Integrar el conocimiento científico, local e indígena: un enfoque clave para entender la naturaleza y mejorar la toma de decisiones
“Pensar que solo la ciencia define la realidad, no permite legitimar otras realidades”. Así lo asegura la investigadora Meredith Root-Bernstein, quien agrega que la integración de múltiples saberes puede ser crucial para la conservación de ecosistemas y sus comunidades. Lo anterior es respaldado también por una serie de estudios internacionales publicados en Journal of Applied Ecology y People and Nature, donde se destaca el desafío de mirar de forma integrada a los diversos sistemas de conocimiento. Desde el Instituto de Ecología y Biodiversidad nos cuentan más detalles en la siguiente nota.
Una mirada integrada y holística de diversos sistemas de conocimiento, no sólo permite enriquecer los saberes fragmentados, sino también, mejorar el entendimiento de la naturaleza y aportar, de manera justa e inclusiva, a la toma de decisiones en el área medioambiental. Ésa es la convicción de un grupo multidisciplinario de investigadores, quienes están trabajando para comprender y analizar la importancia de conectar el conocimiento científico de la ecología, con el del mundo indígena y local.
Meredith Root- Bernstein, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad, pertenece a este grupo y, desde Francia, comenta su último trabajo, como coeditora de un número especial coordinado entre las Revistas Journal of Applied Ecology y People and Nature. En estos documentos se aborda la necesidad de avanzar hacia la integración de saberes, más allá del dominio propio de las ciencias naturales. Esto, no sólo para comprender los ecosistemas, sino también para apoyar la conservación biológica de los mismos y buscar soluciones conjuntas en escenarios de cambios y conflictos.
El interés por esta temática surgió a raíz de la propia experiencia que la científica tuvo, al momento de enriquecer sus investigaciones de postgrado en la Universidad Católica. “Estando en Chile, realicé mi tesis de doctorado sobre el degu, abordando el trabajo de ingeniería de ecosistemas que estos animales hacen con su colonia, cumpliendo un rol de jardineros naturales. Luego estudié el efecto del guanaco sobre su entorno, y para entender su verdadero impacto en Chile central, me di cuenta que era muy importante entender la historia del lugar y las interacciones de estos animales con los seres humanos, en este ecosistema histórico. Hablé con mucha gente que habitaba en estos sectores y comprobé que toda esa información era muy importante en el diseño del estudio, análisis y otros tantos factores”, recuerda la ecóloga, también integrante del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad, CAPES.
Luego de esto, la investigadora realizó tres postdoctorados y en ese camino, fue creciendo su interés por abordar diferentes sistemas de conocimiento en el campo de la ecología, abriéndose además a la mirada de la antropología, que le permitió conectar sus preguntas con otras visiones de mundo y aspectos culturales.
Conexión de saberes
La edición especial recién publicada, cuestiona la propia naturaleza del conocimiento y sostiene que hay muchas razones para abrir la mirada y trabajar con distintos tipos de saberes, generando alianzas de investigación y metodológicas entre quienes desarrollan y manejan los conocimientos científicos, locales e indígenas, un ejercicio necesario que puede beneficiar de forma equitativa a los distintos actores sociales y comunidades.
“Al crear y fortalecer estas asociaciones, es posible que se aborden los problemas de conservación biológica, y se puedan garantizar formas de vida sostenibles, considerando el uso de los recursos, la cultura, la gobernanza y el desarrollo económico. Como científicos que trabajamos en áreas donde el conocimiento indígena o local tiene un papel importante, somos cada vez más conscientes de la necesidad de aprender la mejor manera de contribuir a la investigación y la toma de decisiones inclusivas y equitativas”, se relata en el documento introductorio, realizado por la investigadora del IEB y Helen C. Wheeler, también coeditora de este número especial.
Meredith Root- Bernstein cuestiona la creencia de que existan culturas más valiosas que otras y por eso, señala que es fundamental poder legitimar otros sistemas, algo que aún está al debe en el círculo científico.
“Pensar que solo la ciencia define la realidad, no permite legitimar otras realidades. Espero que eso cambie, pero no es fácil en este campo profesional. Y si bien hay avances de integración, hoy los intereses se centran en la forma de colaboración más simple, que es poder ampliar las bases de datos, el punto menos interesante en mi opinión y que no representa una interacción fundamental. La forma de colaboración más importante es aquella que, por ejemplo, te permite aprender del otro, generar una hipótesis o buscar nuevas maneras conjuntas de vivir en sociedad de forma sustentable”, enfatiza la investigadora.
Los sistemas de conocimiento local e indígena pueden ser muy diversos entre sí, pero tienen algunas características en común, como el hecho de surgir desde una estrecha relación con la naturaleza y los ecosistemas en que las personas habitan, saberes que suelen traspasarse de generación en generación, expresándose también a nivel de las creencias, la práctica y la cultura. Dichos rasgos son fundamentales para los autores de estos artículos quienes llaman a validarlos y dejar de marginalizarlos, como ha sucedido históricamente.
Otro punto que destacan, es que la diversidad de conocimientos indígenas y locales ayuda a garantizar que se aborden las preocupaciones sociales locales, evitando caer en puntos ciegos. “La ciencia está progresando constantemente, pero sufre de información limitada y sesgos espaciales, temporales y taxonómicos”, detallan las investigadoras.
Cultivo de guaraná y Parque Omora: ejemplos de integración
Ejemplos de integración hay varios, así como el aporte que generan los distintos conocimientos, según describen los trabajos. Es el caso de la planta de guaraná, producida y empleada de manera diferente por agricultores indígenas y no indígenas, lo que genera descripciones “creíbles” tanto para las comunidades originarias como para el ámbito de la producción agronómica globalizada. El estudio señala que a partir de estas visiones se generó un documento colectivo en el que participaron tanto científicos, como la comunidad indígena involucrada.
Otro ejemplo fundamental es lo que sucede en el extremo sur de Chile: el Parque Etnobotánico Omora, donde se aplica el concepto de conservación biocultural que incluye la coproducción de conocimiento y el respeto de múltiples valores. La iniciativa, impulsada por el IEB, la Universidad de Magallanes y Universidad de North Texas, promueve que en este espacio, se respeten los distintos sistemas de conocimiento, siendo la comunidad indígena Yagán, la co-diseñadora y co-implementadora del programa. Éste incluye investigaciones colaborativas sobre conocimientos indígenas y programas educativos interculturales, trabajando específicamente para ayudar a los niños yaganes en sus escuelas locales, y para apoyar la conservación de la lengua yagán. De esta manera, se intenta no sólo hacer partícipe a los diferentes actores de un territorio, sino además, implementar mejores decisiones para el manejo de los ecosistemas y el bienestar de sus comunidades, que se ven cada vez amenazados.
Finalmente, la revisión señala que trabajar con múltiples sistemas de conocimiento para mejorar la toma de decisiones, permitirá que los conocimientos se evalúen de manera justa y se utilicen adecuadamente, debiendo eso sí, adaptarse a cada contexto específico. En ese marco, se establece que el gran desafío de la comunidad científica será justamente, entender su papel en este proceso.