Cuenta la leyenda que cuando para nosotros el mundo aún era en blanco y negro, un pionero montañista se aventuraba a descubrir las desconocidas cumbres que, al fondo del Cajón del Maipo, se levantan vertiginosamente a pocos metros de la frontera con Argentina. Todo parecía feliz y tranquilo cuando sin previo aviso el desdichado explorador comienza a advertir cómo el sol, que entibiaba el frío aire de montaña, se comienza a ensombrecer y una espesa niebla lo rodeaba sin dejarle más que unos escasos metros de visibilidad. Para más desventura del infortunado andinista, el escenario se tornó aún más adverso cuando esta neblina que lo asediaba se convirtió en un fuerte viento blanco que oscureció completamente el día, dejando caer anticipadamente la noche junto a temperaturas tan bajas que le congelaron hasta la orientación. Así estuvo nuestro personaje, flotando por horas en un extraño e incoloro mundo donde sólo se podía distinguir el blanco profundo que lo envolvía, borrando todos los objetos y colores a su paso y extirpándole hasta las últimas reservas de energía y calor de su desgraciada alma.

Cuando todo parecía perdido y ya comenzaba a sentir el caluroso abrazo de la muerte por hipotermia, por casualidad sintió su cabeza chocar contra un objeto que parecía ser madera. En efecto, se había encontrado con un milagroso refugio que inmediatamente representó su única salvación. Eso le hizo sacar energías desde lo más profundo de su médula espinal y con fuertes gritos y golpes clamó por ayuda, agotando las últimas reservas de esperanzas.

©Jaime Gajardo
©Jaime Gajardo

Para fatalidad del aventurero, el dueño del refugio había decidido cerrar con candado la puerta y con barrotes las ventanas en su ausencia. Esto, debido a las reiteradas ocasiones en las que arrieros y montañistas que frecuentaban la zona habían invadido su hogar desordenándolo y agotando sus víveres inescrupulosamente.

Al volver el patrón a su refugio y encontrarse con el cadáver de nuestro frustrado andinista, prometió nunca más, en su presencia o ausencia, volver a cerrar las puertas de su vivienda, dejándola disponible por siempre para quien estando en la montaña necesite de un albergue.

¿Realidad o leyenda? No lo sé. Pero, ¿Por qué no lo va a indagar usted mismo?

Lo cierto es que el refugio de la historia se llama Plantat y es una réplica de un antiguo refugio en Los Alpes.

Construido a los pies del volcán San José en 1937 por don Enrique Plantat, quien quiso recrear una miguita Alpina en Los Andes chilenos. No hay certeza si su motivación fue por afición al ski o la caza de guanacos (tal vez ambas) que en ese entonces abundaban incluso en la zona central de Chile, antes de su caza indiscriminada que puso en riesgo la especie durante el siglo XX y que lo exterminó del centro del país.

Para llegar allá sólo tiene que tomar su vehículo y dirigirse hacia el Cajón del Maipo. Una vez pasado el pueblo de San José, se debe seguir entrando hasta el poblado de San Gabriel, tras el que comienza un camino de ripio que llega a una bifurcación que conduce a Baños Morales. Se debe tomar la derecha y seguir valle arriba pasando el poblado de Lo Valdés, desde donde a tan sólo unos 7 kilómetros se llega a un sector concurrido por arrieros llamado El Cabrerío. Se puede distinguir por unos corrales y refugios que están a simple vista.

Desde ahí comienza una caminata que llega primero a un famoso sector llamado Valle de la Engorda, lugar donde abunda el ganado en tiempos de verano. Ahí es donde nace el río El Volcán por lo que se deben cruzar un par de esteros de menor tamaño. Al final de la huella se llega a una quebrada que hay que subir en una empinada ladera en dirección al San José. La caminata en total puede durar entre 3 y 5 horas dependiendo de si el ritmo es contemplativo o deportivo.

Una vez en el lugar, se puede sentir la magnitud de los ambientes de montaña y lo bueno es que el acceso es apto para casi cualquier persona que quiera experimentarlo. El refugio construido de piedras, cemento, madera y de ángulos muy marcados, aunque pequeño, es muy acogedor y está abierto para cualquiera que quiera visitarlo. Hay un espacio destinado para la cocina y el ocio y dos habitaciones con cuatro literas cada una.

Este lugar marca el campamento base para un eventual ascenso al volcán San José, caldera de 5.856 msnm que se encuentra activa y nos echa en cara que eso no es algo propio únicamente del sur de nuestro país y que estamos más cerca de lo que creemos de un incidente de ese tipo. También puede ser el inicio de una pequeña excursión de una hora hasta el mirador del mismo volcán, de una entretenida velada romántica o con amigos, una excursión fotográfica, o cualquiera que sea su motivación. No olvidar la misión de desmitificar la leyenda del refugio Plantat.

Valla y véalo por usted mismo, vale la pena. Cuídelo, no abuse del lugar, respete a los otros posibles ocupantes y por nada del mundo se le ocurra dejar la puerta cerrada, no vaya a ser que vuelva el fantasma del montañista a golpearla durante la noche.

Datos útiles

©Andeshandbook
©Andeshandbook

Información detallada de la ruta en Andeshanbook y  Wikiexplora.

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