Colores sorprendentes, buen clima y poca gente. Esos tres motivos hacen que la estación sea una de las mejores para recorrer el emblemático parque austral.

La Patagonia siempre es maravillosa y sobrecogedora, de eso no hay duda. Sin embargo, el otoño tiene un encanto único. A primera vista, el paisaje cambia rotundamente. Los bosques nativos se tiñen de rojos y naranjas. Los ñirres y lengas explotan en colores, convirtiéndose en un verdadero espectáculo.

Nos fuimos lento, apreciando cada detalle de ese gran día. El cielo estaba completamente despejado y no corría ni una gota de viento, cosa poco común en la zona (en verano, se puede llegar a ráfagas que rozan los 150 kms por hora). Mientras bordeábamos el lago Del Toro, el más grande de la región, paramos en un hermoso mirador que nos regalaba una vista exquisita de Los Cuernos.

© Javiera Ide
© Javiera Ide

No todos lo saben, pero abril y mayo, son las mejores épocas en el Paine”, nos comenta nuestro guía natalino. “Casi no hay viento, y es bien común encontrarse con días de sol como este”. Seguimos avanzando, totalmente entregados y felices por este inmenso regalo que nos había dado el otoño.

Al entrar al parque por la Portería Serrano tuvimos un panorama completo del macizo. Ahí varios pudimos resolver nuestras dudas y entender que el Paine no son solo las famosas Torres, sino que es un complejo enorme de montañas.

De izq. a der: Paine Grande (la cumbre más alta), Los Cuernos, dos de las Torres y el monte Almirante Nieto © Javiera Ide
De izq. a der: Paine Grande (la cumbre más alta), Los Cuernos, dos de las Torres y el monte Almirante Nieto © Javiera Ide

Uno de los puntos más apetecidos por los fotógrafos es el Lago Pehoé. Desde ahí se tiene una panorámica privilegiada de Los Cuernos. Aquí todo se transformó en bellos contrastes. Las hojitas rojas de la Lenga, junto al turquesa del lago nos mantuvieron silenciosos y contemplativos por un largo tiempo.

© Javiera Ide
© Javiera Ide

Seguimos el curso de nuestra travesía y nos dirigimos al sector de Laguna Amarga, en el límite oriental del parque. Aquí comenzamos un espectacular y desconocido sendero Fauna Trail. Caminando entre coironales y con el Almirante Nieto vigilándonos la espalda, nos sumergimos en este paisaje diferente. Nos encontramos con una enorme manada de guanacos.

© Javiera Ide
© Javiera Ide

El centinela, con su característico sonido, avisó al resto que un puma rondaba cerca. A pesar de nuestra total sutileza, no tuvimos la suerte de verlo. Eso sí, vimos pasar raudos un trío de ñandúes, un curioso zorro chilla y dos cóndores juveniles.

© Javiera Ide
© Javiera Ide

El sol comenzaba a caer y un poco de luz aún nos quedaba. De regreso decidimos pasar al Salto Grande, ubicado a 2 km de la ruta principal. Nos sorprendimos con su enorme caudal, de alrededor de 100 m³ por segundo, que descienden a través de una cascada de 10 m de altura desde el lago Nordenskjöld al Pehoé.

© Javiera Ide
© Javiera Ide

Desde este sector también se tiene una vista espectacular de los Cuernos y del Valle del Francés, que se tiñó de un suave rosado al atardecer. En este punto fue el único momento que nos topamos con alguien más, una pareja de chilenos que andaban en las mismas que nosotros.

© Javiera Ide
© Javiera Ide

Desde que el Paine fue catalogado una de las 8 Maravillas del Mundo, ha recibido una cantidad explosiva de visitantes. De hecho 252 mil turistas ingresaron al Parque el año pasado, una cifra récord que se espera siga en alza. Por lo mismo, romper con la estacionalidad, y visitarlo en temporada baja es una alternativa importante a tener en cuenta.

© Javiera Ide
© Javiera Ide

© Javiera Ide

 

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...