Los mejores meses para hacer trekking por el Parque Nacional Sagarmatha, donde se encuentran gigantes como el Everest (8.848m) y su campamento base (5.545m), el Lhotse (8.516), Nuptse (7.861m), Pumori (7.161m) y Ama Dablam (6.812m) –por nombrar sólo algunos–, son octubre y noviembre. Esto se debe a que la época lluviosa de septiembre ha terminado, las temperaturas están estables y no demasiado frías, y la visibilidad es realmente increíble.

Decidimos hacer el viaje en estas fechas, sin guía ni porteador, después de informarnos bien en páginas de internet especializadas. Hacerlo sin guía tiene como ventajas mayor libertad de movimiento y en la toma de decisiones, más interacción con otros viajeros, y el estar obligados a conocer la ruta y los posibles peligros con que uno se puede encontrar – además de ser bastante más barato–. En todo caso, la ruta está por lo general muy bien demarcada. Por otro lado llevar las propias mochilas ayuda a regular la caminata lo cual es muy importante por el tema de la altura, uno de los mayores desafíos de este trekking. Asimismo, sentíamos que llevar nuestra propia carga hacía el viaje más propio. No son pesadas ya que no se lleva carpa, comida, ni cocinilla.

Vistas desde la cima de Gokyo Ri hacia los lagos de Gokyo y el pueblo.©Victoria Guzman
Vistas desde la cima de Gokyo Ri hacia los lagos de Gokyo y el pueblo.©Victoria Guzman

El trekking por el parque es uno de los denominados Tea House Treks, típicos de Nepal, y llamados así porque no se aloja en carpa sino que en casas de sherpas, donde también se come. En general son bastante sencillas y frías, por lo que es importante llevar un buen saco y ropa para dormir. A medida que se avanza hacia mayor altura los precios de alojamiento y comida suben, y en general la calidad baja. Una ducha caliente, el cargar electrónicos y conectarse a wifi se pagan extra. Nosotros decidimos hacer el viaje totalmente desconectados, para poder disfrutar totalmente la espectacular naturaleza que nos rodeaba –lo recomiendo mucho–.

Antes de partir, es importante tener en cuenta que debes llevar un buen equipo (sobre todo buenos zapatos y mochila cómoda), pastillas Diamox para el mal de altura, pastillas para purificar agua, al menos 2 botellas de 1 litro de agua para ir rellenando en el camino, linternas de cabeza, guantes muy abrigados (de pluma) y anteojos polarizados para el brillo de los glaciares y las nieves. Un buen mapa es importantísimo, así como crema para el sol y un buen lipstick con factor solar. Todo esto se puede comprar fácilmente por el barrio Thamel de Katmandú. Tener chocolates al final del día siempre se agradece también.

Vistas al principio del camino, con una típica “Tea House” hecha con piedra y cuidadosamente decorada. ©Victoria Guzman
Vistas al principio del camino, con una típica “Tea House” hecha con piedra y cuidadosamente decorada. ©Victoria Guzman

Hay varios senderos que recorren el parque. El más conocido es el que va de Lukla al Everest Base Camp y vuelve por el mismo camino (12-14 días). Nosotros elegimos hacer un circuito que incluye los impresionantes lagos turquesa de Gokyo, cruza el Paso Cho La hacia el Everest Base Camp, y luego baja por el camino “tradicional” (13-16 días). Otra opción es un circuito llamado de los tres pasos, muy recomendado para los más entusiastas. Pasa también por Gokyo y Cho La, pero incluye dos pasos más – todos a más de 5.400m de altura–. Igualmente, hay muchos paseos por el día que se pueden agregar a los distintos circuitos, como ir al Pumori Base Camp, Ama Dablam Base Camp, escalar el Island Peak, recorrer el Valle de Chukkung, etc. Todo dependerá de la energía y el tiempo que se tenga.

Comienza el viaje

Yaks en Thangnak. ©Victoria Guzman
Yaks en Thangnak. ©Victoria Guzman

El viaje por regla general empieza con una avioneta desde Katmandú hasta Lukla, considerado uno de los cinco aeropuertos más peligrosos del mundo. El viaje dura media hora, y tiene vistas maravillosas de los Himalayas a mano izquierda. El aterrizaje es en sí una aventura, pues la pista de aterrizaje está en desnivel y requiere que el avión frene muy rápido para no chocar o irse hacia atrás por la pendiente. Cuando el nuestro paró, se escucharon gritos de alegría de los 16 pasajeros que íbamos a bordo.

(Día 1) La caminata empieza apenas uno sale del avión y el camino no podría ser más claro. En general en esta parte hace calor y basta con unos shorts y polera delgada para caminar por vías de piedra, entre Yaks (especie de búfalos típicos del área y usados para transportar cargas pesadas por el valle de Khumbu), burros, y los afortunados que ya vienen de vuelta. Es un tramo bonito, con mucho bosque, y que sigue el Río Dudh Koshi. Dependiendo de la hora en que se llega y la energía del primer día hay varios pueblos donde se puede alojar: están marcados en todos los mapas. Nosotros decidimos hacer la primera parada en Tok Tok (2.652m), un pequeño asentamiento entre bosques y montañas.

Uno de los puentes colgantes que se cruzan para llegar a Namche Bazaar.©Victoria Guzman
Uno de los puentes colgantes que se cruzan para llegar a Namche Bazaar.©Victoria Guzman

(Día 2) El segundo día es uno de lo más duros, ya que se suben 800 metros aproximadamente para llegar a Namche Bazaar, el corazón y centro de vida sherpa. Es un pueblo que cuelga de una cuenca de cerros, lleno de cafés, restaurantes, tiendas y hoteles/tea houses, y que exige subir duras escaleras por una pendiente muy inclinada, así como escénicos puentes llenos de banderas de oración Tibetanas.

Al ser un área cercana al Tibet, en este valle se practica una forma de budismo muy místico, cuyos símbolos se encuentran por todo el camino, sobre todo al principio. Las “Piedras Mani” son rocas de todos los tamaños talladas con un famoso mantra pintado en blanco para contrastar con la piedra azul-negrusca. El mismo mantra se talla en tablas de piedra planas apiladas a lo largo del camino. Se pueden ver blancas estupas con los ojos de Buda cuidando la mayoría de los pueblos por los que se pasa. Por último, hay muchísimas “Ruedas de Oración”, ruedas cilíndricas cuidadosamente pintadas de brillantes colores y que se giran al pasar. Se dice que hacerlas girar acumula sabiduría y purifica los elementos negativos o pecados. Todos estos objetos sagrados deben pasarse caminando por nuestro lado derecho, respetando las costumbres y religión locales.

Piedra Mani, con el mantra Om mani padme hum tallado. ©Victoria Guzman
Piedra Mani, con el mantra Om mani padme hum tallado. ©Victoria Guzman

(Día 3) En Namche Bazaar (3.480m) es común alojar dos noches para empezar a aclimatar el cuerpo, ya que normalmente a esta altitud se empiezan a sentir los efectos de la altura. Se sugiere hacer una caminata el segundo día a mayor elevación, para seguir la conocida recomendación de montañismo “caminar alto, dormir bajo”. Algunas opciones son ir al pueblo de Khumjung (3.790m) pasando por Khunde (con increíbles vistas del Ama Dablam y Namche Bazaar) o conocer el pueblo de Thame a unos 9 kilómetros (3.750m). Nosotros decidimos pasar por Khunde y Khumjung, viendo por primera vez el Everest asomar entre las montañas, y continuar inmediatamente en dirección a Gokyo, pasando por el pueblo de Mong (3.950m) para luego bajar a alojar a Phortse Thanga (3.500m). Así, cumplimos con la regla de subir alto durante el día y dormir a menor altitud para aclimatar bien. Es un tramo difícil, con muchas bajadas y subidas.

Parte del camino que lleva hacia Mong, envuelto en la niebla y nubes que aparecen en las tardes.©Victoria Guzman
Parte del camino que lleva hacia Mong, envuelto en la niebla y nubes que aparecen en las tardes.©Victoria Guzman

(Día 4) Este día la caminata fue hasta Macchermo (4.470m) donde ya se empezaba a sentir la falta de aire con más fuerza. El caminar es lento y es muy importante tomar mucha agua ya que el cuerpo se deshidrata rápidamente con el esfuerzo de respirar más para compensar la falta de oxígeno. Es más importante que nunca escuchar al cuerpo y estar atento a cualquier síntoma de mal de altura. Síntomas menores son dificultades al dormir, falta de apetito, dolores de cabeza menores, fatiga y náuseas. Si estos aumentan, o son acompañados por desmayos o vómitos, es importante dejar de subir y, si no disminuyen pronto, bajar a menor altura.

Vistas desde Machermo: Cholatse y Tabuche ambos de más de 6.500m.©Victoria Guzman
Vistas desde Machermo: Cholatse y Tabuche ambos de más de 6.500m.©Victoria Guzman

El mal de altura severo puede tener consecuencias graves como edemas cerebrales y pulmonares que pueden llegar a causar la muerte: nunca hay que seguir empujando el cuerpo cuando hay síntomas medios de mal de altura para evitar riesgos mayores. En los pueblos a más de 4.300m de altura hay puestos dedicados a explicar los síntomas y riesgos del mal de altura, y donde se aconseja a viajeros que estén experimentando algún síntoma. En este tramo aparece por primera vez el Cho Oyu, que con sus 8.201m reina sobre el paisaje. Ya no hay bosques ni mucha vegetación, sólo los Himalaya que enmarcan el camino.

(Día 5-6) Dado que tuve dolor de cabeza durante todo el día anterior, decidimos hacer una segunda aclimatación en Macchermo. Por lo tanto, alojamos un día más en el pueblo y durante el día extra subimos una pequeña cumbre que bordea el pueblo hasta 4.650m. Es común y extremadamente recomendado aclimatar una segunda vez a esta altura (en el trekking tradicional se hace en Pheriche que está a 4.371m). El paseo, media pastilla de Diamox y mucha agua, junto con el día de descanso, ayudaron al cuerpo a prepararse para los días que venían.

Llegada a Gokyo, con el Cho Oyu presidiendo sobre el valle al fondo.©Victoria Guzman
Llegada a Gokyo, con el Cho Oyu presidiendo sobre el valle al fondo.©Victoria Guzman

(Día 7) En el séptimo día logramos llegar a Gokyo (4.750m), uno de los asentamientos humanos a mayor altura del planeta. En el camino se pasan varios lagos turquesa, pero sin duda lo más impresionante es llegar a Gokyo mismo. El pueblo descansa bajo la mirada del Cho Oyu, con un lago turquesa a sus pies, rodeado de coloridas banderas de oración y con el Gokyo Ri (5.357m) vigilando a su izquierda. Esa cumbre será el primer cinco mil del viaje y es muy conocida por tener vistas directas al Everest, Nuptse, Makalu, Cholatse, Cho Oyu y Lhotse. Se recomienda en lo posible hacerlo en la mañana cuando hay menos nubes y más posibilidades de ver estas famosísimas cumbres de frente.

Cho Oyu ©Victoria Guzman
Cho Oyu ©Victoria Guzman

(Día 8) En lo que fue nuestra primera madrugada, partimos a las 5am con linternas y todas las capas que pudimos ponernos. El frío se hace presente a estas alturas, y hasta la parca de pluma no pareciera ser suficiente. Gokyo Ri es una cumbre desafiante, con varias cumbres falsas y muy empinada. Por primera vez sentimos con fuerza el fenómeno que ocurre aquí al salir el sol: éste calienta la tierra y el aire, provocando fuertes ventoleras. Sin embargo logramos llegar a la cima, coronada de centenares de banderas de oración ondeando al viento y con vistas increíbles de los Himalaya. El Everest esta vez aparecía con nubes sobre él, como si fueran un sombrero. Bajamos rápidamente a tomar un reponedor desayuno y armar la mochila. Aún quedaba cruzar la morrena del glaciar Gozumpa para llegar a Thangnak (4.650m).

Vistas desde la cima de Gokyo Ri hacia los lagos de Gokyo y el pueblo.©Victoria Guzman
Vistas desde la cima de Gokyo Ri hacia los lagos de Gokyo y el pueblo.©Victoria Guzman

A pesar de no tener grandes cambios de altitud es complejo cruzar esta enorme morrena, con huellas poco claras y bifurcaciones. Aquí es clave seguir los monolitos que marcan el camino principal y siempre usar como referencia una alta bandera que se encuentra al otro lado. Luego de unas 2 o 3 horas de caminata se llega nuevamente a tierra propiamente tal; ya queda sólo media hora para llegar al pequeñísimo poblado de Thangnak. Aquí, si se tiene la suerte de una noche sin nubes, es donde más se pueden apreciar las estrellas que brillan nítidas sin contaminación lumínica cerca.

(Día 9) Este es uno de los días más duros del trekking, pues se cruza el intimidante Paso Cho La (5.420m). En caso de hacerlo sin guía es importante estar atentos al tiempo y no intentar el cruce si el pronóstico no es bueno. Si hay nieve, o algún problema similar, existe la alternativa de contratar guía por el día para estar más seguros.

Cima del Paso Cho La. ©Victoria Guzman
Cima del Paso Cho La. ©Victoria Guzman

Es necesario comenzar caminando antes de las 5 am, ya que en el muro vertical que lleva al paso, hay posibilidad de derrumbes una vez que sale el sol y se levanta viento. La primera parte de la caminata es de dificultad moderada y se disfruta mirando los cerros iluminados por las primeras luces del amanecer. Como siempre a esta hora y altura el frío cala hondo, y es mejor salir con varias capas e ir sacándoselas a medida que se siente más calor. Luego de subir una pequeña cumbre uno se encuentra de frente con el desafío del día: la pared de granito de Cho La. Aquí es importante ir lento, tomar mucha agua, e intentar no forzar el cuerpo al punto de que se esté jadeando.

La cumbre del paso es impresionante, pero ventosa. Al otro lado se divisa un glaciar que se debe cruzar para llegar al siguiente pueblo. Recomiendo tener crampones; nosotros no teníamos y tuvimos que cruzar con muchísimo cuidado. Sin embargo es un tramo corto hasta llegar a las rocas que enmarcan el glaciar y logramos llegar sin caídas ni resbalones.

El resto del camino es una larga bajada por una mezcla de piedras y morrena. Se vuelve a divisar el magnífico Ama Dablam, así como el Cholatse y a veces Nuptse y Lhotse. El alojamiento es en Dzongla (4.830m).

El intimidante glaciar que debe cruzarse después de hacer cumbre en Cho La.©Victoria Guzman
El intimidante glaciar que debe cruzarse después de hacer cumbre en Cho La.©Victoria Guzman

(Día 10) El camino que sale de Dzongla es muy bonito, rodeado de los imponentes Himalaya y con vistas a más lagos turquesas. Luego de unas horas el camino empalma con la senda “tradicional”, y lleva a Lobuche (4.940m) y Gorak Shep (5.164m). Gorak Shep es el asentamiento más alto del circuito y aquí es donde alojamos para hacer cumbre en Kala Patthar (5.643m) y conocer el Everest Base Camp. El alojamiento es caro y bastante malo, al igual que la comida. Además no hay fuentes de agua cerca, por lo tanto sin agua de llave sólo se puede obtener agua comprando botellas.

Vista de Pumori mientras se asciende Kala Patthar al amanecer.©Victoria Guzman
Vista de Pumori mientras se asciende Kala Patthar al amanecer.©Victoria Guzman

(Día 11) Finalmente llegamos a la cumbre más alta del trekking. El Kala Patthar es conocido por sus vistas directas al Everest y clarísimas en días sin nube. Para tener la mejor visibilidad posible y disfrutar del amanecer generalmente se hace en la mañana, partiendo la caminata en la oscuridad a las 4:30 am. Una hilera de linternas ya se divisa escalando hacia la cima. A pesar de que el amanecer va iluminando lentamente las cumbres más altas del mundo – lo cual es una experiencia extraordinaria – es duro pelear contra el frío, el viento y la altitud.

Vimos muchas personas vomitando camino a la cumbre, lo que sirvió como nuevo recordatorio de escuchar nuestro cuerpo y estar atentos a síntomas más fuertes de mal de altura. Estuvimos poco tiempo en la cima: el frío obliga a bajar lo más rápido posible.

Luego de un desayuno potente, emprendimos rumbo al Everest Base Camp (5.380m). Felizmente, el camino es bastante fácil – sobre todo ya que el cuerpo está aclimatado a estas alturas–.

Everest Base Camp, y Cascada de Glaciar Khumbu atrás.©Victoria Guzman
Everest Base Camp, y Cascada de Glaciar Khumbu atrás.©Victoria Guzman

Son sólo unas horas de caminata para llegar al sitio donde cada año en marzo, abril y mayo se encuentran las carpas de las expediciones que intentarán hacer cumbre en la montaña más alta. En octubre sólo quedan muchas banderas tibetanas y con alivio notamos que casi no había basura. Se aprecia la famosa Cascada del Glaciar Khumbu, la parte del glaciar que se derrama por la ladera del Everest, y una de las porciones más difíciles de la subida a la cima del Everest. Tuvimos suerte de tener un día sin nubes, pudiendo ver el Everest sin problemas. Es realmente mágico estar en un lugar tan famoso en el mundo del alpinismo.

(Día 12-16) Comienza el descenso. La rapidez de cada uno dirá cuánto durará finalmente el circuito: algunos bajan en un par de días, otros se lo toman con más calma. En nuestro caso, alojamos en Dingboche, Namche Bazaar y Lukla, para tomar el avión de vuelta a Katmandú temprano al día siguiente.

Uno de los memoriales a los muertos en el Everest. ©Victoria Guzman
Uno de los memoriales a los muertos en el Everest. ©Victoria Guzman

Uno de los hitos de esta ruta son los memoriales a los muertos en el Everest que se encuentran entre Lobuche y Dingboche. Algunos de los más notorios son aquellos que honran a los caídos en la desastrosa temporada de 1996, documentada en varios libros y películas, sobre todo en “Mal de Altura” de John Krakauer. Recomiendo mucho leer este libro antes o durante el trekking, para entender mejor la historia de los ascensos al Everest y de la zona.

Otro punto destacado es el Monasterio de Tengboche, uno de los monasterios más lindos de la zona. Es posible entrar y conversar con los monjes; aquí vive un Lama muy importante para el Budismo Tibetano. Ir bajando es una bendición para los pulmones, que agradecen el aumento de oxígeno. Llegar a Namche Bazaar también es una celebración, ya que aquí se puede salir a comer bastante mejor que en el resto del circuito.  Finalmente, en Lukla celebramos con unas cervezas –a pesar de que venden en casi todos los Tea Houses se recomienda no tomar durante el trekking ya que puede dificultar la aclimatación y sobreexigir el cuerpo–.

Otros datos importantes

Ruedas de oración gigante marcan la entrada a Namche Bazaar. ©Victoria Guzman
Ruedas de oración gigante marcan la entrada a Namche Bazaar. ©Victoria Guzman
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