La extensión y estado de los humedales siguen deteriorándose a escala mundial, desapareciendo a un ritmo alarmante. La pérdida de biodiversidad continúa en aumento, pero también está aumentando significativamente el entendimiento de lo estratégico que son estos ecosistemas para la acción climática, por sus servicios en materia de biodiversidad, agua y medios de vida.  La pérdida de biodiversidad y el cambio climático son indisociables y es urgente acción política y ciudadana decidida para que no sigamos perdiendo naturaleza.

Playeros blancos con plumaje de transición en el humedal de Pachingo-Tongoy. Cortesía de Diego Luna Quevedo
Playeros blancos con plumaje de transición en el humedal de Pachingo-Tongoy. Cortesía de Diego Luna Quevedo

Los humedales se están viendo fuertemente afectados por el aumento del nivel del mar, la decoloración de los corales y cambios en hidrología, con un mayor riesgo para los humedales árticos, donde nidifican y se reproducen diversas especies de aves playeras. Perder humedales significa además perder seguridad hídrica. Las turberas inalteradas y los ecosistemas costeros de carbono azul (marismas de agua salada, manglares, praderas de pastos marinos, etc.) son grandes sumideros de carbono, pero pueden convertirse en importantes fuentes de gases de efecto invernadero si los terminamos degradando.

Bandada de Playeros blancos en humedal desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo
Bandada de Playeros blancos en humedal desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo

Cuando hablamos de humedales estamos ante verdaderas “cunas de diversidad biológica” que dan sustento a altas concentraciones de especies de aves playeras en la ruta migratoria del Pacífico de las Américas. Las playeras son un grupo diverso de aves del orden Charadriiformes, que incluyen chorlos, zarapitos, becacinas, pitotoyes, pilpilenes u ostreros, perdicitas, pollitos de mar y zarapitos, entre otros.  Hay aproximadamente 217 especies reconocidas de aves playeras en el mundo, 81 de las cuales ocurren en las Américas durante todo o parte de su ciclo de vida; 52 especies se reproducen en Norteamérica y 35 especies se reproducen en Centroamérica, el Caribe y América del Sur.  Usan como hábitat  marismas intermareales, playas arenosas y costas rocosas, humedales de agua dulce, naturales y artificiales, pastizales, campos arados, tierras agrícolas inundadas, vegas, salares y humedales altoandinos. Se alimentan principalmente de moluscos, pequeños crustáceos, gusanos marinos e insectos.

Pilpilenes descansan en humedal del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo
Pilpilenes descansan en humedal del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo

En la Ruta Migratoria del Pacífico de las Américas al menos el 11% de las poblaciones de aves playeras muestran descensos a largo plazo. En sus viajes anuales por dicha ruta estas aves migratorias utilizan una serie de escalas críticas en 14 países para descansar, alimentarse y realizar la transición entre la Tundra ártica, los planos lodosos y estuarios de los bosques de lluvia templados, las costas, desiertos de latitudes medias y manglares. Esta ruta se extiende desde los 120 grados de latitud y abarca 16.000 kilómetros a lo largo de la costa, entre el noreste de Rusia/noroeste de Alaska y el sur de Chile.

Ruta migratoria del Pacífico. Fuente: Estrategia de Conservación de las Aves Playeras de la Ruta del Pacífico de las Américas.
Ruta migratoria del Pacífico. Fuente: Estrategia de Conservación de las Aves Playeras de la Ruta del Pacífico de las Américas.

En Chile se registran de manera regular  49 especies de aves playeras, 25 nidifican en el país, 23 son migratorias neárticas y 1 reproductora de territorio antártico. Existen registros además de 13 especies errantes y 1 especie extinta.

Ruta migratoria de algunas especies focales del Pacífico. Fuente: Estrategia de Conservación de las Aves Playeras de la Ruta del Pacífico de las Américas.
Ruta migratoria de algunas especies focales del Pacífico. Fuente: Estrategia de Conservación de las Aves Playeras de la Ruta del Pacífico de las Américas.

Algunas especies de aves playeras desarrollan las migraciones más grandes del mundo animal. Por ejemplo el Playero ártico (Calidris canutus rufa) vuela cada año desde sus zonas de reproducción en el Ártico canadiense hasta Bahía Lomas en Tierra del Fuego-Chile, en viajes de al menos 30.000 km de ida y vuelta. Para afrontar sus grandes migraciones estas aves han desarrollado complejos mecanismos fisiológicos, ajustando sus cuerpos a las exigencias de vuelos extensos. Aumentan masa corporal por acumulación de sustancias de reserva y desarrollo de sus músculos pectorales, corazón y riñones y reducen órganos que le generan un peso innecesario durante el vuelo, por ejemplo, aquellos asociados con la alimentación. Disminuyen también músculos de las patas usados para  forrajeo y órganos como estómago, intestino e hígado, que prácticamente no usan durante los vuelos. Un Zarapito de pico recto (Limosa haemástica) puede volar más de 9.000 km desde los humedales orientales de Chiloé, en el sur de Chile, hasta el norte de Kansas, en Estados Unidos, durante 6 días sin parar para descansar o alimentarse.

Zarapito en humedal desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo
Zarapito en humedal desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo

Conservar y recuperar las poblaciones de las aves playeras implica sumar e integrar acciones a través de una serie de entornos geográficos, ecológicos y culturales. Los esfuerzos de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP) para conservar humedales y aves en la ruta migratoria del Pacífico de las Américas, abordan tres escalas: i)  sitios críticos, mediante ciencia, involucramiento de comunidades, buena gobernanza y manejo, ii) la escala nacional usando planes y estrategias nacionales como herramienta y iii) la escala de ruta migratoria, construyendo coaliciones y sumando esfuerzos de conservación a lo largo del Pacífico, el Atlántico y el Midcontinente.

Pilpilenes en el intermareal de la desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo
Pilpilenes en el intermareal de la desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo

Para resguardar los humedales y que las aves playeras puedan completar sus ciclos de vida se requiere voluntad política, decisiones y colaboración radical. Necesitamos más áreas protegidas, manejo efectivo, comunidades participando activamente de los procesos locales, acuerdos y buena gobernanza. Resulta esencial además fortalecer el cumplimiento y aplicación de leyes y regulaciones, buenas prácticas de los sectores productivos y extractivos e implementar medidas de adaptación al cambio climático a escala de hábitats.

Playeros blancos descansan en playa desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo
Playeros blancos descansan en playa desembocadura del río Maipo. Cortesía de Diego Luna Quevedo

Este nuevo Día Mundial de los Humedales es un recordatorio sobre la urgencia de tomar  acción en favor de la conservación de estos ecosistemas, para las comunidades, para la resiliencia climática, para la seguridad hídrica  y para las aves playeras, antes de que sea tarde.

Siluetas-de-Zarapitos-en-el-Estero-de-Tongoy.-Cortesía-de-Diego-Luna-Quevedo
Siluetas de Zarapitos en el Estero de Tongoy. Cortesía de Diego Luna Quevedo

Sobre el autor

Diego Luna Quevedo es Especialista en Política y Gobernanza de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras (RHRAP) desde hace 12 años. La RHRAP es una iniciativa internacional que tiene como misión conservar las aves playeras y sus hábitats a través de una red de sitios clave en las Américas. Actualmente abarca 112 áreas en 18 países, totalizando más de 15 millones de há de reservas.

En twitter @diegolunaq

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