Parques urbanos en Chile: ¿serán parte de nuestra deuda con la ciudad?
Nuestro colaborador Ricardo Riveros, nos comparte una interesante columna reflexionando acerca de la forma en la que estamos planificando los parques urbanos en Chile y los puntos importantes en los que deberíamos estar poniendo atención al momento de diseñarlos.
Si para nadie es discutible que tenemos serias deudas con el diseño urbano que compone el paisaje de nuestras ciudades, bien vale la pena preguntarse desde nuestro interés en el paisaje y los espacios verdes públicos: ¿cómo estamos diseñando nuestros parques? y ¿Serán parte de nuestra deuda con la ciudad?
Bajo estos cuestionamientos es que me he dedicado a observar la manera en que se planifican (y planificaron) y luego, cómo se diseñan la gran mayoría de nuestros nuevos parques en Chile. Básicamente estamos hablando de dos situaciones diferentes. La planificación obedece más bien a la manera en cómo se inserta el parque a la trama urbana de la ciudad, además de cómo se responde a las necesidades sociales de la comunidad, a determinadas funciones urbanas y también a las urgencias y emergencias que nos propone la ciudad. Cuando hablamos del diseño en cambio, estamos refiriéndonos a la forma y sensibilidad perceptual y emocional de aunar y componer toda la materialidad, natural y artificial, además de las necesidades, funciones, demandas y propuestas en un espacio.
Como hablar de estos dos temas demanda una extensa lista de revisión de conceptos, hechos, comparaciones y propuestas, es que he sugerido separar ambos temas en dos partes, en lo posible tratando de no mezclar, a riesgo de que aquello resulte un esfuerzo reñido con toda metodología de investigación.
¿La naturaleza en las ciudades o la naturaleza DE las ciudades?
Parafraseando a la plataforma colaborativa The Nature of Cities, la cual expone experiencias transformadoras para las ciudades desde la naturaleza presente en ellas, es que cabe preguntarnos: ¿cómo estamos proponiendo nuestros parques en la ciudad? La respuesta bajo mi perspectiva es deprimente: la mayoría de nuestros nuevos y recientemente remodelados parques, no distan mucho del Central Park de NY de la segunda mitad del año 1800 o incluso de los jardines de Versalles.
Lo anterior no tendría nada de malo si estuviéramos viviendo aún con los conocimientos de aquellos tiempos, sin embargo la realidad es otra y hoy sabemos que un parque puede –y debe– ser mucho más que el símil de un zoológico; un trozo de vegetación puesta en una caja delimitada por cuatro calles, aislada del sistema urbano y sólo respondiendo a aspectos estéticos, de ocio, deporte y relajación. Esta última imagen representa la naturaleza en las ciudades.
Entonces ¿cómo sería entender el concepto «la naturaleza de las ciudades», ligándola al tema que estamos proponiendo sobre los parques? Esto equivale a hablar de aprovechar los múltiples recursos ecológicos que presenta todo espacio en la Tierra que tenga vida y conectarlos entre sí hasta formar un sistema de vida; un ecosistema, y en este caso, un ecosistema social y urbano o un sistema ecosocial.
Pero, ¿un parque puede hacer esto por sí solo? Por supuesto que no, y es aquí cuando entramos de lleno en las propuestas de planificación, ya no de parques urbanos solamente, sino de los sistemas verdes de espacio público que necesitamos en las ciudades, esfuerzos también llamados de manera ingenieril o arquitectónica como infraestructura verde.
En una ciudad como Santiago, tan rica en elementos que aportan biodiversidad como cerros islas, cursos de agua y zonas protegidas colindantes, no hay excusa para no ligar estos paisajes como recursos para el desarrollo de las ciudades y equidad para su gente; para emprender el viaje hacia lo que Timothy Beatley llama ciudades biofílicas, las cuales aprenden de la naturaleza que tienen y la develan.
Volviendo a lo específico
En cuanto a los parques, imagínenlos sin fin al extenderse por sobre sus bordes penetrando en la ciudad por sus calles a través de arbolados urbanos, bandejones verdes, esquinas verdes y antejardines (responsabilidad privada en beneficio de lo colectivo); cubriendo a su paso cerros islas, integrando y regenerando las riveras (de uso público) de los cursos de agua. Imaginen la vida –aves, insectos- que atravesaría estos espacios a modo de corredores. Todo lo anterior sólo aprovechando los recursos ecológicos que la ciudad ya posee y ayudando al desarrollo de la fauna a través de la devolución de la vegetación nativa y la propuesta continua de espacios verdes, hasta generar un sistema.
La planificación de los parques entonces, debe entenderse como parte del sistema urbano, en donde también cabe relacionar las distintas necesidades sociales, las cuales exigen funciones a incorporar en los parques urbanos. Algunas de ellas tienen que ver con la capacidad de sostenibilidad y resiliencia para las comunidades; la incorporación de huertos; infraestructura para el desarrollo de actividades públicas, de establecimiento de redes de apoyo e incubación de ciudadanía (sedes para juntas de vecinos, salud y educación entre otras); generación propia de energía; tratamiento de aguas grises (cuando la legislación lo permita); el cuidado del uso de su subsuelo y la gestión de residuos domiciliarios aparecen entre las urgencias que la ciudad y su población demanda.
Dentro de las emergencias que nos plantea la urbe, los parques no pueden restarse, ya que en su planificación radica la manera de responder como puntos estratégicos, a ser utilizados como espacios de acopio, resguardo, operaciones o zonas de seguridad frente a catástrofes. También como proveedores de agua para el combate de incendios o para el riego de cultivos en periodos de sequía, asimismo como cortafuegos y control de temperatura frente al cambio climático.
A modo de conclusión
Dentro de lo expuesto, que por supuesto excluye conocimientos más especializados sobre los servicios ecosistémicos que también deben proveer los parques, asistimos a una mirada más social y funcional, sin que por ello sea superficial. Por el contrario, sin duda si la planificación urbana y la parte que le toca al sistema verde de la ciudad, incorporara los conceptos revisados más arriba, presenciaríamos una muy distinta manera de vivir los parques y por tanto de quererlos y sentirlos necesarios al punto de ser imprescindibles urbanos; menos como una deuda y más como un aporte a nuestros paisajes cotidianos, del día a día, esos que atesoramos como parte de nuestra identidad.
Si bien la misión de llevar esto a buen puerto recae en quienes actualmente están planificando el territorio y las ciudades, muchas más veces políticos que especialistas; muchas más veces desde dentro hacia afuera, es decir, desde la ciudad hacia los espacios rurales y naturales; muchas más veces desde el corto plazo de un periodo electoral que desde lo extenso del tiempo para el paisaje, es necesario abrir y compartir el campo de intervención en la multidisciplina. En especial es necesario integrar a quienes manejan estos conceptos desde su formación, los arquitectos del paisaje, quienes centran su visión de manera holística entendiendo al paisaje, más que el territorio, desde la rica combinación de sus factores físicos, naturales, culturales y perceptuales.