En la Región de Aysén, Chile, los inviernos vienen acompañados de fuertes condiciones climáticas, entre bajas temperaturas y lluvias imparables. Parece que este es un día más sereno en Puerto Río Tranquilo o, por lo menos, el clima no hace que la llamada telefónica se corte. El día anterior, en cambio, el científico Isaí Madriz (39) tuvo que devolverse de su corta expedición que, aún no siendo extrema, no le permitió mantenerse una noche fuera de su casa.

Cada vez que este entomólogo, zoólogo y biólogo marino emprende rumbo a sus exploraciones, va en busca de insectos desconocidos en la Patagonia. Aquellos que habitan muchas veces en lugares inhóspitos y recónditos del sur del mundo que tienen, en sus pequeños cuerpos, información de siglos de vida para poder contar. Isaí también los llama, metafóricamente, fósiles vivientes.

Isaí Madriz ©Anand Varma
Isaí Madriz ©Anand Varma

Los conoció al empezar su Doctorado en la Universidad Estatal de Iowa, Estados Unidos (EE.UU.), y no se despegó de ellos. “Antes de eso los conocía solo como insectos poco comunes. Empecé a ver que hay insectos que han cambiado muy poco desde la época Jurásica, que todavía siguen en el mundo, pero que normalmente los encuentras en lugares con poco impacto humano y que están muy alejados. Ahí empecé a ver estos grupos de insectos relictos, con elementos gondwánicos”.

Para poder encontrarlos, empezó a viajar a Chile. Primero en 2013, luego en 2015, hasta instalarse en 2017. Hoy, tiene la habilidad de poder encontrar estos insectos, siendo el único en el mundo en poder identificar ciertas especies. El primero en encontrar varias de ellas y de los pocos con la misión especial de dar a conocerlas para compartir su pequeña gran labor y potenciar lo que más lo motiva: su conservación.

Tras las fronteras en búsqueda de insectos

Como todo niño, Isaí tuvo acercamientos a los insectos cuando pequeño. Era algo propio de jugar en el exterior: bajo las rocas, en la vegetación, escondidos en los riachuelos o volando cerca. No era nada ajeno para nadie, sino, como él dice, las primeras formas de vida que podemos observar con detalle. Primero los vio en su país natal -México- y luego, desde los años 90′, en los Estados Unidos, donde emigró junto a su familia. Fue, finalmente, el trabajar por la conservación y su preocupación por los impactos antrópicos en el mundo, lo que lo motivó a dedicarse a la entomología.

“Empecé a ver diferencias y similitudes (sobre el conocimiento de la biodiversidad) entre ambos países. También el avance de los humanos hacia áreas más remotas, con impactos graves a la biodiversidad. Uno está acostumbrado a los vertebrados y lo que se ve con binoculares, pero cuando te empiezas a meter al micromundo ves cómo impactan ciertas actividades a ambos. Muchos vertebrados se alimentan de insectos. Y no solo de una especie, sino de muchas de invertebrados. Cuando ves el impacto tan grande, surge la necesidad de conservar los organismos que realmente mantienen la cadena trófica”, explica Isaí.

Isaí Madriz ©Anand Varma
Isaí Madriz ©Anand Varma

Así, su camino lo llevó desde el Estado de Chicago, en el país norteamericano, hasta California, donde empezó sus estudios universitarios. Un recorrido de viajes y países que, finalmente, lo llevaron a instalarse en la Patagonia chilena, específicamente en la Región de Aysén. Lo que lo atrajo, en un principio, fue la familia de las moscas grullas primitivas muy rara (Tanyderidae). Estas evolucionaron de un ancestro en común que se ha articulado en los últimos 100 años. Isaí hizo una revisión mundial de ellas, viajó a estudiarlas y encontró una especie nueva para la ciencia.

– ¿Cómo ha sido la recepción de tu familia durante todo este proceso?

– (…) Poco a poco, mi familia empezó a comprender por qué decidí irme tan lejos: acá yo veo que una persona sola, puede tener más impacto. En EE. UU. o México, como comparación, me tomaría décadas poder hacer que la gente me tome en serio. Acá tengo el apoyo de la gente que vive en los alrededores de las áreas que yo estudio que se empiezan a interesar por proteger la misma biodiversidad. Nada más empezar a proteger y a tener la información. O sea, no tengo que esperar a publicarla o tener un gran renombre científico para que la gente empiece a tomarte en serio aquí.

Los desconocidos del fin del mundo

Los fósiles vivientes que estudia Isaí son pequeños insectos que no sobrepasan el tamaño de una chinita de arlequín (Harmonia axyridis). Muchos grupos de ellos fueron descubiertos hace años por científicos que sabían dónde encontrarlos. Otros, se descubrieron porque los profesionales dejaron una trampa y los vieron ahí cuando volvieron a sus laboratorios. “Esto demuestra que no es nada fácil encontrarlos. Nadie sabe dónde se alimentan y lo único que se sabe de ellos es porque hay un espécimen en un museo del hemisferio norte. Es decir, se describió morfológicamente, pero no se sabe de qué se alimenta o si es acuático, por ejemplo”, explica Isaí.

De esta forma, su trabajo es reunir información sobre ellos para incluirlos en su árbol genealógico de forma adecuada. Él estima que ha podido identificar 64 especies, aunque, dice, este número se puede incrementar significativamente una vez que recurre a expertos en Norteamérica que saben sobre las familias en las que él no es experto.

Aun así, con las especies que ha identificado y sus constantes exploraciones para encontrarlas, para él es difícil encontrar las palabras para describir lo que se siente toparse e identificar a alguno de estos insectos.

Isaí Madriz ©Anand Varma
Isaí Madriz ©Anand Varma

“Nadie en el mundo ha visto esta especie, tú eres el primero que las ve, hay una mezcla entre emoción en que quieres que la gente vea lo bella que es. Cuando encuentras algo interesante de su comportamiento quieres que la gente lo vea y al final de toda esta emoción instantánea te pones a pensar en cómo puedo hacer esto, cómo puedo explicar esto que acabo de ver en algo escrito para que la gente le importe. Lo más difícil con los insectos es poder cambiar esa percepción de que son cochinos o simplemente los encuentras en cualquier lado”, dice.

-Dentro de tu biografía comentas que el estudio de estos insectos desaparecidos puede ayudar a conocer la historia de la deglaciación de la Patagonia Norte. ¿Qué nos dicen ellos sobre esto? 

-Yo los utilizo como centinelas de cambios abruptos del ecosistema en el que estos organismos viven. En este caso los insectos acuáticos porque en la familia que yo estudié durante mi doctorado, las larvas son acuáticas. Es acotado porque solo las encuentras en el cauce dulce acuícola. Por lo tanto, lo primero es identificar los grupos que son raros. Ahí hay diferentes niveles. El primer nivel es entender cuáles son los grupos más comunes. Después identificas los menos comunes. Cuando ya sabes exactamente a qué linaje pertenecen y que son fósiles vivientes, tienes que poder entender cómo es que este grupo, en comparación a los más comunes, ha vivido en esta área durante más de 150 – 200 millones de años. Algo tienen que estar haciendo bien porque otros grupos se extinguieron durante todo este transcurso. Por lo tanto, estos grupos por ser tan antiguos han tenido un lugar importante en el ecosistema. Pero como son pocos, no sabemos qué es lo que hacen porque nadie se ha tomado el tiempo de saber dónde los encuentran, de qué se alimentan y cuál es el impacto que tienen o que tiene si hay especies extintas. ¿Cómo esto se va haciendo más grande? El utilizar a estos insectos como centinelas del cambio climático o deglaciación es muy importante. Si unos insectos viven en un ecosistema pequeño en el río, necesitan un flujo de agua con cierta fuerza. Los cauces de agua dulce que vienen directamente del glaciar. Entonces si el glaciar empieza a derretirse, el cauce el río va a incrementar y si el flujo de agua sobrepasa el límite de lo que esta especie puede sobrevivir, esas especies van a ser desplazadas a otras áreas del río en donde puedan sobrevivir. Lo que hacen es que se acaban yendo más cerca de los glaciares.

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Isaí Madriz ©Anand Varma

– ¿Hay alguna especie a la que le tengas más cariño?

– Al principio sí lo tenía y era el grupo del que yo soy el experto (dípteros antiguos), pero no me lo puedo apropiar. Pero el hecho de que yo pasé cuatro años estudiando una familia a nivel mundial con 40 especies, le acabas teniendo cariño. Entonces si alguien publica alguna cosa mal hecha, me da rabia el hecho de que ellos no puedan entender lo bella que es esa especie. Me enfurece cuando no le dan el respeto.

El Dragón de la Patagonia y los aprendizajes compartidos

La primera vez que Isaí escuchó sobre el dragón de la Patagonia (Andiperla sp.), pensó que se iba a encontrar con una lagartija en medio de glaciares. Pero se trataba de un pequeño insecto del que no se sabe exactamente por qué se le llama así. Lo que sí es popular, es que en los tours guiados al Glaciar Exploradores, es una especie de “hito” encontrarse con él o escuchar el latigazo del Diablo, cuando una masa de hielo se mueve y fractura el glaciar. Ambas opciones son poco comunes.

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Así fue como guías conocidos en Puerto Río Tranquilo le empezaron a mandar fotografías sobre el dragón. “Ahí me di cuenta de que ninguno de los guías con los que yo iba estaban realmente capacitados para hablar del dragón.  Hablaban de lo que habían encontrado en ubicaciones populares, pero no se habían metido a las publicaciones científicas porque la primera especie que fue descrita fue en francés y la segunda, que fue descrita en 2018, fue en inglés. No había nada en español, salvo una recopilación de información para el Ministerio de Medio Ambiente que es muy científica”, cuenta Isaí.

Ahí fue cuando viajó a explorar, decidido por contar la historia del dragón y transmitirla a los guías. “Empecé a ver que podía tratar de encontrar toda la información que yo pudiera de él, pasarle la información al guía para que pueda dar una mejor experiencia a los turistas y, a la vez que ellos se interesen por la biodiversidad acotada que hay en los glaciares”.

Así, estudió, conoció, escribió un libro que está casi terminado y también, fue aprendiendo de los mismos guías.

Isaí Madriz ©Anand Varma
Isaí Madriz ©Anand Varma

-Todo esto implica expediciones. En verano cuando las condiciones climáticas son mejores, que puede incluir el uso de bicicletas, backrafts, toda una parte de exploración física. ¿Cuál es la relación entre ciencia y las exploraciones? ¿Cómo es tu preparación física para las expediciones? 

-La ciencia es exploración. Lo que trato de hacer con las exploraciones (entendiéndolas como sacrificios físicos) es no ir a lugares remotos solo para ser el primero que descubrió algo. Cuando yo hago una expedición y veo que alguien fue para allá, trato de contactarlo para saber cuáles fueron los problemas que tuvo para prevenirlos. Incorporo mis conocimientos en las exploraciones entonces antes de ir, aparte de la planeación y el equipo, veo qué es lo que puedo encontrar allá y cuáles son las familias para prepararme en mi laboratorio y poder encontrarlos para comprender si hay una especie nueva y cómo se relaciona con el medio ambiente (…). Toda esa preparación mental es una algo que nadie me puede dar porque soy el único que lo hace. La preparación física depende de dónde me vaya a meter, tengo que estar preparado para poder cruzar todo el terreno geográfico. Tengo que aprender todo eso, jamás fui guía certificado, aprendo por mi propia cuenta. Hay colaboración si yo voy con guías al hielo: ellos aprenden de todo lo que les estoy diciendo para dar un mejor impacto y yo aprendo de ellos que cómo cruzar grietas de hielo (…).  Todo el tiempo voy analizando lo que van haciendo, hago preguntas y de esta forma yo voy teniendo una preparación para hacerlo de la manera adecuada.

Las historias y lo visual para conservar

Para Isaí, hay dos cosas que son claves para poder dar a entender la importancia de estos insectos y su conservación: lo visual y las historias. Se puede transmitir la belleza de las especies, por ejemplo, a través de la fotografía. Con una bonita imagen, las personas pueden cautivarse para entender más: por qué su nariz es así, por qué está en la espalda. Es fomentar la curiosidad.

Por eso, a su mochila siempre suma 10 kilos más en equipos fotográficos. Y ahora último ha entrado en el mundo de los documentales.

Isaí Madriz ©Anand Varma
Isaí Madriz ©Anand Varma

Eres además fotógrafo y como explorador de National Geographic, has participado también en videos y documentales ¿Por qué es importante la comunicación audiovisual de estos temas para la conservación?

-Los últimos 10 meses he estado trabajando en documentales. Antes de eso era nada más yo como científico loco. Saliendo de una expedición hace año y medio estaban acá un par de productores y empecé a conversar con ellos sobre lo que yo hacía. Así fue como se empezó a correr mi nombre en el área de las producciones y los documentales. Vieron que la preparación académica que tengo y que estoy preparado para trabajar con cualquier animal, en cualquier parte del mundo. Dejaron de verme solo como entonces salieron un par de oportunidades de trabajar en los documentales. Trabajando con ellos, empecé a reforzar mi creencia de que, si quieres tener un impacto, la gente tiene que entender la información que tu das y el humano hay dos maneras en que entiende información: debes tener una muy buena historia y algo visual.

De esta manera, Isaí fue poco a poco fue entrando en el mundo de los videos. Solo necesitaba hacer movible lo que él capturaba en una toma estática, junto a una buena cronología y relato. Y usó la misma técnica para aprender de las exploraciones físicas con los guías: “cuando me di cuenta de que podía hace documentales, que jamás lo había pensado. Fui a terreno con estas personas a aprender que es lo que están haciendo para ver qué de lo que ellos hacen yo lo puedo ocupar más adelante para cuando tenga la cámara adecuada”.

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Isaí Madriz ©Anand Varma

En esa línea también vienen sus próximos pasos. El seguir haciendo su labor de ahora, buscando darle un impacto positivo al mundo. De ir a terreno cada vez y volver con una especie nueva, solo que expandiéndose de a poco. Tengo todo el entrenamiento que necesito para hacer este trabajo, lo de ahora es poder tratar de conseguir el apoyo para el material que necesito y poder ir más lejos”, dice.

Con esto sería más fácil dar a conocer la biodiversidad de invierno, la de áreas más remotas. De llegar antes de que otro llegue con intereses de explorar la zona a costa de la biodiversidad y mostrar lo que hay ahí. Aquello que hace el lugar único, sin importar lo pequeño o grande que sea de tamaño. “Cuándo tú das esa información, se les abren los ojos y quieren preservar lo que veían como un estorbo”, dice.

Con esa mentalidad, busca volver a tomar su mochila, sus equipos, su laboratorio y poder encontrar a estos pequeños fósiles vivientes que, sin duda, algo tienen que contar.

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