La historia de Andeshandbook, la iniciativa pionera y colaborativa de información de rutas de trekking y montañismo de los Andes
Antes de que existiera Wikipedia, Andeshandbook (AHB) ya estaba presente en internet. Esta iniciativa nació por la idea de tres montañistas a principios de los 2000, para documentar y difundir la información más confiable sobre rutas y cerros de los Andes, con la idea de que se compartieran colaborativamente entre montañistas. Con el tiempo, un equipo de voluntarios se encargó de revisar la información y sostener de alguna forma la iniciativa, mientras se irían sumando muchos y significativos hitos que formarían parte de su historia. En este artículo, conversamos con un fundador, un miembro del equipo y una usuaria histórica para recopilar los hechos y desafíos que han formado AHB, así como el más reciente, en el que se inició un plan de suscripción para poder mantenerlo en pie.
“No sé cómo, pero lo pude agarrar”, recuerda Ismael Mena, montañista chileno. Para él no fue algo que logró por un acto heroico, sino más bien “porque Dios es grande”. Los segundos previos, lo que veía frente a sus ojos era a su compañero de cordada, Marcelo Camus, caer a toda velocidad hacia él, en la pared de roca donde estaban en El Mesón, en el Cajón del Maipo. Ismael estaba sentado en una pequeña terraza, donde lo que estaba abajo era una caída vertical. “Aquí cagamos; aquí nos matamos”, pensó. Cuando Marcelo iba cerca de él, no sabe por qué, pero intentó abrazarlo, con una posición casi como para taclearlo. “No sé cómo, pero lo pude atajar. Quedamos los dos colgando con las patas hacia abajo. Marcelo estaba lesionado, había caído por lo menos unos 10 o 15 metros. Se voló la yema de sus diez dedos y tenía las rodillas cortadas. Ahí empezamos la operación de auto rescate”, recuerda Ismael.
Él y Marcelo llegaron ahí en búsqueda de nuevas rutas. Llevaban unos años haciendo montañismo y ya conocían las cumbres de las montañas más populares de la Región Metropolitana, como el cerro El Plomo (5.424 msnm) o el Leonera (4.954 msnm). Para saber de otras montañas, la información siempre era una limitante. De lo poco que había, las fichas de cumbres de Chile, publicadas por El Mercurio, eran uno de los recursos que más se ocupaban. Según recuerda Mena, consistían de una página, con una foto de un lado y una descripción “bien somera” de la ruta por el otro lado. Ese fue su recurso para ir al Mesón.
Pero la interpretaron mal. “Nos equivocamos de ruta y bastante. Nos dimos cuenta cuando ya echar pie atrás no era fácil. Con los años que tenemos de experiencia, sabemos que, si bien retroceder es difícil, a veces es mejor que seguir adelante. Pero ahí continuamos y nos topamos con una roca mala. No teníamos equipo de roca”, recuerda Ismael. El resultado fue un accidentado Marcelo y una anécdota que hoy cuentan como esas que vieron pasar su vida por delante.
Después de una difícil vuelta, lograron llegar a Santiago. Al poco tiempo, les surgió la inquietud de qué poder hacer para que algo así no les pasara de nuevo, contando con la información adecuada. “No pretendíamos desconocer que tuvimos mal juicio en varios momentos, pero partimos con información incompleta. Veíamos que eso era algo que no solo nos afectaba a nosotros”, recuerda Ismael.
Ahí, los intereses de un grupo de montañistas se alinearon. Marcelo, junto a su amigo Paulo Cox, tenían el sueño de algún día escribir una guía de montañismo de la Cordillera de Los Andes, pero era una tarea titánica porque era difícil subir todas las rutas. Entre los tres, “se les prendió la ampolleta”. Toda la información que necesitaban, en realidad, existía. “Muchos cerros sí habían sido subidos. La información solo estaba desperdigada. El problema era acceder a ella. Dijimos que teníamos que hacer que esta esté toda junta en un lugar de dominio público y obvio que tenía que ser en internet”, dice Ismael.
Así, nació Andeshandbook (AHB) -que más adelante se convertiría en la Sociedad Geográfica de Documentación Andina (SGDA)/ Andeshandbook-, cuyo objetivo es documentar y difundir la información más completa y confiable sobre rutas y cerros de los Andes. Desde los principios de este siglo, ha funcionado a través de un sitio web colaborativo que actualmente es de las principales fuentes de información para quienes practican trekking y montañismo en los Andes.
Pero, como todo proyecto pionero, tiene sus hitos, dificultades y momentos de incerteza.
Los primeros pasos
El sitio web de Andeshandbook se estrenó a principios de los 2000. Se hizo antes de que en el mundo existiera Wikipedia. Ismael, quien en ese entonces estudiaba Ingeniería en Computación, programó todo el sitio con un bloc de notas como editor de texto. Las fotos que se podían subir no podían superar los 50 kb, lo que ahora prácticamente sería una imagen pixelada. Sino se superaba la capacidad del servidor. Las fichas se enfocaban en el contenido, no en el diseño. Pero era funcional e invitaba a todos los amantes de la montaña a ser parte.
“Apenas nos embarcamos en esto con Paulo y Marcelo, nos pusimos la meta salir al aire con 50 rutas. Estuvimos buena parte del año de eso”, recuerda Ismael. Según el sitio web, en noviembre de 2001 se publicó la primera ruta al cerro la Paloma (4.910 msnm). A ese le siguieron otros clásicos, como el Provincia (2.750 msnm), el Marmolejo (6.108 msnm) o el Manquehue (1.638 msnm). “Al par de días de que lanzamos la página, llegó la primera ruta, que era un cerro en la sexta región, de la cual nunca habíamos escuchado hablar. Pero estaba ahí. Era increíble porque significaba que la gente enganchaba”, recuerda Ismael. Así se fueron sumando rutas. Y, con el tiempo, otros hitos.
Entre ellos, la creación de Andeshandbook Sociedad Limitada, que surgió para tener persona jurídica y hacer un convenio con el Instituto Geográfico Militar (IGM) para poder mostrar sus mapas en la web. Sin embargo, no había ánimos de lucro y, con el tiempo, los colaboradores recurrentes se quisieron involucrar más en el proyecto. Además, los socios fundadores cada vez tenían menos tiempo por el crecimiento de sus carreras profesionales y estudios de algunos en el extranjero.
Con el tiempo, el equipo fue creciendo. Siempre guiados por el amor a la mañana. En 2006, se sumó David Valdés como editor. En 2007, lo hizo Álvaro Vivanco, ambos colaboradores durante años. “Yo llegué de Austria, donde todo el mundo hace montaña, y donde también me enteré de AHB. Cuando volví a Chile usé la página y empecé a firmar libros de cumbre, aportar fotos y también participaba del Club Alemán Andino (DAV), entonces empecé a subir cerros que no estaban publicados. Era un colaborador recurrente y, con el tiempo, me preguntaron si quería ser parte del equipo editorial. Aquí sigo”, dice Álvaro.
En ese entonces, Paulo vivía fuera de Chile, por lo que con él tenían reuniones por Skype, mucho antes de que Zoom existiera. Durante esas juntas, se decidió crear la Sociedad Geográfica de Documentación Andina, pensando en que AHB sea una organización sin fines de lucro, ya en realidad era un proyecto para la comunidad, en el que el equipo no era más que un facilitador. Ahí se formó el directorio. Pero todos en el equipo eran voluntarios. El poco dinero que se ganaba en AHB era gracias a la publicidad y se usó para pagar, en un principio, el servidor, a lo que años después se sumaría un contador y un webmaster.
Así funcionó todo, hasta que hubo grandes cambios.
Seguir sumando rutas
En 2014 todo cambió en AHB. La organización ganó un fondo de la Corporación de Fomento a la Producción (Corfo) que le permitió invertir más recursos y ampliar sus funciones. “El proyecto tenía un fin que era documentar todos los seis miles que nos faltaban de Chile y 120 rutas de trekking, que era una disciplina que no teníamos antes. Hicimos rutas en áreas protegidas, en un trabajo en conjunto con el Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) y la Corporación Nacional Forestal (Conaf)”, recuerda Álvaro. Los recursos recibidos permitieron remunerar a un equipo para hacer rutas, videos, mapas y recolectar mucho material. En ese proyecto también se contemplaba la creación de una aplicación.
“Eso fue una inyección de recursos súper fuerte y se pudieron hacer hartas cosas. Pero también nos mostró que hay que contar con un financiamiento permanente que te permita tener un staff remunerado, que no sea solo en base a proyectos, porque es difícil atraer a gente buena que le que le dediquen tiempo de verdad al proyecto”, explica Ismael.
Una de las que fue parte del equipo durante la duración de ese proyecto fue la periodista y deportista Paula Fernández. Ahora es una usuaria recurrente de la página. Sobre los cambios que cree que ha tenido AHB desde entonces, considera que se ha expandido, sobre todo en la forma de mostrar la información: “Cuando yo entré era súper simple, solo para compartir rutas e información. Lo del libro de cumbres, por ejemplo, era secundario. Ahora hay datos más duros de las rutas que uno hace y eso siento que motiva a la gente a compartir sus rutas y sus experiencias”.
Pero detrás de cada ruta, históricamente, ha habido todo un proceso de revisión para que la información esté correcta. Eso es lo que ha generado confianza en la información que se entrega. En ese sentido, Álvaro explica que AHB se ha convertido en un canal para que muchos montañistas se interesen en reportar cosas, en especial primeros ascensos -en el caso de los más aventureros- aunque en la mayoría de los casos eso conlleva cierta polémica: “la información en Chile es un poco confusa. Eso es lo que estamos tratando de corregir y aclarar las impresiones. Revisamos bibliografía en Chile y Sudamérica, pero hemos tenido varias polémicas. Muchas veces hemos tenido que volver atrás para armar el rompecabezas, alguien puede llegar con información que no teníamos (…)”.
Otra discusión al publicar o no un cerro es cuándo este se considera como tal. De acuerdo con Álvaro, esto también es un punto de dudas constantes, por lo que armaron una lista de reglas: “Para que un cerro lo sea, debe tener una prominencia de, al menos, 100 metros. Esto es que desde la cumbre tienes que bajar 100 metros si quieres subir a un punto más alto. Igual hay cerros como el Pochoco que tienen prominencia menor a 100, pero que todo el mundo los conoce. Esos cerros se consideran revisando la bibliografía. Pero por lo general tratamos de evitarlo, porque sino cualquier cosa puede ser cerro o primer ascenso”.
“Hay mucho trabajo de edición detrás de cada ruta que se publica y creo que eso ha ayudado mucho a acercar a la gente a los cerros; ha facilitado que la gente se aventure en lugares que ni sabía que existían o que no sabían cómo hacerlo. A mucha les permite soñar. Una de las cosas que como proyecto buscamos es que la gente al tomar conocimiento de lo que hay en este tesoro que tenemos, que es la Cordillera de Los Andes: que la cuide y proteja”, dice Ismael.
Las rutas que continúan
En octubre de 2005 se publicó el primer mapa-guía de AHB, que se enfocó en el Grupo Plomo (que abarca valles de ríos San Francisco, de la Yerba Loca y del Cepo, incluyendo accesos y aproximaciones para principales cumbres de los sectores de Farellones, El Plomo y La Paloma). Fue un trabajo de días y noches completas, donde la precisión era lo más importante. Se incorporó toda la información de las rutas que tenían, sumando marcas y tablas para ayudar a la navegación. Atrás del mapa estaban todas las descripciones de las rutas y sus fotos. Fue un trabajo obsesivo, buscando pifias tras errores. Al terminar esa edición imprimieron la primera tanda de tres mil ejemplares.
Cuando los recibieron estaban felices. Pero había algo raro. Ismael recuerda verlo y haber sentido un dolor de cabeza. Algo pasaba. De hecho, así fue. Por un error, el mapa tenía desfasadas las curvas de nivel con las otras capas. Ahí empezó la verdadera jaqueca de qué hacer. En resumidas cuentas, llegaron a un acuerdo con la imprenta para volver a imprimirlo. Así publicaron su primera versión.
A esos le siguieron siete mapa-guías más, que se pueden adquirir en la página web de AHB. Ese es otro de los grandes hitos que acompañan a todos los aportes de la comunidad. Según sus propias cifras, actualmente hay más de 70 mil usuarios registrados y cerca de 4.300 colaboradores de contenidos. En total, existen 330 rutas de trekking y 667 de montaña, para poco menos de mil montañas, desde Venezuela a Tierra del Fuego, aunque la mayoría se concentran en Chile.
¿Sería lo mismo el desarrollo de estos deportes en Chile sin AHB? “No sería de la misma forma”, dice Ismael, “he conocido muchas personas que van haciendo sus carreras de montañistas junto a AHB. Estoy seguro de que el abanico de opciones que tendríamos como practicantes de montaña en Chile sería mucho más limitado de no ser por AHB”. Por su lado, Paula dice que “ha sido un motor súper importante para que surjan otras aplicaciones, que la gente suba al cerro informada y se motive por querer hacerlo”.
Sin embargo, desde tiempos históricos un gran desafío ha sido el tema del financiamiento y el poder decidir un modelo sustentable para ello. Por ello, el hito más reciente es un programa de suscripciones para mantener en pie la página y que siga siendo por y para la comunidad. O por lo menos, les de un piso para sacar adelante la página.
Para Álvaro, una de las grandes misiones a futuro es participar en las discusiones y decisiones gubernamentales que involucren a las zonas montañosas y las prácticas de deportes, sobre todo con el tema del acceso a la montaña. Por otro lado, está la incorporación de nuevas generaciones, según lo que explica Ismael: “En los primeros años era distinto porque era más fácil toparse con rutas no documentadas. Eso era motivante. Hoy es más difícil y hace que se acerque menos gente, además de que hay un cambio generacional en que son más inmediatos y no todos esperan el tiempo que requiere revisar una ruta”.
Así, la historia de Andeshandbook se sigue escribiendo. Buscando el apoyo de suscriptores, todas las rutas siguen estando en pie y las nuevas pronto se irán sumando.
Puedes suscribirte y apoyar Andeshandbook en https://www.andeshandbook.org