Descubriendo al picaflor chico, el colibrí más austral del mundo
Podemos encontrarlo en los bosques nativos del sur de Chile y en el matorral esclerófilo de la zona centro, así como en las ciudades y jardines, maravillando a todo aquel que tiene la suerte de verlo revolotear mientras va de flor en flor, luciendo sus hermosos colores metálicos e iridiscentes. Hablamos del picaflor chico (Sephanoides sephaniodes), la especie de colibrí más común de nuestro país, y también, la más austral del mundo. Esta especie, nativa de Chile y Argentina, es clave para los ecosistemas en los que habita debido a la gran cantidad de interacciones ecológicas que realiza, ya sea a través de la polinización o con la construcción de sus nidos. En Chile, es posible verlo desde la Región de Coquimbo hasta la de Magallanes, y también el Archipiélago de Juan Fernández, pero cuando migra alcanza regiones como la de Arica y Parinacota. Es un ave antiquísima, territorial y solitaria, que lleva más de 20 millones de años habitando el territorio, co-evolucionando con las especies que interactúa. Asimismo, es un ave fuertemente arraigada a los pueblos originarios, siendo parte importante de su cultura e historia. ¿Quieres saber más? A continuación te contamos todo sobre este bello colibrí.
Podemos encontrarlo en los bosques nativos del sur de Chile, entre coigües, arrayanes y olivillos, así como en las ciudades y jardines, moviendo sus alas rápidamente mientras va de flor en flor en busca de alimento. Se trata del picaflor chico (Sephanoides sephaniodes) -también llamado pinguerita, picaflor rubí o colibrí austral- un pequeño picaflor nativo de Chile y Argentina que destaca por sus bellos colores metálicos e iridiscentes.
Es el picaflor de distribución más austral del mundo, y en Chile, es posible verlo desde la Región de Coquimbo hasta la de Magallanes, y también en el Archipiélago de Juan Fernández. En invierno gran parte de la población se desplaza fuera de los bosques hacia zonas más cálidas en el centro del país, lo que provoca un aumento de individuos observables en esa área, tanto en ambientes silvestres como en sectores urbanos. Cuando migra, alcanza regiones como la de Arica y Parinacota. Además, es un migrante altitudinal ya que baja desde la alta montaña a los valles en épocas más frías, y vuelve a subir hacia los bosques nativos en épocas cálidas.
“Es importante mencionar que la distribución varía con el tiempo. El picaflor chico es una especie migratoria, entonces depende de la época en que estemos en donde lo vamos a encontrar. Es un visitante de verano o de invierno dependiendo de la zona. En la zona central lo vemos principalmente en otoño e invierno, y en verano baja a la zona sur a reproducirse”, señala César Muñoz, biólogo y miembro de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC).
Habita en lugares muy variados, desde bosques a jardines, pasando por quebradas o aguadas, siempre y cuando exista gran disponibilidad floral, que les brinda un alto porcentaje de azucares para poder satisfacer su rápido metabolismo. Su vuelo es característicamente rápido y errático, y puede detenerse en el aire batiendo sus alas hasta 200 veces por segundo. Se alimenta principalmente del néctar obtenido de flores tubulares que contienen bastante néctar, así como colores llamativos (generalmente tonos rojizos) y estambres con una orientación que asegura el contacto con el polinizador, tales como el ciruelillo (Embothrium coccineum), chilco (Fuchsia magellanica), quintral (Tristerix spp.) y coicopihue (Philesia magellanica). Además, complementa su alimentación con pequeños insectos que caza durante el vuelo. Siempre solo, en parejas o en grupos muy pequeños, volando muy alto mientras come.
“En general es un ave que tiene una distribución homogénea, súper adaptable y relativamente bien generalista de hábitats, se adapta bastante a hartos lugares ya que un poco va a depender de la floración de las plantas de las que se alimenta. En general es una especie que en la zona centro y norte es más asociado a matorral esclerófilo, y en la zona sur a los bosques templados. Ahora bien, para reproducirse necesita zonas un poco más boscosas y asociadas a fuentes de agua, porque los nidos los hacen con musgos y con telas de arañas”, añade Muñoz.
Es la segunda ave más pequeña de Chile después del picaflor de Arica (Eilidia yarrellii), alcanza solamente unos 11 cm de longitud. Su coloración general es verde y presenta dimorfismo sexual, es decir, posee características físicas distintivas entre machos y hembras de la misma especie. El macho tiene una llamativa corona roja con brillo metálico iridiscente. La hembra, en cambio, es un poco más pálida y carece de esta corona.
“Es el macho el que tiene esta corona iridiscente, que con el reflejo de la luz toma esas tonalidades rojizas anaranjadas que son características del picaflor chico macho. Es mucho más visible cuando el macho está defendiendo territorio o está siendo agresivo porque para las plumas de la cabeza, como que las eriza, y ahí refleja más la luz y es más fácil observar esa característica. De hecho, en ingles el nombre del picaflor es corona de fuego de espalda verde, green-backed firecrown”, añade el biólogo.
Es un ave bastante solitaria, aunque pueden agruparse en sitios con abundante alimento o en sitios para bañarse, incluso en cursos de agua termal. Esto se debe principalmente a que el macho es sumamente territorial y agresivo con los individuos de su misma especie. Suele atacar a las otras aves de su territorio de alimentación, vocalizando enérgicamente y elevando su corona.
“Casi todos los picaflores en general, como tienen esta demanda de energía tan alta, son súper territoriales, básicamente porque los machos establecen territorio en las zonas de flores o con una buena fuente de néctar y tienden a quedarse ahí y proteger o defender ese territorio. Por eso es común ver a los picaflores en invierno correteándose entre ellos, chillan y son ruidosos. Todos esos chillidos al final son vocalizaciones territoriales. En verano, cuando están en época reproductiva, el macho tolera más a las hembras y solo corretea a los machos. Entonces, las hembras son más oportunistas”, indica César.
Cabe destacar que esta especie, durante las noches frías, cae en un estado de rigidez o torpor colgando de las ramas con sus patas, el cual le permite disminuir su metabolismo y economizar energía.
El picaflor y sus interacciones ecológicas
El picaflor chico es una especie clave para los ecosistemas en los que habita debido a la gran cantidad de interacciones ecológicas que realiza a lo largo de su vida, ya sea a través de la polinización o en la recolección de especies vegetales para la construcción de sus nidos. Estas interacciones han ido evolucionando durante millones de años, generando diferentes asociaciones biológicas de mutualismo, donde todas las partes involucradas se benefician.
Por un lado, los picaflores -especies endémicas del continente americano- son un grupo especializado en el consumo de néctar de las flores, por lo que son especies de gran importancia para la conservación de los ecosistemas terrestres, ya que polinizan flores de una gran variedad de plantas (un proceso conocido como ornitofilia) y posibilitan su producción de frutos y semillas, lo que los convierte en vectores fundamentales de la diversificación de la naturaleza. De hecho, se calcula que alrededor de un 20% de las especies leñosas de los bosques nativos del sur del país dependen de los picaflores para su polinización. Así mismo, el picaflor chico es el principal polinizador de invierno de la zona centro-norte del país.
Esta estrecha relación picaflor-planta es de gran interés científico porque se ha logrado demostrar un proceso de evolución divergente, en el cual las especies han modificado sus estructuras morfológicas para poder acoplarse entre sí. Recordemos que muchas de las flores polinizadas por colibríes poseen largas estructuras tubulares, colores llamativos y estambres con una orientación que asegura el contacto con el polinizador.
Asimismo, un estudio publicado en la Revista Ambiental ÉOLO determinó que el néctar de flores polinizadas por colibríes suele tener un contenido de azúcar de alrededor del 25% y altas concentraciones de sacarosa, mientras que el de las flores polinizadas por insectos tiene mayores concentraciones de azúcar y un predominio de fructosa y glucosa. Dato que cobra gran relevancia considerando la gran cantidad de energía que necesitan los picaflores para poder satisfacer su rápido metabolismo.
Cabe destacar, igualmente, que esta interacción es mucho más compleja que solo picaflor-planta debido a que posibilita otras interacciones igual de importantes en los ecosistemas en los que habita. Así asegura el biólogo: “Lo relevante de eso no es solo que poliniza, sino que también al polinizar, por ejemplo, al quintral, este genera un fruto que después comen otras aves, que además dispersan la semilla y permiten que se generen nuevos individuos de quintral que luego el picaflor va a comer. Entonces, el picaflor forma parte de un ciclo mucho más complejo. No es solo el rol del picaflor en polinizar, sino que eso posibilita que ocurran un montón de otras interacciones ecológicas. Es más complejo que solo planta-picaflor y picaflor-planta, eso está inmerso en un contexto más grande.”
Por otro lado, también hay una asociación mutuamente benéfica entre musgos y colibríes.
El picaflor chico, durante la primavera y el verano, deja la zona centro del país para dirigirse a los bosques nativos del sur de Chile, donde se reproduce. Ahí esta pequeña avecilla vuelva de un lado a otro recolectando musgos y líquenes, además de telas de arañas, para construir un nidito con forma de pequeño canasto, que cuelga cerca de un riachuelo o algún curso de agua. Esta actividad, que para muchos puede pasar inadvertida, resulta ser clave para mantener la biodiversidad de este ecosistema.
Por un lado, el picaflor chico se beneficia de los materiales para realizar su nido, mientras que los musgos logran dispersar sus esporas a largas distancias por la acción de transporte que realiza el ave al construir su nido.
Asimismo, un estudio publicado en la revista Ecology, demostró que los colibríes seleccionan ciertos tipos de musgos para la elaboración de sus nidos. No usan los más abundantes o los que están a mano, sino que se dan el trabajo de buscar ciertas especies que son poco abundantes que posean propiedades antimicrobianas y antipatogénicas que no están presentes en otras especies, y que protegen a sus huevos y polluelos de enfermedades y parásitos.
El picaflor chico en las culturas originarias
Las características físicas y etológicas de los picaflores han atraído la atención de las personas desde hace cientos de años. De hecho, según se explica en un estudio etnográfico que buscaba denotar cómo los picaflores son nombrados y significados por las culturas originarias de los Andes, la gente los ha observado por milenios y, en América precolombina, han sido un objeto de alta visibilidad, dibujados sobre distintos soportes. Incluso, se señala que cronistas describieron que las damas chilenas los llamaban “pájaros resucitados”, reconociendo su característica migratoria por invierno para volver en primavera, considerándolos embajadores divinos de la estación.
En ese sentido, el picaflor chico, al igual que otras especies de la familia Trochilidae, es un ave fuertemente arraigada a las comunidades ancestrales, siendo parte importante de su cultura e historia. Es por ello que en el extremo sur del continente, dentro de la narrativa yagan, existe una historia respecto al origen del picaflor chico u “omora”, un visitante estacional considerado por el pueblo yagan como un ave y como un espíritu que mantiene el orden social como el orden ecológico.
Historia Yagán
La historia yagán apunta a que, en tiempos ancestrales, cuando los pájaros todavía eran humanos, ocurrió una gran sequía en la región del Cabo de Hornos y sus habitantes estaban muriendo de sed. El astuto zorra o cilawáia encontró una laguna y, sin contarle a nadie, construyó a su alrededor un cerco de ramas de calafate o umush para que nadie pudiera entrar. Así escondido bebió un montón de agua, preocupado solo por él.
Al cabo de algún tiempo, los demás descubrieron la existencia de esta laguna y en grupo fueron a pedirle un poco de agua al zorro. Pero cilawãia ni siquiera escuchó sus súplicas y los expulsó con rudas palabras. La condición de las personas empeoraba cada vez más y en su desesperación se acordaron de omora. Enviaron entonces un mensaje a este pequeño visitante ocasional que en otras penurias similares les había salvado la vida.
El colibrí o pequeño omora siempre estaba preparado para ayudar y muy pronto llego. Aunque diminuta, esta avecilla -hombre o espíritu- es más valiente y atrevida que cualquier gigante. A su llegada, la gente le contó abatida acerca de sus grandes penurias. Omora, al escuchar lo que sucedía, se indignó y se elevó emprendiendo su vuelo hacia donde se encontraba el zorro. Tan egoísta, cilawaia lo confrontó. Y omora le dijo: «¡Escucha! ¿Realmente ocurre lo que la gente me ha contado? Tú aquí tienes acceso a una laguna, y no quieres compartir su agua con los demás. ¿Sabes que si no les das agua ellos morirán de sed?”. Replicó el zorro: «¿Por qué debería preocuparme de los demás? Esta laguna contiene muy poca agua, apenas alcanza para mí y algunos de mis parientes más cercanos”. Al escuchar esto omora enfureció y sin responder al zorro, regresó al campamento.
Reflexionó y prestamente se elevó tomando su honda y volvió donde estaba el zorro. En el camino omora recolecto varias piedras agudas, y cuando avistó al zorro y estuvo suficientemente cerca de él, le grito: “¿Compartirás de una vez por todas el agua con los demás? No seas egoísta. Ellos morirán de sed sino les das un poco de agua». Indiferente el zorro respondió: “Pues que mueran. No puedo dar agua a cada uno de ellos, sino yo y mi familia moriremos de sed”. Omora estaba tan enfadado que no pudo controlarse y furioso disparó con su honda, dando muerte al zorro con el primer tiro.
Las personas que estaban mirando, llegaron felices corriendo al lugar, rompieron el cerco acercándose a la laguna y bebieron saciando su sed, toda el agua. Algunas aves que llegaron tarde apenas pudieron humedecer sus gargantas. Entonces, la sabía lechuza sirra o sita (abuela de omora), dijo a las aves que habían llegado tarde: Recoged barro del fondo de la laguna y volad hacia las cumbres de las montañas, sobre las que deberéis arrojarlo». Volaron las avecillas y sus bolas de barro hicieron nacer vertientes que originaron cursos de agua que brotaron de las montañas, formando pequeños esteros y grandes ríos que fluyeron por las quebradas. Cuando toda la gente vio esto, estaban extremadamente felices y todos bebieron grandes cantidades de agua fresca y pura que era mucho mejor que el agua de la laguna que escondía el zorro. Ahora todos se encontraban a salvo. Hasta hoy todos esos cursos de agua fluyen desde las montañas y proveen un agua exquisita. Desde entonces nadie debe morir de sed.
Amenazas y estado de conservación
Sus principales amenazas están relacionadas con la fragmentación y pérdida de hábitat, la disminución de los recursos florales producto del cambio climático o la sequía, el atropellamiento en carreteras, la caza por parte de animales domésticos y las colisiones con ventanas.
Pese a lo anterior, esta especie está catalogada como “preocupación menor” (LC), según la Lista Roja de la UICN y no está incluida en el Sistema de Clasificación de Especies de Chile, ya que se considera una especie relativamente abundante y con una gran distribución. “No tiene una categoría de conservación justamente porque tiene una distribución muy grande y es una especie generalista, que se adapta a muchos ambientes”, finaliza el biólogo César Muñoz.