Un inolvidable encuentro con gorilas de montaña
Nuestra colaboradora, María Teresa Zegers, nos comparte su inolvidable experiencia en el Parque Nacional del Bosque Impenetrable de Bwindi, en Uganda. Este lugar, explica, tiene la característica de ser hábitat cerca de la mitad de los gorilas de montaña (Gorilla beringei beringei) del planeta, una especie que es foco para la conservación y que se encuentra en peligro de extinción. Aquí nos cuenta cómo este santuario de gorilas de montaña limita y guía el acceso a los visitantes, y nos relata su especial encuentro con estos primates. ¡No te lo pierdas!
El Parque Nacional del Bosque Impenetrable de Bwindi, en Uganda, es un lugar fascinante, pero realmente difícil de acceder por su gran densidad de vegetación (también es llamado El lugar de la oscuridad), y sus pronunciadas pendientes lo que lo hace sólo accesible a pie.
Fue creado en 1991, abierto al público en 1993 y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994. Está situado en el suroeste de Uganda, a lo largo de la frontera con la República Democrática del Congo. Cubre 330 km2 de llanuras y bosques famosos por su biodiversidad, siendo considerado uno de los ecosistemas mas ricos de África y el lugar que concentra alrededor de la mitad de los gorilas de montaña existentes en el planeta.
Los gorilas de montaña están en peligro de extinción. Según datos de la lista roja de la UICN, estimaciones hechas en 2018 muestran que su población mundial ronda los mil individuos. Además, según el mismo organismo, su hábitat se restringe a áreas protegidas que cubren 792 km2 en dos lugares de la República Democrática del Congo, Ruanda y Uganda: el macizo de las Virunga y la región de Bwindi-Sarambwe.
Estas áreas protegidas son el Bosque Impenetrable de Bwindi y el Mgahinga Gorilla Park, y la otra mitad entre el parque nacional Virunga en el Congo y el parque de los Volcanes en Ruanda.
Las grandes amenazas del gorila de montaña son el desarrollo de la población dentro de su hábitat, las enfermedades, la caza furtiva y la cosecha ilegal de productos del bosque. Gracias a la creación de estos parques nacionales y a los programas de conservación de los respectivos gobiernos, se ha ido aumentando lentamente su número en los últimos años.
Nuestra travesía al santuario
Llegar a África es difícil y lejos, sobre todo para nosotros que estamos al otro lado del mundo. Por esto después de un largo viaje, aterrizamos en Rwanda para luego seguir por tierra hacia el norte hasta llegar a Uganda.
El paisaje por estas tierras lejanas era impresionante. Me llamó la atención la cantidad de gente que deambula por las calles con exóticas vestimentas multicolores, la gran cantidad de motos y bici-taxis. Todo es tan distinto a nuestro mundo.
A medida que nos introdujimos en zonas mas rurales comenzamos a descubrir pequeños poblados en pendiente dada su geografía montañosa, rodeados de plantaciones y con una diversidad de animales deambulando a sus alrededores.
Un trayecto tan sorprendente y abismante que minimizó el cansancio que sufrimos antes de llegar a nuestro lodge en las cercanías de Rushaga. Ahora nos quedaba esperar al día siguiente para idealmente cumplir el sueño de conocer a los gorilas de montaña en su estado natural.
Llegamos al parque de mañana y nos reunimos en un grupo para recibir las instrucciones.
Sólo se permite la entrada diaria a ocho grupos con un máximo de nueve personas mayores de 15 años. Nos asignaron un rastreador, un ranger, dos guardias armados, además de porteadores que son fundamentales, para facilitar la visita.
Durante el trayecto nos comentaron que una vez que lográramos contacto con los gorilas, independiente de cuanto tiempo haya transcurrido y/o esperado, solo podíamos estar una hora con ellos, para así evitar su posible estrés. Nuestra silenciosa travesía buscaba su rastro en medio de un bosque húmedo y cerrado, en el que se respiraba “un fuerte aroma a selva”, lleno de hojarascas, humedad, ramas, musgos y arboledas, sentimos que íbamos recorriendo una naturaleza única y virgen.
Habían zonas en que se vislumbraba un pequeño sendero, pero en otras el guía iba abriendo camino con su machete. Fue bastante duro, por lo que había que estar en buen estado físico para poder seguirle el ritmo al guía.
El terreno era cambiante con pendientes pronunciadas, con barro y lodo, además debíamos preocuparnos de no pisar a las hormigas “safari”, las que nos habían advertido que podían escalar por nuestros zapatos.
Después de casi dos horas y media de recorrido, ya exhaustos y ansiosos, encontramos el primer gorila. Fue una emoción muy grande, quedamos como petrificados, difícil de creer que compartíamos el hábitat natural con un animal tan salvaje y poderoso.
Era un gran gorila, robusto, con personalidad, tenía su lomo plateado lo que indicaba que era el líder del grupo. Se desplazaba sin parar y sin dejar de comer ramas en ningún minuto lo que hacía difícil seguirlo y mas aún fotografiarlo entre tanta vegetación.
Como dato los gorilas comen a diario el 10% de su peso en hojas y ramas y llegan a pesar alrededor de 180 kgs., las familias se componen de un macho y varias hembras y viven entre 40 y 60 años.
Fue impresionante cruzar por un par de segundos una mirada tan intimidante y a la vez pacífica. Luego entremedio de las ramas y arbustos aparecía otro ejemplar más joven que bajaba por unas lianas. Estábamos bastante cerca aunque parecía que no les afectaba nuestra compañía.
Los gorilas si bien por naturaleza le temen al hombre, en el parque están habituados a su presencia, ya que guías expertos hicieron un trabajo de acercamiento pacífico durante 2 años para que estos sintieran que el hombre es parte de su hábitat. Con esto los gorilas lentamente han perdido el miedo y aprendieron a ver a los visitantes, como seres neutrales dentro de su mundo.
Después de una hora de observación el tiempo de permanencia se nos agotaba y debíamos regresar. Quedaba un largo camino por recorrer que de igual forma nos permitió revivir en silencio esta mágica experiencia, con un animal tan cercano a nosotros, como afirmaría Darwin.
Regresando a Chile pudimos tomar conciencia que atrás había quedado este sorprendente parque, un lugar donde la naturaleza en todo su esplendor y dimensiones se hace presente.
Fue una experiencia única que nunca voy a olvidar, por lo que algún día me gustaría repetir y volver a ese maravilloso santuario. El camino y la búsqueda fue ardua para encontrarnos con los gorilas de montaña, pero sin duda la recompensa de cruzar nuestras miradas y sentirlos cerca, fue infinita e hizo que todo esfuerzo valiera la pena.