Se trata de proyectos de oleoductos que están expandiéndose al oeste de Canadá, que buscan transportar hidrocarburos desde Alberta y el interior de British Columbia, donde están los yacimientos, hasta la costa para su embarcación y exportación, principalmente hacia el mercado asiático. Estos proyectos han generado gran polémica entre el sector industrial y político que los promueve y la oposición por parte de las comunidades indígenas, movimientos sociales y ambientalistas que ven esto como amenaza para sus comunidades y entorno natural, especialmente para los ríos y océanos donde la pesca y el turismo son actividades importantes a nivel provincial.

Este conflicto tiene lugar en el territorio tradicional Wet’uwet’en, de cinco clanes indígenas que reclaman una superficie de 22.000 km 2 (comparable a la región del Bío Bío), situado en la parte media de British Columbia, a unos 1.000 km al norte de Vancouver. En el sector han sido trazadas las líneas de tres grandes proyectos de oleoductos. Frente a esto, la comunidad Unist’ot’en desde el año 2010 se ha organizado montando un campamento de acción en un punto estratégico para impedir que se lleven a cabo los proyectos. Aquí llegan voluntarios de distintas partes del mundo ayudando en  tareas  de diseño, construcción y mantenimiento del lugar.

Estuve viviendo en Canada y al saber de esto decidí viajar al campamento para  conocer más a fondo del problema y aportar con la causa.

El campamento se localiza sobre oleoductos propuestos. Fuente: UNISTOT’EN
El campamento se localiza sobre oleoductos propuestos. Fuente: UNISTOT’EN

 El viaje y estadía en el campamento 

Hice el viaje al campamento de la Comunidad Unistot’en a finales del verano, en julio de 2016. Desde Vancouver son unos 800 km al Norte hasta la ciudad de Prince George. A partir de ahí, me moví hacia la costa por la carretera 16 o de las lágrimas, famosa por su belleza escénica, pero también por ser el escenario varias desapariciones, la mayoría de mujeres y niñas indígenas, rasgos que me fueron mostrando más acerca del problema racial que se vive en esta parte de Canadá.

©Martín Bustamante
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Por esta carretera, el paisaje es de interminables bosques de coníferas y en ciertas partes se va pasando por montañas con glaciares en sus cumbres. Las distancias son grandes, y entre pueblo y pueblo, hay cientos de kilómetros. A pesar de ser un paisaje hermoso, en muchos sectores se muestran los impactos de la explotación forestal. A través de esta carretera llegué a un poblado que se llama Houston y desde ahí me interné por caminos forestales hasta llegar al río Morice que es la frontera natural del campamento Unistot’en.

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Por los caminos forestales y bordeando el Río Morice se llega hasta un puente con un acceso controlado. Esta es la entrada del campamento donde me recibieron los jefes Smoglemgem y Freda, haciéndome un protocolo de preguntas  para asegurarse de que venía como voluntario a sus tierras.

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En el lugar vive la gente del clan, de forma más menos permanente, y tienen las instalaciones para los voluntarios que colaboran en temas que van desde lo legal o difusión periodística, a tareas de diseño, construcción y mantenimiento del lugar. El campamento fue montado con la ayuda de voluntarios que armaron el refugio, invernadero, y el huerto, entre otras. Todo esto está localizado en un punto estratégico por donde deberían pasar los oleoductos Coastal Gas Link y Pacific Trail. También, en su momento, se construyeron estructuras de madera para impedir el aterrizaje de los helicópteros que venían a hacer estudios de los proyectos.

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Fue interesante saber también que el campamento cuenta con un centro de salud y curación para la población indígena, en el que se desarrollan talleres que van de la recuperación de identidad hasta terapias contra la depresión, drogas y alcoholismo. Estas son enfermedades que lamentablemente afectan a gran parte de la comunidad debido a opresión histórica que les ha tocado vivir.

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Dada la fecha en que hice mi viaje, a finales del verano, pude compartir con el clan y otros voluntarios más y las tareas fueron enfocadas a preparar la temporada de otoño e invierno que se venía llegar. Así estuvimos dedicados al tema de la leña: fuimos a buscar pinos que habían cortado y se encontraban secos, que luego cortamos, trozamos y apilamos. También estuvimos trozando y congelando carne de un ciervo que habían cazado unos días atrás. Otras tareas también fueron de preparación de comida y cuidado del huerto e invernadero. Una experiencia interesante fue ir de caza, nos montamos en una de las montañas cercanas y fuimos a buscar cabras de monte sin muy buenos resultados, pero con las mejores vistas al río Morice, y las montañas y valles de los alrededores.

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Después de la visita al campamento, donde estuve por varios días, continúe rumbo a la costa. En el camino, a medida que uno se va acercando al mar, van apareciendo fiordos y los bosques se llenan de musgos y helechos. En la región visité algunos otros pueblos indígenas, que al igual que los demás, han sido desplazados históricamente. Primero por las colonias británicas y luego por el Estado canadiense, con políticas opresoras. A pesar de eso, también pude ver pueblos que han resistido de mejor forma.  Se puede apreciar que han tenido apoyo estatal (dado en las últimas décadas), logrando gobernaciones por parte de dirigentes a nivel local. Fue positivo ver que algunos pueblos contaban con museos históricos, centros de salud y colegios nuevos y de buena calidad.

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El viaje luego seguiría a Haida Gwaii, una gran isla al sur de Alaska, con fuerte identidad cultural indígena, reconocida por sus tótems en madera, paisajes alucinantes y vida silvestre. Finalmente volvería al continente para pasar a la parte sur de Alaska.

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La experiencia de convivencia en el campamento me dio la necesidad de profundizar más en el problema de estos mega proyectos y las graves consecuencias que tiene, no sólo a nivel medioambiental sino también para las comunidades indígenas de este territorio.

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Los oleoductos del lugar

Los proyectos presentes son Coastal Gas Link (TransCanada) y Pacific Trail Pipeline (Chevron), como también el inmenso plan Northern Gateway, que a pesar que hasta el momento se encuentra suspendido, sigue siendo una amenaza.

El primero corresponde a 670 km de oleoductos extracción de hidrocarburos por hidrofracking desde de Dawson Creek en Alberta hasta Kitimat, en la costa de British Columbia. Es parte del proyecto “LNG Canadá”, la inversión privada más grande del sector hecha en la historia del país, donde Royal Dutch Shell posee el 40% de las acciones.

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El segundo proyecto es de 480 km de oleoductos que transportarían hidrocarburos, generado también por hidrofracking desde Summit Lake, en las cercanías de Prince George BC, hacia Kitimat BC. Por último, el proyecto Northern Gateway, el más grande, que podría ser la mayor amenaza, con extracción de arenas bituminosas de alto impacto al medio ambiente, con 1.177 km de oleoductos desde Alberta a Kitimat.

Hidrocarburos en Canadá: arenas bituminosas e hidrofracking

Canadá es una de las principales potencias energéticas a nivel mundial y sus reservas de hidrocarburos son las terceras, después de Arabia Saudita y Venezuela. Sin embargo, gran parte de estas no han sido extraídas y se encuentran en arenas bituminosas, también conocidas como tar sands. Estas pueden resultar unas grandes competidoras frente al petróleo, estimándose que sólo las reservas de Canadá podrían ser mayores a las reservas convencionales de todo el mundo, de hecho, en la región de Alberta se encuentran los depósitos de Athabasca con 140.000 km 2 (mayor a la superficie de Inglaterra).

Se trata de hidrocarburos almacenados en cuencas de rocas sedimentarias en forma de betún y para llegar a éstas se tiene que hacer minería a rajo abierto, arrasando con grandes extensiones de bosques, secando humedales y desviando sistemas hídricos completos. Grandes extensiones de tierra son lavadas con una mezcla de agua y sustancias químicas para separar el betún de las arenas y arcillas, por lo que aparte de arrasar el terreno, las zonas son contaminadas con aguas tóxicas.

Al ser minería a rajo abierto la contaminación del aire es importante, primero por la gran emisión de material particulado (equivalente a la contaminación medida en Ciudad de México) y segundo por la presencia de carbono negro. Las partículas viajan grandes distancias por los vientos, de hecho, estudios  muestran que pueden viajar hasta el Ártico afectando en el derretimiento de nieves y glaciares que se vuelven más oscuros y absorben mayor radiación solar. Según investigadores, los modelos climáticos subestiman los efectos de los aerosoles, en especial lo que tienen carbono negro, suponiendo que el aire del Ártico es más limpio de lo que realmente es.

Adicional a las emisiones de la explotación minera, para que los hidrocarburos puedan ser transportados, se queman enormes cantidades de gas natural. Por otro lado, está demostrado qué este tipo de petróleo al quemase emite un 19% más de contaminantes en comparación al convencional.

Por otra parte, este tipo de petróleo es más costoso de producir llegando a US $60 por barril versus el petróleo convencional que es normalmente menor a US$10. A pesar de esto, la presión mundial es muy fuerte, de hecho Canadá espera triplicar su producción para el año 2035 y China está comprando acciones de diferentes compañías canadienses.

Otro tema a tener en cuenta es la extracción por fractura hidráulica o fracking, el cual se trata de gas y petróleo profundo acumulado en los poros y fisuras de rocas poco permeables llamadas lutitas (shale). La baja permeabilidad impide el movimiento del gas hacia la superficie, por lo que es necesario perforar la roca inyectando agua a alta presión con arena y sustancias químicas tóxicas. Esto hace que la roca se fracture y el petróleo suba para ser extraído.

El problema es que en cada zona perforada el petróleo disponible disminuye muy rápido, por lo que es necesario hacer nuevos pozos para mantener la producción. Aunque se dice que esta tecnología ha ido mejorando, el subsuelo sigue siendo poco conocido, complejo y frágil, siendo su comportamiento poco conocido luego de ser alterado.

Ya son conocidos los casos en el este de Estados Unidos donde habitantes de zonas cercanas a la explotación por fracking han visto el agua contaminada de sus pozos, con gases llegando a prender fuego en sus lavaplatos. El agua que se utiliza tiene una serie de sustancias tóxicas como benceno, metano y otras altamente peligrosas (de las que se dan a conocer al público, ya que muchas otras se mantienen en secreto por las compañías). El agua utilizada no se recupera en su totalidad y contamina los acuíferos. Dentro de los impactos del fracking se encuentran: el  elevado consumo de agua, la generación de desechos tóxicos y dificultades para su manejo, alteración y contaminación de aguas subterráneas y superficiales, contaminación atmosférica por metano y otros gases que suben desde los pozos, sismicidad inducida e impactos paisajísticos.

Una vez extraído, el petróleo se debe transportar a través de tuberías, y en el caso del proveniente de arenas bituminosas se deben aplicar químicos para hacerlo. En esta etapa existen altos riesgos de derrames por roturas. Los registros han mostrado que en los oleoductos inevitablemente se producen fugas y, como consecuencia, contaminación en suelos, aguas superficiales y subterráneas. Estas son muy difíciles de limpiar por completo, especialmente las de arenas bituminosas, que pueden hundirse en el agua y aún se desconoce el alcance de sus efectos. Son cientos de kilómetros de tuberías en donde también existe el riesgo de que se produzcan explosiones e incendios.

Una vez llegada la etapa de exportación, el petróleo se tiene que llevar en buques, por un laberinto de islas donde existe el riesgo de derrames. Casos como el desastre de Exxon Valdez en 1989 en las costas de Alaska o el hundimiento de “La reina del Norte” en el año 2006 en British Columbia han demostrado el enorme daño que causan en los ecosistemas marinos. Por otro lado, la polución sonora de los buques afecta directamente el comportamiento de diferentes animales marinos. Un claro ejemplo es el del de las orcas, que ven afectada su forma de cazar, como también de los cardúmenes de Salmón Chinook, que son parte de su alimento.

Situación actual

Lamentablemente en este último tiempo han existido una serie ataques contra el campamento por parte de la policía canadiense. Existe una orden judicial temporal de la corte suprema de la provincia de BC que está permitiendo la construcción del oleoducto de Coastal Gas Link (TransCanada), proyecto de 670 km de tuberías desde Dawson Creek hasta Kitimat con una inversión de 6.2 mil millones de dólares.

Las obras han empezado en agosto del 2019. En el territorio Wet’uwet’en, cercano a Kitimat la compañía se ha metido con retroexcavadoras en un antiguo sendero de guerra de alto interés arqueológico. Todo esto, antes de que las evaluaciones de impacto ambiental hubieran sido aprobadas.

La compañía Coastal GasLink ha firmado un acuerdo con los 20 consejos elegidos que representan a las comunidades indígenas afectadas, también ha otorgado 620 millones de dólares canadienses en contratos de trabajo para la población indígena. Sin embargo, la mayoría de los jefes hereditarios de las comunidades indígenas afectadas se oponen al proyecto y reclaman sus tierras. La reclamación que está cubierta por una decisión histórica de la Corte suprema de Canadá del año 1997 resolvió que la provincia no podía cerrar los títulos indígenas de las tierras, tema que sigue abierto ya que muchos de los detalles y límites están aún en conflicto.

En el último tiempo, los despliegues policiales han sido intensos. Se han visto helicópteros, botes en el río Morice y policías con trajes tácticos y rifles semiautomáticos, haciendo arrestos a quienes participan del bloqueo.

La situación pasa por un momento crítico y se puede ayudar a distancia por difusión en redes sociales o donaciones. También para mayor información se encuentra online el documental “Invasion” el que explica el problema y su estado actual.

©Martín Bustamante
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Algunas reflexiones

La construcción de oleoductos pone en riesgo ecosistemas y comunidades, trayendo una serie de impactos negativos a nivel local y global. Este tipo de proyectos promueve el uso de energías no renovables altamente contaminantes, desincentivando a su vez el desarrollo de energías renovables y limpias, transición clave que tenemos que lograr para un desarrollo sostenible y luchar contra el cambio climático.

Los pueblos indígenas de esta zona han sido oprimidos y desplazados de sus tierras históricamente. Primero fue la minería, luego la industria forestal y ahora son los oleoductos. Recién en las últimas décadas los pueblos originarios de Canadá han podido optar por sus derechos de manera legítima con la finalidad de mantener sus territorios y modos de vida.

La humanidad está un momento de crisis social y medioambiental manifestando que el sistema está cayendo por su propio peso. El campamento Unistot’ en es un ejemplo de resistencia a los intereses políticos y económicos dominantes, dando luces de esperanza para un futuro mejor.

Como chilenos también nos enfrentamos a este tipo de problemas en donde las comunidades locales, los pueblos indígenas y el medio ambiente están en peligro por la ambición de algunos pocos. Estemos atentos y reflexionemos de cómo podemos tomar conciencia, comunicar y tomar acciones que nos lleven hacia un país que valore su identidad cultural y patrimonio natural a favor del bien común. Al final, son los pueblos originarios quienes han convivido por cientos de años en el territorio de una forma más simple y armónica. ¿Será el momento comprender esta visión aplicarla a nuestra relación con la tierra?

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