¿Qué sucede con el petróleo de los buques hundidos en Chile? La historia del PAM Denisse y algunas cifras de los mares chilenos
Hace 25 años que el pesquero de altamar (PAM) “Denisse” se hundió en el interior de la Reserva Marina Isla de Chañaral, justo frente a Caleta Chañaral de Aceituno, en la Región de Atacama, convirtiéndose en un icónico punto de buceo. Si bien, el PAM Denisse actualmente se ha convertido en un verdadero arrecife artificial -por la cantidad de vida marina que alberga-, en su momento, sus estaques llenos de petróleo significaron una bomba de tiempo que atentaba contra la vida del lugar. Lo cierto es que los buques hundidos y abandonados se deterioran lentamente, convirtiéndose en un riesgo inminente para la biodiversidad marina por los contaminantes químicos nocivos e hidrocarburos que, en la mayoría de los casos, contienen en su interior. ¿Qué sucede con el petróleo al interior de los buques hundidos en Chile? Aquí te contamos.
Hace 25 años que el pesquero de altamar “Denisse” se hundió en el interior de la Reserva Marina Isla de Chañaral, ubicada en el archipiélago Humboldt, uno de los 35 hotspots de biodiversidad en el mundo y un hábitat marino de gran importancia para la salud del planeta. Frente a Caleta Chañaral de Aceituno, en la comuna de Freirina, en la Región de Atacama, el buque se fue a pique, convirtiéndose en un icónico punto de buceo en la reserva.
Si bien, el PAM Denisse actualmente se ha convertido en un verdadero arrecife artificial, por la cantidad de vida marina que alberga, en su momento, los estaques llenos de petróleo de este naufragio significaron una bomba de tiempo que atentaba contra la vida del lugar. Luego de una intensa campaña, liderada por César Villarroel (49), uno de los buzos deportivos que fundó el turismo submarino en la reserva, se logró efectuar la extracción de 2.000 litros de petróleo que estaban contenidos en su interior.
El Denisse está hundido a tiro de piedra de la isla Chañaral, a 50 metros de la orilla y a 30 de profundidad. Era un pesquero mediano, de 30 metros y 105 toneladas, con el nombre de la embarcación en la proa y del lugar donde recala en la popa. Tenía escrito Valparaíso, pero recalaba en Tongoy y llevaba 35 años de trabajo.
El buque pesquero se hundió en la madrugada del 17 de abril de 1999. Ese día, el Denisse navegó a su antojo, se salió de la ruta oceánica, entró zigzagueando a la bahía de Punta Choros, y chocó contra las rocas de la orilla de Isla de Chañaral a las 3:30 de la mañana. Con el choque se rajó el casco, lo que causó el hundimiento del buque. Los nueve tripulantes se salvaron en una balsa, llegaron a la isla e hicieron un fuego que alertó a los pescadores de su ubicación. Al día siguiente, fueron rescatados por el pesquero Atacama II, que acudió al llamado de auxilio.
Luego de un sumario, la Fiscalía de la Capitanía de Puerto de Huasco suspendió la licencia al capitán de la nave y a los marinos. Y le aplicó una multa de 3.600 pesos oro (8 millones de pesos en ese tiempo) a la empresa pesquera propietaria, Bravamar, que debía presentar un plan de rescate y extracción de 4.000 litros de combustible, el cual finalmente no fue llevado a cabo debido a que la compañía se declaró en quiebra. Con ello, la autoridad marítima declaró al barco «resto náufrago» y el barco se dio por abandonado, sin responsables ni dueños.
De este hecho, pasaron ocho años, hasta 2007, donde los pescadores de Caleta Chañaral de Aceituno advirtieron manchas tornasoladas de petróleo flotando en la superficie cercana al naufragio, lo que dio inicio a toda una cruzada que tenía como objetivo extraer los hidrocarburos contenidos al interior del naufragio y evitar una inminente catástrofe ecológica.
El principal impulsor de esta campaña fue César Villarroel, quien conoce el fondo marino de la zona como la palma de su mano y fue el primer buzo en encontrar la ubicación del naufragio, cerca del año 2000.
«Cuando el naufragio se hizo más conocido, alguien fue y alerto a los dueños del pesquero sobre la ubicación del buque, y montaron una operación donde el fondo le sacaron todas las cosas de valor al PAM Denisse: las cadenas, los cables de acero, escotillas, ventanas, mamparas, etc.”, dice. “La cosa es que se llevaron todo, pero dejaron el petróleo y con la corrosión, empezaron a haber emanaciones de petróleo».
El buque tenía un tanque de petróleo principal de cuatro mil litros, y otros dos secundarios con dos mil litros o más. Más doce baterías. El estanque principal, según Villarroel, tenía una rajadura y probablemente el petróleo estaba saliendo por ahí. De hecho, en más de alguna ocasión, como cuenta Villarroel, salió del agua con el traje impregnado de petróleo. “Pude ver perfecto las burbujas de aceite y /o petróleo subiendo a la superficie en varios de los buceos. (Las filtraciones) estaban principalmente en la bodega, no podías entrar al naufrago porque tus mismas burbujas desplazaban petróleo atrapado dentro del barco”, agrega el buzo profesional.
Durante la campaña, César tuvo la oportunidad de conocer a muchas personas influyentes que recurrieron a la zona para conocer su riqueza marina. Ministros, políticos, periodistas y científicos a los que intento comprometer con su campaña para sacar el petróleo del Denisse, pero sin suerte. Después de mucho perseguir a funcionarios en Santiago, La Serena y Huasco, en octubre de 2008 Villarroel logró que se firmara un acuerdo entre la Conaf, Sernapesca, la Armada, la Intendencia Regional y varios municipios y que asignaran un presupuesto de 36 millones de pesos para que una empresa de buceo industrial removiera el petróleo: Servicios Marinos Sermar, de Antofagasta.
Luego de una inspección en enero de 2009, la empresa presentó un plan para remover el petróleo. Era una maniobra compleja, con cascos de buceo ultramodernos y un robot, el CMK2, que acompañaría a los equipos de succión. Luego de algunas observaciones que realizó la Armada, el plan se aprobó y la extracción finalmente logró realizarse en febrero de 2011. El proceso fue documentado en la serie documental de Canal 13 “Océanos, Chile frente al mar” -conducida por Celine Cousteau, nieta de Jacques Cousteau, y por el periodista Rafael Cavada-, que actualmente se encuentra disponible de forma gratuita en la plataforma audiovisual del Consejo Nacional de Televisión.
Esta iniciativa sería uno de los únicos casos en Chile- si es que no es el único- donde una campaña logra que el Estado financie la extracción de los hidrocarburos contenidos en un naufragio para evitar un derrame, así mismo, marcó un precedente sobre cómo realizar este tipo de acciones a futuro.
Buques abandonados: Un silencioso riesgo para la biodiversidad marina
Si bien, el público en general a menudo está bastante interesado en los naufragios debido a su valor histórico, lo cierto es que, una vez que el buque desaparece en las profundidades del océano, es rápidamente olvidado por la mayoría de las personas. La historia del navío y su naufragio queda como una anécdota, que es trasmitida de boca en boca por algunos entusiastas y personas de mar que se niegan a dejar la historia atrás.
Sin embargo, por más que las toneladas de agua los mantengan ocultos de nuestra vista, los barcos no desaparecen. Permanecen inertes en las profundidades del fondo marino, mientras son corroídos por las exigentes condiciones del mar. El principal problema de esto es que los naufragios, en su mayoría, contienen sustancias peligrosas, como aceites e hidrocarburos, que pueden dañar el medio ambiente marino y que, a la larga, se convierten en una bomba de tiempo para la biodiversidad marina.
“Los derrames de hidrocarburos tienen el potencial de causar daños significativos a los ecosistemas marinos y a la biodiversidad, afectando tanto a especies individuales como a comunidades enteras. De manera sintética, puedo indicar que lo más notable suele ser el impacto en la flora y fauna marina, el daño a la biodiversidad y pérdida de hábitats críticos, el impacto en la cadena alimentaria y lo que denominamos “servicios ecosistémicos” junto a probables efectos a largo plazo. Se ha estudiado que los derrames de hidrocarburos pueden resultar en la pérdida temporal o permanente de hábitats críticos como playas (de arena o rocosa), estuarios, arrecifes, etc., todos los cuales son vitales para la biodiversidad marina. La destrucción o contaminación de estos hábitats puede llevar a la pérdida de especies y a la disminución de la diversidad biológica”, agrega el Dr. Humberto Díaz, de la Facultad de Ciencias del Mar y de Recursos Naturales de la Universidad de Valparaíso.
Esto dependerá, entre otros factores, del tipo de hidrocarburos, la cantidad derramada, la duración del derrame, las condiciones ambientales y la respuesta de limpieza. Pero, en general, dentro de la fauna marina, los peces, los mamíferos y las aves marinas, junto a las comunidades bentónicas, esto es, los organismos que viven en el fondo marino (moluscos, crustáceos y otros invertebrados), suelen ser los más afectados. A esto se les debe sumar las algas y otras plantas marinas y los microorganismos que viven en el mar. De estos últimos, el fitoplancton y el zooplancton, son los más importantes, pues sustentan lo que denominamos la productividad primaria y secundaria, respectivamente, del mar. Si ellos mueren, se afecta toda la cadena trófica.
“Aunque todos los derrames de hidrocarburos son preocupantes, aquellos que ocurren cerca de la costa suelen ser más peligrosos debido a la mayor vulnerabilidad de los ecosistemas y las comunidades humanas, así como a la mayor dificultad para realizar una respuesta efectiva y mitigar los impactos ambientales y socioeconómicos. Por ejemplo, playas, desembocaduras de ríos (estuarios), arrecifes, son hábitats para muchas especies marinas y terrestres, y son más vulnerables a los efectos nocivos de los hidrocarburos debido a su biodiversidad única y la complejidad de su estructura. Los derrames en aguas profundas pueden dispersarse más rápidamente y diluirse en el océano, aunque igualmente pueden tener impactos negativos significativos en organismos marinos y en la cadena alimentaria”, agrega el experto de la Universidad de Valparaíso.
En general, la nocividad de un derrame de hidrocarburos para el medio ambiente dependerá de una combinación de factores físicos, químicos y biológicos que interactúan de manera compleja. Por un lado, la naturaleza del compuesto derramado puede hacer que este sea menos o más tóxico, así como durar más tiempo en degradarse. Por otro lado, la temperatura del cuerpo de agua afectado, junto a la salinidad, la velocidad del viento y las corrientes marinas pueden afectar la dispersión y el destino de los hidrocarburos derramados. Asimismo, la ubicación geográfica del derrame puede influir en su nocividad, ya que no es lo mismo que este ocurra en mar abierto, o que alcance áreas más sensibles como playas, humedales, estuarios, arrecifes de coral o hábitats con biodiversidad única. “Por lo anterior, la rapidez y la eficacia con las que se implementan las acciones de respuesta y limpieza del derrame pueden reducir significativamente el impacto ambiental”, puntualiza el Dr. Díaz.
Respecto a la recuperación de un ecosistema después de un derrame de hidrocarburos, el experto detalla: “Puede variar significativamente dependiendo de varios factores, siendo los más importantes el tipo y cantidad de hidrocarburos derramados (por ejemplo, el petróleo crudo es una mezcla compleja de compuestos químicos, algunos de los cuales pueden ser más tóxicos y persistentes que otros); las condiciones ambientales y oceanográficas locales (la temperatura del agua, la salinidad, la luz solar y la presencia de microorganismos especializados en degradar hidrocarburos son críticos para la recuperación del ecosistema), la capacidad natural de regeneración del ecosistema afectado (por ejemplo, los humedales pueden ser más sensibles a los derrames debido a su biodiversidad única y la capacidad limitada de dilución de contaminante) y la rapidez y eficacia de las acciones de respuesta y limpieza que se implementaron al inicio del derrame. Una cifra estimativa suele estar en el rango de años o incluso décadas, dependiendo de los factores antes mencionados”.
En ese sentido, los vertidos de hidrocarburos en el mar pueden tener repercusiones nefastas para el medio ambiente si no se actúa con urgencia. Miles de especies marinas podrían desaparecer a causa del contacto directo con sustancias químicas altamente nocivas. Así, es importante adoptar una serie de acciones preventivas a fin de proteger la salud de playas y mares.
¿Qué pasa con los buques hundidos y abandonados en Chile?
Se estima que hay 3 millones de barcos hundidos y abandonados en los océanos del mundo, de los cuales, más de 8.500 están clasificados como “potencialmente contaminantes”. La mayoría de ellos se deterioran lentamente, convirtiéndose en un riesgo inminente para la biodiversidad del océano por los contaminantes químicos nocivos e hidrocarburos que contienen en su interior.
Según indica un informe de la Comisión de Defensa Nacional en 2018, la Armada de Chile ha informado que existen cerca 190 naves abandonadas en territorio nacional, de las cuales al menos 50 representan un serio peligro u obstáculo para la navegación, la pesca, la preservación del medio ambiente u otras actividades marítimas o ribereñas. El informe, además, destaca que existen más de 90 millones de pesos en multas impagas en la Tesorería General de la República, por concepto de abandono de barcos.
Cabe señalar que, según constata la Ley de Navegación N°2.222 del Ministerio de Defensa, “cuando dentro de las aguas sometidas a la jurisdicción nacional o en ríos y lagos navegables se hundiere o varare una nave, aeronave o artefacto que, a juicio de la Autoridad Marítima, constituya un peligro o un obstáculo para la navegación, la pesca, la preservación del medio ambiente u otras actividades marítimas o ribereñas, dicha Autoridad ordenará al propietario, armador u operador que tome las medidas apropiadas para iniciar, a su costa, su inmediata señalización y su remoción o extracción, incluyendo su carga, hasta concluirla dentro del plazo que se le fije”.
La ley también estipula que, si el propietario, armador u operador no inicia o concluye la faena en el plazo prescrito, el naufragio se entenderá como abandonado y se le aplicará una multa de hasta 2.000 pesos oro ($10.330.000) por cada tonelada de registro grueso de la nave, con un tope de hasta 50.000 pesos oro.
Asimismo, se estipula que la Autoridad Marítima estará facultada para proceder a la operación de remoción o para enajenar la nave, aeronave o artefacto, su carga y los restos, por medio de propuestas públicas o privadas. Además, si el valor obtenido por la enajenación de la nave, aeronave o artefacto no es suficiente para cubrir todos los gastos de la operación efectuados por la Autoridad Marítima, el propietario, armador u operador tendrán la obligación de pagar al Estado la diferencia.
En estos supuestos, la Autoridad Marítima puede, además, solicitar a costa de dicho propietario, armador u operador, un estudio cuyo objeto sea determinar la presencia de hidrocarburos u otras sustancias nocivas y evaluar la posibilidad de derrame de dichas sustancias. Y de establecerse, tanto la presencia de hidrocarburos u otras sustancias nocivas como la posibilidad de su derrame, la Autoridad Marítima puede, también a costa del señalado propietario, proceder a su extracción, por medio de propuestas públicas o privadas.
Pese a lo que estipula la ley, es posible identificar diversas situaciones de conflicto que impiden, finalmente, que se realicen las labores de recuperación y rescate de los navíos hundidos, y más aún, de los hidrocarburos contenidos en su interior.
En primer lugar, en la medida que las naves se deterioran, producto del paso del tiempo y la falta de mantención, dejan de ser atractivas para su adquisición por terceros, lo que aumenta los gastos generados. Vale decir que, según el informe presentado por la Comisión de Defensa Nacional, “los gastos generados por estas situaciones son multimillonarios, especialmente respecto de embarcaciones mayores, estimándose que el desembolso asociado a reflotar, desguazar y extraer una nave puede ascender hasta a $ 4.000.000.000”.
En segundo lugar, uno de los principales problemas es que los dueños de las especies suelen cambiar con frecuencia, siendo muy difícil perseguir la responsabilidad por la extracción o sus costos, y el pago de las multas correspondientes. Cuando no es posible obligar al propietario del naufragio y este representa un riesgo importante, la Autoridad Marítima debe realizar la remoción con fondos provenientes del sector público, lo que puede llegar a tardar años. En ese sentido, mientras avanzan los trámites burocráticos, los buques siguen corroyéndose, convirtiéndose en una verdadera bomba de tiempo que amenaza los ecosistemas marinos de nuestro país.
Es importante destacar, igualmente, que Chile se ha comprometido – a través del Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación de las Aguas del Mar por Hidrocarburos de 1954- a promover el control efectivo de todas las fuentes de contaminación del medio marino y adoptar todas las medidas posibles para impedir la contaminación del mar por el vertimiento de desechos y otras materias que puedan constituir una amenaza para la biodiversidad marina, la seguridad alimentaria del país y la economía chilena. Sin embargo, en la práctica, existen al menos 190 naufragios abandonados en nuestras costas, que aun no logran ser recuperados y que pueden significar un riesgo inminente para la biodiversidad marina de nuestro país.
Ladera Sur consultó a la Autoridad Marítima respecto a las labores que se realizan en torno a esta problemática y los protocolos de control existentes ante contingencias de derrame de hidrocarburos u otras sustancias nocivas, pero al termino de este reportaje no hubo respuesta.