Redescubren a enigmática rana en desierto de Atacama luego de estar 80 años perdida para la ciencia
La rana de Hall no había sido reportada por la ciencia desde 1935, lo que le valió el título de “especie fantasma”. Luego de ocho décadas, investigadores la encontraron en un afloramiento de aguas termales en las cercanías de Ollagüe, en pleno desierto de Atacama, hallazgo que fue publicado hace pocos días en la revista científica Zootaxa. Aún se desconoce bastante sobre este anfibio exclusivo de Chile. Sin embargo, de comprobarse que solo habita en el reducido sitio donde fue redescubierta, podría clasificarse en “peligro crítico de extinción”. La extracción de agua para la minería y otros fines, la crisis climática, el turismo desregulado y enfermedades son algunas de las presiones y amenazas que enfrenta este misterioso animal, del cual se dudó inclusive su existencia.
Como un fantasma en el desierto. Corría el año 1998 cuando un grupo de investigadores viajó a la comuna de Ollagüe, en la Región de Antofagasta, para estudiar anfibios como la rana de Hall (Telmatobius halli), nombre que recibían en esa época distintas ranas del género Telmatobius, las cuales – como se percataron después – correspondían a otras especies. De hecho, en esas ironías de la vida, los científicos describieron a alrededor de cinco especies del mismo grupo durante ese tiempo, pero nunca dieron con el paradero de la enigmática rana de Hall que había motivado tal búsqueda, ni siquiera en un viaje posterior a la zona en 2002.
De esa manera, el anfibio encontrado en 1935 por Frank Gregory Hall cerca de una piscina donde se bañaban los mineros, y que fue descrita tres años después por el zoólogo Gladwyn Kingsley Noble, continuaba bajo el velo del misterio. Ni siquiera se tenía certeza de cómo era la localidad de esta criatura endémica de Chile (que solo habita en nuestro país), pues la información era bastante imprecisa. La única pista era que vivía en “aguas termales en las cercanías de Ollagüe”.
Así avanzó el tiempo hasta que «el momento eureka» llegó en 2015, cuando investigadores de la Universidad Católica de Temuco, el Centro de Investigación para la Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello y la Universidad Austral de Chile emprendieron una expedición al altiplano, cerca de Ollagüe, que los llevó a Aguas Calientes, sitio donde hay un afloramiento de aguas termales que rondan los 28º C, y que no abarcaban más de 100 m². Allí moraban unas ranas cuya apariencia acusaba su pertenencia al género Telmatobius. Luego de los análisis de rigor, recibieron la confirmación que tanto esperaban: se trataba de las mismas ranas de Hall que no habían sido reportadas por la ciencia en más de 80 años, hallazgo que fue publicado hace pocos días en la revista científica Zootaxa.
“Este estudio redescubre a la rana Hall, que estuvo perdida para la ciencia por 80 años. Como no se conocía con certeza su localidad tipo («aguas termales en las cercanías de Ollagüe»), esta especie fue considerada como una especie fantasma, de la cual se estaba dudando de su existencia en la actualidad. Nuestro estudio detecta con claridad la localidad tipo: Aguas Calientes en el salar de Carcote, desde donde Frank Gregory Hall colectó el primer espécimen en 1935. La especie se ha mantenido viva por 80 años en el mismo (muy reducido) hábitat. Los estudios taxonómicos son importantes porque solo se conserva lo que se conoce”, destaca Claudio Azat, director del Doctorado en Medicina de la Conservación de la Universidad Andrés Bello.
De esa manera, el equipo no solo encontró e identificó a la población de este anfibio, sino que también entregó una descripción más detallada de su morfología y de otros aspectos básicos de la especie. Una de ellas es su localidad tipo, la cual está marcada por un clima árido de altura, y por temperaturas rigurosas que en verano pueden superar los 30ºC, y descender hasta los -20°C durante la noche en invierno.
El autor principal del estudio, César Cuevas Palma, quien es académico del Departamento de Ciencias Biológicas y Químicas de la Universidad Católica de Temuco, explica que en la actualidad “el estado del conocimiento es bastante pobre. Falta mucho que investigar y conocer sobre esta especie, y en general sobre todas las especies de Telmatobius del norte de Chile. Imagínate que nosotros prospectamos una muy pequeña área en la parte norte del Salar de Carcote y los animales estaban ahí, en un área no mayor a 100 m², muy pequeña. Ahora, al menos, sabemos algo de su morfología externa, conocemos sus larvas, algo de la ecología, pero desconocemos aspectos importantes de su reproducción”.
En efecto, al desconocerse tantos datos relevantes de este animal, el estudio publicado en Zootaxa sugiere que el estado de conservación de esta especie sea considerado como “datos deficientes”. Sin embargo, de comprobarse que solo habita en el reducido arroyo cerca de Ollagüe, donde fue hallada, la especie podría estar severamente amenazada, ameritando su clasificación como en “peligro crítico de extinción”, lo cual debe ser materia de futuras investigaciones.
Cuevas puntualiza que “‘datos insuficientes’ significa que es una especie que aún requiere investigación urgente. Acerca de su distribución, microendemismo, y sus relaciones con el resto de las especies y poblaciones de Telmatobius cercanas”. El investigador recalca la necesidad de un examen riguroso para ello, y agrega que “si se demuestra que este es su único lugar de ocurrencia, o si se encuentran otros y el área es inferior a 5.000 metros cuadrados, podría ser clasificada como en peligro crítico”.
Por ello, es crucial develar si esta especie posee poblaciones en otros sectores, o si habita exclusivamente en un área geográfica muy restringida, lo que se conoce como “microendemismo”. Esto último aumentaría de manera ostensible su grado de vulnerabilidad, en el sentido de que, si desaparece la población en esa localidad, la especie se extinguiría para siempre. Un peligro parecido es el que enfrentó otro animal emparentado con el protagonista de esta nota: la ranita del Loa (Telmatobius dankoi), cuya única población conocida fue hallada en 2019 en el afluente del Loa cuando éste se encontraba prácticamente seco, lo que puso en vilo – probablemente – a la población completa presente de este animal en el país.
En el caso de la rana de Hall, Azat detalla que “en dos jornadas de trabajo solo encontramos tres adultos (dos hembras y un macho) y tres renacuajos de T. halli. Es un número muy pequeño, lo que indica que la población local es muy reducida. El hábitat es muy reducido por lo que la población estaría muy vulnerable a eventuales cambios ambientales repentinos, por contaminación, sequía, extracción o desviación de agua, entre otros. De hecho, en el lugar existe una piscina de recreación, y una zona de camping, que desconocemos con qué frecuencia recibe turistas”.
Afortunadamente, no se detectaron indicios de patógenos que podrían diezmar de forma grave la población de las ranas de Hall, como el hongo quítrido y el ranavirus. “La buena noticia es que no encontramos evidencia de los patógenos emergentes causantes de la quitridiomicosis y el ranavirus, asociado con extinción de Telmatobius en otras regiones. Esto último implica que en futuras investigaciones se deben extremar las medidas de bioseguridad. Esto debería extenderse al turismo local que visite la zona”, asevera Azat.
Un tesoro en el desierto
Actualmente se conocen 63 especies de ranas acuáticas altiplánicas que pertenecen al género Telmatobius, las cuales habitan en los Andes, desde el sur de Ecuador hasta el norte de Chile y Argentina. Muchas de ellas son microendémicas, restringiéndose a hábitats muy reducidos, como pequeños cursos de agua superficial (vertientes y riachuelos), y en afloramientos de agua subterránea.
Respecto a esto último, una diferencia entre los anfibios del norte y sur del país es que, en el bosque templado, por ejemplo, los anfibios disponen de más refugios para protegerse de depredadores y del sol. Por ello algunas especies, como los sapos del género Rhinella, pueden permanecer sin estar necesariamente inmersos en agua. En cambio, las ranas del género Telmatobius son obligadamente acuáticas dado el entorno en el que viven, como explica Cuevas. “Por ello, no es habitual observarlas a simple vista, a menos que uno tenga el objetivo claro de buscarlas para poder observarlas”.
Además, todo el género Telmatobius está severamente amenazado por el alto consumo de agua para actividades humanas como la minería y agricultura, así como por la crisis climática y la enfermedad emergente de la quitridiomicosis.
Aparte de la importancia intrínseca de estas criaturas, también poseen un valor cultural.
Así lo relata Cuevas: “Las comunidades indígenas tienen una relación más estrecha con la fauna o animales domésticos. La primera vez que fuimos y conversamos con lugareños para acceder a algunos lugares, sin perder mucho tiempo e ir a la segura, algunos no manifestaron conocimiento sobre dónde ubicar anfibios, en cambio, otras personas de más edad estaban más claros al respecto. Así llegamos a Amincha, Coska, Pukios y finalmente a Aguas Calientes el 2015. Curiosamente, entre la literatura que consulté acerca de las relaciones entre los aimaras y los anfibios, ellos hacen una comparación de una niña agraciada con una rana”.
Precisamente, la comunidad fue clave para encaminar a los investigadores a su encuentro con la rana de Hall.
El investigador de la Universidad Católica de Temuco recuerda que, en 2015, “apenas llegamos a Ollagüe nos pusimos en campaña de averiguar acerca de un lugar con las características mencionadas para la localidad típica en el artículo de Noble. Primero entre los lugareños más longevos y, en particular, con Carabineros de Chile, que conocen muy bien el área por su trabajo de patrullaje en el norte. Precisamente, fue un carabinero quien nos comentó de este lugar, y otros dos que se encontraban a bastante más distancia de Ollagüe. Fuimos un día al atardecer (casi anocheciendo), y ¡eureka! Encontramos ranas de Telmatobius y larvas, y el lugar tenía una gran coincidencia con la descripción dada por Noble (en 1938), en la descripción original de la especie. Así que nos vinimos con la idea de que probablemente habíamos encontrado la localidad típica de Telmatobius halli, y si eso era correcto, también la especie”.
Dicho de otra forma, el lugar mencionado en términos muy amplios en la década de 1930 sí coincide con lo encontrado en 2015, cuando visitaron el área para un proyecto Fondecyt sectorial de áreas prioritarias de la Región de Antofagasta.
De hecho, la rana de Hall fue encontrada por Frank Gregory Hall en 1935, quien participaba en ese año en la High Altitude Expedition, cuyo principal objetivo era médico, pues buscaban entender más sobre la fisiología humana, en especial la aclimatación de personas a la altura.
Al respecto, Cuevas narra: “Como dicen los relatos extraídos de las crónicas de la High Altitude Expedition de 1935, en el lugar había una piscina donde los mineros acudían en sus días de descanso a bañarse, puesto que ahí hay agua termal. En ese contexto fue que se encontró esta rana, en un Sunday trip (viaje de domingo). Y esas condiciones se mantienen hasta hoy. Existe en el lugar un área de recreación con quinchos y una piscina al lado de la vertiente. Sin embargo, las ranas siguen estando ahí”.
Todo ello en medio del desierto de Atacama, donde la vegetación del área circundante se compone de gramíneas y plantas como la rica-rica (Acantholippia tarapacana), lampaya (Lampaya medicinalis) y verbenáceas. “La fauna asociada incluye a guanacos, flamencos, peces endémicos del género Orestias y la rana espinosa (Rhinella spinulosa). El paisaje es sobrecogedor, un afloramiento de aguas termales de no más de 100 metros de longitud que drena en el salar de Carcote con el gran volcán Ollagüe de fondo. Toda una postal”, expresa Azat.
No obstante, el equilibrio en este singular ecosistema es sensible a las presiones y amenazas de origen humano, por lo que se requieren diversas acciones para resguardar a sus habitantes, entre ellos la misteriosa y elusiva rana de Hall.
Tal como ocurre con el resto de los animales del género Telmatobius, “creo que la principal amenaza es la escasez de agua que pudiera ocurrir producto de las actividades mineras ahora y en el futuro, y por supuesto el cambio climático que afecta la integridad de todos los ecosistemas”, advierte Cuevas.
A esto se suman, como indica Azat, el turismo, la extracción del agua para agricultura y otros fines, y las enfermedades como la quitridiomicosis.
Frente a esto, es necesario desentrañar la situación de este anfibio.
Por lo pronto, uno de los cometidos más apremiantes consiste en saber si existen más poblaciones de este anfibio exclusivo de Chile, para avanzar en su protección y así evitar una posible catástrofe, como sería la extinción de esta especie.
“Se requiere de estudios genéticos y taxonómicos que determinen la similitud o no de las ranas de Aguas Calientes con otras poblaciones cercanas de Telmatobius en los salares de Carcote y Ascotán. Aquellos trabajos permitirán con mayor precisión saber la distribución y número de poblaciones de T. halli, y con aquello evaluar su estado de conservación. Si se comprueba que T. halli es microendémico para la localidad tipo: Aguas Calientes, la especie calificaría como en ‘peligro crítico de extinción’”, concluye Azat.