoranes, en la que cada año nidifica una colonia de cormoranes imperiales y reales.
Se eligió un lugar de esparcimiento como el Parque Chacabuco, en el que hay añosos bosques de ñirres, y donde también se pueden observar aves y mamíferos marinos.
Otros de los patrimonios destacados se relacionan con el pasado. Por ejemplo, el Sitio Interétnico Kawésqar-Aónikenk, un lugar donde se cree que habrían habitado los guaicurúes; y el sector de Cabeza de Mar, donde se pueden ver geoformas de origen glaciar de 18 mil años.
Si hablamos de infraestructuras tradicionales, la ruta incluye la Estancia Olga Teresa. También, la Villa Ponsonby, que es el principal caserío de la comuna, y que se ubica en los terrenos donde antaño funcionó la hostería Río Verde.
Así, otros simbólicos lugares seleccionados fueron la Escultura La Magallánica, la cual evoca elementos de la cultura kawésqar como también el paisaje y fauna local; la Mina Josefina, que contiene vestigios de una de las principales minas de carbón subterráneas de la zona en los años 20; los Corrales de Pesca, un lugar ancestral utilizado por los kawésqar, en los que se usaban como tramas para los peces que entran durante las mareas altas; y Punta Rocallosa, un impresionante afloramiento rocoso a orillas del seno Skyring.
Tampoco quedó fuera Cabo León, una estancia ganadera de antaño ubicada al inicio del Parque Nacional Kawésqar, la cual es una puerta entrada terrestre a esta área protegida. Todavía se mantienen erguidas antiguas construcciones del casco de la estancia, aunque este lugar es conocido por su geografía accidentada y por albergar especies icónicas y amenazas como el huemul y el abejorro chileno.
Un valor patrimonial, cultural y turístico para un futuro
“La particularidad de esta ruta es que potencia el valor patrimonial y turístico de la zona desde el proceso de creación hasta el uso de su producto final (…) Es la propia comunidad que se empodera respecto del valor de su entorno, cuestión que es el primer paso para potenciar y proteger el patrimonio. Luego, el proceso involucra desde su génesis a actores clave, como la Municipalidad de Río Verde, CONAF, guías de turismo, Sernatur, entre otros, todos quienes desde sus espacios pueden darle visibilidad al material que generamos en esta ruta, potenciando el valor de esta zona para la región”, comenta Simonetti Grez.
En la misma línea, Andrade comenta que uno de los motivos para visibilizar la riqueza cultural y natural de la zona de Río Verde e Isla Riesco es que no se protege lo que no se conoce: “La zona está expuesta a diferentes amenazas si no se toman decisiones que prioricen el bienestar de la naturaleza. Las motivaciones económicas que justifican dichas amenazas podrían disolverse si el turismo responsable toma protagonismo en la reconversión del trabajo de la tierra y el mar hacia formas realmente sustentables. Sin duda, la creación de esta ruta es un pie inicial a las múltiples oportunidades de crear justicia social y ambiental en la zona, a través de su cultura y biodiversidad”.
“Me parece que el valor turístico en áreas naturales y abiertas cobrará cada vez más importancia, y esta es una zona bastante salvaje, por lo tanto, algo más conservada en su estado natural, a pesar de la empresa minera y salmonera que son tan invasivas. Es de gran importancia el tener noción de cómo crecer en el área turística de una manera más sabia para poder conservar lo que nos queda y ser un aporte y no una merma”.
Por ahora, el desafío es colaborar para que la ruta sea un instrumento que facilite las etapas de promoción y protección de la zona. Medidas que incluirían instalar señaléticas en zonas claves, promover el cuidado del entorno o generar planes de visitas guiadas, entre otras cosas, para poner la ruta en valor. Acciones que, en palabras de Simonetti Grez, “son tarea de todas y todos”.