La lucha para proteger al río San Pedro de mega-central hidroeléctrica: “proyecto obsoleto” sigue sumando rechazos ad portas de histórica conmemoración
En el sur de Chile serpentea el río San Pedro o Wazalafken, el mismo que sustenta a comunidades humanas y una rica biodiversidad, incluyendo a especies en peligro de extinción, como el huillín y el tollo. Hace más de 14 años que la Central Hidroeléctrica San Pedro pretende instalarse en este lugar, despertando una fuerte oposición de vecinos, organizaciones y autoridades locales, como los alcaldes de Valdivia, Panguipulli y Los Lagos que manifestaron su rechazo a la hidroeléctrica de Colbún, ya que «pone en riesgo la vida de la población». Mientras la comunidad espera el próximo proceso de participación ciudadana, se estrenará un documental en homenaje a los héroes y heroínas del Riñihuazo, la hazaña de 1960 que recuerda los riesgos que reviste el actual megaproyecto energético.
En el sur de Chile, los ojos siguen posados en el río San Pedro o Wazalafken. No es para menos, pues pronto se cumplirán 61 años desde que culminó el Riñihuazo, la heroica hazaña de cientos de personas que – con excavadoras, buldóceres y palas en mano – evitaron la inundación de Valdivia y pueblos cercanos, luego de que el terremoto de 1960 produjera deslizamientos que bloquearon las aguas del río, que desagua de forma natural al Lago Riñihue. Hoy en la Región de Los Ríos sigue existiendo preocupación, ya que en la misma zona donde se evitó ese desastre, se pretende instalar la Central Hidroeléctrica San Pedro.
El controvertido proyecto de Colbún S.A ha atravesado un “accidentado” proceso, marcado por los cuestionamientos y la paralización de sus obras debido a la inestabilidad del terreno, por procesos geológicos asociados al riesgo de desastres. De hecho, distintas comunidades, organizaciones y activistas se han articulado para proteger al río, sumando recientemente el apoyo de la alcaldesa Carla Amtmann, de Valdivia, y los ediles Pedro Burgos de Panguipulli y Aldo Retamal de Los Lagos, quienes manifestaron su rechazo a la hidroeléctrica en una declaración pública, argumentando que “se contrapone a las estrategias de desarrollo de nuestros municipios y pone en riesgo la vida de nuestra población”.
Pese a los antecedentes y férrea oposición, la central sigue tramitando “adecuaciones” para tratar de adaptarse a las nuevas condiciones de un territorio complejo. En cambio, las organizaciones aseguran que se trata de un proyecto “obsoleto” que no cumpliría con los estándares ambientales mínimos, por lo que siguen atentos al comienzo del próximo proceso de participación ciudadana que debería reactivarse en las próximas semanas.
“Primero decir que el proyecto de ‘Adecuaciones’ presentado por la empresa es un proceso que está completamente fuera de la ley. Lo que norma nuestra legislación es que, una Resolución de Calificación Ambiental ‘’favorable’ y en ejecución, puede revisarse con la finalidad de adaptarse a nuevas circunstancias de hecho, para que el proyecto se adecúe al nuevo escenario ambiental y adopte las medidas necesarias para corregir dichas situaciones, lo que sería lógico de realizar si ya han pasado 14 años desde que se evaluó ambientalmente este proyecto y una serie de componentes ambientales han variado sustantivamente en relación con lo proyectado”, asegura Macarena Soler, abogada y fundadora de Geute Conservación Sur.
Recordemos que la Central Hidroeléctrica San Pedro consiste en la construcción de una presa de hormigón de cerca de 58 metros de altura en el río San Pedro, el cual forma parte de la cuenca del río Valdivia. En 2007 Colbún ingresó el estudio de impacto ambiental al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA), siendo aprobado por la institución en 2008. Sin embargo, cuando la compañía inició las obras de construcción al año siguiente, enfrentaron importantes obstáculos técnicos por la inestabilidad del terreno, ya que las laderas del río San Pedro son susceptibles de procesos geológicos que aumentarían el riesgo de desastres (como deslizamientos de tierra).
Pese a los antecedentes, la iniciativa siguió un proceso que – acusan – estuvo lleno de irregularidades. Por ejemplo, en 2010 se cuestionó la tramitación fragmentada del proyecto que incluyó obras y actividades que no fueron consideradas inicialmente, como una línea de alta tensión de 40 km de extensión. Incluso, ese mismo año la comisión investigadora de la Cámara de Diputados confirmó la “existencia de vicios” e intervención de “agilizadores” por parte de instituciones del Estado para la aprobación de la Central San Pedro y otros proyectos como Alto Maipo e HidroAysén.
Así lo recuerda el ingeniero civil en obras civiles, activista y cofundador del movimiento Río San Pedro Sin Represas, Cristian Ochoa: “Los estudios geológicos fueron realizados por un ingeniero en minas y no un geólogo como lo exigía la ley. En el año 2011 la empresa se vio obligada a detener las obras, con un 15% de avance, por la necesidad de realizar nuevos estudios, ya que se encontraron con fallas en el cauce del río y deslizamientos en la ladera sur. Esto dejó en evidencia la poca rigurosidad con que la empresa había realizado sus estudios. SERNAGEOMIN Los Ríos no realizó observaciones, siendo que en la zona donde se emplazaba, han ocurrido grandes remociones en masa (deslizamientos de tierra) para los terremotos de 1960 (evento conocido como el Riñihuazo) y 1575. Además, es una zona donde se presentan importantes fallas geológicas como la falla Liquiñe – Ofqui”.
Dado que las condiciones geológicas paralizaron las obras, Colbún inició en 2018 la tramitación de “adecuaciones” de la central hidroeléctrica original. Sin embargo, las organizaciones cuestionan no solo la naturaleza del proyecto, sino también al SEA por extender el plazo a la empresa para responder las observaciones de los servicios públicos y la ciudadanía, con un año y tres meses de prórroga. Aseguran que, a más de una década de que se presentara el proyecto, lo que corresponde es revisarlo por completo ante los cambios ambientales y sociales actuales, incluyendo las nuevas tecnologías y el escenario de alta incertidumbre por fenómenos como la crisis climática.
Soler sostiene que “en 14 años han cambiado las tecnologías, nos encontramos en medio de una mega sequía, los efectos del cambio climático se han hecho evidentes, las necesidades de energía son diferentes, entre muchas otras variables. Además, ha sido el propio titular quien ha señalado que el Proyecto ‘Adecuación Central Hidroeléctrica San Pedro’ consiste en la adecuación de las obras del proyecto original para adaptarse a las nuevas condiciones geológicas detectadas durante el despeje de vegetación del sector de obras y la construcción de las obras de desvío”.
La abogada agrega que, ante las observaciones y consultas, Colbún “lo que está haciendo es evadir contestar cuál sería el impacto total sumado de su primer y segundo proyecto, por lo que no se pueden identificar de forma certera los impactos, ni tampoco el área de influencia, ni mucho menos el efecto sinérgico”.
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Por lo mismo, la comunidad está empecinada en resguardar la biodiversidad que se expresa no solo en la cuenca, sino también en el tramo de río que se vería afectado de concretarse el proyecto. Para ellos, hay mucho en juego.
Ecosistemas ricos y frágiles
Para situarnos en el contexto, la cuenca del río Valdivia nace en el lado argentino de la cordillera de los Andes, descendiendo a través de varios ríos y lagos por el lado chileno. De ellos, el Lago Riñihue es el último de esta gran “cadena” acuática y el lugar donde nace el río San Pedro, el cual serpentea por distintas localidades, siendo bautizado en algunos tramos como “río Calle Calle” y como “Valdivia” cuando se encuentra con el río Cruces. Así transcurre el recorrido de San Pedro, hasta que desemboca en el océano Pacífico. De ese modo, este río posee aguas limpias y abundantes que generan múltiples beneficios, tanto para la biodiversidad como para las comunidades humanas.
Para hacerse una idea, los parajes del río San Pedro fueron incluidos en la Estrategia de Conservación de la Biodiversidad de la Región de Los Ríos, donde se establece la importancia del Corredor Ribereño del río San Pedro-Valdivia para la naturaleza regional. Además, en el también denominado Wazalafken habitan especies de alta relevancia para la conservación, como el huillín o nutria de río (Lontra provocax) y el tollo de agua dulce (Diplomystes camposensis), ambas en peligro de extinción.
Ochoa detalla que “el río San Pedro alberga el 80% de peces de toda la cuenca del rio Valdivia. La afectación de este río por la construcción de la represa, provocaría un impacto negativo en la biodiversidad de la cuenca, en la zona del proyecto y aguas abajo de ella”.
Por ejemplo, la central contempla la construcción de un embalse de 12,5 km de largo que comenzaría a 1,5 km del desagüe del Lago Riñihue. Entre los potenciales impactos estaría la pérdida de calidad del agua abajo del embalse, la alteración de su caudal; y la perturbación de la movilidad de diversas especies por la presencia de un muro, lo que obstaculizaría el desarrollo de su ciclo de vida, como la reproducción y alimentación.
La Dra. en Biodiversidad y académica de la Universidad Austral, Nicole Colin, sostiene que “el ecosistema que mayormente se alteraría, serían los hábitats de aguas corrientes, técnicamente conocidos como la zona ritral, que se origina a unos 3 kilómetros aguas debajo del desagüe del lago Riñihue. Un proyecto como éste, genera un embalse, por lo cual esta zona de aguas corrientes, fuertemente oxigenada y con bajo aporte de materia orgánica, se convierte en una zona de aguas lénticas o estancadas, con mucho contenido de materia orgánica en descomposición producto de la vegetación terrestre que queda sumergida. Esta materia orgánica cambia el sustrato del fondo (piedras por sedimento), disminuye fuertemente el contenido de oxígeno y, además, produce gases tóxicos como el metano”.
De esa manera, la investigadora agrega que “la gran vida que encontramos bajo las rocas principalmente invertebrados y también crustáceos como los cangrejos pancoras, que sustentan la productividad y equilibrio de este frágil ecosistema, desaparecen y son reemplazados por otro tipo de invertebrados propios de zonas con mucho sedimento. Esta fuente de alimento para muchos peces, aves y el huillín desaparece, lo cual tiene incidencia directa en los vertebrados. Entre las especies de peces, cuatro de ellas que viven en esta zona ritral están en peligro de extinción y sufrirían una extinción local, debido a este cambio de hábitat”.
Ante la evidente urgencia de resguardar los ríos, la biodiversidad y el bienestar de las comunidades, Soler destaca el potencial de Chile para optar por energías limpias, renovables y no convencionales, aunque “es fundamental que se realice un ordenamiento territorial del sector, porque no podemos seguir insistiendo en instalar proyectos en cualquier parte ‘vendiéndolos’ como proyectos verdes. Por ejemplo, no podemos seguir interviniendo ríos que son sagrados para pueblos originarios o que tienen una vocación claramente ecoturística, tampoco podemos instalar torres eólicas en sectores que sabemos son paso de aves migratorias, o que dañen sitios con importancia patrimonial”.
La lucha por el río libre
Mientras en Chile se sigue apostando por aumentar la infraestructura gris, en distintos lugares del mundo recurren a otro tipo de acciones y tecnologías para el uso y gestión del agua, más aún en tiempos de crisis global. Así se ha hecho, por ejemplo, en Europa, donde buscan restaurar la salud de los ríos a través de la remoción de represas.
La directora de Geute Conservación Sur indica que “en Chile seguimos insistiendo en tecnologías obsoletas como termoeléctricas y represas hidroeléctricas, a pesar de que ambas están en retirada a nivel mundial. De hecho, las represas se están removiendo en muchas partes del mundo por razones que van desde daño ambiental a problemas estructurales de las construcciones. ¡En el último siglo se han removido casi 5 mil en Europa! Sin embargo, en Chile se siguen presentando y aprobando este tipo de proyectos en un contexto de crisis hídrica, donde lo lógico sería cuidar más que nunca nuestras aguas y ríos”.
Esto cobra especial relevancia considerando el hecho de que las comunidades locales se dedican a actividades como la agricultura y turismo; la importancia del Wazalafken que además es un río sagrado para el pueblo mapuche; y las lecciones del pasado que dejó el Riñihuazo. Esta hazaña comenzó cuando el terremoto de Valdivia – ocurrido el 22 de mayo de 1960 – ocasionó que el desagüe del lago Riñihue se obstruyera, producto del desprendimiento de material en las laderas del río San Pedro. Para impedir más muertes por la inminente inundación de los poblados, cientos de personas trabajaron durante meses, culminando el 24 de julio de ese mismo año, cuando el río fluyo otra vez. De esa forma, su esfuerzo titánico evitó una tragedia mayor.
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Para conmemorar este hito después de 61 años, se estrenará este 24 de julio el documental “Río San Pedro: un paisaje en resistencia», el cual se transmitirá a las 19:00 horas en el canal de YouTube de «Río San Pedro Sin Represas» y en Facebook Live de la misma organización. De ese modo, buscan rendir un homenaje a los héroes y heroínas de este suceso acaecido en 1960, y de paso presentar antecedentes que indican el riesgo que reviste la central hidroeléctrica de Colbún, que pretende instalarse en la misma zona geológicamente inestable donde ocurrió el Riñihuazo.
Para Ochoa, esta es una forma de visibilizar el conflicto, ante las dificultades que ha debido sortear la comunidad. “La legislación ambiental no considera a la ciudadanía de manera vinculante. Solo se le consulta su opinión, pero esta carece de poder en la toma de decisiones. Todas las determinaciones ambientales son parte del gobierno central, ya que son delegados presidenciales los que votan. Esto se presenta como un sesgo, según el gobierno de turno que exista, dejando de lado, los aspectos técnicos y la opinión ciudadana”, subraya.
Independiente de los obstáculos, la comunidad sigue articulándose para proteger al río. Una muestra de ello fue la masiva intervención en el anterior proceso de participación de ciudadana, con más de 500 observaciones de servicios públicos y más de 3.000 observaciones de distintos actores.
“Todas las organizaciones estamos atentas al comienzo del segundo proceso de participación ciudadana y esperamos que los anteriores números se repitan. Además, en esta oportunidad, los municipios prometen cumplir un rol mucho más activo, debido a cambios en los gobiernos comunales, en específico, alcaldesas y alcaldes mucho más involucrados en la defensa del río San Pedro”, sentencia Soler.