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De los Andes a la cancha: Conoce a la vizcacha, el roedor nativo que será la mascota oficial del Mundial Sub 20 de Chile
Elegida por su carisma, agilidad y profundo vínculo con los Andes, la vizcacha será la imagen oficial del Mundial Sub-20 de la FIFA 2025. Pero más allá de su simpatía y su estampa encantadora, este roedor nativo es una pieza clave en los ecosistemas de alta montaña. En este artículo te contamos todo sobre esta fascinante especie, que es un verdadero símbolo de resiliencia andina.
El pasado 23 de mayo, en una ceremonia especial celebrada en el Auditorio Osmán Pérez Freire de Valparaíso, Chile presentó a Vito la Vizcacha, la simpática mascota oficial del Mundial Sub-20 de la FIFA 2025. Elegida por su “energía desbordante” y su carácter “sociable, hospitalario y apasionado”, esta pequeña vizcacha andina simboliza el espíritu del país y su conexión con la naturaleza.

“Con su carácter sociable, su aspecto encantador y su energía desbordante, sin duda triunfará entre los aficionados de todo el mundo. La adorable vizcacha —un animal originario de Sudamérica, similar a un conejo o una chinchilla— desempeñará un papel fundamental en la promoción y representación del torneo, tanto a nivel nacional como internacional”, establecen desde la organización.
Vito, cuyo nombre proviene del latín vida, refleja la resiliencia necesaria para prosperar en la cordillera de los Andes. Pablo Milad, presidente de la Federación de Fútbol, subrayó: «Vito simboliza la resiliencia necesaria para prosperar en los confines del mundo, en un entorno tan difícil como la cordillera de los Andes». En efecto, este resiliente roedor parece hecho a la medida de las alturas y del entusiasmo chileno.

¿Cuál es el animal que representara al país en el Mundial Sub20?
En los inhóspitos parajes de la cordillera de los Andes, entre roquedales, bofedales y vegetación xerofita, habita un carismático roedor sudamericano que destaca por su gran destreza y por su tierno aspecto que recuerda al de un conejo o chinchilla.
Es común verlas inmóviles sobre una roca, disfrutando del sol andino, acicalándose con parsimonia o saltando con sorprendente destreza entre los roquedales donde habitan. Su larga cola, tupida y de punta negra, les sirve de contrapeso mientras se deslizan con gracia entre las grietas. Hablamos de la vizcacha (Lagidium viscacia), una especie de roedor histricomorfo de la familia Chinchillidae, nativo de Sudamérica y perfectamente adaptado a la rudeza de la montaña.


“Las vizcachas pertenecen a un grupo de roedores que se llaman histricognatos, que son roedores antiguos sudamericanos. Ingresaron hace 26 millones de años y se diversificaron en todo el continente. Este grupo este compuesto por una serie de especies – como el capibara, coipo, degú, chinchilla, entre otros- y lo interesante que tienen es que están muy adaptados al ecosistema donde habitan. Por ejemplo, en el caso de la vizcacha, estas están adaptadas a vivir en altura, en roquedales. Tienen estas orejas grandes que le permiten escuchar muy bien si viene un predador, tienen esta cola larga que le permite balancearse y correr muy rápido entre las rocas y también tienen un pelaje que le permite vivir a esa altura. Piensa tú que podemos detectar vizcacha a 4000, 4500 metros de altitud, donde las temperaturas pueden llegar a 15 grados bajo cero”, puntualiza Agustín Iriarte, biólogo, ecólogo de vida silvestre y experto en mamíferos chilenos.

Son roedores bastante grandes, miden en promedio unos 40–50 cm (sin contar la cola) y pesan entre 800 y 2 kg. Tienen un pelaje denso y suave de tonos grises o pardos y una cola larga y tupida de punta negra. Además, tienen orejas largas y orejitas de mechón blanco, colmillos no pigmentados, patas fuertes y dedos provistos de garras. En Chile habitan desde la Región de Arica y Parinacota hasta la Región del Ñuble, en tierras altas entre los 2.000 y 5.000 metros de altitud. Asimismo, su presencia se extiende además al extremo sur de Perú, Bolivia y Argentina.

Estos roedores son de hábitos crepusculares y muy ágiles en el terreno rocoso. Pasan el día posados sobre rocas tomando sol, acicalándose o descansando y suelen ser más activos al amanecer y al crepúsculo, momentos en que se ven saltando con destreza de una roca a otra usando la cola como contrapeso. Además, se caracterizan por su excelente visión y audición, lo que les permite orientarse entre las grietas de los riscos aún al atardecer.
Por otra parte, las vizcachas tienen una vida social muy desarrollada. Suelen vivir en grupos familiares que pueden llegar a formar numerosas colonias de 30 o 40 individuos. Cada pareja reproductora con sus crías ocupa un propio refugio natural entre las rocas y se cree que esta organización en familia les ayuda a detectar peligros de forma colaborativa. Además, son animales inteligentes y curiosos, hábiles para guarecerse en cuevas y túneles rocosos llamados “madrigueras”, donde pasan la noche seguros. Durante el día, la colonia entera se reúne para socializar: jugar, acicalarse y rayar con su cola el aire en señal de alarma si detectan depredadores.


Como comenta el experto en mamíferos: “Algo que es típico estos grupos que suelen tener a un vigía, que no está comiendo, sino que está vigilando si hay un zorro, un gato montés o un ave rapaz y ellos avisan para que todos se escondan. Tienen un chillido que es muy típico. Por ejemplo, cuando uno se acerca al lugar donde hay vizcachas y el vigía te detectan como una amenaza, este hace el chillido y todos se esconden. Es su modo principal para defenderse los predadores”.
Por otra parte, las vizcachas no hibernan: en invierno pueden descender a alturas menores cuando hace frío y el alimento escasea. Prefieren alimentarse cerca de sus refugios, y su dieta es casi estrictamente herbívora: consumen principalmente gramíneas, además de arbustos, hierbas, musgos y líquenes.

Vale señalar que en Chile también existe una especie hermana: la vizcacha patagónica (Lagidium wolffsohni), de distribución más restringida a la Patagonia chilena y argentina. Aunque menos conocida, este pariente sudandino comparte rasgos similares.“Lo interesante de esta vizcacha patagónica es que es aún más hábil para correr por las rocas. Ellos viven en paredes de roca casi vertical y son impresionantes. Son mucho más hábiles que su otra especie”, agrega Iriarte.

Una presa clave dentro del ecosistema andino
En las alturas de la cordillera de los Andes, donde el alimento escacea y las condiciones son extremas, la vizcacha cumple un rol ecológico fundamental: es la presa principal de diversas especies carnívoras. El más famoso es el gato andino (Leopardus jacobita), un felino esquivo y amenazado cuyo hábitat a menudo coincide con el de la vizcacha.
Así lo explica el biólogo: “Nosotros llevamos 25 años estudiando al gato andino y siempre vemos que donde hay vizcacha puede haber gato andino. Es su presa principal. En todos los datos que nosotros tenemos de la dieta del gato andino aparece la vizcacha como presa principal”. De hecho, los estudios indican que los gatos andinos siguen el rastro de sus presas, como es el caso de la vizcacha.


Además, otros depredadores participan en esta cadena alimentaria: zorros andinos (como el culpeo Lycalopex culpaeus), cóndores y águilas también cazan vizcachas cuando se les presenta la oportunidad. “Es un animal relativamente grande, es el más grande de los roedores que hay en el área y, por lo tanto, es la presa principal para diversas especies como el gato colocolo, gato anfino, el zorro culpeo e incluso el puma. Para el puma es más dificil porque las vizcachas se meten en los roquedales, pero igualmente comen vizcacha”, agrega Iriarte.
Por otro lado, en su papel de herbívoro, la vizcacha también ayuda a promover la diversidad de la vegetación, contribuye en la dispersión de semillas y evita la dominancia de ciertas especies. “Es uno de los herbívoros más importantes del altiplano”, comenta el ecólogo. “Claro, en el altiplano también está la vicuña, el guanaco, la taruca, pero en general, si lo ponemos en kilo por hectárea, la vizcacha es de los herbívoros que tiene mayor cantidad de kilo por hectárea, entonces es muy eficiente”.

Es importante destacar que las madrigueras de las vizcachas también cumplen un rol ecológico fundamental, ya que modelan el ecosistema de forma silenciosa pero profunda. Estas estructuras subterráneas, excavadas entre rocas y suelos pedregosos, crean microhábitats donde se acumulan nutrientes, favorecen la germinación de plantas y ofrecen refugio a otros animales. A través del constante movimiento de tierra, aireación del suelo y dispersión de semillas, las vizcachas actúan como ingenieras del ecosistema, contribuyendo a la fertilidad y diversidad de su entorno.


Por otra parte, las madrigueras de vizcacha no solo cumplen un rol ecológico vital en los paisajes andinos, sino que también son verdaderos cofres del tiempo. Un estudio reciente publicado en Trends in Ecology & Evolution identifico que, cuando se fosilizan, estas estructuras —conocidas como paleomadrigueras— conservan en su interior restos de excrementos, semillas, polen, fragmentos de insectos e incluso pequeños huesos que quedaron atrapados entre sus muros. En zonas áridas como el desierto de Atacama se han encontrado paleomadrigueras con más de 50.000 años de antigüedad, transformadas en cápsulas que permiten asomarse al pasado, ofreciendo pistas sobre cómo era el clima, la vegetación y la fauna en distintos momentos del tiempo.
Amenazas actuales y estado de conservación
Hoy la vizcacha está clasificada como “Preocupación Menor” (LC) tanto por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como por la legislación chilena debido a su amplia distribución y la estabilidad de sus poblaciones. No obstante, eso no significa que no este exenta de amenazas.

Actualmente, sus principales amenazas están ligadas al avance de las actividades humanas en su hábitat. La expansión de la minería en la alta cordillera, junto con la construcción de caminos y otras infraestructuras, fragmenta los roquedales donde la vizcacha encuentra refugio y alteran bofedales, contaminan fuentes de agua y reducen la continuidad de su entorno natural. A esto se suman los atropellos en rutas de montaña y los ataques de perros de libre deambular, cada vez más comunes en zonas rurales y cordilleranas.
Otra amenaza, que ya no es tan común, es la caza por su carne. Así lo explica el experto en mamíferos: “Otro de los riesgos es que antiguamente, ahora no mucho, los habitantes del altiplano se la comían. Es bastante común, yo he hablado con mucha gente que comía vizcacha. Normalmente les tiraban piedras, ese era el método de matarlas».

La vizcacha fue un animal conocido y utilizado por los pueblos originarios andinos. Aparece retratada en algunas pinturas rupestres del altiplano, junto a guanacos, vicuñas y pumas, lo que sugiere su presencia simbólica en las comunidades prehispánicas. Desde tiempos remotos, las vizcachas fueron cazadas por su carne nutritiva, otorgando una fuente de alimento importante en los inhóspitos parajes del altiplano.
Si bien, en ciertas zonas rurales aún se las caza ocasionalmente por su carne, esta práctica ha disminuido con el tiempo y hoy ya no representa un riesgo significativo frente al impacto acumulativo de las actividades humanas.



En este contexto, que la vizcacha haya sido escogida como mascota oficial no es un gesto menor. Más allá de la fiesta futbolera, esta elección es un guiño a nuestra biodiversidad nativa y una oportunidad para conocer al fascinante roedor que inspiró la mascota de la competición. “Me alegro que hayan elegido la Vizcacha porque la hace más destacada y ayuda a dar a conocer la especie a la juventud, como paso con el siete colores en los panamericanos, yo lo encuentro buenísimo. Es interesante y muy positivo que gracias a estos eventos deportivos los niños conozcan nuestras especies y, por lo tanto, las pueden proteger”, finaliza Agustín Iriarte.