Esta es una aventura fotográfica en ocho disparos. Bajando temprano desde Chincolco a Petorca, me encontré con un águila (Geranodetus melanoleucus) perchada en un poste al borde de la ruta. Me detuve y estacioné como pude en la angosta cuesta que domina el valle.

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©Francisco Torres

El águila estaba observando el amplio paisaje y me dio buenas tomas con luz de mañana. De repente volteó la cabeza hacia atrás y, mirando al cerro, despegó ágilmente y volando unos pocos metros fue a caer al suelo en pendiente. Mirando la escena desde el camino, a unos 20 metros, no pude distinguir la presa, pero pensé que podía ser un ratón, una lagartija o un conejo.

©Francisco Torres
©Francisco Torres

Me acerqué por la ruta caminado lentamente, sin embargo, aunque nos separaban al menos 15 metros, decidió volar paralelo al camino y se fue a perchar, extrañamente, en la punta de una puya seca (chagual) a unos 100 metros más adelante. Volví corriendo al auto y me acerqué por la carretera a la cuadra del chagual, pero la distancia ya era de más de 30 metros desde el camino en dirección cerro arriba.

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©Francisco Torres

Ahí, la intuición me dijo que algo interesante podía pasar así que ¡decidí ir por ella! Ya que había una casa cerca me animé a pasar el portón de alambres dispuesto a pedir permiso para entrar. El águila estaba a un costado de la casa así que me acerque usándola como pantalla. Al no encontrar a nadie en la casa, pasé por debajo de la terraza y me asomé desde abajo con el águila a unos 6 metros hacia arriba en la punta del chagual.

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©Francisco Torres

Estaba como era de esperar, “haciendo pinitos” en la punta del chagual. Cuando se decidió a picotear la presa entre sus garras pude ver que era una culebra. De un picotón la decapitó, pero esta seguía enrollándose y moviéndose aún sin cabeza. En eso aparecieron dos tencas (Mimus thenca) que, con vuelos rasantes, empezaron a hostigar al águila. Seguramente para sacarla de su territorio.

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©Francisco Torres

El águila les dio poca atención y comenzó, luego de un rato, a comer de su presa. Cada vez que se agachaba a morder, perdía el equilibrio abría sus alas para recuperarlo. Lo intentó varias veces y no lograba comer tranquila, así que decidió cambiar de táctica y tomó a la culebra con el pico e intento aventarla en el aire para tomarla por la punta y comérsela. Cual tallarín.

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©Francisco Torres

Tuvo tanta mala suerte que, al segundo intento, una de las tencas le hace un vuelo rasante sobre la cabeza y, por esquivarla, se le cae la culebra. Ella cayó al centro de las hojas espinudas del chagual, lo que la hacía imposible de recuperarla para el águila. No lo podíamos creer, ¡ni ella ni yo! Perdió su presa, por lo que percibí, era como si su cara dijera todo.

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©Francisco Torres

Las tencas terminaron su faena en el aire y, desencantada el águila, voló hacia percha segura y quedó mirando lo que pasaría con su “expresa”. Me acerqué al chagual y pude ver que era una culebra cola larga (Philodryas chamissonis) no muy grande y totalmente mutilada en su cabeza. Al final, las tencas habían conseguido lo impensable: espantar a un águila y, de yapa, ¡hacerla perder su presa!

La naturaleza a en su mejor esplendor.

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©Francisco Torres

Moraleja de las tencas: intenta hasta lo que te parece imposible, dejando espacio para que un poco de suerte te pueda sorprender.

Moraleja del águila: hasta el más seguro de sí mismo puede en ocasiones verse vencido.

Moraleja de la culebra: ¡nunca pierdas la cabeza!

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