La historia de Gloria Vergara como mujer rural, comienza a los seis años cuando, junto a su madre, viajó desde su natal Santiago a Cunco, región de La Araucanía. Desde entonces conoció el campo y vibró con la vida campesina. Ahí encontró la libertad y se educó en un entorno natural lleno de vida. La ciudad ya estaba lejos y pensó que eso querría para siempre.

Pero a medida que fue creciendo, notó que esa libertad no se expresaba en algunos rostros ajenos, y que la mayoría de esos rostros eran femeninos. Entonces conoció la cara oculta de esa vida campesina, que a medida que crecía, se iba mostrando cada vez más visible. Así, ya siendo adulta, terminó por conocer algunas complejidades de vivir fuera de la ciudad y más aún siendo mujer. No obstante, lejos de opacarse, Gloria enfrentó cada obstáculo que se le interpusiera. Quería salir adelante y no iba a renunciar a eso.

Comenzó trabajando con cerdos, llegando a tener 300, pero una fractura en su hombro le impidió continuar en un trabajo tan físico, por lo que debió cambiar de rubro. Esta vez trabajaría con ovejas. Su negocio creció y rápidamente las ovejas llenaron el terreno donde vivía. Quiso cambiarse de casa, o comprar un lugar para seguir creciendo, pero no le daban créditos en el banco y los fondos concursables parecían ignorarla.

Esto la obligó a abandonar su emprendimiento y a repensar su futuro. Ingresó al Indap –Instituto de Desarrollo Agropecuario-, específicamente como dirigenta de Prodesal –Programa de Desarrollo Local- y todo cambió. Conoció a mujeres que como ella, no recibían apoyo. “Vi mujeres rurales con muy buenos emprendimientos, bien avanzados, pero que por falta de apoyo no podían continuar”, dice Gloria hoy.

Esa falta no respondía necesariamente a escasez de recursos, sino más bien a una realidad. “A las mujeres rurales muchas veces no les dan créditos porque no se cree en ellas. Ni siquiera en sus casas. Hay mucho machismo que les genera inseguridad y temores. Tampoco se les deja administrar proyectos, entonces parten con mucha desventaja”, concluye Gloria Vergara.

Fueron esas dificultades las que la motivaron a reunirlas. Se juntaron una tarde para abordar cada uno de sus problemas y realidades. Tomó apuntes y volvió a juntarse. Así hasta formar oficialmente la Mesa de la Mujer Rural, una organización que apuesta todos los días por esas mujeres que tienen mucho que aportar a la comunidad, pero que deben sortear barreras a veces muy difíciles. Gloria cuenta que “tenemos casos de violencia intrafamiliar, donde no las dejan independizarse y no reciben el apoyo de la familia que tanto necesitan”.

Al comienzo le tomó tiempo organizar al grupo, pero con el correr de las semanas y gracias al boca en boca, fue sumando nuevas integrantes. Luego llegó el programa Balloon Internacional de Cunco 2015, que a juicio de Gloria Vergara: “fue una vitrina importante. Un aporte genial que nos ayudó a contactarnos y a ordenarnos. Muchas mujeres temerosas, se fueron entusiasmando”.

Actualmente, y también gracias al aporte del Indap, la Mesa de la Mujer Rural cuenta con 46 emprendedoras de la comuna de Cunco. Se trata de una red de vinculación y trabajo colaborativo, cuyo fin es potenciar cada uno de los emprendimientos, como la artesanía en lana, hortalizas, procesos de curtido, crianza de aves, agronomía, turismo rural y gastronomía por nombrar algunos.

Orgullosa, Gloria Vergara cuenta cómo la organización ha ido tomando forma y fuerza. “Nuestra agrupación es activa e inclusiva y está logrando avances importantes. Además, el equipo se ha consolidado mucho. Una vez tuve que abandonar la mesa por 6 meses para cuidar a mi madre, y cuando volví, había avanzado mucho. Todo un éxito”.

Además, la Mesa de la Mujer Rural está abordando temas que van más allá de cómo mejorar las ventas y la productividades de sus emprendedoras. Actualmente, por medio de charlas, se están abordando temas sociales que puedan empoderar a la agrupación, donde la violencia contra la mujer es uno de los principales tópicos.

De forma paralela a la mesa, Gloria Vergara pudo emprender venciendo todo tipo de adversidad. Su terreno, que alguna vez estuvo lleno de ovejas, hoy lo cubren miles de frutillas que cosecha para luego vender.

Desde la paz y libertad de su campo, habla de la mujer rural, de la importancia de que emprendan con seguridad y manda un mensaje: “El que no se arriesga no gana. A veces una es temerosa a arriesgarse, pero hay que cruzar el río. Invito a la mujer rural a que se crea capaz de hacer cosas, a unirse a la mesa, que hoy cuenta con mujeres empoderadas, valientes y osadas en el buen sentido de la palabra”.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...