¿Rana o sapo? Aprende a reconocer sus diferencias
Pareciera ser una pregunta fácil pero la verdad no lo es, porque los sapos se encuentran dentro del mismo orden que las ranas, por lo tanto presentan ciertas características morfológicas similares que hace difícil a veces distinguirlas. Aquí destacamos algunas de sus principales diferencias y unas cuantas semejanzas para que aprendas más de ellas.
Los sapos y las ranas son anfibios que provienen del orden Anura ¿qué quiere decir esto? Que se introducen en este grupo por reunir ciertas características morfológicas similares, como por ejemplo, el hecho de no tener cola, pues an significa sin y ura, cola.
Es por esto que nos resulta a veces difícil distinguirlos y no sabemos qué tipo de animal tenemos enfrente. Aquí les compartimos unos cuantos datos que les servirán para distinguirlos:
- Los sapos provienen de la familia bufonidae y las ranas de la familia Ranidae.
- Las ranas por lo general tienen una piel suave, húmeda, lisa o con pocas granulaciones. En cambio los sapos presentan una piel generalmente más rugosa y áspera.
- Las ranas tienen una apariencia más delgada y estilizada en comparación a los sapos, los cuales se caracterizan por ser más anchos y de apariencia más gordinflona.
- Las ranas están provistas de extremidades más largas, sus piernas son más largas y delgadas, las traseras son palmeadas, lo que les facilita el salto. Los sapos presentan extremidades más cortas y no tienen piernas largas para saltar, ya que tienen hábitos más terrestres. Además son más caminadores que saltadores.
- Ambos ponen sus huevos en el agua o cerca del agua ya que sus crías comienzan como renacuajos. La diferencia está en que los huevos de la rana permanecen en racimos o grupos y los sapos ponen sus huevos en líneas o cadenas, en las hojas de plantas acuáticas.
- Ambos son dependientes del agua. La vida de los anfibios, en especial la reproducción, está asociada al agua, pues dependen en distintos grados de la disponibilidad de agua dulce para el éxito reproductivo.
Chile contiene cerca de 63 especies de anfibios nativos, un número que si lo comparamos con Argentina o Brasil no es muy alto, pero que sí tiene un elevado nivel de endemismo, ya que alrededor del 60% de las especies sólo habitan dentro del territorio nacional.
Cabe destacar que nuestro país no está alejado a la realidad global de la pérdida de ecosistemas de estas especies, las cuales a causa de su fuerte dependencia de medios acuáticos, son un grupo súper sensible frente a cambios o variaciones dentro de su hábitat.
De acuerdo al Reglamento para la Clasificación de Especies según Estado de Conservación que administra el Ministerio del Medio Ambiente, un 57% de las especies nativas de anfibios han sido calificadas como amenazadas dentro de las categorías de En Peligro Crítico, En Peligro o Vulnerable.
Desde el punto de vista ecológico, los anfibios juegan un rol muy importante en los ecosistemas ya que controlan el número de los insectos, sirven de aliento para otros animales, incrementan la dinámica de sedimentos en los cuerpos de agua y generan un vínculo de materia y energía entre ambientes acuáticos y terrestres.
Fuente, Anfibios de Chile, un desafío para la conservación.