De la muerte de un árbol florece la vida. Más de una vez hemos visto cómo los cadáveres de árboles viejos se cubren de helechos, hongos y musgos y se convierten en alimento de insectos y refugio de animales. Lo que muchos no sabemos es que dentro de estos troncos muertos se incuba la vida, literalmente.   

Un grupo de científicos se ha dedicado durante 15 años a monitorear aves y vertebrados que nidifican en cavidades y han descubierto la importancia de los árboles muertos en su proceso de reproducción. Esto es especialmente importante para chucaos y churrines, dos especies de aves que habitan los bosques templados de Chile y que hacen el 90% de sus nidos en huecos de árboles muertos.   

Nido de chucao en árbol muerto. Foto: Tomás Altamirano
Nido de chucao en árbol muerto. Foto: Tomás Altamirano

La investigación titulada “Redes de nidos: ecología y conservación de biodiversidad en el bosque templado Andino» es articulada desde el Centro de Desarrollo Local del Campus Villarrica de la Universidad Católica (UC). Tomás Altamirano, miembro de Audubon Americas y del Centro de Desarrollo Local UC, participó en la elaboración de la Estrategia Nacional de Conservación de Aves y lidera esta investigación junto a Tomás Ibarra.  

El investigador asegura que han detectado este comportamiento en nueve especies de aves: chucaos (Scelorchilus rubecula), churrines (Scytalopus magellanicus), rayaditos (Aphrastura spinicauda), golondrinas de dorso negro (Pygochelidon cyanoleuca), chercán (Troglodytes aedon), churrete acanelado (Cinclodes fuscus), hued hued (Pteroptochos tarnii), cometocino patagónico (Phrygilus patagonicus) y diucones (Pyrope pyrope).   

Así, el proyecto de investigación revela que más de un 60% de los nidos de aves que nidifican en cavidades están en árboles muertos, lo que implica que “en términos de nidos, los árboles muertos tienen más vida que los árboles vivos”, asegura Tomás. 

Chercán anidando en la cavidad de un árbol. Foto: Tomás Altamirano
Chercán anidando en la cavidad de un árbol viejo. Foto: Tomás Altamirano

El experto indica que este comportamiento es muy importante para los rinocríptidos, como los churrines, los chucaos y los hued hued, que “son aves que principalmente caminan, no vuelan mucho, tienen pequeñas alas y dependen mucho de estructuras del bosque que están en esta primera capa de los tres metros desde el suelo, que le llamamos sotobosque(…). Son ambientes densos en hojas, en ramas, que los protegen y donde encuentran alimento y refugio. Ahí justamente es donde caen estos árboles viejos y se generan estas cavidades”.   

Estos huecos generalmente se producen en árboles viejos que han pasado por un proceso de descomposición, y se encuentran en el tronco o en las raíces. Estas especies no son capaces de hacer huecos en la madera y, en general, los chucaos y churrines «ocupan cavidades que son súper profundas, a veces más de un metro hacia adentro y muy protegidas de depredadores”, comenta. 

En los bosques templados de Chile y Argentina, donde habitan estas aves, “dominan los Nothofagus, como las lengas, los coihues, los robles principalmente, y raulí también. Son especies con raíces muy superficiales, entonces vienen temporales, vientos, que hacen que se caigan y quedan todas estas raíces expuestas y se generan ahí muchas cavidades”, explica Altamirano. 

Foto: Tomás Altamirano
Foto: Tomás Altamirano

Para hacer sus nidos, chucaos y churrines suelen utilizar materiales como pelos, fibras, pequeñas raíces y ramas, herbaceas, líquenes y musgos, que entrelazan en forma de taza al interior de la cavidad. El churrin es el más hábil de la familia rhinocryptidae en el arte de construir nidos. Ambas especies ponen entre dos a tres huevos, los que incuban durante 23 y 19 días respectivamente. 

Churrin del sur en un árbol caído. Foto: Fernando Novoa
Churrin del sur en un árbol caído. Foto: Fernando Novoa

La preservación de árboles viejos o muertos es muy importante para la resguardar el ciclo reproductivo de estas especies, y la protección de los ecosistemas donde habitan es clave para la conservación de los rinocríptidos que, al no tener la capacidad de volar largas distancias y migrar, son más vulnerables ante la destrucción de su hábitat. 

Foto: Tomás Altamirano
Foto: Tomás Altamirano

El problema es que “al igual que los árboles muertos en pie, la ley no dice absolutamente nada de ellos. Son estructuras del bosque desprotegidas legalmente, y en general, incluso se incentiva para sacarlos”, advierte Altamirano.  Estas estructuras son amenazadas mayormente por cultivos agrícolas, y plantaciones forestales. Es por esto que los resultados de esta investigación fueron recogidos en la Estrategia Nacional de Conservación de Aves (2021-2030), que propone fortalecer la legislación agrícola y forestal «en el manejo sustentable de árboles viejos y muertos en pie, así como también del sotobosque». 

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