Fue a principios de julio de este año que la rana del Loa (Telmatobius dankoi) gozó de una repentina popularidad. Lamentablemente, la atención que recibía se debía a un escenario catastrófico: el afluente del Loa en el sector conocido como Las Vertientes, en Calama, – y donde habita la única población de la especie en el mundo–, se encontraba prácticamente seco. Quien notó este desastre ambiental fue Andrés Charrier, herpetólogo chileno, quien hace unos años había trabajado en este mismo afluente monitoreando a la rana del Loa como parte de un Fondo de Protección Ambiental adjudicado por el Museo de Historia Natural de Calama. En ese entonces se había estimado la población de la especie en 600 individuos.

©Andrés Charrier
©Andrés Charrier

Charrier contactó inmediatamente a Gabriel Lobos, médico veterinario y herpetólogo, junto a quien había trabajado en la zona monitoreando a las ranas del Loa –una especie en peligro crítico de extinción– y pocos días después comenzaron juntos una operación de rescate. En los últimos 10 cm de agua que quedaban en el arroyo al regresar a la zona, lograron encontrar 62 individuos de la rana del Loa que relocalizaron en un pozo ubicado a pocos kilómetros de allí conocido como Ojos de Opache. La ventaja de este lugar, es que tiene características muy similares al arroyo en el que solían habitar los anfibios, con más juncos y plantas acuáticas para resguardarse, y al encontrarse en un área administrada por Gendarmería, su acceso está cerrado y por lo tanto, el pozo se encuentra más protegido.

“Cuando volvimos un mes después volvimos a Las Vertientes para ver cómo estaba la situación y descubrimos que aún había un hilo de agua, más que la última vez. Nos metimos con los chinguillos para ver si habían más ranas y ahí aparecieron 12. Al día siguiente fuimos al pozo Opache y encontramos 2 más de las liberadas. Fueron las únicas que vimos”, cuenta Andrés Charrier a Ladera Sur. Charrier explica que Ojos de Opache tiene muchas plantas y habrían tenido que intervenir mucho el ecosistema para ver si había más ejemplares de la rana del Loa de las que ya habían relocalizado, pero espera que aún haya algunas sobrevivientes.

©Zoo Nacional
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Por lo pronto, en sus manos tenían 14 ranas en muy mal estado de salud y había que hacer algo rápido para salvarlas. Fue entonces que entraron en contacto con Alejandra Montalba, Directora del Zoológico Nacional, quienes junto al Ministerio del Medio Ambiente, el Museo de Historia Natural de Calama y los especialistas en terreno, coordinaron el rescate y posterior traslado de estos ejemplares al Centro de Reproducción de Anfibios Nativos del Zoológico Nacional, en Santiago.

©Andrés Charrier
©Andrés Charrier

Para Andrés Charrier, la urgencia y coordinación con la que se trabajó entre los distintos organismos, fueron esenciales para asegurar el éxito del rescate. “Las pusimos en bolsas plásticas dentro de un cooler y las llevamos en la cabina del avión”, cuenta Charrier

Etapa de rehabilitación: un trabajo de relojería

©Gabriel Lobos
©Gabriel Lobos

Han pasado dos semanas desde que los últimos 14 ejemplares que se conocen con vida de la rana del Loa llegaron a las dependencias del Zoológico Nacional y aún no se puede descartar el peligro sobre estos sobrevivientes.

“Las ranitas llegaron en muy malas condiciones, con muy bajo peso, deshidratadas, entonces ha sido un constante trabajo casi de dedicación absoluta para poder sacarlas adelante”, confiesa Alejandra Montalba, Directora del Zoológico Nacional, quien añade: “Nosotros queremos ser cautos y esperar por lo menos un mes para ver que sobrevivan y luego pensar más a futuro en su reproducción en cautiverio”. Lo cierto, asegura, es que aún no saben si podrán sobrevivir todos los ejemplares.

Ranas en el Zoológico Nacional.
Ranas en el Zoológico Nacional.

Las ranitas del Loa han sido sometidas a un estricto régimen para asegurar su estabilización. “El primer mes es súper peligroso para los anfibios y especialmente por cómo llegaron estos ejemplares. Estamos alimentándolos a diario de manera forzada, porque como los animales están tan débiles, no están comiendo por sí solos. Entonces tenemos que evitar que sigan bajando de peso”, dice Osvaldo Cabeza, encargado de Herpetología del Zoológico Nacional, quien explica que, además, han tenido que calcular la tasa metabólica de cada animal y alimentarlos primero con bajas dosis para no generar un colapso en su sistema conocido como “síndrome de realimentación”. También les han suministrado suero para anfibios para estabilizar los electrolitos de los animales.

Dentro de las principales dificultades que destaca Osvaldo en este proceso, se encuentra que la especie aparentemente es muy selectiva en su alimentación y por ende, han tenido que recurrir a los conocimientos de diversos especialistas que han estudiado su dieta y la del género Telmatobius para encontrar la mejor opción. A esto se suma la dificultad que representa replicar las condiciones ambientales originales de su hábitat. “Si uno no logra replicar las condiciones ambientales donde habita el animal, podemos tener una baja bien importante. Y cuando hablo de las condiciones ambientales, son todos los parámetros: la temperatura y el ph del agua, las horas de luz, también tenemos que manipular o manejar muy bien la dieta”, asevera Osvaldo, quien cuenta que estudiaron durante varias semanas cómo eran las condiciones ambientales del sector de Las Vertientes, antes de que llegaran los ejemplares. “El éxito en el manejo ex situ de anfibios es replicar lo más que se pueda la naturaleza. Ahora tenemos las condiciones bien replicadas y están súper estables”, dice.

©Zoo Nacional
©Zoo Nacional

Entre las opciones que se barajan para esta población de anfibios, está la posibilidad de reproducirlas para luego reinsertarlas en su ambiente natural. Pero para ello, tal como asegura el herpetólogo Andrés Charrier, se requiere que las condiciones del arroyo vuelvan a ser las óptimas.
“La idea es empezar los próximos días una mesa de trabajo para empezar con acciones específicas para dar con las causantes de la sequía y empezar a ver cómo restaurar este lugar”, dice Charrier quien cree que es posible que el arroyo se haya secado porque alguna minera está extrayendo más agua de lo debido. “Si es así, se le podría caducar el permiso de extracción de agua y es posible que se restaure de forma natural esta cuenca, pero no lo sabemos. Y esto podría ocurrir tanto en dos meses como en cientos de años”, asegura.

Algo similar opina Alejandra Montalba. “Las causas más probables son la minería. El lugar está súper intervenido, hay una toma, se ocupa de lugar de veraneo, hay uso agrícola del agua y por lo tanto hay bastantes presiones”, dice.

Andrés Charrier junto a Gabriel Lobos ©Ministerio de Vivienda y Urbanismo
Andrés Charrier junto a Gabriel Lobos ©Ministerio de Vivienda y Urbanismo

Por lo pronto el encargado de RRNN de la Seremi de Medio Ambiente de Antofagasta, Roberto Villablanca, aseguró a Ladera Sur que actualmente se están llevando a cabo dos investigaciones para identificar las causas de la desecación del arroyo. Instruidos por la fiscalía de Calama, la VIDEMA de Antofagasta y la PDI están llevando a cabo una investigación para determinar cuáles son las causas de por qué se está secando ese lugar y quiénes pueden ser los responsables. En paralelo, la Superintendencia de Medio Ambiente a solicitud de la DGA también inició un proceso de investigación, porque hay un instrumento de gestión ambiental asociado en la Resolución de Calificación Ambiental (RCA) de un titular de un proyecto en la zona, según explica Villablanca.

“Nosotros estamos encima como Ministerio porque obviamente hay premura respecto a saber cuáles son las razones que llevaron a que se secara y cuáles son también las alternativas que existen para poder recuperar el agua al menos en este canal donde estaban originalmente las ranas”, dice Villablanca, quien además asegura que los anfibios son los vertebrados más amenazados a nivel mundial y que la situación de rescate de las ranas del Loa, puso en el tapete un problema que viven muchas otras especies de anfibios en el país.

Rana del Loa ©Claudio Soto
Rana del Loa ©Claudio Soto

“Es evidente que los esfuerzos han estado enfocados en otros grupos de especies. Pero este caso nos permite ir acelerando procesos enfocados en la conservación y también mirar alternativas para poder financiar la recuperación de estas especies”, aseguró. De hecho, cuenta, la primera semana de septiembre se llevará a cabo una mesa de trabajo con diversos especialistas en anfibios del género Telbatobius en Chile para comenzar a construir un Plan de Recuperación, Conservación y Gestión de los Telmatobius con medidas a corto y largo plazo, que busca impulsar el Ministerio de Medio Ambiente ante las crecientes amenazas que enfrenta este grupo de anfibios en el altiplano.
Sobre esto se refiere Andrés Charrier, quien asegura que el caso de la rana del Loa podría extrapolarse a distintas especies del género –considerado el más amenazado a lo largo de Loa Andes– cuyas poblaciones también están bastante reducidas y también son micro endémicas, y deben enfrentarse a amenazas como la escasez de agua, contaminación y presiones en el ambiente de proyectos mineros, agricultura y desarrollo inmobiliario.

©Ministerio de Vivienda y Urbanismo
©Ministerio de Vivienda y Urbanismo

Todos los anfibios del altiplano están más o menos bajo las mismas amenazas. Por ejemplo, los Telmatobius fronteriensis (especie en peligro Crítico) que están en Puquios, habitan un río que no debe tener mucho más de 3 o 4 metros de ancho y solo 4 o 5 km de largo. Es todo el hábitat de esta especie. En la quebrada de Amincha está Telmatobuis philippii (Sapo de Philippi). Sólo se conoce en dos cuencas y una de ellas la secaron completamente e intubaron el agua y el 50% del hábitat de esa especie desapareció. Hay un canal de cemento y tubería por donde pasa ahora el agua y la cuenca está totalmente seca. En Ascotán se saca agua para la minería y ahí hay una especie que aún hay incertidumbre taxonómica, que aún no se sabe qué es”, dice Charrier.

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