En los 80’ y 90’, el otoño fue una verdadera obsesión para el fotógrafo Pablo Valenzuela. Cada vez que llegaba la estación, tomaba su cámara, juntaba sus rollos, ordenaba sus cosas y partía sagradamente al sur. Tomaba un bus, montaba su bicicleta, prendía su moto o, ya en los 90’, su auto escarabajo. Como sea, el destino eran esos coloridos paisajes inolvidables en distintas regiones de Chile, principalmente entre La Araucanía y Magallanes.

Hoja con diapositivas de 35 mm. Créditos a Pablo Valenzuela.
Hoja con diapositivas de 35 mm. Créditos a Pablo Valenzuela.

Hoy, sentado en su escritorio, tiene cientos de diapositivas a su lado que le recuerdan esos tiempos. Es una verdadera reliquia fotográfica que él quiere ordenar, pero por la que pasó para hacer una selección y evocar sus recuerdos para hacer una retrospectiva fotográfica otoñal.

¿Cuál fue la cámara que te acompañó en todos estos viajes?

– Hasta el año 95’ una Nikon Fm2. Después me cambié a formato medio. Pero yo te diría que estas fotos, salvo un par, casi todas son con formato 35 milímetros.

– ¿Cómo era sacar fotos con diapositiva?

– Maravilloso. La diapo no te permitía error. Por eso yo siempre digo que soy un fotógrafo digital hoy, pero con la escuela análoga. La escuela análoga es súper buena porque te permite hacer mucho, o sea te obliga, a ser mucho más riguroso. Siempre hago la analogía con el Waze o con el Mapcity. La gente usa esas aplicaciones de forma hiper dependiente, salen de sus casas incluso sin saber su dirección de destino. Es todo súper improvisado. Nosotros teníamos que viajar con la dirección y un mapa en mano. Había que estudiar la ruta primero, no se podía improvisar.

Parque Nacional Villarrica, Araucanía, 1988. Créditos a Pablo Valenzuela
Parque Nacional Villarrica, Araucanía, 1988. Créditos a Pablo Valenzuela

En el mundo análogo, que es la diapositiva, no se permitían errores. Y para revelar las fotos, en los 80’ hasta el 90’, más o menos, había un lugar en Santiago en que si tú llegabas antes de las 09:00, dejabas el rollo y te lo tenían para la tarde. Eso era increíble. Pero si llegabas después de las nueve, podías esperar dos días desde que entregaste el rollo. Súmale a esto todo el tiempo que viajaste. O sea, no sé, si viajaste una semana a retratar el otoño, en el tercer día te acordabas de la foto del primer día y esperabas que hubiera salido buena. Tenías que esperar hasta volver a Santiago para verlo.

Ese era otro concepto: la fotografía análoga te obligaba a pensar todo muy bien, cosa que es súper buen ejercicio para la fotografía. Es una escuela que te enseña que la foto se toma en el lugar y no en el computador. Siempre defiendo eso, aun cuando ahora tomo fotografía digital.  

-Claro, no había Photoshop tampoco. La foto lo era todo…

Yo el primer libro lo publiqué el año 93’, más o menos. Es la época de estas fotos que te comparto. Tú las escaneabas y te entregaban una prueba en papel para darte una idea de cómo quedaba. Ahí había que ser súper preciso, era complicado.

– ¿Y cómo era fotografiar en otoño? ¿era más difícil?

– Particularmente no es que el otoño sea más difícil que otras estaciones. Es igual.  Ahora, tú ves mis fotos coloridas, pero es importante recalcar que el otoño es todos los años distinto, dependiendo de las condiciones de frío, sol y nieve que haya habido en la temporada. Incluso en una misma temporada, en distintos días, cambia muy radicalmente.

Cerro Castillo, Aysén, 1998. Créditos: Pablo Valenzuela
Cerro Castillo, Aysén, 1998. Créditos: Pablo Valenzuela

Me pasó una vez en el otoño del 94’, que tuvimos un día súper bonito y colorido. En la noche hubo una helada que quemó las hojas y las dejó cafés. Entonces claro, alguien que fue dos días después que yo, me dijo que mis fotos eran mentirosas. Eso pasó en una misma temporada. Pero entre temporadas también hay diferencias dependiendo de las condiciones de frío, sol y nieve. Entonces hay otoños que son muy coloridos y otros menos.

Yo fui por primera vez a ver el otoño en el 87’, a Caleu, cordillera de la Costa, cerca de la Cuesta La Dormida. Después, ese mismo año fui a Alto Biobío, con un camino que no tenía ni un kilómetro pavimentado. El 88’, fui al Parque Nacional Villarrica y me tocó increíble. Esa es la vez que me ha tocado mejor que muchas veces. Volví a ir el 91’, 92’ y el 94’ en otoño. Y la vez más linda fue la primera.

¿Ese mejor era por los colores?

– Sí, por los colores y las condiciones que te decía (nieve, frío y sol), ese año particularmente fue muy bonito. Hay una foto que salgo parado en una laguna de esa vez.

Cruzando a Coñaripe, 1989. Créditos a Pablo Valenzuela.
Cruzando a Coñaripe, 1989. Créditos a Pablo Valenzuela.

– ¿Fuiste de los primeros en sacarle fotos al otoño en Chile?

– No quiero pecar de autorreferente, pero probablemente sí. El fenómeno de otoño no se conocía en los libros de Chile. Había una foto publicada de otoño, pero no era nada tan especial. En general no existían publicaciones salvo fotos de los hermanos Gedda, Juan Carlos y Manuel. Ellos tenían unas fotos publicadas del Parque Nacional Conguillío. Eso fue lo primero que vi publicado en unas postales, me acuerdo, en los 80’.

– ¿Por qué decidiste partir a capturar el otoño?

– Yo conocí Conguillío el año 84’, por un amigo que conocía la zona. Eso fue en verano. Después me gustó tanto que fui en invierno. Estudiaba ingeniería y me fui en bus y a dedo hacia arriba. Llegué donde el guardaparque y después caminé hasta la laguna Captrén. Ahí uno veía los árboles pelados, sin hojas, porque son los árboles caducifolios. Volví a ir en el invierno del 87’ y vi los mismos árboles pelados. Entonces pensé ¿cómo será el otoño? A ese parque creo que fui por primera vez el 90’ en otoño, pero fui varias veces antes al Villarrica. Entonces, tenía la idea de lo que era el otoño a través de lo que había visto en el invierno, por los árboles que están sin hojas. Siempre soñé con eso de ver estos árboles de colores y pasé muchos años en forma obsesiva retratando el otoño, diría que todos los 80’ y 90.

Para mí era como una tarea al llegar a abril. Me ponía nervioso de por qué estaba en Santiago y no en el sur. Fui a Torres del Paine, a Tierra del Fuego, Aysén lo recorrí harto, yo creo que en otoño hasta Cochrane. Conocí varios lugares que ahora uno mismo no ve publicados, por la cordillera desde la octava a la doceava región. Incluso fui a Ushuaia. Entonces esto pasó a ser un poco histórico para mí.

– Fue una etapa también…

Sí, es una etapa. Siempre digo que la fotografía es una suma de etapas. Lo que eres hoy es gracias a lo que hiciste antes. Pero ya no tengo esa obsesión que tenía antes. Me gustaba mucho el olor de los árboles como los Nothofagus en otoño. Es super especial. La verdad que lo disfruto mucho, quizás no haría fotográficamente porque tomo muchas fotos en blanco y negro, entonces en otoño no vale nada.

Lago Grey, Torres del Paine, 1995. Créditos a Pablo Valenzuela.
Lago Grey, Torres del Paine, 1995. Créditos a Pablo Valenzuela.

-¿En todos estos viajes fuiste con tu cámara?

– Sí, siempre. Eso sí, la forma de viajar ha cambiado mucho. En general era bus desde Santiago y después micro o dedo, de diferentes formas. Por ejemplo, en el 88’ cuando fuimos en otoño al Parque Nacional Villarrica, nos fuimos en bus a Pucón y de ahí tomamos una micro a Puesco, en los faldeos de volcán Lanín. En ese tiempo, la micro llegaba a un lugar que se llamaba Puesco donde estaba antiguamente la aduana para pasar a Argentina, y ahí venía una cuesta grande. Desde ese punto empezaba el peak del otoño hacia arriba, porque tú sabes que el otoño, mientras más alto, más intenso. Ahí hay mucho bosque de raulí y más arriba hay lenga y ñirre.

Entonces, la forma de viajar era muy distinta. Primero, era más difícil llegar, los caminos no eran pavimentados, no había forma de llegar en auto tampoco. De partida no tenía auto jaja. Yo recorría a dedo, bicicleta y moto. Por lo tanto, la accesibilidad era completamente distinta.

Cerro El Peñasco, Maule, 1997. Créditos a Pablo Valenzuela.
Cerro El Peñasco, Maule, 1997. Créditos a Pablo Valenzuela.

Lo otro eran las restricciones para estar en los lugares. O sea, en esa época tu podías acampar, no sé, en el Parque Nacional Huerquehue en los lagos de arriba, era mucho más libre en general, pero con toda la afluencia turística empezaron más regulaciones, como pasa en todo el mundo. Eso tenía sus pros y contras.

– ¿Para ti era un pro la experiencia de hacer eso?

– Sí, pero también era un contra porque era más complicado llegar a los lugares, ahora es mucho más fácil. O sea, ir a Torres del Paine, que en esa época era otra cosa, era por un camino en que no había ni un metro de pavimento. No existía la barcaza, era todo más difícil. Pero eso te daba la experiencia de ser el primero y estar solo porque la barrera de entrada era alta. Iba a tomar fotos en diapositiva, ahora va una persona con el celular. Pero había que ser fotógrafo, y para ser fotógrafo había que ser análogo y había que saber, era todo más complicado.

– Además del tema de los accesos, ¿cómo ves que ha cambiado el paisaje desde ese entonces hasta ahora?

– Me pasó revisando las fotos antiguas algo bien especial. Hay lugares que yo encontraba muy llamativos en ese minuto, pero al verlo en fotos hoy, no me llaman tanto la atención. Como que me quedé con esa imagen de antes de que era increíble y te podría decir que ahora ese lugar se ha deteriorado, pero la verdad es mi expectativa de los lugares ha subido.

Cuando veo la foto de un lugar digo que en realidad está bastante explotado, por ejemplo, yo en ese entonces estaba emocionado porque era mi primer bosque de otoño, pero ahora veo la foto y digo que realidad estaba bastante deteriorado y quizás ahora esté más recuperado.

Hay otros que se van deteriorando y otros recuperando, no te podría decir. Pero, por ejemplo, aún me acuerdo en las Termas de Manzanar que yo hablaba con el dueño y me decía: “mira, tú ves fotos de aquí en los años 50 y está todo deforestado y ahora, todo se recuperó”. Entonces hay lugares que se han recuperado y otros destruido.

Me tocó ver mucho en esa época la sustitución de bosque nativo por plantaciones, te topabas con muchísimos camiones. Por ejemplo, en el lago Pirihueico habían troncos de Raulí impresionantes tirados en el puerto y eso ya no se ve. Hay de todo en verdad, pero yo siento que la gente como que idealiza el pasado también y cree que el mundo está destruido. Yo creo que hay cosas que están mejor, y cuando uno tiene la tecnología y tiene desarrollo también puede cuidar más.

¿Cómo fue para ti la búsqueda de todas estas fotos?

– Tengo muchas fotos. Acá debo tener 20 cajones, en los cartex, pero en la bodega tengo otros 30 más, tengo que ordenar todo eso porque no quiero dejarlo de herencia para que lo haga otro. Eso sí, las tengo ordenadas, pero en realidad tengo que botar mucha diapositiva, tengo mucho material. Hay fotos que están guardadas y nunca las vi. Esto porque sacabas más porque cuando lo mandabas a escanear se podían dañar, rayar, ensuciar o salir hongos. Nadie sabía en ese minuto que venía del mundo digital.

Parque Nacional Conguillío, Región de La Araucanía, 1992. Créditos a Pablo Valenzuela.
Parque Nacional Conguillío, Región de La Araucanía, 1992. Créditos a Pablo Valenzuela.

– Pero igual tiene lo suyo tener todo eso, hay una reliquia.

– Sí, hay una reliquia, pero es demasiado. La verdad es que son tantas fotos que no me dejan ver las importantes. Entonces bueno, estoy haciendo una pega de a poco y limpiando. Curiosamente me topé con muchas fotos que no me acordaba, como las del viaje en la moto (…).

– ¿Qué es lo que más te cautiva del otoño?

– Todos los sentidos diría. El colorido, el olor, bueno, es precioso, tiene una belleza inigualable. Siempre asombra. Te diría que fotográficamente ya no me asombra tanto, pero como experiencia con la naturaleza, encuentro que caminar por un bosque en otoño es una experiencia maravillosa. No voy hace tiempo, pero siempre me llama la atención, pero fotográficamente, como te decía, mi foco está más sacando fotos en otras situaciones. Ya me saqué el bicho del otoño.

Aparte del otoño mismo, a mí siempre me produjo una gran felicidad el bosque. El bosque es vida. Para mí el bosque es la máxima expresión de un paisaje en su belleza inalterada. Cuando ves un bosque en el sur, es un paisaje prístino. Eso siempre me ha llamado la atención, de hecho, cuando volaba al sur veía los bosques desde arriba. Bueno y trabajé con los defensores del bosque chileno, hice una exposición el 97’, siempre he estado vinculado al bosque. Te diría que mis primeros 20 años fotográficos de las cosas que más me gustaba fotografiar era bosque, dentro de eso, el otoño. Siempre con la intención de mostrarlo y que la gente lo conociera, lo valore y lo cuide.

Parque Nacional Villarrica, 1989. Créditos a Pablo Valenzuela.
Parque Nacional Villarrica, 1989. Créditos a Pablo Valenzuela.
Parque Nacional Villarrica, La Araucanía, 1994. Créditos a Pablo Valenzuela.
Parque Nacional Villarrica, La Araucanía, 1994. Créditos a Pablo Valenzuela.
Portezuelo El Melado, 1997. Créditos a Pablo Valenzuela.
Portezuelo El Melado, 1997. Créditos a Pablo Valenzuela.
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