Todo empezó en 2008, con una búsqueda en Google Earth. Recorriendo virtualmente los senderos prehistóricos entre las secas y desérticas altitudes de la Pampa del Tamarugal, el arqueólogo experto en geoglifos Luis Briones aportó, de acuerdo con sus mismas palabras, con “un eslabón a la historia humana no descrita de los pueblos que habitaron los Andes”. Una huella para avanzar en el entendimiento de la historia del pasado americano, que recibió el nombre de “Geoglifo Sol de Retamilla”.

De ahí en adelante, el paso siguiente fue programar la búsqueda de la figura observada por las pantallas. Tras meses de preparación para acceder a un lugar difícil e intentos frustrados de entrar por vehículo, el arqueólogo, junto a su equipo, recurrió a un campamento base y caminatas basándose en coordenadas que lo llevaron a la planicie donde estaba lo que anticipó el primer encuentro virtual.

Observar el geoglifo en terreno ayudaba a complementar la primera imagen, ahora claramente desde la planicie horizontal. Se trataba de una forma que está compuesto por círculos concéntricos. El más grande y exterior tiene dieciocho almenados de 20 metros de diámetro. Y en el lado este (con vistas a la montaña), entre dos almenados hay una figura antropomorfa -o similar a la figura humana- con los brazos levantados.

©Cortesía Espíritu de Chile Wines
©Cortesía Espíritu de Chile Wines

“Quizás lo más relevante fue el hecho de alcanzar el objetivo con cierto esfuerzo y en equipo con dos jóvenes estudiantes de arqueología. Más aún, con la claridad que teníamos ante nosotros un geoglifo no visto (…) Después de que llegaron los europeos, esos mensajes simbólicos perdieron vigencia y sentido. Fue un corte radical a la ingeniosa posibilidad que inventaron los pueblos andinos por transmitir y compartir mensajes, ideas, valores, identidades y dominios, entre otras cosas”, comenta el arqueólogo Luis Briones.

Así, el trabajo siguiente fue observar los detalles, la orientación y todos los elementos posibles para avanzar en entender esta manifestación de arte rupestre. Algo que más adelante, ayudaría a interpretar algunos significados del geoglifo, empezando desde una consideración básica: cualquier discurso sobre él debe incluir el contexto andino. Es decir, su relación con las montañas, la subsistencia y la cosmología, como un entretejido de la vida andina, es fundamental.

El paso de las caravanas y los rituales

Partiendo desde la base, los geoglifos se entienden como expresiones gráficas, de carácter simbólico que reflejan el pensamiento humano, sus creencias religiosas, sus relatos históricos, sus maneras de “ver” el territorio al que pertenecen, ente muchas otras cosas.

Son así, formas de comunicación que, según explica Briones, se suelen ubicar en contexto con senderos de diferentes caravanas, que pueden medir entre cinco a cien metros de ancho: “En el caso del Sol de Retamilla, el sendero pasa por una pampa a escasos tres metros del geoglifo, en sentido sur-norte y viceversa. Lo clasifico como un sendero indio pre-inca, principal longitudinal, que en el tiempo de la dominación inca se le conoció como parte del Capac Ñan o camino inca”.

©Sendero tipo rastrillo. Tramo Tramentica-mani ©Luis Briones
©Sendero tipo rastrillo. Tramo Tramentica-mani ©Luis Briones

Así, la ubicación del Geoglifo Sol de Retamilla es importante, por ejemplo, para saber el tipo de sendero en el que se contextualiza y a las comunidades que interconecta o relaciona, que son la localidad de Calatambo y el pueblo de Tarapacá, que están distantes en 80 kilómetros, y que no tienen ninguna fuente de agua entre su trayecto.

Ahora, también existe una relación de los geoglifos con las caravanas y los rituales. De acuerdo a Briones, en general su función es de “señalizar, marcar, anunciar, ritualizar y ofrendar culto a las divinidades protectoras de la caravana. Los códigos graficados como geoglifos están respondiendo a la necesidad de comunicar simbólicamente mensajes que sus autores y congéneres contemporáneos sabían leer”.

De hecho, según un estudio desarrollado por el mismo arqueólogo, “los geoglifos tuvieron una clara intención en el ritual caravanero y que fueron hechos en espacios abiertos, accesibles y protegidos, por medio de métodos durables, ellos no solo son reutilizables, si no también puntos centrales de rituales”.

Así, estas caravanas que conectaban las tierras altas y bajas del norte de Chile, por motivos de subsistencia y trueque ritual, tenían un grado de cosmovisión que se acompañaba en la adoración de las deidades de las que dependían sus actividades. Entre éstas, la importancia de las montañas como reguladoras del medio ambiente (como el volcán Tata Jachura al este, donde apunta la figura antropomorfa del geoglifo, importante en las leyendas del norte de Chile) y el sol, la deidad mayor.

La importancia del sol

El sol, para el mundo andino, es la explicación del origen, vida, energía, calor y día. Es una divinidad mayor y la representación de la imagen solar reafirma esto. “Todo lo que compete al sol, tiene en la cultura andina una lógica explicación; su nacimiento da origen al día, su descanso u ocaso a la noche. El calor, la energía y la luz a todo tipo de vida. En la agricultura, los ciclos están marcados por la presencia o ausencia del sol. El descanso en las largas noches de invierno, las siembras entre el invierno y la primavera, y las cosechas en el verano. El ganado con igual ritmo donde todo está sujeto por la presencia solar”, dice Briones.

En este sentido, aparece el término de astronomía cultural, que estudia las percepciones y concepciones que se refieren a lo celestial, por parte de grupos humanos. En palabras de Briones, como productos sociales que conforman cada cultura: «En la andina se sintetiza la concepción del origen del mundo y de la vida en el comportamiento del astro solar, los planetas, sus satélites, la vía láctea y otras manifestaciones del universo. El conocimiento, por parte de los amautas, del comportamiento de cada uno de éstos, es muy importante por cuanto permite marcar ciclos en la agricultura, ganadería y la vida humana, por consecuencia, en la economía, la religión y el desarrollo de la sociedad”. Así, se han manejado hipótesis que justifican la existencia de esta figura solar para señalar o marcar las fechas de los solsticios.

Ahora, los sitios arqueológicos registrados en el desierto de Tarapacá son escasos, pero se pueden destacar algunos como el Geoglifo Sol de Cerro Rosita, el ubicado en la Quebrada de Camarones, los soles de Cerro Inti, del Vado o Sendero de Pica.

Geoglifo Sol de cerro Rosita. Comuna de Huara ©Luis Briones
Geoglifo Sol de cerro Rosita. Comuna de Huara ©Luis Briones

Todas estas demostraciones de arte rupestre significan, según profundiza Briones, “una alternativa más que arqueólogos y rupestrólogos disponen para entender y conocer nuestras culturas ancestrales, sus diferencias, sus semejanzas, su grado de desarrollo, sus influencias, conflictos y cosmovisiones, de acuerdo con cada pueblo o grupo social posesionado de un territorio determinado”.

En este sentido, dice, son ayudas que nos ayudan a relatar parte de las historias de los pueblos, sus conflictos, conquistas, temores y logros de la sociedad humana. Así, en palabras del arqueólogo, “descubrir un geoglifo no es más importante que descubrir otro objeto o manifestación del pasado americano”. De esta manera, cada huella y detalle del pasado tienen algo que contarnos de la compleja historia pasada de las culturas del norte de Chile.

Geoglifo Sol de Retamilla desde un drone ©Luis Briones
Geoglifo Sol de Retamilla desde un drone ©Luis Briones

*El descubrimiento del Geoglifo Sol de Retamilla, significó para Espíritu de Chile Wines una actualización de su logotipo e incorporación a todas las etiquetas que conforman el portafolio de 3 rangos, Explorador, Intrépido y Viajero. De esta forma, se busca entregar a las personas un producto que conecta con parte de nuestra historia ancestral.

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