El archipiélago de Juan Fernández es un conjunto de islas volcánicas ubicado en el Océano Pacifico, a 670 km de la costa chilena, a la altura del puerto de San Antonio. Se compone de las islas Robinson Crusoe, Alejandro Selkirk, el islote Santa Clara y otros islotes menores, y presenta una geografía costera formada por altos acantilados y despeñaderos que caen en forma casi vertical hacia el mar.

Bahía Cumberland, Isla Robinson Crusoe ©Héctor Gutiérrez Guzmán | Oikonos
Bahía Cumberland, Isla Robinson Crusoe ©Héctor Gutiérrez Guzmán | Oikonos

Es un tesoro natural que se caracteriza por ser un ecosistema de gran riqueza, tanto marina como terrestre, donde habitan especies que no existen en ninguna otra parte del mundo. Además, posee el mayor grado de endemismo vegetal por superficie a nivel mundial.

Pese a lo anterior, en la actualidad las islas presentan un alto grado de degradación, con la desaparición de ecosistemas completos en vastas extensiones de terreno. Esto debido a las actividades y eventos provocados por el ser humano como los incendios forestales, la tala de flora nativa y la introducción de especies exóticas, que constantemente amenazan la rica biodiversidad del territorio.

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Cabe destacar que las islas, debido a la fragilidad de su biodiversidad única y aislada, son uno de los sitios más vulnerables a las consecuencias del cambio climático, las alteraciones del suelo y el arribo de especies invasores, razón por la cual el archipiélago está considerado dentro de las diez ecorregiones con mayores amenazas a nivel mundial.

Fotografía de Palmera Chonta (Juania australis). Créditos: Sergio Elórtegui
Fotografía de Palmera Chonta (Juania australis). Créditos: Sergio Elórtegui

Al respecto, existen muchos estudios que analizan las causas de la degradación de las islas y el nivel de impacto que ha generado la introducción de especies exóticas en el territorio. No obstante, existía poca información respecto a la historia ambiental de las islas, sobre todo de sus primeros años de ocupación. Es por ello que surgió la necesidad de buscar nuevas fuentes y realizar un análisis más en profundidad respecto a la huella humana en el archipiélago, particularmente en la isla Robinson Crusoe  (Santa  Cecilia),  en los primeros 100  años de ocupación del territorio insular.

 La huella humana en la isla Robinson Crusoe

Sergio Elórtegui, biólogo y Doctor en Ciencias de la Educación, y su colega Fernando Venegas, Doctor en historia y académico de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción, durante los últimos 17 años han realizado un exhaustivo y meticuloso trabajo de investigación y recopilación de información respecto a la fases de ocupación temprana de la isla Robinson Crusoe -además de un intenso trabajo de campo- para así poder determinar las implicancias que tuvo este proceso para la biodiversidad de las islas, en contraste con la degradación actual que presenta el territorio.

Bosque de altura en la Isla Alejandro Selkirk. Crédito: ©Héctor Gutiérrez Guzmán | Oikonos
Bosque de altura en la Isla Alejandro Selkirk. Crédito: ©Héctor Gutiérrez Guzmán | Oikonos

Asimismo, vale decir que, motivados por la belleza y la magia que esconden la biodiversidad de este territorio, y también, por el amor y el compromiso que tienen los isleños con su propio entorno, los investigadores comenzaron este proceso investigativo de la mano de las comunidades locales,  generando un trabajo conjunto nutrido del intercambio de estudios y la experiencia de múltiples especialistas.

“Aparte de la belleza y de la biodiversidad que contienen estas islas, nos motivó mucho y nos llamó mucho la atención el amor y el compromiso que tienen los isleños con su propio entorno. Eso nos motivó para entablar con ellos una amistad y un trabajo de cooperación. Nos unimos a muchas de las exploraciones que llevó a cabo la Conaf en las islas, principalmente con Iván Leiva y luego con Guillermo Araya, que son los administradores anteriores y el actual administrador, y con la participación de muchos isleños, y gracias a ellos pudimos abarcar la isla y entenderla. Es a través de los ojos de los isleños que nosotros pudimos mirar con mayor profundidad el archipiélago”, agrega el Dr. Sergio Elórtegui.

(A) Isla de Juan Fernández. Tomado de: Cooke, Un viaje al Mar del Sur, op.cit.(B) Mapa particularde la isla de Juan Fernández del viaje del almirante Anson. Artista / grabador / cartógrafo: Jacques-Nicholas Bellin. Procedencia: Atlas de “Historia general de los viajes”, por Antoine François Prévost (el Abbé Prévost). Tipo: mapa de cobre antiguo del siglo XVIII. 1758. Créditos: Sergio Elórtegui
(A) Isla de Juan Fernández. Tomado de: Cooke, Un viaje al Mar del Sur, op.cit.(B) Mapa particularde la isla de Juan Fernández del viaje del almirante Anson. Artista / grabador / cartógrafo: Jacques-Nicholas Bellin. Procedencia: Atlas de “Historia general de los viajes”, por Antoine François Prévost (el Abbé Prévost). Tipo: mapa de cobre antiguo del siglo XVIII. 1758. Créditos: Sergio Elórtegui

El archipiélago de Juan Fernández fue descubierto en 1574 por el piloto Juan Fernández, en un viaje comercial realizado entre el Callao y Valparaíso. El piloto, siguiendo su experiencia e intuición de navegante, se alejó 180 leguas al oeste para atrapar los vientos libres del norte que lo llevaron directo hacia al sur, avistando las islas que luego quedarían inmortalizadas con su nombre. Este hito, aunque casual, marcó el inicio de un proceso de ocupación y explotación de los recursos naturales de las islas, produciendo grandes daños en la biodiversidad que perduran hasta el día de hoy.

Para entender este proceso en profundidad y lograr llenar los vacíos, el estudio se enfocó en la búsqueda de nuevas fuentes, donde se logró recopilar información inédita desde archivos de la Real Audiencia en Santiago, así como de archivos del Consejo de Indias en Sevilla que daban cuenta de diferentes juicios, reclamos y observaciones hechas en las islas, y que entregan luces respecto a lo ocurrido durante este periodo.

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“Normalmente estos primeros 100 años han sido llenados siempre con los mismos textos, recurriendo a los mismos cronistas de la época, principalmente textos de naturalistas, de viajeros o de Vicuña Mackenna, pero que finalmente se agotan en sí mismos luego de tantos cientos de años y era necesario encontrar nueva evidencia. Así pudimos encontrar esos primeros fragmentos que datan desde la llegada de juan Fernández, el piloto, hasta la visita del jesuita Rosales, que viene a tender un juicio de la orden porque la isla era propiedad de los jesuitas en ese tiempo, y ellos atienden entonces el horror de lo que estaba pasando esos años en su ausencia”, agrega Elórtegui.

Fotografía de la isla de Robinson Crusoe en el horizonte y las habitualmente complejas condiciones de navegación oceánica. Créditos: Sergio Elórtegui
Fotografía de la isla de Robinson Crusoe en el horizonte y las habitualmente complejas condiciones de navegación oceánica. Créditos: Sergio Elórtegui

La lejanía de las islas, además de las dificultades para recalar en ellas, hizo  difícil  la  implementación  de  un  plan  sistemático  de ocupación temprana, por lo que inicialmente, lo primero que se considero fue la introducción de ganado para que se multiplicara. Esta primera  fase  de introducción de ganado, principalmente de cabras, se  llevó  a  cabo  con  un  gran  impacto  desde  el  primer encuentro, y su presencia aún permanece en las islas, particularmente en la isla Alejandro Selkirk.

Como se señala en el estudio, el jesuita Diego de Rosales y después de él la mayoría de quienes se refieren a la historia de la isla, señalan que el piloto  introdujo en ella la misma especie de cabras silvestres que en  otras latitudes (Capra hircus), y que para mediados del siglo XVII se habían multiplicado de tal manera “que no caben y desnudan los árboles, que están descortezados y deshojados hasta donde alcanzan empinándose”. De hecho, se calcula que en un plazo de 100 años, desde la introducción de las cabras hasta el arribo de Rosales en 1674, la población debió ser, con cálculos muy moderados, de a lo menos 10.000 a 20.000 cabras.

Fotografía de manada de machos de Capra hircus mostrando sus grandes cornamentas en acantilados de la isla A. Selkirk (Masafuera). Créditos: Sergio Elórtegui
Fotografía de manada de machos de Capra hircus mostrando sus grandes cornamentas en acantilados de la isla A. Selkirk (Masafuera). Créditos: Sergio Elórtegui

La   incorporación de nuevas especies en las islas, sin depredadores o competencia, presentó patrones de crecimiento poblacional tan elevados que la situación con el tiempo se volvió inmanejable sin acciones sistemáticas externas, y provocó un impacto muy grande sobre las especies vegetales que sirvieron de alimentos para las cabras.

“A través de la organización de los relatos sobre la introducción de las cabras y a través de la ciencia y de la misma vegetación que nos habla a través de su arquitectura, pudimos estimar cuál era la zona más impactada por las cabras, y como estas en un plazo de 100 años pudieron multiplicarse a un número enorme. Se calcula que llegaron a haber entre 10.000 a 20.000 cabras, donde el mismo Rosales exclama que no cabía una cabra más en esta isla. Asimismo, cuando él llega a las islas, también se da cuenta que los grandes rebaños se encontraban refugiados en el lado más plano de la isla, que es el sector de Punta Isla y en dirección a las cercanías de Santa Clara, que es un sector de la isla que hoy está absolutamente vacío. Entonces, pareciera ser que ahí las cabras tuvieron un impacto enorme”, agrega el Dr. Sergio Elórtegui.

(A) Fuente: Elaboración propia, fotografía de la población del lobo fino de Juan Fernández (Arctocephalus philippii)en el sector El Tongo en la isla A. Selkirk (Masafuera); (B) Fuente: Tomada de Cooke, Un viaje al Mar del Sur, op.cit.; (C) Fuente: Elaboración propia, fotografía de lobo fino macho mostrando su valioso pelaje (isla Santa Clara). Créditos: Sergio Elórtegui
(A) Fuente: Elaboración propia, fotografía de la población del lobo fino de Juan Fernández (Arctocephalus philippii)en el sector El Tongo en la isla A. Selkirk (Masafuera); (B) Fuente: Tomada de Cooke, Un viaje al Mar del Sur, op.cit.; (C) Fuente: Elaboración propia, fotografía de lobo fino macho mostrando su valioso pelaje (isla Santa Clara). Créditos: Sergio Elórtegui

Por otro lado, el jesuita Rosales también aportará datos que sugieren el avance hacia una segunda  fase  de  explotación, en donde se habría impulsado el aprovechamiento económico de la isla a través de la pesca. En este  periodo  iniciaría, como se destaca en el estudio,  lo  que  después  se  convertiría  en  una  carnicería  de grandes proporciones. Desde 1687 hasta 1898 se estima que al menos 3.870.169 animales fueron cazados y en 1900  el lobo  fino  de  Juan  Fernández (Arctocephalus  philippii)  se  consideró  extinto  como  consecuencia  del  vasto régimen de explotación al que las poblaciones fueron sometidas. Hoy, a partir de unos pocos   ejemplares   que   persistieron,   la   especie   se   levanta   de   la   extinción   en   el archipiélago  bajo los  esfuerzos  de  preservación  de  parte  de  los  isleños.

Fotografía myrtisylva fernandeziana en el sector La Piña en isla Robinson Crusoe. Créditos: Sergio Elórtegui
Fotografía myrtisylva fernandeziana en el sector La Piña en isla Robinson Crusoe. Créditos: Sergio Elórtegui

Esta época, además, destaca por la explotación de los recursos madereros, donde la  tala  del  bosque  fernandeziano  (myrtisylva  fernandeziana) con  “indios  hacheros” alcanzó  dimensiones  catastróficas,  según  se  denuncia  en  un  juicio  que  levantó  en 1602 la  Orden  de  Jesús, propietaria de 500 cuadras en Robinson Crusoe, con el fin de proteger sus recursos y evitar que estos siguieran siendo robados. Cabe destacar que en el proceso se afirma que si se seguía talando, la isla quedaría desierta.

“En los procesos iniciales, la huella más temprana del hombre, la entrada fue muy agresiva, donde hubo procesos de corta de leña y de bosque sistemáticos, a través de leñadores traídos a la isla para generar cortas y despejes en los principales tres valles del lado más cubierto de la isla, hacia el norte, que son la bahía Cumberland hoy, Puerto Inglés y Puerto Francés. Entonces lo interesante es que nos da una visión de por qué luego, ya en los años 1700 y 1800, los bucaneros y los piratas se encuentran con una isla más despejada. Siempre se piensa que la isla fue siendo cortada paulatinamente y no, al parecer en ese primer momento hubo una fuerza humana antrópica de modificación muy fuerte”, añade el investigador.

El  impacto  de  esta  gran  deforestación finalmente  devino  en  la  fuerte  erosión  que  se  evidencia  hoy en  gran  parte  de  los bordes de la isla y que a  finales  del  siglo  XIX  generó  las  condiciones  de  ventana  perfecta  para  la  rápida entrada de las especies vegetales más problemáticas en el presente: Maqui (Aristotelia chilensis), Murtilla (Ugni molinae) y el Trun (Acaena argéntea), y a comienzos del s. XX, la llegada de la Mora (Rubus ulmifolius).

Fotografía de la última luma sobreviviente colgando en el presente en el sector hiper erosionado de la quebrada El Lápiz en la isla de Robinson Crusoe. Créditos: Sergio Elórtegui
Fotografía de la última luma sobreviviente colgando en el presente en el sector hiper erosionado de la quebrada El Lápiz en la isla de Robinson Crusoe. Créditos: Sergio Elórtegui

Reconstrucción de la visión del matorral nativo de Robinson Crusoe

El estudio, asimismo, a través del análisis de los datos obtenidos, logró determinar cuáles fueron las especies más afectadas por los procesos antrópicos ocurridos en estos primeros 100 años, y permitió realizar una reconstrucción de cómo se pudo haber visto el paisaje de las islas, previo a su descubrimiento en 1574. Como señala Sergio Elórtegui, ”Lo más probable es que lo que las cabras se comieron fue un tipo de matorral que hoy solamente está ubicado en ciertos acantilados y que se encuentra en recuperación en Santa Clara, que son las asteráceas arborescentes: la col de Juan Fernández, los dendroseris y las robinsonias”.

Fotografía del sector SO de la isla Robinson Crusoe y al fondo isla Santa Clara mostrando el grado de degradación presente. Créditos: Sergio Elórtegui
Fotografía del sector SO de la isla Robinson Crusoe y al fondo isla Santa Clara mostrando el grado de degradación presente. Créditos: Sergio Elórtegui

Esta comunidad de matorral fernandeziano mixto de asteráceas arborescentes, hoy desaparecida en gran parte del territorio habitado por las cabras y el ganado, se habría distribuido en los lomajes y lugares más abiertos, por fuera de las quebradas de la selva fernandeziana en la porción sur occidental de Robinson Crusoe, al igual que en Santa Clara. Así mismo, es posible inferir que las vastas extensiones de terreno yermo en el norte de la isla antes fueron hermosos y frondosos bosques de myrtisylva, de los que hoy solo quedan algunas cuantas especies sobrevivientes.

Reconstrucción científica digital del posible aspecto que pudo tener elmatorral fernandeziano mixto de asteráceas arborescentes del sector SO en 1574 al arribo del piloto Juan Fernández. Créditos: Sergio Elórtegui
Reconstrucción científica digital del posible aspecto que pudo tener elmatorral fernandeziano mixto de asteráceas arborescentes del sector SO en 1574 al arribo del piloto Juan Fernández. Créditos: Sergio Elórtegui

El  traer  luz  a  este  primer encuentro,  manifestado  en  estas  primeras  fases,  aporta  a  la  comprensión  de  los hechos ambientales del presente, explicando las heridas ecológicas de uno de  los  archipiélagos  con  mayor  porcentaje  de  especies  únicas,  y además, la puerta de entrada  para  las  plagas  invasoras  de  los  siglos  subsecuentes.

“En este periodo la principal amenaza fue justamente la acción directa del hombre a través del ganado y la tala de bosques, pero debajo de estas acciones había un paradigma, también un pensamiento de la época, en que la isla era considerada un recurso y que había que explotarlo. De hecho los jesuitas tampoco llegaron con la idea de conservar, en el fondo el juicio y la alarma de los jesuitas era porque le estaban robando recursos a ellos. Entonces, la principal amenaza en ese tiempo era un paradigma capitalista que vio a este archipiélago, al igual que todos los archipiélagos en los océanos del mundo, como recursos que había que ocupar. Lo bueno es que ese paradigma cambió y eso está representado en la mente de los isleños y como ellos conservan su propio territorio a través de estrictos planes de manejo y también el creciente conocimiento de los isleños por su propia isla. Hay un interés y un deseo de los isleños por conservar lo que queda aún”, agrega Sergio Elórtegui.

Paredes de roca en la isla Robinson Crusoe. Crédito: ©Héctor Gutiérrez Guzmán | Oikonos
Paredes de roca en la isla Robinson Crusoe. Crédito: ©Héctor Gutiérrez Guzmán | Oikonos

El  impacto  del  antropoceno  comenzó  a  ser  evidente  en  estas latitudes  tempranamente, generando grandes daños. No obstante,  paradojalmente,  en  el  presente,  la  única  posibilidad  de balance  y  restauración  del  archipiélago  radica  en  la  presencia  humana  isleña.

Es por ello que desde hace años, científicos, guardaparques, ONG’s  y miembros de la comunidad local, han trabajado en la erradicación de estas especies para la restauración ecológica del bosque nativo y la protección de las especies endémicas de las islas, implementando una serie de medidas en pos de restaurar los ecosistemas degradados.

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Gracias a ello, se han logrado distintos hitos y logros que han permitido la reducción de la degradación del ecosistema y la conservación de distintas especies amenazadas, siendo un ejemplo mágico de cómo la vida logra restablecer sus atributos y niveles de biodiversidad en los sitios más degradados por el desarrollo humano.

Actualmente, el archipiélago es un ejemplo de conservación marina y sustentabilidad a nivel mundial, que destaca por ser un territorio con una comunidad organizada, consciente del valor de su entorno y de la importancia del cuidado del medio ambiente.

Isla Robinson Crusoe © Diego Fontecilla Correa
Isla Robinson Crusoe © Diego Fontecilla Correa

“El artículo aborda un espacio histórico que no contaba con nuevos relatos ni con nuevos archivos hasta ahora, y lo que se va a hacer con esa información pasa por todas las dimensiones, desde la dimensión más abstracta que es el fondo enriquecer la historia ambiental y el recurso histórico del propio archipiélago como conocimiento; como también desde la dimensión más concreta en términos de restauración. El mayor deseo de nosotros ahora es poder conversar con las autoridades, ya tuvimos una invitación de parte del consejo municipal, a través de Jaritza Rivadeneira, para comentarle al municipio el trabajo en detalle y también luego a la comunidad. Y la idea es de ahí ir generando iniciativas que se puedan llevar a la práctica y tal vez escenarios de laboratorio para restituir paños ecológicos”, finaliza el investigador.

Lee el estudio completo aquí.

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