Conoce al pangolín, el mamífero más traficado del mundo que captó la atención global por el coronavirus
En este Día de la Madre Tierra, queremos hablar sobre una criatura que no solo ha sobresalido por su posible rol en la pandemia del coronavirus, sino que refleja los impactos del tipo de relación que sostiene el humano con el resto de la naturaleza. Los pangolines lideran el desafortunado récord como los mamíferos más traficados del mundo, estimándose, por ejemplo, que un individuo es cazado cada cinco minutos. En Ladera Sur te contamos sobre estos animales excepcionales que se han erigido como un símbolo de la convivencia que necesitamos establecer con el resto de las especies, para así velar por la salud de ellos, del humano y del propio planeta.
Su nombre se inspira de la palabra malaya penggulung que significa “el que se enrolla”, en alusión a la forma en que “se hacen bolita” cuando se sienten amenazados. Algunos los conocen como “osos hormigueros escamosos” ya que, a diferencia del resto de los mamíferos, posee duras escamas de queratina que cubren su cuerpo, como si portaran una formidable armadura medieval. Evasivos y de hábitos nocturnos, se alimentan casi exclusivamente de hormigas y termitas. Los pangolines son criaturas únicas.
Sin embargo, durante décadas han sido diezmados por la caza, tráfico y consumo, pero ha sido la pandemia del COVID-19 la que ha puesto a esta criatura ante los ojos del mundo, al constituir uno de los principales “sospechosos” de haber transmitido – como intermediario – el nuevo coronavirus al humano en el mercado de Wuhan, China, donde comenzó a propagarse la enfermedad que mantiene en jaque a la humanidad. Si bien todavía no se corrobora desde qué especie saltó este patógeno, algunos ya hablan de “la venganza del pangolín”, un animal oriundo de Asia y África que muchos tildan como «el más desgraciado del mundo». Pero ¿por qué?
Se estima que un pangolín es asesinado cada cinco minutos.
Aunque su comercio se desenvuelve en las sombras de la clandestinidad, lo que dificulta el acceso a información robusta, un informe de la organización Traffic ya hablaba de que más de un millón de pangolines fueron traficados entre los años 2000 y 2013. Luego, un estudio publicado en 2018 reveló que hasta 2,7 millones de pangolines fueron cazados anualmente de los bosques de África central, mientras que otros cálculos señalan que el contrabando involucró a alrededor de 895.000 de estos animales entre agosto de 2000 y julio de 2019, según una publicación en Pangolins: Science, Society and Conservation, que se basó en 1474 incautaciones y otros registros.
Sin embargo, muchos afirman que estas cifras subestiman la dimensión real de este problema. Como sea, existe consenso de que los pangolines lideran el triste ranking del comercio ilegal como los mamíferos salvajes más traficados del mundo. Pese a lo impactante de las cifras, ellos son mucho más que números.
Mamíferos excepcionales
A simple vista, podríamos confundirlos con armadillos u osos hormigueros, pero lo cierto es que, pese a las similitudes, son muy distintos, pues los pangolines son el fruto de millones de años de evolución convergente. A nivel científico, son poco conocidos.
En la actualidad, existen ocho especies, de las cuales todas enfrentan distintos grados de amenaza, según la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En Asia se encuentra el pangolín chino (Manis pentadactyla, en peligro crítico de extinción), indio (Manis crassicaudata, en peligro de extinción), filipino (Manis culionensis, en peligro crítico), y malayo (Manis javanica, en peligro crítico), mientras que en África viven el pangolín gigante (Smutsia gigantea, en peligro), de vientre blanco (Phataginus tricuspis, en peligro), de Temminck (Smutsia temminckii, vulnerable) y de vientre negro (Phataginus tetradactyla, vulnerable).
Carne, escamas y lujo
La principal amenaza para la mayoría de las especies es la caza ilegal para el consumo de su carne a nivel local o como delicatessen. También existe una alta demanda de partes de su cuerpo – como las escamas – para la medicina tradicional, particularmente en países como China y Vietnam.
Al respecto, el Grupo de Especialistas en Pangolines de la UICN señala en su web que “se cree que son una cura para dolencias que van desde enfermedades cardíacas hasta cáncer, y para ayudar a las mujeres lactantes a producir leche. Al igual que el cuerno de rinoceronte y las uñas humanas, las escamas de pangolín están hechas de queratina y no hay evidencia científica occidental de que sean eficaces en medicina. Del mismo modo, las escamas de pangolín se usan para tratar una miríada de afecciones médicas en la medicina tradicional africana, especialmente en África occidental y central, que se conoce como ‘Muti’ o ‘Juju’”.
Además, se elaboran distintos artículos de lujo, encontrándose incluso botas, adornos, entre otros accesorios elaborados a partir de ellos.
En el portal de la organización Pangolin Crisis Fund explican que “hay una gran demanda de casi todas sus partes del cuerpo, principalmente de China. El comercio ilegal a gran escala de pangolines asiáticos está reduciendo drásticamente su número en todo el sudeste asiático. La rápida pérdida y el deterioro del hábitat disponible ejercen una presión adicional sobre el número cada vez menor de pangolines restantes”.
De esa forma, la alta demanda de pangolines y sus subproductos han derivado en una fuerte disminución en las poblaciones de estos animales, sobre todo de los pangolines chinos, malayos y filipinos.
Durante años, se buscó regular su venta través de entidades como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), cuyo objetivo es garantizar que las especies silvestres no se extingan como resultado del comercio internacional. No obstante, los intentos han sido infructuosos y no lograron frenar su estrepitoso declive.
Muestra de ello es que en 2016 todas las especies fueron incluidas en el Apéndice I de CITES durante la CoP17, estableciendo de esa manera la prohibición global del comercio de pangolines, ya sea vivos o productos derivados de ellos.
Además, estas criaturas también son especies protegidas en la mayoría de los países donde residen, pero el tráfico ilegal persiste, destinándose en su mayoría a los mercados de China y Vietnam.
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Para las entidades involucradas en su conservación, la falta de voluntad política, recursos y de conciencia a nivel ciudadano y gubernamental dificultan considerablemente el combate para erradicar esta práctica que está encaminando a estos animales a su desaparición.
“Faltan datos confiables sobre las rutas comerciales: de dónde provienen los pangolines y dónde terminan. Detener inmediatamente este comercio ilegal y ampliar los esfuerzos de conservación es fundamental para la supervivencia de este notable grupo de mamíferos”, advierte la Pangolin Crisis Fund en su web.
No obstante, ha sido la pandemia del COVID-19 la que ha dado mayor visibilidad internacional a la grave situación que enfrenta este mamífero, el cual – más allá de su rol como “intermediario sospechoso” del coronavirus – refleja los distintos impactos de la relación complicada que sostiene nuestra especie con el resto de la naturaleza.
Es esta historia de desmesura la que ha facilitado la propagación de enfermedades zoonóticas emergentes como la de ahora, recordándonos que el trato dado a la naturaleza determinará si velamos por la salud de todos o si disparamos a nuestros propios pies.
¿Se ha convertido el COVID-19 en una bendición para los pangolines?
Aunque las medidas para controlar el tráfico y consumo de fauna silvestre han sido más bien temporales en países como China, se espera que el creciente clamor para ponerle freno vaya en beneficio de los pangolines y otros animales.
La esperanza para recuperarlos
Existe consenso en que la mejor forma de resguardar la naturaleza, y de evitar la extinción de especies, requiere que seamos activos a la hora de informarnos y actuar en consecuencia.
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En ese sentido, e independiente de que en Chile no tengamos pangolines, toda acción enfocada en la educación y generación de conciencia es vital – y más necesario que nunca – para erradicar el tráfico ilegal de especies silvestres para distintos fines.
Sin duda, se necesitan políticas públicas y leyes robustas para la protección de la biodiversidad.
También es clave acabar con la demanda de fauna silvestre y de sus derivados, lo que requiere un consumo informado por parte de la ciudadanía. Por ejemplo, si viajas a algún país asiático, procura no apoyar el comercio ilegal a través de la compra de productos o souvenirs elaborados con pangolines y otras especies.
Actualmente, existen iniciativas para combatir el contrabando como HeroRATs de APOPO, que a través de ratas entrenadas detectan pangolines y sus derivados que estén ocultos en contenedores de embarque y aeropuertos.
Asimismo, las personas pueden donar para apoyar la implementación de las distintas estrategias de conservación impulsadas por el Grupo de Especialistas de Pangolines, así como seguir y difundir la labor de distintas entidades que rescatan y rehabilitan a estos seres, como la Johannesburg Wildlife Vet.
Por todo lo anterior, este Día de la Madre Tierra cobra especial relevancia en estos tiempos de crisis sanitaria y socioambiental global, donde animales como el pangolín se han transformado en un emblema de lo que necesitamos mejorar como humanidad: la convivencia y reconciliación con nuestros cohabitantes para velar no solo por ellos, sino también por la salud nuestra y la del propio planeta.