Mitigación y adaptación son dos acciones claves que aparecen cada vez que se habla de las estrategias para enfrentar el cambio climático. Pero también, son dos conceptos que han vuelto a aparecer con fuerza en el actual escenario que vive el planeta, marcado por la pandemia del Covid-19, lo que refleja paralelos en las estrategias para superar la emergencia sanitaria-económica del coronavirus  y la crisis climática.

Por un lado, pasamos de hablar de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a cómo nos hacemos cargo de limitar los casos de coronavirus. Pero igual se discuten sobre las mismas cosas: cómo se reducen,  las consecuencias de estas reducciones y cómo se pueden apoyar. En este contexto,  vemos las discusiones que contrastan las dificultades de restringir la libertad de movimiento para cuidar la salud de las personas y las dificultades económicas que esas limitaciones pueden provocar en comunidades con una alta tasa de trabajo informal o con elevados niveles de endeudamiento que suelen vivir el día a día. Y así como en el combate del coronavirus vemos diferentes acciones como el “Bono Covid-19”, la distribución de cajas de alimentos y las medidas económicas, en el ámbito del cambio climático también surgen propuestas que generan amplio debate, como el complejo cambio de la matriz energética y necesidad de buscar un modelo de transición justa, entre otras.

Y por otro lado, la adaptación surge como una estrategia que permite reducir la vulnerabilidad frente a ciertas crisis. Así, durante la pandemia, nos hemos visto en la necesidad de adaptar  nuestra manera de saludar, de compartir con nuestros cercanos e incluso de trabajar, aunque esta etapa también ha resaltado la desigualdad de oportunidades en esos procesos. El privilegio de poder quedarse en casa es una clara y hasta violenta muestra de la desigualdad existente en Chile: ¿Cómo se le pide a alguien quedarse en su casa cuando si no sale a trabajar deja a su familia sin comida u otras necesidades básicas? El poder de adaptación se vincula fuertemente con cuán resistente es la comunidad, o cuánta conectividad tiene a distintas fuentes de apoyo. Y del mismo modo, se relaciona  con la posibilidad que tiene un ecosistema rico en biodiversidad para adaptarse  a los cambios climáticos de manera más rápida que un terreno degradado y poco diverso.

©Cortesía Fundación Cultiva
©Cortesía Fundación Cultiva

Desde Cultiva, vemos los huertos urbanos comunitarios como una herramienta potente de adaptación a la crisis sanitaria y económica que enfrentan comunidades en Chile y el aumento de su resiliencia frente a la multitud de crisis que pudieran volver a enfrentar.

La creación de un huerto en plena crisis apoya de manera directa a la comunidad a través de la producción de de alimentos frescos y orgánicos para las familias. Esto permite, en una primera instancia, autoabastecer a las familias. Pero  también permite, a futuro, oportunidades para fomentar una economía local de los productos y/o sus derivados. También, permite reducir el uso de envases, etiquetas y derivados, limitando el consumo de recursos en su creación o la contaminación de su desecho, reduciendo la huella de carbono del traslado del producto. Además, crea una nueva área verde en una comunidad que permite capturar más CO2, agua y disminuir el calor ambiente; apoyando a combatir problemáticas que  han aumentado con los cambios climáticos que está experimentando Chile.

©Cortesía Fundación Cultiva
©Cortesía Fundación Cultiva

Por otra parte, el proyecto aporta de manera clave para que personas y comunidades vulnerables que viven del día a día puedan recuperar  la autoconfianza, la que se ve fortalecida por la experiencia de impactar en el entorno y en el mundo exterior. Es en esa dimensión que la transformación del entorno cultivando la tierra para producir alimentos puede transformarse en  una experiencia de gran poder terapéutico.

Al mismo tiempo, el trabajo comunitario ofrece pertenencia y con ello, una oportunidad para recuperar la confianza en el mundo y en las personas. El tejido comunitario, algunas veces muy fuerte y otras débil, es esencial para enfrentar situaciones como la que vivimos hoy. Considerando que la cobertura de salud mental en nuestro país es muy deficiente, las consecuencias que ha dejado la pandemia como la extensa cuarentena, la pérdida de trabajos y el temor que causa toda esta situación pueden llegar a generar problemas psicológicos que no serán atendidos. Por ello consideramos relevante este proyecto de huertos comunitarios porque, además de habilitar espacios para autoabastecimiento y venta de hortalizas, habilita espacios de encuentro, capacitación y reflexión para que la comunidad pueda seguir creciendo en conocimiento, actitud y unión. No hay datos concretos de esta información en Chile, sin embargo en Inglaterra se ha estudiado en personas que sufren algún trastorno o condición psicológica o psiquiátrica, que en un porcentaje bastante alto manifiestan sentirse feliz en el trabajo con la tierra.

©Cortesía Fundación Cultiva
©Cortesía Fundación Cultiva

El espacio del huerto también provee un espacio de aprendizaje donde buscamos incluir la mayor variedad de voces posible, considerando la transmisión de costumbres y cultura tradicional como elementos esencial para el fortalecimiento del tejido social intergeneracional de las comunidades y la mayor inclusión.

Desde el 8 al 26 de junio, Cultiva tendrá activa una campaña de crowdfunding en la plataforma GlobalGiving, que busca a llegar a la creación de 20 huertos comunitarios en comunidades impactadas por la crisis sanitaria Covid-19, y a través de eso, apoyar a 350 familias con los conocimientos, las herramientas y el apoyo necesario para iniciar  un viaje a descubrir la tierra, a colaborar con sus vecinos, y en definitiva, a ver un nuevo mundo crecer. Les invitamos a hacer su donación a través del siguiente enlace. Desde ya agradecemos muchísimo los apoyos que nos permitirán ayudar a esas 350 familias a desarrollarse de manera completa. Y  si logramos la meta de entrada a la plataforma, podremos acceder a distintas fuentes de ingresos y así apoyar la resiliencia de comunidades a las distintas crisis que enfrentan, como la sanitaria, la económica y la climática. Juntos seremos capaces de enfrentar todo y construir nuevos modelos con mayor justicia y menor desigualdad.

©Cortesía Fundación Cultiva
©Cortesía Fundación Cultiva

Las actividades de huertos comunitarios inician con un diseño participativo del espacio, a él se suma la mayor cantidad posible de la comunidad involucrada en el proyecto. En contexto de pandemia hemos considerado desarrollar metodologías que permitan la participación remota como encuestas online, videoconferencias, cuestionarios en papel. En tanto, la etapa siguiente que considera la construcción del huerto y la respectiva capacitación, se desarrollará según las indicaciones actualizadas del Ministerio de Salud y las municipalidades respecto al contexto de emergencia sanitaria del momento. Por lo tanto, el proyecto se ajustará a las recomendaciones de distanciamiento social con un sistema de turnos, se usarán los elementos de protección personal y se hará una profunda y constante limpieza de los materiales.

En una época en que creemos saber y tener toda la información, vivimos lo contrario. Es  tiempo de encontrar el equilibrio entre los seres humanos y el planeta; entre la multitud de realidades y la biodiversidad, e incluso desde el punto de vista de un virus que nos recuerda que somos una unidad que se ve afectada por lo que hacemos aquí y ahora.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...