Los problemas ambientales y sociales que enfrenta el mundo en el siglo XXI, plantean grandes retos para que los países puedan avanzar hacia un futuro sustentable como el que busca la ONU a través de su Agenda 2030 de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).  Ésta  llama a adoptar medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad.

Desafíos de esta envergadura, sin duda, requieren de la transformación de los valores que suelen regir la relación entre personas y naturaleza, la interacción y comunicación humana, y los patrones de producción y consumo que actualmente tenemos como sociedad. Es decir, requiere de un cambio en el nivel de conciencia y estilo de vida de las personas, para lo cual es necesario desarrollar e implementar una nueva forma de educación: la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS), promovida por las Naciones Unidas y asumida como compromiso por el Gobierno de Chile el año 2004 en la Reunión UNU-APEC Education Network, en Japón. La EDS se define como una herramienta esencial para transformar creativamente la sociedad a través de la educación formal, no formal e informal, entendida esta última como el proceso de aprendizaje continuo de una persona dentro de su ambiente social, laboral y familiar.

La Educación para el Desarrollo Sostenible apuesta al desarrollo de una nueva ética que abarque a todos los seres vivos, para que las sociedades humanas vivan en armonía con la naturaleza de la que dependen para su supervivencia y bienestar. Busca fortalecer los conocimientos, habilidades y actitudes que posibiliten a niñas, niños, adolescentes, jóvenes y adultos reflexionar y tomar decisiones fundamentadas para actuar en sus respectivos contextos –sea la familia, la escuela, el barrio, la comuna, la ciudad o el país– como un ciudadano comprometido en la resolución de los problemas sociales, económicos, culturales y medioambientales.

Dentro de sus principios, la EDS destaca la importancia de educar al aire libre, porque es ahí, en la naturaleza, que se da el escenario ideal para desarrollar tales conocimientos y habilidades. Nos referimos a la capacidad de trabajar colaborativamente, de generar comunidad;  de desarrollar un liderazgo centrado en la Tierra, un pensamiento sistémico y crítico; y de fortalecer el respeto y valoración por la diversidad en todos sus ámbitos. Es en la naturaleza, además, donde se comprenden de mejor forma las relaciones e interconexiones existentes entre los sistemas naturales y sociales, y se entiende con mayor claridad la importancia de los factores socioculturales en el origen de los problemas ambientales.

©Leslie Science & Nature Center
©Leslie Science & Nature Center

No es casual, de hecho, que en muchos países desarrollados la tendencia de las escuelas sea pasar cada vez más horas afuera, en la naturaleza, jugando y observando sus detalles y procesos profundamente, para aprender matemáticas, lenguaje, ciencias, arte, etc.; para identificar y reflexionar sobre las huellas ecológicas que nuestro modelo de desarrollo ha dejado ahí, y para fortalecer valores y conductas tendientes a revertirlas. Se trata de vincular a los alumnos con la naturaleza desde lo cognitivo y emocional,  para que sean capaces de mirarla y entenderla de manera integral.

Un grupo de niños que, estando en medio de un bosque, debe construir un refugio con los elementos que la naturaleza le ofrece (sin destruirla), no sólo deberá ser capaz de organizarse y trabajar en equipo para logar el cometido, o colaborar para resolver los problemas que puedan aparecer en el camino, sino que también deberán abrir sus ojos –y demás sentidos– para explorar su entorno con otra mirada, buscando ramas, troncos, pierdas, hojas, que de otra forma no habría visto. O bien, tendrá que detenerse un momento a pensar cómo lo hacen los animales para construir sus refugios con exactamente los mismos materiales que ellos tienen a disposición, con tal precisión y técnica, que tal vez la mejor opción sea aprender de ellos e imitarlos.

Niños que se sientan sobre el pasto, tierra o arena con los ojos vendados, que toman en sus manos algún objeto del lugar donde se encuentren y juegan a adivinar qué es, qué función cumple en el ecosistema y cómo interactúa con otros elementos naturales, estarán estimulando el pensamiento sistémico y la conciencia sobre la interconexión de todos los elementos naturales.

Ejercicios como estos son frecuentes en jardines infantiles y colegios de países como Noruega, Alemania o Canadá, por nombrar algunos, y se realizan tanto en épocas frías como calurosas, porque experimentar un mismo lugar en distintas estaciones del año, es también esencial para comprender y ser conscientes del funcionamiento del planeta.

Pero la Educación en la Naturaleza no sólo se remite a la educación escolar, sino que debe estar disponible para todo nivel etario a través, por ejemplo, de los Centros de Educación Ambiental que imparten actividades o ejercicios para hacernos conscientes de aquello sobre lo cual raramente nos detenemos a pensar: la interacción de cada elemento de un ecosistema con otros elementos del mismo; de un ecosistema pequeño con otros mayores, y de nosotros mismos con todo ello. Siendo conscientes de estas relaciones e interconexiones, es que cambia nuestra percepción y valoración hacia la naturaleza, y hacia rol que nosotros mismos tenemos en ella, como parta de ella.

Tras adoptar el compromiso de trabajar en la Educación para el Desarrollo Sostenible, Chile desarrolló y publicó en abril de 2009 su Política Nacional de Educación para el Desarrollo Sustentable (PNEDS), entendida como un espacio de coordinación gubernamental y no gubernamental para proponer y analizar diversas recomendaciones y cambios educativos que, a la vez, deben verse traducidos en los cambios de hábitos y conductas que se requieren para avanzar hacia la sustentabilidad. Siendo así, el Estado debería fomentar enérgicamente el ejercicio de la educación en la naturaleza, partiendo por impulsar a los establecimientos educativos a pasar más horas fuera de la sala de clases, previa elaboración de guías pedagógicas y capacitación de profesores para éstos sepan que, al educar en la naturaleza, no sólo no están perdiendo el tiempo en relación a sus metas curriculares, sino que están potenciando aún más el proceso de aprendizaje y formación de sus estudiantes.

Si la EDS, como se dijo, promueve que cada ser humano adquiera los conocimientos, las competencias, las actitudes y los valores necesarios para forjar un futuro sostenible, la naturaleza debe tener un rol fundamental como plataforma para la educación, porque en ella está todo lo que necesitamos aprender para caminar hacia un futuro sustentable.

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