La crianza es una labor especial, compleja y llena de matices, en cada ser de la naturaleza. Las aves no son la excepción, y es la elección del sitio para construir el nido uno de los factores más relevantes para la sobrevivencia de sus polluelos. Sin embargo, los territorios escogidos con mayor frecuencia no serían, necesariamente, los más adecuados para proteger a huevos y pequeños emplumados, frente a la amenaza de los depredadores. Así se pudo constatar en cinco especies que habitan Isla Navarino, en Cabo de Hornos.

Cachudito ©Rocío Jara
Cachudito ©Rocío Jara

Se trata del cometocino patagónico (Phrygilus patagonicus), cachudito (Anairetes parulus), zorzal patagónico (Turdus falcklandii), fío fío (Elaenia albiceps) y chincol (Zonotrichia capensis), los pájaros con nidos de copa abierta más abundantes de estos bosques, los más australes del mundo. Ellos fueron, precisamente, el foco de una investigación liderada por Rocío Jara, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, del Programa de Conservación Biocultural Subantártica de la Universidad de Magallanes y la Universidad de North Texas.

Entre 2014 y 2017, la ecóloga se movió sigilosamente entre los árboles de la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, para buscar y luego monitorear 104 nidos, pertenecientes a estas cinco especies, tareas que además fueron respaldadas por la instalación de cámaras trampa, que permitieron capturar imágenes de los nidos. ¿Qué lugares eran los más escogidos por los pájaros para nidificar? ¿Cómo les iba con esta elección? ¿Quiénes eran los mayores depredadores de sus huevos y polluelos?, fueron algunas de las interrogantes planteadas en el estudio que fue publicado en la Revista científica PeerJ y que arrojó varias sorpresas, según comenta la investigadora, actualmente radicada en Estados Unidos.

“Existen distintas hipótesis sobre las estrategias que utilizan las aves para seleccionar el lugar donde ubicar sus nidos. Una de las más reconocidas, es la cantidad de follaje, es decir, de hojas que lo cubra. El follaje ayudaría a evitar que aves rapaces y mamíferos depredadores escuchen a los polluelos y los huelan fácilmente. Por lo tanto, de acuerdo a ello, las aves que ubican los nidos en lugares que estén más protegidos con vegetación deberían tener mayor probabilidad de que sobrevivan sus polluelos. Nosotros  propusimos otra hipótesis en que las aves debieran ubicar sus nidos en lugares que físicamente se alejen de su amenaza, en lo que denominamos ‘hipótesis de proximidad del depredador'», explica la investigadora.

Nido de cometocino ©Rocío Jara
Nido de cometocino ©Rocío Jara

Esto último implica que ante la gran presencia de aves rapaces, como el tiuque, los nidos debieran situarse alejados de la copa de los árboles (es decir, más cerca del suelo), mientras que si existe presión de depredadores terrestres nativos como güiñas, zorros, e invasores como perros, gatos o visones, los nidos debieran alejarse del suelo.

En el caso concreto de isla Navarino, como las aves evolucionaron en ausencia de depredadores terrestres, estas deberían ubicar sus nidos alejados de la copa de los árboles. Además, debido a la introducción de potenciales depredadores terrestres en las últimas décadas los nidos que se ubican más cerca del suelo tendrían menos probabilidades de sobrevivir.

Pichones de cometocino ©Rocío Jara
Pichones de cometocino ©Rocío Jara

El estudio arrojó resultados insospechados. Si bien se demostró que los pájaros tendían a construir sus nidos alejados de la copa de los árboles, prefiriendo espacios cubiertos con mayor sotobosque -área del bosque que crece cerca del suelo, compuesto por hierbas y árboles jóvenes-, estos lugares disminuyeron la sobrevivencia de huevos y polluelos. Además, los nidos ubicados en el suelo no necesariamente tuvieron menor sobrevivencia.  ¿Cómo se explica esto?

Trampa ecológica

“Pudimos ver que las aves seleccionaban lugares para sus nidos, que al final eran más riesgosos y no les garantizan la sobrevivencia. Esto es uno de los hallazgos más curiosos. En ese contexto, es posible que los pájaros de Isla Navarino estén en una trampa ecológica, pues evolucionaron implementando ciertas estrategias para la sobrevivencia que hoy no están siendo efectivas. Y eso podría explicarse por la reciente presencia de especies introducidas como perros, gatos y visones, por el aumento de la abundancia del tiuque, o bien por algún efecto que no hemos logrado detectar”, comenta la científica del IEB.

Perros y sus cachorros captados por cámara trampa en Isla Navarino. ©Juan Contardo
Perros captados por cámaras en Isla Navarino (otro estudio) ©Juan Contardo

Por otro lado, la observación constante y las cámaras trampa -que se activan con movimiento o calor- demostraron que de 98 nidos monitoreados, en la mitad de ellos los polluelos no lograron sobrevivir, y que la mayor tasa de éxito fue para el cachudito, seguido por el cometocino, luego el zorzal y el fío fío. En tanto, el éxito reproductivo del chincol varió mucho dependiendo de la etapa del nido (huevos versus polluelos) y la presencia de cámara trampa.

En este contexto, se demostró también que la depredación era el factor más importante en la disminución de sobrevivencia de los nidos (71%), algo esperado por los investigadores. El tiuque- ave rapaz nativa- resultó ser el animal más implicado en este fenómeno, con un 87% de responsabilidad en el total de casos en que pudieron identificar al depredador, mientras que el visón -especie invasora- fue responsable del 7%.

Chincol ©Rocío Jara
Chincol ©Rocío Jara

Sin embargo, hubo un gran porcentaje de nidos depredados, cuyo rápido y astuto responsable no logró ser identificado ni por las cámaras ni por los investigadores.  “De 36 nidos depredados, en 21 (58%) de ellos no pudimos saber qué animal lo hizo, y eso es un porcentaje muy alto. Esos animales no debieran ser tiuques, ya que en nuestros registros pudimos observar que una vez que el tiuque encontraba el nido, se tomaba varios segundos – incluso minutos – para acceder y extraer los polluelos, tiempo que sería suficiente para activar la cámara. Creemos que estos casos de depredadores desconocidos podría ser un animal muy rápido o muy pequeño. Pensamos que es poco probable que sean ratones, porque en otras imágenes pudimos ver que a pesar de que éstos sí pasan por los nidos, no se llevan ni atacan a los polluelos, y los padres vuelven atender su nido sin problemas. Por eso tenemos como principal sospechoso al visón, pues sabemos que este animal busca estos lugares más cerca del sotobosque para protegerse y desplazarse. Sin embargo, todavía no podemos comprobarlo y necesitamos hacer más estudios”, asegura Rocío Jara.

Depredadores claves

Una posible explicación a esta trampa ecológica, según advierte el estudio, es el incremento de tiuques (M. chimango) en Isla Navarino, asociado al desarrollo urbano. Este depredador nativo, que habita entre las regiones de Atacama y Magallanes, incluyendo zonas urbanas, podría haber aumentado de forma desmedida en Puerto Williams, poblado cercano a donde se realizó este estudio. “En este sector existe un vertedero y hemos visto a muchísimos tiuques que aprovechan ese espacio para alimentarse, y creemos que eso podría estar influyendo en el aumento de su población. Y claro, si hay una gran abundancia de un depredador, esto podría generar un desbalance en la comunidad”, afirma la científica.

Tiuque en el sur ©Paula Díaz Levi
Tiuque en el sur ©Paula Díaz Levi

Pero si el tiuque es un ave rapaz, ¿por qué los nidos mas alejados de la copa de los árboles no sobrevivieron más? Rocío Jara explica que los tiuques no se caracterizan por tener buena vista, a diferencia de otras aves rapaces. Para encontrar sus presas se posan sobre una rama no tan alejada del suelo y observan, así como también sobrevuelan a muy baja altura escaneando el sotobosque, lo que genera un peligro a nivel del suelo y no sólo aéreo. Así, el que los nidos estuvieran protegidos por vegetación en zonas más bajas, no sería impedimento para que los tiuques encontraran a sus presas.

El caso de los visones, también genera preocupación en la comunidad científica y el equipo investigador. Este mamífero carnívoro, originario del hemisferio norte, es una especie exótica invasora que ha ocasionado gran impacto en la fauna y en los ecosistemas del sur. Desde su introducción a Chile y Argentina a mediados del siglo XX -para el desarrollo de la industria peletera, dedicada a la elaboración de cueros y pieles- la especie se ha adaptado a sus nuevos hábitats, expandiéndose de forma vertiginosa. Aves, pequeños roedores y peces, son sus principales blancos para alimentarse.

Visón (Neovison vison) en isla Navarino ©Ramiro Crego
Visón en isla Navarino ©Ramiro Crego

Ante este panorama, la científica advierte que es fundamental poner atención a estos depredadores y continuar explorando el mundo de las aves patagónicas y su relación con el medio que las rodea, incluyendo factores que podrían aumentar su fragilidad, como es el cambio climático.

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