El 2018 comenzó con una triste noticia: un incendio consumió seis cipreses de más de cien años, que formaban parte del maravilloso cementerio de Punta Arenas. Al parecer, se trataría de un acto intencional provocado por un grupo de desconocidos y cuyo efecto no sólo fue la destrucción total de estos árboles, sino también el daño a las sepulturas colindantes.

Según señalaron en La Prensa Austral, “Dolor, impotencia y tristeza”, fueron las palabras que utilizaron los familiares afectados para describir este suceso, como fue el caso de los descendientes de unos inmigrantes suizos llegados a Punta Arenas en 1876, cuya sepultura sufrió el impacto del fuego.

Tal es la historia de este maravilloso cementerio, un lugar emblemático de Punta Arenas y patrimonio de todos los magallánicos. Creado en 1894, sus avenidas de cipreses cuidadosamente podados configuran un laberinto fascinante a través del cual se descubre la historia de esta ciudad de inmigrantes.  No sólo sorprende la arquitectura de los mausoleos, sino también las lápidas que llevan inscritos los nombres y nacionalidades de los colonos venidos de tierra lejanas.  Aquí no sólo están los croatas –numerosa colonia de la Patagonia chilena–,  sino también los ingleses, alemanes y tantos otros que dieron un carácter especial a esta ciudad del fin del mundo.

Desde 1988 hasta la fecha he estado muchas veces en este lugar, cautivado por las luces y sombras que se dibujan sobre sus lápidas y cipreses. El cementerio de Punta Arenas me resulta tremendamente inspirador por su historia y por su carga visual. Es por esto que me duele profundamente este tipo de actos que causan tanto daño a nuestro patrimonio.

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