Las vemos en nuestros jardines, las ciudades, en los bosques y también en los lugares más alejados de Chile. Nos deslumbran con sus colores, aspectos y plumajes, tanto, que estamos acostumbrados a verlas o a escuchar de ellas. Se trata de especies que no son nativas de Chile, sino que se introdujeron al país —fuera de su distribución natural— por diferentes razones, principalmente por la acción humana. Estas han logrado sobrevivir sin intervención humana, asilvestrándose o naturalizándose.

Una aproximación para saber cuántas de estas especies hay en nuestro país es la del Laboratorio de Invasiones Biológicas de la Universidad de Concepción en 2017, que en el Catálogo de Especies Exóticas Asilvestradas/Naturalizadas en Chile, calculó 1.119 especies, entre flora, fauna y funga. La mayoría habita en la zona central del país.

En algunos casos, estas especies pueden amenazar a la diversidad biológica del lugar donde se introdujeron, siendo consideradas como las famosas Especies Exóticas Invasoras (EEI). Estas son una de las principales amenazas a la biodiversidad y al bienestar humano y se cree que han causado el 60% de las extinciones globales registradas de flora y fauna, de acuerdo al último informe del Panel Intergubernamental Científico, desarrollado por La Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas.

En concreto, las EEI se expanden en sus áreas de distribución y población, amenazando e impactando negativamente los hábitats donde se establecen, dañando a las especies nativas que habitan en ellos en ellos. En Chile habitan 25 de las 100 especies exóticas invasoras que se creen las más dañinas del mundo, listadas por el Grupo de Especialistas de Especies Invasoras (GEEI) de la UICN. Aunque existen varias más que reúnen características para considerarlas como tal.

Sergio Benavides Avendaño, encargado del programa de gestión de Especies Exóticas Invasoras del Ministerio del Medio Ambiente, explica que «es importante diferenciar a las especies exóticas invasoras, para poder hacer un mejor manejo cuando evidenciamos la presencia de estas especies. Algo súper importante también para enfrentar el problema es identificar dónde están presentes, y si empiezan a aumentar su distribución, poder implementar estrategias lo antes posible. Entonces, si como ciudadanía aprendemos a identificar esta especie, podemos detectarla tempranamente antes de que invadan otros lugares».

Eso sí, las recomendaciones de los expertos apuntan a que las personas no tomen medidas por su cuenta para el control de las especies invasoras. Rafael García, investigador del Laboratorio de Invasiones Biológicas del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y Doctor en Ciencias Forestales, explica: «a veces tratando de querer hacer el bien, de controlar una especie exótica invasora, está el riesgo de matar a una especie nativa (…). Hay que asesorarse también en el caso de aplicar algún tipo de veneno o insecticida y ver si ese producto tiene algún tipo de efecto colateral en la vegetación».

El Ministerio del Medio Ambiente apunta a que es necesario controlar a las especies exóticas asilvestradas en el país, en especial a aquellas que se consideran exóticas invasoras. En este sentido, existen varias especies exóticas que se parecen mucho a las nativas de Chile, siendo fácil confundirlas entre sí.

Por ello, seleccionamos cinco especies nativas y cinco exóticas que tienen una similitud física, con algunas características claves para poder diferenciarlas.

La chinita chilena y la chinita asiática

La nativa chinita chilena (Eriopis chilensis), se distribuye desde la Región de Tarapacá hasta la Región de los Lagos. Es anaranjada y posee al menos 3 bandas negras horizontales.

Por su lado, la chinita asiática o de arlequín (Harmonia axyridis) habita entre Coquimbo y Los Lagos. Se caracteriza por tener un cuerpo oval y convexo, anaranjado a rojo, con 9 puntos en cada élitro o alas anteriores. La manera más fácil de identificarla es por la M o W —dependiendo de dónde se le mire— atrás de su cabeza.

En 1998 se introdujo una variedad de alas cortas para controlar plagas en invernaderos, que no prosperó. Sin embargo, en 2008, la especie se identificó en Pirque y se cree que habría sido introducida de manera no intencional en Chile.

Audrey Grez, autora de la investigación, dijo a Prensa U. de Chile que su presencia en el país genera problemas, ya que no sólo se come a los pulgones, dejando a las otras especies sin alimento, sino que también se come a otras chinitas, disminuyendo la presencia de otras especies. Además, cuando hibernan lo hacen dentro de casas formando colonias de chinitas, generando molestias a las personas.

Se considera una especie exótica invasora en Chile.

El coipo y el castor

El coipo (Myocastor coypus), es uno de los roedores nativos de mayor tamaño en Chile. Su cuerpo mide cerca de 50 cm de largo, más 36 cm de cola. Tiene un pelaje sedoso, de amarillo a café oscuro con visos negros. Tanto sus manos como sus pies tienen membranas natatorias. Su cola es larga y redondeada, como la de un ratón.

Habita en agua dulce desde la Región de Coquimbo, a la Región de la Araucanía. Se encuentra categorizado como en Preocupación Menor según la según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional de la UICN.

Este animal puede ser confundido con el castor (Castor canadensis) que, si bien no está en la lista de las 25 especies exóticas más dañinas del planeta, sí se cree que en Chile se puede considerar como exótica invasora, debido a la magnitud de sus daños.

Físicamente, el rasgo más distintivo del castor es su cola en forma de remo, aplanada y ancha. Es un roedor acuático grande, que puede medir cerca de un metro de cabeza a cola y pesar entre 15 y 30 kilos. Su pelaje es café claro y oscuro con tonalidades rojas a chocolate. Su patas traseras son más grandes que las delanteras.

La especie es originaria de Norteamérica e introducida en el archipiélago fueguino en 1946, donde se concentra su mayor población en Chile.

Según el proyecto GEF Castor del Ministerio de Medio Ambiente, la tala de árboles es uno de los hábitos más perjudiciales del castor. Los troncos quedan con las marcas de sus dientes y una forma característica de punta de lápiz. Además, sus represas repercuten en los ecosistemas, ya que cambian el régimen de descarga anual de los ríos, disminuyen la velocidad de las corrientes, extienden las superficies de los suelos inundados y aumentan la retención de sedimentos y materia orgánica, que a su vez crea el hábitat para otras especies exóticas, como la rata almizclera y el visón, permitiendo que estas dos Especies Exóticas Invasoras también se dispersen en el territorio, impactando negativamente los ecosistemas.

El huillín y el visón

El huillín (Lontra provocax) es una de las dos nutrias que habitan en Chile, junto al chungungo (Lontra felina), siendo un mustélido. Tiene una cola gruesa y en punta, patas pequeñas y largos bigotes blancos. Mide cerca de 1 metro de longitud incluyendo su cola y suele ser solitario. Habita desde la Región de La Araucanía hasta Tierra del Fuego.

Actualmente, el huillín es una especie en peligro de extinción, según la UICN, tanto a nivel nacional como internacional.

El huillín está amenazado por el permanente disturbio por perros y ganado doméstico en áreas en donde el hábitat ha sido intervenido o transformado, la canalización y dragado de ríos y esteros junto a la remoción de la vegetación de las riberas que destruyen el hábitat de los macrocrustáceos y el refugio para madrigueras y descansaderos de Huillín, y la caza dirigida o muerte accidental por perros.

Físicamente, es fácil confundirlo con el visón (Mustela vison), un mustélido que habita desde la Región de La Araucanía por el norte hasta la Región de Magallanes. Su color es café chocolate y es más pequeño que el huillín, midiendo entre 46 y 61 cm los adultos. Este se puede diferenciar del huillín, porque este último tiene una coloración blanquecina a ambos lados de la cabeza, que el visón no tiene.

Otra forma de diferenciarlos, además de su tamaño, es la forma de nadar. Las nutrias nativas pueden escapar nadando, a diferencia del visón, que huye a cavidades cercanas a riberas de arroyos o ríos.

El visón es originario de Norteamérica y se introdujo en Chile en los años 30′ para la industria peletera. Dentro de sus mayores impactos, tal como explicamos en notas anteriores, se encuentra la competencia por los recursos de carnívoros nativos, además de alimentarse de variadas especies nativas en grandes cantidades. Además, son potenciales trasmisores de enfermedades. En Chile, el visón cumple todas las características para considerarse una especie exótica invasora.

La vizcacha y el conejo europeo

Con su aspecto sereno, la vizcacha (Lagidium viscacia) tiene un pelaje grueso y suave, excepto en la cola donde es duro. En la parte superior es amarillo o gris, y en la punta de la cola negro. Tiene orejas largas cubiertas de pelo, bordeadas con un flequillo de pelaje blanco. Mide entre 60 cm y 80 cm.

Habita en zonas cordilleranas, en terrenos secos y pedregosos. En Chile se distribuye en las regiones de Arica y Parinacota, Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, de O´Higgins y de Los Lago. Es considerado en Preocupación Menor.

Este pequeño mamífero en general se asemeja al conejo europeo (Oryctolagus cuniculus), que se caracteriza por tener un pelaje espeso de color pardo pálido a gris. Su cabeza es ovalada y tiene ojos grandes. Pesa entre 1,5 y 2,5 kg en estado salvaje. Tiene orejas largas de hasta 7 cm las cuales le ayudan a regular la temperatura del cuerpo y una cola muy corta. Sus patas anteriores son más cortas que las posteriores.

Está presente desde la Región de Atacama por el norte, la Región de Los Lagos por el sur, e incluso en buena parte del área continental de la Región de Magallanes. Sin embargo, está mayormente en islas como Robinson Crusoe, Santa Clara, e Isla Grande de Tierra del Fuego, y en Chile central, específicamente en el bosque esclerófilo.

La clave para diferenciarlos es el tamaño del cuerpo, la cola y la forma de las orejas. La vizcacha es grande, tiene cola larga y peluda y orejas más cortas y redondeadas que las del conejo. El conejo europeo es pequeño, de cola corta y orejas largas y erguidas. Además, una característica distintiva del conejo son sus ojos grandes y redondos, mientras que la vizcacha comúnmente se observa con los ojos entrecerrados.

El conejo europeo es nativo de la parte sudoccidental de Europa y septentrional de África. Fue introducido en el centro y sur de Chile desde Europa en 1880, para el aprovechamiento de su carne y pelaje.

Actualmente, causa grandes daños tanto en los ecosistemas como en sistemas productivos agrícolas. Compiten con el ganado y la fauna nativa en sus hábitat, afectando el funcionamiento de los ecosistemas, su biodiversidad y la viabilidad de plantas nativas, dispersando especies de plantas invasoras y erosiando laderas.

El perico cordillerano y la cotorra argentina

El perico cordillerano (Bolborhynchus aurifrons), mide entre 17 y 19 cm. Su color dominante es el verde con una extensión variable de amarillo intenso en rostro y pecho. La hembra es más verde y con menos brillo. El pico y patas son de color claro, los ojos negros y la cola es larga.

Se distribuye en Chile desde la Región de Arica y Parinacota hasta O’Higgins. Está catalogado como Preocupación Menor por la UICN.

Es muy similar a la cotorra argentina (Myiopsitta monachus). Esta mide entre 28 y 31 cm de largo. Su plumaje es de un verde brillante, con las alas verdes azuladas. La frente, mejillas, garganta, pecho y vientre son grises claros. Su cola es larga y puntiaguda, de color verde, como el dorso. El pico es ocre y las patas son grisáceas. Se distribuye desde la Región de Tarapacá a la de Los Lagos.

Ambos tienen un llamativo color verde, pero se pueden diferenciar porque la cotorra argentina tiene manchas grises desde la frente hasta el pecho y algunas manchas azules en sus alas. Es importante diferenciarlas ya que esta última especie podría presentar un serio daño ecológico no sólo para los animales, sino que un potencial peligro para la salud de los chilenos.

La cotorra argentina fue traída a Chile en 1972 como mascota y posteriormente fueron liberadas por sus dueños en la zona oriente de Santiago.

Según un estudio realizado por académicos de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias (Favet) de la Universidad de Chile, se descubrió que algunas cotorras “resultaron positivas a salmonella, la bacteria escherichia coli y otros parásitos y protozoos”.

Desde el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) indican que si ves alguna de estas especies debes observarla a distancia, sin intervenir ni alimentarlo. Solo si está herido o tiene dificultad para moverse debes contactar al SAG llamando al teléfono (+56 2) 2345 1100 o al 133 de Carabineros.

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