“Cuando miras por primera vez a través de un telescopio es un poco decepcionante”, comenta el astrofotógrafo José Joaquín Pérez, quien lleva más de veinte años dedicado a registrar imágenes de nebulosas, galaxias y cúmulos globulares. Sus fotografías son parte del imaginario colectivo del universo. En ellas se reúnen colores, texturas, formas extrañas y cientos de puntos luminosos.

Pero todo eso dista mucho de lo que observa una persona cuando apoya su ojo en el ocular de un telescopio. “Uno viene con la idea de ver las típicas fotos publicadas en libros o en internet y luego lo único que ve es una mancha lechosa, pero nunca ve lo que se espera”, dice Joaquín.

©José Joaquín Pérez
©José Joaquín Pérez

El problema es que nuestros ojos nos limitan. Esto se debe a que los procesos físicos que ocurren en el universo emiten radiación electromagnética, pero de todo ese rango de energías los ojos humanos sólo pueden captar una pequeña porción que corresponde a la luz visible.  Los rayos gamma, los X e infrarrojos, la luz ultravioleta y las ondas de radio quedan fuera de nuestro alcance.

Tenemos una pupila muy chiquitita que debe ser apenas de un centímetro y los conos que hay detrás son muy poco sensibles a la luz tan tenue que tienen estos objetos en el espacio. Por eso trabajamos con cámaras digitales y telescopios, para darle mucha exposición a esos objetos celestes y revelar sus estructuras”, explica el astrofotógrafo.

Al otro lado del telescopio

©José Joaquín Pérez
©José Joaquín Pérez

Una cámara y un telescopio. Con esos dos instrumentos, Joaquín obtiene la información necesaria de una galaxia que luego procesa en su computador, para obtener la imagen final. En este proceso se utilizan filtros verdes, rojos y azules (RGB), para simular el funcionamiento del ojo humano y obtener una representación que nuestro cerebro pueda procesar.

Lo que hago es captar y acumular mucha luz, son datos absolutamente reales que vienen desde el espacio y que uso para después componer una imagen en color, pero hay un espectro grande de emisiones y, dentro de eso, hay algunas frente a las cuales el ojo humano es ciego. A esa información uno le da más contrastes de manera que se puedan ver las estructuras y descubrir los detalles que hay ahí, al otro lado del telescopio”, comenta.

En algunos casos, continúa Joaquín, se asocian colores a una onda en particular, para que se pueda mirar. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las imágenes obtenidas en ALMA. “Este telescopio opera con ondas de radio que son invisibles para el ojo humano, pero ellos asignan un color de manera que uno lo pueda ver”, explica y añade que “eso es lo bonito que hay detrás de la astrofotografía, porque uno revela cosas que de otra manera no se verían”.

Luces del pasado

Sh2-279, Running Man Nebula in Orion ©José Joaquín Pérez
Sh2-279, Running Man Nebula in Orion ©José Joaquín Pérez

Joaquín soñó con las estrellas desde pequeño. Creció en Coquimbo, un lugar donde clima, cordillera y mar confabulan y dan origen a los mejores cielos del planeta para observar el universo. No en vano, esta zona ostenta el título de la “región estrella” y se ha convertido en centro neurálgico del desarrollo de la astronomía mundial.

Durante su infancia aprovechaba las más de trescientas noches despejadas que tiene esta región cada año, para subir los cerros y contemplar el firmamento. Así lo hizo por un buen tiempo, a ojo desnudo, hasta que a los doce ingresó a la academia de astronomía del colegio Seminario Conciliar de La Serena. Allí sufriría una gran decepción del cielo, cuando al mirar por primera vez a través del “tololito”-un telescopio de 12 pulgadas que había donado el Observatorio Tololo a esa escuela- solo pudo distinguir “una mancha como lechosa” y puntos blancos sobre un fondo negro.

Finalmente, la pasión por el cielo del joven aficionado terminó asentándose más por un tema conceptual, que por las imágenes que veía a través del telescopio. “Los profesores me mostraban revistas de astronomía y yo encontraba que era algo espectacular. En ese tiempo me gustaba hacer montañismo. Recuerdo haber subido un cerro en Vicuña, junto a un amigo que también le gustaba el montañismo, el cielo se veía genial ahí. Este amigo me explicó que lo que uno está mirando cuando ve las estrellas es el pasado, porque la luz demora mucho tiempo en llegar a la Tierra. Eso a mí me hizo un click, me hizo cambiar la mirada y me dejó muy enganchado. Desde entonces que me gusta la astronomía”, comenta.

Profundizando en la astrofotografía

©José Joaquín Pérez
©José Joaquín Pérez

Después del colegio todo terminó. Joaquín ingresó a la universidad a estudiar agronomía y se olvidó de las estrellas por algunos años, hasta que hace dos décadas retomó su hobby. Cámara en mano y con más artilugios que antes comenzó lo que él llama “el servicio militar” de la astrofotografía. Desde entonces no escatimó en esfuerzos por perfeccionar la técnica y adquirir mejores equipos, hasta llegar a construir su propio observatorio en Ovalle.

Al principio tomaba todas mis cosas, que no son pocas, montura, telescopio, cámara, cables, accesorios y, cuando había Luna nueva, me iba a algún sector del Valle del Elqui. Ahí me instalaba en forma nómade, por unas tres o cuatro noches. Pero con el tiempo me empecé a cansar y mi señora también me reclamaba. Elige entre yo y la astrofotografía, me decía. Mi suegra también me echaba tallas, nadie me creía”, ríe Joaquín, quien en ese momento decidió trasladar el foco de su cámara hacia Ovalle en busca de más tranquilidad y tiempo, tanto para la foto como para su familia.

La oportunidad cayó del cielo. Un grupo de estudiantes de la Universidad Católica compró un cerro en Ovalle, donde instalaron acceso a internet y distintos espacios de observación astronómica. Allí en un cuarto de unos nueve metros cuadrados con techo corredizo, está el telescopio newtoniano de doce pulgadas de Joaquín, quien hoy de manera remota programa fotografías, maneja los tiempos de exposición y recibe toda la información de ese pedacito de cielo, en su computador en la comodidad de su casa en Rancagua.

NGC 253, Sculptor Galaxy ©José Joaquín Pérez
NGC 253, Sculptor Galaxy ©José Joaquín Pérez

Confiesa que es un hobby muy costoso, en sacrificio y dinero, y cree que esa es una de las principales barreras por las que no hay una comunidad de astrofotógrafos más grande en el país, pese a tener los cielos privilegiados de los que tanto se habla. “Es una pena que, con los cielos que tenemos, no haya más gente haciendo astrofotografía en Chile. Cuando yo partí había un grupo pequeño de personas que hacían esto también. Hoy ha crecido el número, pero nada en comparación con lo que hacen los gringos o los franceses. Hay una limitante con los equipos porque no son baratos, pero siempre hay alternativas como arrendar, entonces creo que ha faltado difusión. La gente se interesa mucho pero se imaginan que es algo demasiado complejo. Cada día hay mejores equipos y más accesibles. Eso permite que más gente entre, y esa es la idea: que haya una comunidad cada vez más fuerte de astro fotógrafos”, asegura.

Finalmente, Joaquín cree que el eclipse solar total será una oportunidad para que más gente se entusiasme con la astrofotografía pues para registrar ese momento solo se requiere proteger los ojos adecuadamente, una cámara e, idealmente, un trípode. “Ojalá que preparen todo con anticipación para que la totalidad del eclipse no los pille detrás de la cámara”, advierte. Y agrega que ya se está preparando para tomar buenas fotos ese día y capturar la Corona Solar, “esa parte del Sol que solo podemos apreciar durante un eclipse pues normalmente es invisible para las personas”.

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