Los pioneros vegetales del Estrecho de Magallanes
Hace miles de años, el Estrecho de Magallanes no era lo que conocemos ahora, si no que un campo de hielo. Gracias a la deglaciación, se originaron grandes lagos y los suelos se cubrieron de los organismos pioneros del lugar: líquines, briófitas y hongos. En este artículo, los científicos Laura Sánchez-Jardón, Bernard Goffinet, Ricardo Rozzi y el fotógrafo Felipe Soza , nos describen a algunos representantes de estos pioneros de la región subantártica de Chile, relacionándolos con el proceso de colonización humana, relatándonos tres descubrimientos sucesivos que se realizaron en el Estrecho de Magallanes.
Hace veinte mil años el Estrecho de Magallanes no era tal, sino un vasto campo de hielo. Durante la deglaciación iniciada unos dieciséis mil años atrás, el retroceso de los hielos en su parte central y zonas circundantes dio origen a grandes lagos y ecosistemas terrestres cuyas rocas y suelos fueron progresivamente cubriéndose por organismos pioneros: líquenes, briófitas y hongos.
Este primer descubrimiento del estrecho de Magallanes, asociado al derretimiento de la cubierta de hielo, fue produciendo singulares procesos de sucesiones ecológicas protagonizados por pequeños organismos colonizadores, pioneros vegetales que generaron los primeros ecosistemas con una biota singular cuya exuberancia en el «fin del mundo» es mayor que en cualquier otra región del planeta.
Cuando Hernando de Magallanes arribó al extremo austral de América hace quinientos años, se produjo un segundo descubrimiento de la biota del estrecho que hoy lleva su nombre. La promesa de riquezas que ofrecía el Nuevo Mundo, la Terra Incognita, motivó a hombres de ciencia a explorar la región, quienes se sorprendieron por la abundancia y diversidad de líquenes, musgos y hongos que crecían sobre el suelo y los troncos de los bosques subantárticos.
Algunas de estas especies singulares son Ganoderma australe, que crece sobre coigües, lengas y ñires y llama la atención por su forma de lengua u oreja; de hecho, se les conoce como «orejas de palo»; Cortinarius magellanicus, cuyo sorprendente color (púrpura brillante) despierta la imaginación de científicos, turistas y distintos cohabitantes de Magallanes; incluso algunos se asocian con algas y forman líquenes: Peltigera patagonica, una de las pocas especies que aparece sobre la línea arbórea en la parte alta de la cordillera y cuya distribución endémica en la región subantártica convierte a esta especie en característica de la misma; Protousnea magellanica o «barba de viejo», como se denomina comúnmente a este liquen, abundante y ampliamente distribuido en los bosques subantárticos; junto con Pseudocyphellaria berberina, son endémicas del Cono Sur de Sudamérica.
En febrero de 1834, Charles Darwin continuaba su navegación por el estrecho hacia Puerto del Hambre a bordo del Beagle, explorando en el camino el sector de caleta Shoal. El británico notaba que este paisaje representa una zona de transición entre la aridez y la humedad, entre «Patagonia y Tierra del Fuego; aquí crecen muchas plantas de estas regiones». Al día siguiente arribaron a Puerto del Hambre y el 6 de febrero de ese año, el joven naturalista realizó su memorable ascenso al monte Tarn, registrando en su Diario:
Encontré una segunda especie en otras especies de haya en Chile; y el doctor Hooker me informa que recientemente se ha descubierto una tercera especie en la Tierra de Van Diemen [Tasmania]. ¡Qué singular es esta relación entre los hongos parásitos y los árboles sobre los que crecen, en las partes más lejanas del mundo! En Tierra del Fuego, el hongo en su estado terso y maduro es recolectado en grandes cantidades por las mujeres y los niños, y se come sin cocinar.
El joven naturalista se estaba refiriendo aquí a los digüeñes o dihueñes (Cyttaria spp.), también reconocidos en otras expediciones científicas por el hemisferio austral durante el siglo XIX. Estos hongos endémicos, metafóricamente llamados «pan de indio», que crecían sobre los troncos y ramas del coigüe y la lenga, ambos árboles del género Nothofagus dominantes de la región, ya fueron descubiertos por las primeras poblaciones humanas que alcanzaron el estrecho y otras zonas de la ecorregión subantártica de Magallanes, quienes encontraron en ellos una fuente de alimento única.
En efecto, poco a poco se fue revelando la extrema riqueza de hongos, así como la diversidad excepcional de pequeñas plantas de la región subantártica del estrecho de Magallanes: musgos, hepáticas y antocerotes, que en conjunto se denominan briófitas. Estos pequeños organismos facilitaron la recolonización de la vida una vez que en el estrecho de Magallanes se retiraron los hielos, albergando en los territorios aledaños a los pueblos originarios arribados hace más de diez mil años.
Hace apenas veinte años se produjo de manera fortuita un tercer descubrimiento de la región de Magallanes al sur del estrecho, en los archipiélagos de Cabo de Hornos, que condujo a la identificación de esta región subantártica como un centro mundial de diversidad de briófitas y líquenes. La singular biodiversidad que habita en estos archipiélagos resulta de gran valor para la vida en el planeta y debemos cuidar en conjunto esta biota y ecosistemas que contribuyen a la salud planetaria.
Entre estas especies se encuentran el Dendroligotrichum dendroides o «musgo pinito», con aspecto de un árbol en miniatura –hasta 20 centímetros los de mayor tamaño–; Bartramia mossmaniana; Sphagnum magellanicum, especie endémica del hemisferio Sur que prolifera localmente sobre acumulaciones de materia orgánica muerta, formando un tipo de ecosistema particular denominado «turbera», extraordinariamente importante en la fijación de carbono y en la retención de agua y nutrientes; en lugares especialmente húmedos y sombríos también se encuentran antocerotes como Phaeomegaceros chiloensis.
Estos bosques en miniatura de hongos, líquenes y briófitas, además de toda la fauna asociada de invertebrados, han acompañado los tres descubrimientos del estrecho de Magallanes. Desde el punto de vista ético, pueden ser considerados como cohabitantes magallánicos: literalmente, han compartido los hábitats del estrecho con los seres humanos desde el primer poblamiento y han tenido un papel protagónico en su alimentación, salud, fuente de fuego, agua, cultura y, últimamente, en la vanguardia científica. Desde el sur del mundo, el conocimiento de la gran flora magallánica contribuirá a su conservación y a la sustentabilidad del planeta en el escenario de cambio socioambiental global.
Sobre los autores:
Referencias
DARWIN, C. (1871) Journal of Researches, into the Natural History and Geology of the Countries Visited During the Voyage of H.M.S Beagle Round the World, under the Command of Robert FitzRoy. Nueva York: D. Appleton and Company.
ROZZI, R. et al. (2008). Changing lenses to assess biodiversity: Patterns of species richness in sub-Antarctic plants and implications for global conservation. Front. Ecol. Environ. 6, 131–137.
ROZZI, R. et al. (2012). Ecoturismo con lupa en el Parque Omora. (Incluye el documental El viaje invisible, de Jaime Sepúlveda, y fotografias de Adam Wilson). Punta Arenas: Ediciones Universidad de Magallanes.
ROZZI, R., LA VALLE, M. T., RUSSELL, S., GOFFINET, B. y MASSARDO, F. (2020). Ecotourism with a Hand-Lens: A Field Environmental Philosophy Experience from the South of the World. En BRISTER, E. y FRODEMAN, R. (eds.). Philosophy for the Real World: An Introduction to Field Philosophy. Nueva York: Taylor & Francis/Routledge.
SÁNCHEZ-JARDÓN, L. et al. (2017). Hongusto, innovación social en torno a los hongos silvestres y cultivados en Aysén. Coyhaique: Universidad de Magallanes.