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En el corazón del Parque Torres del Paine: Un recorrido fotográfico por un lugar único en el mundo
En el contexto de la Cumbre Internacional del Turismo Aventura, realizamos un viaje visual por el corazón de uno de los lugares más icónicos de la Patagonia: el Parque Nacional Torres del Paine. Con la dirección del galardonado fotógrafo Timothy Dhalleine y el guía de EcoCamp Sebastián Villanueva, conocimos más sobre la biodiversidad y la geología de la zona.
Comúnmente calificada como “el fin del mundo”, la Patagonia cuenta con paisajes únicos que solo los más intrépidos se atreven a recorrer. Entre el 13 y el 16 de octubre este lugar fue la puerta de bienvenida para cientos de curiosos que se reunieron en la Cumbre Mundial del Turismo Aventura (ATWS, por sus siglas en inglés).
Organizada por la Asociación Comercial de Turismo de Aventura (ATTA) junto al Servicio Nacional de Turismo (Sernatur), la instancia reunió a más de 700 delegados de todo el mundo en la ciudad de Puerto Natales, donde se les mostraron las oportunidades que la región de Magallanes tiene para ofrecer en materia de turismo. Las jornadas incluyeron charlas, espacios de networking y actividades para que cada asistente viviera la aventura de primera mano.

Con 39 actividades a escoger, el “Día de la aventura” fue la oportunidad que la ATWS entregó para descubrir el Parque Nacional Torres del Paine. Entre ellas, el reconocido fotógrafo Timothy Dhalleine, junto al guía de EcoCamp Sebastián Villanueva, realizaron un tour fotográfico enfocado en captar la esencia del parque a través del lente de nuestras cámaras.

Con la intención de encontrar las postales más impactantes del lugar, nuestra aventura comenzó a las 4:20 de la mañana, recorriendo un camino de más de dos horas en vehículo desde la Plaza de Armas Arturo Prat, en Puerto Natales, hasta la entrada del parque.
Con un clima envuelto por la neblina y el chispeo de las gotas de lluvia, nuestros guías nos informan que el plan original –capturar los colores cálidos del amanecer sobre el parque– se vio frustrado por las condiciones climáticas. “En Torres del Paine se pueden experimentar las cuatro estaciones del año en un mismo día”, comentó Timothy. A pesar de eso, un plan de respaldo llenaría de emoción al grupo: ir en búsqueda de un puma.

Entre pumas y cachañas
Según un estudio publicado por la ONG Phantera (2023), se estima que dentro del parque se pueden encontrar hasta cinco individuos por cada 100 km2. Esto equivale a casi tres veces el promedio de otras zonas dentro del continente americano, convirtiendo a Torres del Paine en la zona más idónea en el mundo para observar pumas en su estado natural.
Mientras buscábamos señales de la presencia de algún ejemplar, nos cruzamos con un grupo de visitantes que, con una mezcla de silencio y asombro clavados en la mirada, se mantienen a un lado del camino. Nuestros guías nos piden mantenernos juntos y en silencio: nos confirman que una puma hembra yace recostada frente a un matorral a unos 100 metros de distancia.

Anterior a nuestro encuentro, Villanueva nos comentó que una buena forma de detectar pumas es observar la presencia de guanacos, pues donde hay presas, hay depredadores. Sin embargo, esta vez el orden se invirtió. Apenas nos alejamos del felino, nos cruzamos con un guanaco solitario.
Siendo el camélido más grande de Sudamérica –alcanza los dos metros de longitud desde la cabeza a la cola–, este animal salvaje es uno de los “Cinco Grandes de la Patagonia”, junto al cóndor andino, el ñandú, el huemul y el puma.

Por su parte, este solitario ejemplar nos muestra una realidad dentro de los grupos sociales de guanacos. Según explicó Villanueva, a pesar de que estos animales conviven en grandes manadas conformadas por un solo macho alfa, existen dos razones por las cuales es posible un observar un ejemplar solitario: “Podría ser un juvenil que ya está en edad reproductiva, por lo tanto ya lo echaron de su manada y está buscando otra. O puede ser un adulto macho, mucho más mayor, que lo echaron de una manada ya que perdió su categoría”.
Pero los grandes mamíferos no fueron los únicos protagonistas de la jornada. Nuestro viaje nos llevó frente al lago Pehoé, donde entre estruendos y rayos de sol un grupo de ocho cachañas –loro más austral del mundo– nos dieron la bienvenida.

Según información entregada por CONAF, dentro del parque nacional pueden encontrarse alrededor de 126 especies diferentes de aves. Es así que tuvimos encuentros únicos con especies como la loica (Leistes loyca), el chuncho austral (Glaucidium nana), el cometocino patagónico (Phrygilus patagonicus) o el caiquén (Chloephaga picta).




Mientras nos tomábamos nuestro tiempo para practicar los encuadres y la composición en nuestras fotografías con las diferentes aves de modelos, un gigante hizo su aparición. Con cumbres de granito y roca sedimentaria moldeada por la erosión glaciar, los Cuernos del Paine se dejan ver por primera vez frente a nuestros ojos.

Un paisaje con historia
Además de lagos, ríos, cascadas y campos de hielo, el parque es hogar del Macizo Paine. También conocido como la Cordillera del Paine, este grupo montañoso está compuesto por diversas cumbres y valles que datan de más de 12,5 millones de años, cuando las capas sedimentarias de la Tierra se elevaron y se desgastaron por la erosión glaciar.
Con su punto más alto en cerro Paine Grande, superando los 3.000 metros, uno de los mayores atractivos de estas formaciones es el gran contraste de color entre su base y su cima. Mientras la parte superior mantiene una coloración blanca, un color oscuro se mantiene en la parte inferior. Según el Servicio Nacional de Geología y Minería (SERNAGEOMIN), esta coloración opaca corresponde a capas de roca sedimentaria formadas en un antiguo fondo marino que existió en la zona hace millones de años.

Pero el azul y el gris no eran los únicos colores a resaltar en la zona. La primavera trajo sobre la estepa patagónica un rojo intenso que, como si de una manta carmesí se tratase, cubría la estepa patagónica.
Con una apariencia semejante a la de una bola de fuego, el mataguanaco o neneo macho(Anarthrophyllum desideratum) es un arbusto siempreverde de la familia de las fagáceas que suele florecer durante los meses de octubre a diciembre.


Aunque su nombre pueda evocar la idea de ser una planta “asesina de guanacos”, Villanueva explicó que su nombre deriva de dos factores. “Acá en Chile, mata se refiere a los arbustos; y guanaco porque cuando este arbusto está florecido rojo se asemeja mucho a la forma de un guanaco echado en la pampa”, señaló el guía.
Sin embargo, en esta época no todo florece. Tan pronto llegamos a la cascada Salto Grande, los vestigios de una vegetación calcinada se cruzaron en nuestro camino.
Desde su creación en 1959, el parque ha sido víctima de tres incendios forestales, en los años 1985, 2005 y 2011. Las catástrofes, además de calcinar más de 13 mil hectáreas cada una –17 mil, en el caso de 2011–, resultaron en la pérdida de flora y fauna nativa.

Una postal final
Finalmente, y luego de haber recorrido el parque por más de ocho horas, la jornada todavía guardaba un último regalo para quienes esperamos pacientemente. Al llegar a la laguna Azul, un poderoso viento no solo nos empujó a nosotros, sino que también a las nubes que eclipsaban a los protagonistas de la octava maravilla del mundo: las Torres del Paine.
Conformado por tres formaciones montañosas de más 2.000 metros de altura, estos gigantes de granito impresionan por su magnitud. Desde la distancia, y tras una imponente fortaleza blanca de nieve, las torres se alzan como la bienvenida perfecta para aquellos 700 asistentes de todo el mundo que arribaron a Chile en búsqueda de nuevas aventuras y oportunidades que tiene para ofrecer la Patagonia. Solo que esta vez no como el fin del mundo, sino como el inicio de este.

Clemente Gallardo