En 2018, Pablo Fibla y colaboradores publicaron en la revista Zootaxa el redescubrimiento de Telmatobius halli (“Where is the enigmatic Telmatobius halli Noble 1938? Rediscovery and clarification of a frog species not seen for 80 years”) con lo que aparentemente solucionaron uno de los enigmas más persistentes de la herpetología de Chile. Sin embargo, César Cuevas y colaboradores publicaron en 2020, en la misma revista, un segundo redescubrimiento de la especie (“Rediscovery of the enigmatic Andean frog Telmatobius halli Noble (Anura: Telmatobiidae), re-description of the tadpole and comments on new adult’s characters, type locality and conservation status”) pero en un lugar distinto al identificado por Fibla y colaboradores.

Telmatobius halli, octubre 2020 ©Jakob von Tschirnhaus
Telmatobius halli, octubre 2020 ©Jakob von Tschirnhaus

Esta situación llamó la atención del académico del Departamento de Zoología y miembro del Laboratorio de Sistemática y Conservación de Herpetozoos de la UdeC, quien analizaba ambas publicaciones y seguía haciéndose preguntas sobre la identidad y ubicación geográfica exacta de la rana perdida, ya que los dos redescubrimientos publicados eran incompatibles.

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En un congreso científico en 2020, el Dr. Correa planteó una hipótesis distinta sobre la especie perdida: Telmatobius halli, una rana recolectada por primera vez en el año 1935 y descrita en 1938, se encuentra en una vertiente termal en el origen del río Loa, en la región de Antofagasta.

La presentación pública de su investigación bibliográfica hizo eco en un joven investigador alemán autodidacta, Jakob von Tschirnhaus, quien tras escuchar al Dr. Claudio Correa, lo contactó para colaborar con sus propios datos de investigación en terreno. En efecto, von Tschirnhaus había llegado independientemente a la misma conclusión sobre la ubicación de la especie presentada por el investigador UdeC en el congreso científico.

Fue así como ambos comenzaron a colaborar y a coincidir en sus conclusiones, aportando nuevos y valiosos antecedentes para revelar la ubicación exacta de una especie desaparecida por 86 años y que, por su distribución tan reducida, actualmente estaría en peligro de extinción.

La misteriosa rana desaparecida se encuentra en Miño, un campamento minero abandonado ubicado en el nacimiento del río Loa. La precisión geográfica del hallazgo y la comprobación física de las hipótesis del Dr. Correa fueron posibles gracias a que Jakob von Tschirnhaus fue al lugar, comprobó que era el sitio donde se recolectó originalmente a la especie, encontró ranas adultas y renacuajos atribuibles a la especie y tomó muestras de tejido de renacuajos para análisis genéticos.

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Gracias a ello, el Dr. Claudio Correa pudo realizar un análisis filogenético molecular para establecer las relaciones de la población original de T. halli con respecto a otras especies de la zona. Este análisis, realizado en el Laboratorio de Sistemática y Conservación de Herpetozoos de la Universidad de Concepción, permitió establecer que la población encontrada por Tschirnhaus en Miño es genéticamente indistinguible de las especies más cercanas (Telmatobius dankoi y T. vilamensis), lo cual genera nuevas interrogantes sobre la identidad de T. halli y esas otras especies. Curiosamente, ambos investigadores habían llegado a las mismas hipótesis antes de conocerse y la colaboración mutua permitió terminar con el misterio de la rana perdida.

La rana del Miño

Telmatobius halli es una rana endémica, que hasta donde estos científicos saben, actualmente solo vive en ese lugar, en Miño, en el nacimiento del río Loa.

“Es una especie que mide entre 5 y 6 centímetros, de color café oscuro con manchas más claras. Tiene el hocico aplanado y es un anfibio totalmente acuático, que tiene membranas interdigitales muy desarrolladas en sus patas traseras”, explica el Dr. Claudio Correa. Al igual que otros Telmatobius de Chile, “tiene la piel suave y lisa, como jabonosa, y sus ojos sobresalen hacia arriba y están orientados más bien hacia el frente”, agregó.

El Dr. Correa indica que una particularidad de esta especie es que sus renacuajos son enormes, es decir, son más grandes que las ranas adultas.

A pesar de todo lo que se ha podido establecer respecto a esta rana, aún falta mucho por descubrir como, por ejemplo, conocer cuáles son sus depredadores y si está presente en otros lugares a lo largo del río Loa. Estas y muchas otras interrogantes quedan como una tarea pendiente de investigación en terreno para los investigadores UdeC, cuando las condiciones sanitarias permitan un libre desplazamiento.

 

 

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