Huemul Cerro Castillo ©Bárbara Tupper (12)
Huemul macho en el bosque, Cerro Castillo ©Bárbara Tupper 

Hasta entrado el siglo XIX, los huemules tuvieron una amplia distribución a lo largo de Chile. Desde Rangaua hasta Tierra del Fuego, era posible avistarlos en sus pequeños núcleos familiares que se multiplicaban en amplias zonas de Chile y Argentina. Tranquilos, sin muchas más amenzas que la de su predador natural -el puma- estos ciervos endémicos surandinos probablemente desconocían lo que vendría después. Hoy, son una especie acechada por el peligro de extinción. ¿Cómo estar a la altura de tan noble animal? ¿Cómo asegurar su protección? ¿Cómo, un día de primavera, pudimos verlos descansando en su hábitat, en medio de la Patagonia chilena?

«El huemul es una bestezuela sensible y menuda; tiene parentesco con la gacela, lo cual es estar emparentado con lo perfecto. Su fuerza está en su agilidad. Lo defiende la finura de sus sentidos: el oído delicado, el ojo de agua atenta, el olfato agudo. Él, como los ciervos, se salva a menudo sin combate, con la inteligencia, que se le vuelve un poder inefable. Delgado y palpitante su hocico, la mirada verdosa de recoger el bosque circundante; el cuello del dibujo más puro, los costados movidos de aliento, la pezuña dura, como de plata. En él se olvida la bestia, porque llega a parecer un motivo floral. Vive en la luz verde de los matorrales y tiene algo de la luz en su rapidez de flecha. El huemul quiere decir la sensibilidad de una raza: sentidos finos, inteligencia vigilante, gracia. Y todo eso es defensa, espolones invisibles, pero eficaces, del Espíritu”, apuntó de puño y letra la poetisa Gabriela Mistral en una columna publicada en 1925 en el diario El Mercurio. A través de sus poemas, sin embargo, fue más allá, dedicando poesías como “Cuatro tiempos del huemul” a este ciervo único del sur del mundo.

Huemul Cerro Castillo ©Bárbara Tupper (14)
Huemul, Cerro Castillo ©Bárbara Tupper 

En total, se estima que en el planeta quedan unos 1.500 huemules y que, aproximadamente, unos 200 (115 identificados) de ellos habitan en la Región  de Aysén, específicamente en el Parque Nacional Cerro Castillo. Eso dice el “huemulero” Francisco Cárdenas, guardaparques de CONAF en Cerro Castillo, que ha dedicado los últimos seis años de su vida a esta especie en peligro y quien, según calculamos juntos, ha visto huemules unas ¡1.800! veces en su vida.

Pancho, como le dicen los que lo conocen, habla con respeto y amor hacia estos animales, los cérvidos más australes del planeta. Para él, el huemul es identidad, y una de las especies más importantes en su vida: “ojalá la gente lo conozca y lo cuide. La idea es ver cómo lo ayudamos, cómo lo protegemos. Las personas buscan tomarse la “selfie” con los huemules, pero por eso es mejor manejar bien el turismo, y no interferir en su vida”, reflexiona el guía cuando hablamos de los encuentros de turistas con huemules.

Francisco Cárdenas ©Bárbara Tupper
Francisco Cárdenas ©Bárbara Tupper

La idea central de Pancho, a quien nos presentó Juan Eduardo Undurraga, apasionado empresario turístico de la zona y que vivió por más de cinco años en Río Ibáñez y Cerro Castillo, es comenzar a darle fuerza a los avistamientos guiados de huemules. No más de cinco personas en total, dice, para asegurar su cuidado.

El huemul es un animal históricamente arrasado y exterminado. Algunas de sus principales amenazas han sido la caza a principios del siglo pasado, la destrucción de su hábitat, la invasión de su entorno natural y hoy, además, en Cerro Castillo, la linfoadenitis caseosa -infección generada por una bacteria a través del ganado en la zona-, el ataque de perros que entran con cazadores de jabalíes y los atropellos de vehículos. Por todas estas razones es que aún cobra mayor sentido la propuesta de Francisco y de Juan. Conocer para proteger, dicen ellos, y cuando vives la experiencia de ver a un animal tan único como este en vivo, está claro que se cumple el objetivo.

Huemula Juvenil ©Bárbara Tupper (11)
Huemul hembra juvenil ©Bárbara Tupper 

El encuentro

Nos adentramos en plenas tierras de Rewilding Chile (ex Tompkins Conservation) en Cerro Castillo. Se trata de laderas y bosques de lengas adquiridos especialmente para proteger a los huemules de la zona que, a esta altura del camino, en plena carretera austral, cruzan constantemente la ruta asfaltada y corren peligro de ser atropellados por automovilistas que van, generalmente, a mayor velocidad de la que deberían.

Cerro Castillo ©Bárbara Tupper (2)
Vista al Cerro Castillo ©Bárbara Tupper 

Después de reunirnos con Pancho para una charla introductoria, él, Juan, Sebastián, Pablo y yo comenzamos un periplo que tardaría varias horas. Cruzamos cerros, bosques, arroyos; recorrimos planicies, vimos cóndores y caiquenes, montañas imponentes e inolvidables, árboles centenarios, flora austral y piedras de colores y -casi al final del día- nos adentramos en la última esperanza: un bosque tupido y sin sendero claro. No podría decir que veníamos desanimados, porque lo cierto es que desde un comienzo pensamos que los huemules -y es así con casi todos los avistamientos de fauna nativa- se muestran cuando ellos desean. De nosotros depende buscarlos, no encontrarlos. Y eso lo teníamos claro.

Caiquenes ©Bárbara Tupper (6)
Caiquenes en el camino ©Bárbara Tupper 

Habíamos partido antes del mediodía y, a eso de las cinco o seis de la tarde, corriendo un tupido velo de ramas y hojas secas, de las que colgaban algunos digüeñes ya viejos, fue cuando la vimos: una hembra juvenil de huemul estaba echada en una pequeña colina, apacible, tranquila, rumeando quizás unos dientes de león que tan apreciados son por estos ciervos mágicos en la época de primavera.

Huemula Juvenil ©Bárbara Tupper (10)
Huemul hembra juvenil ©Bárbara Tupper 

La mayoría de nosotros nunca había visto huemules en vivo en su hábitat, y es difícil describir la sensación, aunque sin duda unas palabras sensatas serían “experiencia espiritual”. Porque algo tiene el huemul que lo hace único, más allá de lo evidente. En la zona hablan de “fantasmas”, y tiene que ver con eso. Sigilosos, casi imperceptibles, suaves y elegantes. Fantasmas -les dicen- porque te das vuelta y ya no están, y ni siquiera sentiste uno de sus pasos.

La huemula juvenil se deja fotografiar, mira sin cuidado e impone silencio. Sobran las palabras y falta tiempo para contemplar tanta belleza. Sin embargo, en un momento dado algo la incomoda: son nuestros pasos cuando decidimos tomar la última fotografía y caminar un poco más cerca. Se trata de animales sensibles que al menor disgusto deciden retirarse, o te enfrentan dando patadas al piso, una señal inequívoca de que es mejor dejar su territorio, comenta Francisco al inicio de nuestra búsqueda.

Huemula Juvenil ©Bárbara Tupper (8)
Huemul hembra juvenil ©Bárbara Tupper 

Nos vamos. La tarde sigue su curso y el frío comienza a entrar livianamente, tan liviano como los pasos del huemul. Seguimos dentro del bosque caminando despacio, sin hablar. Unos metros abajo, hacia el lado izquierdo de la pequeña colina, un gesto. Pancho abre los ojos y señala: hay un macho mirándonos entre medio de los árboles. ¡Alegría! Qué regalo de la naturaleza, pienso. Más allá, vemos acercase a una hembra preñada que está “tanteando terreno”, a ver si le convence este macho como acompañante. Lo mira, se acerca, da la vuelta. Se va despacio. El macho no parece interesarse, ni por ella ni por nosotros, mientras mantengamos la distancia prudente para nuestro encuentro, que es de un mínimo de 10 metros, según asegura CONAF.

Huemul Cerro Castillo ©Bárbara Tupper (13)
Huemul macho, Cerro Castillo ©Bárbara Tupper 
Huemula preñada ©Bárbara Tupper (16)
Huemul hembra preñada ©Bárbara Tupper 

Son varias las instituciones que están dedicadas a la conservación del huemul en Cerro Castillo. Además de CONAF, los ya mencionados Rewilding Chile y Acceso Panam. Gracias a ellos, al esfuerzo de cada uno de los guardaparques y los integrantes del SAG- que continúan su lucha contra la linfoadenitis caseosa-, la población de huemules de la zona es estable. “Tenemos poblaciones en todos lados, menos en la estepa, porque no les gusta. Les gusta el bosque caducifolio y siempreverde (…). Tenemos 60 cámaras trampa que nos entregan información. Se ven más que antes, la población es variable pero se ha mantenido en el tiempo”, asegura Francisco.

Nos despedimos de este macho de cuernos envueltos en lo que parece un elegante terciopelo (los machos cambian sus cuernos cada año), y dejamos que las montañas nevadas y coloridas nos abracen en el camino de regreso. Larga vida al huemul, pienso, mientras miro por la ventana el atardecer patagón, tan generoso como estos habitantes sigilosos, “bestezuela sensible y menuda”, como dijo Gabriela Mistral.

P.N. Cerro Castillo ©Bárbara Tupper (5)
P.N. Cerro Castillo ©Bárbara Tupper 

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Dónde alojar: una casa que mira a las nieves eternas

La que fuera el hogar del empresario turístico Juan Eduardo Undurraga y la arquitecta Carolina Díaz, Casa Cerro Castillo es un chalet de montaña emplazado en uno de los miradores más espectaculares de la zona: con amplias vistas a los bosques y al cordón montañoso donde se aprecian, entre otros, el imponente Cerro Castillo y el glaciar El Peñón. La casa está a 5 minutos de la Villa Cerro Castillo, y ofrece una calidez inigualable.

Además del encuentro con huemules, en Casa Cerro Castillo hay muchas actividades a realizar de la mano de guías locales:

www.chaletcerrocastillo.com

Para el encuentro con huemules, además del paquete que ofrecemos en Ladera Sur Adventure, se puede contactar al guía Francisco Cárdenas en el +569 4408 35 67.

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