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Buscando la conservación de un ecosistema clave: Hoy se celebra el Segundo Encuentro de Mapeadores de Macroalgas para Latinoamérica
A un año de lo que fue el primer encuentro de Mapeadores de Algas, se han establecido legislaciones que protegen este ecosistema y se han realizado publicaciones en las revistas de ciencia más importantes del mundo. La Patagonia se posiciona como un Refugio Climático de la Macrocystis pyrifera. Entérate de todos los detalles en la siguiente nota.
Este 23 de abril se realiza el Segundo Encuentro de Mapeadores de Macroalgas en Español, un espacio en el que se busca compartir los avances que se han logrado hasta ahora. Este año el evento tendrá cuatro ejes: Metodologías de mapeo, Conservación, Repoblamiento, y Efectos Antropogénicos. Al final de la sesión, se creará un resumen sobre desafíos y objetivos para seguir avanzando en mapeo, conservación y repoblamiento de bosques de algas.

Este encuentro se da a un año del que fue una experiencia inédita en todo América. Por primera vez, estudiantes, profesionales e investigadores iberoamericanos abordaron las bases teóricas y las técnicas más actualizadas en el campo del mapeo de macroalgas. Se compartieron experiencias científicas, documentales y aplicaciones desarrolladas en todo el mundo. Pero eso no quedó ahí. A raíz de este encuentro, y teniendo en cuenta las graves amenazas que rodean a este ecosistema clave para la salud del mar, más de 230 investigadores y 70 instituciones, de 18 países, alzaron su voz a través de una carta que alerta sobre necesidad de la protección y conservación real de los bosques submarinos de Latinoamérica.
Según Cristian Lagger, director científico de la Fundación “Por el Mar” y parte del Encuentro de Mapeadores, “esta carta representó un puntapié inicial para trabajar conjuntamente científicos, referentes de organizaciones y políticos para lograr un impacto real en la protección de los bosques sumergidos. Le permitió a fundaciones, instituciones científicas y referentes políticos, contar con información para entender el estado de los bosques y promover medidas en dirección a la protección de este ecosistema del cual dependen cientos de especies”.

Los bosques de macroalgas, “cachiyuyo” o “huiro”, como se la conoce comúnmente, sustentan una elevada biodiversidad y prestan servicios ecosistémicos para distintas especies. Según una editorial publicada en la prestigiosa Revista Science, “están sometidos a graves amenazas. Las olas de calor marinas, la deforestación submarina, la contaminación y la sobrepesca están comprometiendo su capacidad de proporcionar miles de millones de dólares en servicios ecosistémicos, junto con beneficios culturales y sociales para las comunidades costeras”. Cabe destacar que muchos de los que avalaron esta publicación en la revista científica son los mismos que firmaron la carta del Primer Encuentro de Mapeadores.

Esta importante carta internacional tiene tres ejes esenciales. Por un lado, priorizar la inclusión de bosques de algas en políticas ambientales de la región, protegiendo eficientemente el 30% de su extensión. El segundo punto, establecer figuras de protección para las especies que forman bosques de macroalgas. Y, por último, identificar y proteger los bosques de macroalgas persistentes y resilientes.
A un año de esta iniciativa científica, ¿cuáles son los logros y los desafíos?
“El primer encuentro de mapeadores generó una sinergia bastante interesante que quedó plasmado en primera instancia en una carta que sorprendió desde el punto de vista de la recepción masiva que tuvo a nivel global. No sé si hay ejemplos similares en el mundo respecto a este tipo convocatoria”, explica Mauricio Palacios, investigador del Centro IDEAL y Rewilding Chile y parte del encuentro de Mapeadores. “El foco de esa carta era hacer un llamamiento a los gobiernos fundamentalmente de Latinoamérica a preocuparse de establecer medidas de conservación efectiva en torno a los bosques de algas fundamentalmente en el sur donde, entre Chile y Argentina, se concentran más del 40% de todos los bosques de Macrocystis pyrifera que existen en el mundo”, agrega.


“Estos pequeños empujones, como la carta que firmaron más de 200 científicos de todo el mundo, ayudan a las iniciativas locales de protección y a comunicar la problemática de una forma más amena para que los científicos y los que trabajan en ONGs, puedan usar para darle relevancia a lo que se está pidiendo”, explica Nur Arafeh-Dalmau, integrante y fundador de MásKelp. “Creo que fue un logro esa carta porque ahora en México se está usando para intentar establecer un Plan Nacional de Recuperación de los Bosques. En Argentina, se sancionó una ley de protección de algas y en Chile una moratoria de la extracción de los bosques”, agrega.
Además de los logros en políticas públicas, esta carta también motivó a otras publicaciones en las revistas de ciencia más prestigiosas del mundo: la Revista Science y la Revista Nature Nature Communications. Continuando con esta idea, Mauricio Palacios explica que: “es sumamente importante recordar que los bosques de la Patagonia tanto chilena como argentina están relativamente bien desde el punto de vista de su conservación y gran parte de la Patagonia está considerada actualmente como un refugio climático para esta especie lo que no ocurre en otras latitudes ya que tenemos altas tasas de pérdida en Oceanía por cuestiones climáticas y antropogénicas. En la Patagonia Sur todavía no ocurre eso”

En un mundo tan convulsionado, que un encuentro de científicos haya colaborado en movimientos tan certeros en la protección de algas, es más que una buena noticia. En Argentina, específicamente en Tierra del Fuego, en diciembre del 2024 se sancionó la ley “Ley de Lineamientos generales para la conservación y el manejo sostenible de los bosques marinos de macroalgas conformadas por la especie Macrocystis pyrifera” y actualmente también hay un proyecto en el Congreso de la Nación para extender el Parque Nacional Monte León hacia el mar, donde justamente se encuentran los bosques de cachiyuyo. “Argentina puede convertirse en un referente internacional de conservación de estos bosques teniendo en cuenta que menos del 3% de estos ecosistemas están dentro de áreas marinas totalmente protegidas. Con lo cual proteger hoy este tipo de ecosistemas es sumamente importante para las proyecciones climáticas que se avecinan en un contexto de crisis climática y de un aumento de la temperatura de los océanos”, explicó Cristian Lagger.

Por otro lado, en Chile, una de las zonas que se han visto afectadas por la extracción directa de algas, la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, decretó “la veda extractiva para la especie Huiro flotador, en el área marítima de la Región de Magallanes y Antártica Chilena, por un plazo de diez años”. Esta medida fue un logro de los pescadores artesanales, entre ellos los de centolla y erizos, especies vinculadas al huiro. “Más allá de esta regulación que es administrativa, que puede estar sujeta a coyunturas políticas, creo necesario avanzar en otras medidas de conservación que sean más robustas. Una forma es impulsar que estos bosques sean declarados Monumento Natural en un Patagonia que está siendo foco de interés de grandes empresas con distintos intereses. Por eso veo difícil avanzar con más áreas marinas protegidas, pero sí creo que es viable establecer esta figura de conservación”, explica Mauricio Palacios.

Más al norte del continente, en Estados Unidos y en México, los bosques de algas se han visto fuertemente afectados por las olas de calor que ha propiciado desbalances ecosistémicos como una fuerte proliferación de los erizos. Es por esto que se está comenzando a elaborar un Plan Nacional de recuperación de los bosques. Algunos de los científicos firmantes de esta carta que nació del Primer Encuentro de Mapeadores en Español integran dicho plan.
Sin embargo, todavía el camino es largo y existen muchos desafíos aún en la conservación de este ecosistema clave para la salud del mar. Tal como describe Mauricio Palacios: “Sería muy interesante que podamos establecer el rol de estos bosques de algas en términos de mitigación de cambio climático con datos duros y luego traducir estos términos en un lenguaje que la política pública lo puede comprender o, en este caso, los tomadores de decisiones lo puedan entender y establecer con claridad cuál es el verdadero verdadero rol de estos bosques de algas en términos de mitigación de cambio climático”.
