El punto de observación era a lo lejos, con binoculares, cámara y teleobjetivo en mano. De hecho, los mayores detalles solo se podían observar a través del lente. A lo lejos, dos halcones peregrinos (Falco peregrinus) destacaban con sus hombros anchos, alas puntiagudas y cola larga, junto a su característico pico gris azulado de punta negra. Y junto a ellos, en medio de un acantilado, se movían, casi escondidos, tres pequeños polluelos de colores blanquecinos. 

Hembra con polluelos ©Mathias Jacob
Hembra con polluelos ©Mathias Jacob

Detrás de la cámara, estaban los fotógrafos de naturaleza Mathias Jacob Dunner (@jacobo_fauna) y Francisco Torres (@Franciscobirdphoto), quienes pacientemente repitieron estos encuentros lejanos durante horas y meses, hasta que los polluelos ya crecieron y emprendieron su propio rumbo. Y con ello, lograron un registro audiovisual.

©Francisco Torres
©Francisco Torres

Un primer encuentro con el acantilado

El primero en descubrir el lugar fue Francisco, ingeniero de profesión, observador de aves y amante de la fotografía, el trekking de montaña y los viajes. “Desde hace muchos años quedé enganchado con esta especie por su belleza, velocidad de vuelo y por encontrarse en los cinco continentes, lo que habla de su tremenda capacidad de adaptación a diferentes ambientes y climas”, dice.

©Francisco Torres
©Francisco Torres

Por esto, realizó un seguimiento de su comportamiento desde principios del año 2020, contando más de diez visitas al sitio y más de 60 horas de observación diurna acumuladas. Con esto, según explica, pudo ver sus rutas de vuelo, horarios y la zona en la que habitan.

Adulto ©Mathias Jacob (7)
Adulto ©Mathias Jacob 

Con esta información en su cabeza, se topó con Mathias, arquitecto, también amante de la fotografía de aves y le compartió estos conocimientos. Así, ambos visitaron el lugar durante meses, hasta que empezaron a observar a los polluelos que se movían en el nido de un acantilado. El primer registro de Mathias fue por su cuenta, sin trípode y sin conocer las funciones de video de la cámara. Compartió la ubicación con Francisco y siguieron visitando el lugar.

Hembra con presa y polluelos ©Mathias Jacob
Hembra con presa y polluelos ©Mathias Jacob

“Para no poner en riesgo la nidada, ni perturbar demasiado su entorno, acordamos no postear fotos del nido de los polluelos y menos aún revelar su ubicación a la comunidad pajarera hasta que pudieran volar por sí solos”, dice Mathias.

Así, con distancia prudente y respeto, siguieron visitando el lugar por varios meses y registrando las actividades propias de la crianza y crecimiento de polluelos. “Observamos varios comportamientos que se describen en libros, pero que para mí fue increíble ver en directo”, agrega Mathias.

Las observaciones antes de los polluelos

Los halcones estaban en la pared sur de un gran acantilado que Francisco estima que debe tener unos 300 metros de profundidad y una longitud de un kilómetro con un fondo en el que corre un estero de agua. “Es difícil de encontrar y seguir un ave de una altura que no supera los 40 centímetros -aproximadamente-, por lo que gran parte de la observación se realizó con binoculares con estabilización de imagen y un importante aporte auditivo.

Adulto ©Mathias Jacob (2)
Adulto ©Mathias Jacob 

Así, relata el fotógrafo, los observaron en invierno, escondidos en la sombra, aunque el sol entibiaba. De día los vieron alimentándose, cada uno cazando y comiendo lo propio. También los vieron protegiendo su territorio, hostigando a cuanta ave se acercara a su pared del acantilado.

Adulto en picada ©Mathias Jacob
Adulto en picada ©Mathias Jacob

“Muchas aves eran más grandes que ellos, pero con su velocidad los sorprenden con vuelos en picada desde arriba dándole golpes con las patas y garras. (…) Los intrusos no tienen posibilidad de esquivar este proyectil alado a más de 200 kilómetros por hora y optan por irse”, relata Francisco.

Peregrino ©Francisco Torres
 ©Francisco Torres

También los observaron cazando fuera de su territorio, volando en círculos y adquiriendo una altura suficiente para lanzarse en dirección al objetivo sin batir sus alas. “Esos viajes pueden durar dos horas al día, nunca se sabe si vuelven luego o te quedas el resto del día esperándolos sin volver a verlos”, explica Francisco.

Aparecen los polluelos

Pasaron los meses y empezó el apareamiento. Francisco lo relata desde que la hembra se percha en uno de sus posaderos habituales y vocaliza permanente cuando el macho está a la vista. Por lo que observó, el macho “responde haciendo vuelos circulares frente a la hembra hasta bajar y posarse muy cerca de la hembra desde donde salta y la monta rápidamente ya que ella lo espera con la cabeza abajo”. Terminado el proceso, el ciclo se repite.

Hembra con presa y polluelos ©Mathias Jacob
Hembra con presa y polluelos ©Mathias Jacob

Luego de cerca de una semana de apareamiento, volvieron ambos a sus rutinas previas, en especial una hembra más defensora de su territorio.

Meses más adelante, Mathias encontró un nido y mantuvo el seguimiento al crecimiento de los polluelos. “Vimos al macho trayendo las presas que cazaba, principalmente aves pequeñas y se las entregaba en pleno vuelo a la hembra, la que invierte su posición en el aire para tomarla y luego vuela al nido para alimentar a los pollos. Vimos a la hembra “acurrucando” a los pollos para protegerlos del viento frío al amanecer y para hacerles sombra cuando el sol era muy fuerte”.

Juvenil en vuelo ©Mathias Jacob (3)
Juvenil en vuelo ©Mathias Jacob

Junto a esto, relata, que notaron un pollo crecer más rápido -que suele ser la hembra- e incluso temieron que uno de ellos hubiese muerto, pero solo estaba refugiado en otra hendidura. “Así fue como finalmente vimos a los tres polluelos sobrevivir y emprender vuelo, lo que según la literatura es un gran éxito para los padres. Observamos a los tres juveniles probando sus habilidades al vuelo y haciendo todo tipo de acrobacias a pocas semanas de dejar el nido”, explica Mathias.

Hermanos juveniles jugando en vuelo ©Mathias Jacob
Hermanos juveniles jugando en vuelo ©Mathias Jacob

Esto duró hasta que los fotógrafos los dejaron de ver en el sector. “Entendimos que se habían dispersado, probablemente para encontrar cada uno su propio territorio”, dice Mathias, esperando volver a verlos en una próxima oportunidad. “Quedamos a la espera que esta pareja de halcones vuelvan una vez más a repetir su ciclo de reproducción en la próxima primavera como lo han venido haciendo desde años, creando nuevas nidadas y perpetuando esta maravillosa especie en nuestra cordillera”, finaliza Francisco. 

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