Los coccinélidos, mejor conocidos como chinitas, mariquitas o catitas en otros países, son una familia del orden de los coleópteros, de donde también pertenecen los escarabajos, por ejemplo. Existen más de 7000 tipos distintos en todo el mundo, lo que corresponde al 7% de los coleópteros, con los característicos tonos rojo y negro, pero también los hay blancos, anaranjados, amarillos y negros. De ellas, 1900 son nativas de América del Sur y  119 de Chile, de las cuales, sobre el 61% son endémicas. La mayoría tiene una dieta carnívora, se alimentan de otros pequeños insectos, como los pulgones, conchuelas y hasta otras chinitas. También existen algunas que se alimentan exclusivamente de cierto tipo de hongos. La diversidad es la principal característica de estos pequeños habitantes de nuestros territorios, pero hay mucho más que aún no todos conocemos.

Eriopsis Chilensis ©Matias Saa/Chinita Arlequin
Chinita nativa Eriopis chilensis ©Matias Saa/Chinita Arlequin Ciencia Ciudadana

En cuanto a su fisonomía, pueden medir entre uno u ocho milímetros, son de forma redonda u ovalada; tienen seis patas, tres a cada costado, dos antenas, una mandíbula con poderosos dientes para devorar a sus presas y un par de alas protegida por su característico caparazón. Por lo general habitan zonas donde hay abundante vegetación donde habitan otros insectos que les sirven de alimento. 

Eriopsis chilensis ©Romina Oberti/Chinita Arlequin
Chinita Nativa Eriopis chilensis ©Romina Oberti/Chinita Arlequin Ciencia Ciudadana

Las chinitas gozan de bastante carisma entre las personas  gracias a la cultura popular, y son grandes aliadas para la agricultura, ya que se les conoce como buenos controladores de plagas. Al igual que muchos insectos y artrópodos, son esenciales para los ecosistemas, de ellas dependen la salud de los bosques y hábitats silvestres ya que depredan otros insectos que pueden ser perjudiciales para algunas especies vegetales. 

Chinita Arlequin (Harmonia axyridis) ©Chinita Arlequín
Chinita arlequín (Harmonia axyridis) ©Chinita Arlequín

Existen en todo el mundo, y en el territorio chileno, desde Arica y Parinacota a Isla Navarino. Algunas son micófagas, o sea, se alimentan de hongos, como la Psyllobora picta, blanca con puntos negros, que se alimenta de exclusivamente de hongos del género Sphaerotheca, y habita desde la Región Metropolitana a Los Lagos; y otras son carnívoras o fitófagas, o sea éstas últimas se alimentan de plantas, pero de estas no existen en Chile.

Psullobora picta ©Bernardo Segura/Chinita Arlequin
Chinita Nativa Psyllobora picta ©Bernardo Segura/Chinita Arlequín

El ciclo de vida: de larva a adulto

Como todos los coleópteros, las chinitas tienen un ciclo de vida muy largo y una adultez muy corta, pues pasan por un proceso de metamorfosis muy complejo, desde huevo al espécimen adulto que comúnmente conocemos, pasando por una pupa o crisálida igual que las mariposas.

Ciclo de vida ©Coccinelidae.cl
Ciclo de vida ©Coccinelidae.cl

Luego de aparearse, la hembra pone entre 300 y 500 huevos sobre hojas, cortezas o el suelo, 3 a 10 días después nacen las primeras larvas, que viven entre 10 y 20 días y crecen hasta alcanzar un tamaño mayor al adulto. En su primer estadio son grisáceas transparentes, y en los más avanzados de color negro con amarillo o naranjo. “Muchas de las larvas tienen prácticas de canibalismo y se comen los huevos que aún no han eclosionado. De adultos también se comen entre ellas”, comenta el entomólogo de la Sociedad Chilena de Entomología, Guillermo González.

Chinita Arlequín apareandose ©Chinita Arlequín
Chinita arlequín apareándose ©Chinita Arlequín Ciencia Ciudadana 

Luego del periodo de larva, comienzan a pupar, tal como las orugas que pasan a mariposa a través de un capullos, las chinitas se envuelven en una capa llamada exuvia, un esqueleto externo que las protege y donde se lleva a cabo la transformación de sus órganos. Esta va pegada a una ramita o corteza, al cabo de entre 6 a 11 días emergen como adultos, al principio son algo amarillentos y transparentes, pero luego de de unas horas toman sus colores definitivos. 

Larva chinita arlequin ©Benjamín Chandía
Larva de chinita arlequín ©Benjamín Chandía/ Chinita Arlequín Ciencia Ciudadana 

De adultas, las chinitas se preocupan de alimentarse y reproducirse, en unos días ya adquieren habilidades de vuelo y alcanzan su madurez sexual.  Viven desde un par de meses a un año y durante este periodo ponen huevos una o dos veces. Generalmente esto ocurre durante la primavera, que es cuando más se pueden ver por los jardines.

Pupa Chinita Arlequín ©Monica Wilkendord /Chinita Arlequin
Pupa chinita arlequín ©Monica Wilkendord /Chinita Arlequín Ciencia Ciudadana

Los mayores depredadores de la chinita son pájaros, reptiles otros insectos, artrópodos, y un tipo de avispa  que las parasita: estas colocan sus huevos en ellas, y quedan de huéspedes allí hasta que completan su ciclo y quienes las alojaban, mueren.

La invasora chinita arlequín

Si bien en Chile existe gran diversidad de especies de chinitas, actualmente existe un gran problema con una de las especies invasoras:  la chinita arlequín, Harmonia axyridis, la cual amenaza y disminuye la biodiversidad nativa.

Chinita Arlequin ©Renato Cortes/ Chinita Arlequín
Chinita arlequín Harmonia axyridis ©Renato Cortés/ Chinita Arlequín

La académica de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias de la Universidad de Chile y directora del proyecto de ciencia ciudadana Chinita Arlequín, Audrey Grez, comenta que esta especie está muy bien adaptada a los ambientes urbanos: “por lo general las especies exóticas se adaptan muy bien a las ciudades y adquieren grandes ventajas por sobre las especies nativas”.

©Chinita Arlequín
©Chinita Arlequín

El problema es que empieza a competir con las especies nativas o directamente a comerlas, de allí la importancia de controlarla. Su ventaja es clara, ante una especie como la Eriopis chilensis (nativa), prácticamente la dobla en tamaño y puede llegar a medir hasta ocho milímetros, de hecho, es una más grande que habita en Chile. Otra forma de reconocerla es por sus colores, patrón de colores, y forma, la chinita arlequín es mucho más redonda, con puntos negros y de tono anaranjado, y una característica M negra en un segmento detrás de la cabeza, mientras que la Eriopis chilesis es ovalada, roja y de marcas cuadradas. 

Detalle “m” sobre la cabeza ©Chinita Arlequñin
Detalle de la “M” sobre la cabeza ©Chinita Arlequín

La Harmonia axyridis es originaria de Asia ha sido introducida en distintos lugares del mundo como control biológico de plagas en la agricultura como pulgones o áfidos, sin embargo, en algunos lugares encuentra bastantes ventajas y al no tener depredadores naturales se reproduce sin límites. Pueden pasar inadvertidas, escondidas entre la madera o fruta. Así han llegado a Norteamérica, Europa, Sudamérica y hasta algunos lugares de África y Oceanía, amenazando no solo la biodiversidad y el equilibro de los ecosistemas, sino también, en algunos lugares, a la agricultura pues se refugian en frutos blancos como frutillas o arándanos causando daño en los cultivos. Sin embargo, en Chile no se ha observado este comportamiento, y han resultado inofensivas o buenas aliadas para estos.

chinita arlequín en casa ©Chinita Arlequín
Chinita arlequín en casa ©Chinita Arlequín

“Son la única especie de chinita que durante el invierno se esconde en las casas, y esa es la mejor época para controlarlas”, comenta Grez, pues así se evita dañar el patrimonio natural y biodiversidad nativa. Actualmente, no existe un plan efectivo de control, por lo que eso es lo más recomendable según la investigadora.

La importancia de proteger a las chinitas nativas 

A pesar de la irrupción de la chinita arlequín, el  principal enemigo de las chinitas nativas durante muchos años ha sido el humano, pues con la degradación de sus hábitats y cambio en uso de suelo han disminuido considerablemente sus poblaciones.  

Eriopsis Chilensis ©Chinita Arlequín
Chinita nativa Eriopis Chilensis ©Chinita Arlequín

La diversidad de coccinélidos es tan grande que incluso hay algunos que habitan a más de 4000 metros de altura. Son un grupo particular que se distribuye por Los Andes en Sudamérica, en total se conocen 50 y en Chile 4. Una de ellas es la Eriopsis mínima,  Su característica principal es que son oscuras, pequeñas  y a diferencia de las demás, no pueden volar.

Eriopsis minima ©Coccinélidos.cl/ Guillermo Gonzalez
Eriopis minima ©Coccinélidos.cl/ Guillermo González
©Coccionalidae.cl/ Guillermo Gonzalez
©Coccionalidae.cl/ Guillermo Gonzalez

En la Isla Juan Fernández habita la Eriopis opposita, la única especie endémica en una isla apartada del continente. Es negra con puntos blancos y solo se encuentra allí. “Como todas las especies endémicas, están especializadas en cierto tipo de suelos o vegetación y restringidas a un rango de territorio muy reducido, lo cual las hace particularmente vulnerables ante cualquier intervención humana”, explica González.  

Eriopsis Opposita ©Coccinelidae.cl/ Guillermo Gonzalez
Eriopis Opposita ©Coccinelidae.cl/ Guillermo González
©Coccinelidae.cl/ Guillermo Gonzalez
©Coccinelidae.cl/ Guillermo González

Por ello, ambos investigadores coinciden en la importancia de la educación tanto en la ciudadanía como en quienes trabajan en la agricultura, para proteger sus hábitats y convivir de la mejor forma posible con estos insectos indispensables para la salud de los ecosistemas.

Tomarlas en cuenta como aliadas, sobre todo en la agricultura, permitiría, por ejemplo, reducir el uso de pesticidas y mejorar la salud de los suelos. Por otro lado, conocer y valorar las especies nativas y endémicas permitiría proteger los pocos ambientes prístinos que quedan en el territorio, y de paso conservar toda la biodiversidad que les rodea. Así, este pequeño insecto, podría darnos la suerte e instarnos a proteger el planeta que habitamos.

Eriopis eschscholtzii (Nativa) ©Chinita Arlequín
Chinita Nativa Eriopis eschscholtzii ©Chinita Arlequín

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