La cordillera de Nahuelbuta es el nombre dado a un tramo de la cordillera de la Costa, en el sur de Chile, que se extiende entre el río Biobío por el norte, y el río Imperial por el sur. Esta cordillera costera es parte del territorio ancestral del pueblo mapuche y su nombre significa “gran jaguar”.

Esta gran cadena montañosa se levanta como el lomo de un puma, sobresaliendo de la tierra, desde donde sus venas fluyen azules y vitales, torrentosas y en trechos cortos hacia el mar. A Nahuelbuta llegamos atraídos por sus misteriosos ríos. Nuestro amigo Gabriel, kayakista oriundo de Curanilahue, nos había hablado de ellos, y en especial del río Carampangue, el cual se vuelve torrentoso con las lluvias de invierno.

Araucarias en el Parque Nacional Nahuelbuta ©Cristóbal Croxatto
Araucarias en el Parque Nacional Nahuelbuta ©Cristóbal Croxatto

Sonaba una propuesta atractiva para explorar en nuestros kayaks por lo que,  en invierno de 2016, decidimos invitar a Canela Astorga, destacada deportista nacional, junto a nuestros amigos de la productora MVMT, Nicole Ellena y Erick Vigouroux, para conocer la cordillera de Nahuelbuta y registrar su legendaria belleza.

Exploración de un río de la costa

Foto de GoPro de Canela Astorga remando el río Carampangue ©Canela Astorga
Foto de GoPro de Canela Astorga remando el río Carampangue ©Canela Astorga

El río Carampangue tiene 70 kilómetros de largo, extendiéndose desde el sureste hacia el noroeste, donde desemboca en el golfo de Arauco. Curiosos y ávidos de aventuras, decidimos explorar este río desde su origen hasta su desembocadura. Al llegar a la zona, y tras una semana de intensa lluvia, el río tenía las condiciones ideales para descenderlo.

El descenso comenzó entre una sorprendente diversidad de árboles: araucarias, ñirres y canelos, sucedidos por coigües, tineos y avellanos, todos cubiertos de pequeñas alfombras de musgos. A pesar de la alegría por comenzar la travesía, a medida que nos adentrábamos en el cajón del río Carampangue, comenzaron a aparecer grandes troncos que obstaculizaron nuestro descenso. Tras una serie de rápidos peligrosos, y un agitado rescate en medio de la oscuridad, logramos terminar el primer día agotados, pero satisfechos por la belleza del paisaje.

Gabriel Ceballos en medio del “Jardín de Rocas” del río Carampangue ©Paulo Urrutia
Gabriel Ceballos en medio del “Jardín de Rocas” del río Carampangue ©Paulo Urrutia

Al día siguiente seguimos remando en aguas más calmas. En este trecho del río, mientras disfrutamos de ligeros rápidos, nos percatamos de la notoria disminución del bosque nativo, reemplazado por interminables filas de pinos. Estábamos inmersos en un gran desierto verde, que cada cierto tramo daba paso a sitios completamente deforestados, con el suelo expuesto a la erosión de la lluvia y el viento. En la orilla del río, nos sorprendió que comenzaban a intercalarse árboles nativos con plantaciones que llegaban hasta la orilla, e incluso zonas completamente taladas, sin árboles, dejando la tierra junto al río al descubierto. ¿Qué había pasado con el frondoso bosque nativo que hasta el momento nos acompañaba?

La historia de Nahuelbuta

Claudio Vicuña documentado el impacto de la tala rasa en Nahuelbuta ©Paulo Urrutia
Claudio Vicuña documentado el impacto de la tala rasa en Nahuelbuta ©Paulo Urrutia

Hace un siglo y poco más, esta cordillera estuvo cubierta por una extensa selva fría, sin embargo el territorio ha sufrido severas transformaciones. Se estima que la pérdida de la vegetación natural original de Nahuelbuta ha sido superior al 70%, siendo la explotación forestal la mayor amenaza a la cordillera, pues dicha actividad ha contribuido a través de la tala rasa y la erosión, al deterioro del suelo y de los cursos de agua, además del empobrecimiento de las comunas, las cuales dependen totalmente del rubro forestal, el cual monopoliza los trabajos.

La industria forestal comenzó en los años 30 y 40 como una forma de recuperar suelos erosionados por la intensa agricultura que se practicó en esas tierras. Sin embargo, su auge fue en los años 70 y 80, gracias a la promulgación de la Ley de Fomento Forestal –también conocida como DL701-, que otorgaba bonificaciones de hasta un 75% del costo de las plantaciones. Es decir, a través de los impuestos, todos los chilenos llevamos décadas financiando plantaciones de pino y eucalipto en amplias zonas de la cordillera de la costa y del valle central, desde la Región del Maule a la Región de Los Lagos, llegando hoy en día incluso a la Región de Aysén.

Ladera erosionada por la tala rasa ©Paulo Urrutia
Ladera erosionada por la tala rasa ©Paulo Urrutia

En la actualidad, las plantaciones forestales ocupan aproximadamente el 45% del territorio de Nahuelbuta, llegando a cubrir hasta el 80% de la superficie en la comuna de Curanilahue –ciudad prácticamente sitiada por pinos–. Los actuales manejos forestales tratan al bosque nativo, que resiste en el sotobosque de las plantaciones, como “malezas” y como tal es eliminado con pesticidas tóxicos como el glifosato. Este pesticida está prohibido en gran cantidad de países de la Unión Europea, pues se ha demostrado que tiene componentes cancerígenos. El uso de este agrotóxico implica la infiltración de sus componentes a las napas de agua, las cuales abastecen a los pueblos aledaños que consumen sus partículas venenosas.

En medio de este panorama, desde el río pudimos constatar el profundo impacto de la industria forestal, viendo la dimensión de su efecto en el río y sus alrededores. Apesadumbrados, proseguimos nuestra travesía en dirección al mar.

El viaje continúa

Cascada en el río Carampangue ©Javier Sanhueza
Cascada en el río Carampangue ©Javier Sanhueza

Tras navegar el cajón del río, este abre su paso hacia el valle, donde se ensancha notoriamente y se vuelve de pausado fluir. Los coigües y avellanos son reemplazados por sauces y alisos europeos. Aquí el agua es de color pardo, por la mayor cantidad de sedimentos producto de la erosión y remoción de masas, que son arrastrados por el agua en las épocas de lluvia hacia los ríos y el mar. En este lugar se pesca y la gente nada en verano, disfrutando del agua recogida por la cordillera. Vemos rostros que nos observan curiosos desde la orilla, algunos saludan y devolvemos el gesto, reflexivos sobre lo que habíamos visto río arriba.

Remando en la desembocadura del río Carampangue ©Paulo Urrutia
Remando en la desembocadura del río Carampangue ©Paulo Urrutia

Tras unas horas remando, nos acercamos a la desembocadura, el viento y el frío se intensifican. Aquí las aves abundan, posadas sobre los bancos de arena y, cuando pasamos cerca de ellas, emprenden su vuelo en bandadas, llenando el cielo de colores y graznidos.

Alcanzamos el océano Pacífico al atardecer, mientras un cielo encendido por un sol crepuscular observaba nuestros pasos en la arena, antes de volver a casa, satisfechos por la travesía, pero intranquilos por los efectos de la industria forestal que pudimos ver en el río y la cordillera.

La Otra Cordillera

Kayakistas a punto de entrar al río Carampangue ©MVMT
Kayakistas a punto de entrar al río Carampangue ©MVMT

Durante el descenso del Carampangue, y a través de otras visitas a la cordillera de Nahuelbuta, junto al equipo de la productora MVMT realizamos un registro audiovisual de la cordillera y sus habitantes. Esto culminó en el documental “La Otra Cordillera”, el cual trata sobre la cordillera de Nahuelbuta, nuestra exploración de estas antiguas montañas a través del descenso del río Carampangue y el impacto socioambiental de la industria forestal en estas tierras.

El trabajo que a continuación van a presenciar, es producto de un proceso de autogestión y colaboración. Este trabajo fue impulsado por un profundo amor hacia los ríos y bosques de nuestra tierra. Pueden ver el documental, recién estrenado, aquí:

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