Ya nadie se sorprende al saber que una de cada cinco especies de plantas del mundo está en peligro de extinción, lo que equivale a la terrible cifra de cien mil especies en peligro de desaparecer; esto incluye el 10% de los ocho mil árboles conocidos. Para las coníferas, que suman 615 especies, la pérdida total es aún mayor, con el 34% de este grupo de plantas de importancia económica y ecológica en peligro de extinción, según los criterios de la UICN. Las principales causas de la amenaza son, como todos sabemos, la degradación y pérdida de hábitat, las plantas invasoras, el cambio climático inducido por el hombre y especialmente, la sobreexplotación de productos forestales madereros y no madereros. Una lista completa de estas especies y sus problemáticas asociadas se encuentra en el sitio web del ICCP.

Si bien es cierto que la protección de las especies amenazadas en sus hábitats naturales puede ser la estrategia más efectiva para protegerlas contra la extinción, los jardines botánicos y arboreta (o parques) tienen un papel ampliamente reconocido en la gestión de colecciones ex situ (“fuera de sitio” o “fuera de su hábitat”) de especies amenazadas. En lo que respecta a las coníferas, se ha logrado un importante progreso para ayudar a ampliar la base genética de las especies amenazadas en cultivo en las Islas Británicas, y gran parte de esto está liderado por el Programa Internacional de Conservación de Coníferas (ICCP) y sus socios en los últimos 25 años.

Establecido en el Real Jardín Botánico de Edimburgo (RBGE) en 1993, el ICCP ha desarrollado una red de «sitios seguros», la mayoría de los cuales están ubicados en las Islas Británicas. El Programa trabaja con más de 180 sitios donde hay 14 mil individuos que representan 155 taxones de coníferas, 95 de los cuales están amenazados. Los sitios de conservación ex situ del ICCP son principalmente terrenos privados, pero también se encuentran en jardines públicos, campos de golf y en un caso, un monasterio (Glenstall Abbey, en Irlanda). El principal criterio utilizado para adoptar «sitios seguros» es que deben tener un grado de permanencia en el futuro, junto con un alto nivel de experiencia en horticultura para el manejo de los árboles.

El abastecimiento de las plantas se realiza en colaboración con socios de los países de origen y se realiza de manera cuidadosa para garantizar que las poblaciones silvestres no se pongan en riesgo adicional; allí se hacen las colectas de semillas o de material vegetativo, y luego se llevan al RBGE para continuar con su propagación y cultivo. De esta forma, es posible contar con nuevos individuos que ayuden a reforzar las poblaciones nativas agotadas, y esto a la vez representa una oportunidad ideal para crear conciencia sobre los problemas de conservación que enfrentan las coníferas, obtener un amplio apoyo público y político para las acciones de conservación, y también para colaborar con los países de origen de las especies en ampliar el conocimiento sobre su propagación y cultivo.

Un caso exitoso de la integración de conservación in situ y ex situ, es el del alerce, Fitzroya cupressoides. Esta conífera extraordinaria es nativa del sur de Argentina y Chile, donde ha sufrido más de tres siglos de sobreexplotación debido a su madera muy preciada, más todos los incendios provocados por humanos y la conversión de bosques en tierras de pastoreo, lo que ha reducido significativamente su rango de distribución.

Alerce creciendo en Chile (Lenca) y en el Hotel Glen Eagles (Escocia).

La investigación realizada por el ICCP hace algunos años (Alnutt et al., 1998) sobre árboles cultivados de alerce en las Islas Británicas, encontró que solo había un clon femenino en cultivo. Se cree que esta es la introducción original de William Lobb colectada en Chile en 1849. Un solo clon es de poca utilidad como recurso para restaurar las poblaciones nativas agotadas, lo que llevó al ICCP a hacer un esfuerzo concertado para ampliar la base genética de las plantas en el cultivo. Hoy, como resultado del muestreo de semillas y esquejes de todo el rango natural de Fitzroya, el ICCP ha introducido 100 genotipos (tanto masculinos como femeninos) y los ha distribuido en una red de 71 sitios en todas las islas británicas. Este muestreo es un proceso continuo.

Lugares de procedencia del alerce en Chile (arriba) y distribución de los sitios seguros en las islas británicas (abajo).

Es importante destacar que la estrategia de muestreo de alerce está guiada por la investigación molecular que se realizó en Argentina y Chile, que identificó poblaciones únicas a las que se les debería dar prioridad de conservación. Esta investigación ahora ha llevado a un programa de restauración de los bosques de alerce severamente agotados en la depresión central de Chile, justo al norte de Puerto Montt. Parte de la experiencia y conocimientos recabados en el trabajo colaborativo en terreno entre Escocia (a través del RBGE) y Chile durante varios años, se recoge en el libro “Plantas Amenazadas del Centro-Sur de Chile. Distribución, Conservación y Propagación” (2005), donde se detallan métodos para propagar más de 40 especies, entre ellas el alerce. Esta publicación se encuentra disponible aquí.

 

Este artículo completo está disponible en la reciente edición de la revista del Jardín Botánico Chagual. Esta versión, la 16º, fue editada por María Victoria Legassa y Andrés Moreira. Incluye artículos sobre fitosociología, géneros chilenos (en este número, Malesherbia, una de cuyas especies aparece en la portada), morfología floral, propagación y recomendaciones. A partir de este número, las ediciones serán en formato digital, y estarán disponibles, de forma gratuita, en este enlace.

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