Costa de Dragón: una mirada fotográfica a las texturas y colores de la costa de Tarapacá
La trilogía de libros del fotógrafo Edgardo Reyes, finalmente está completa. Recientemente se publicó Costa de Dragón, el tercer fotolibro de esta colección, con maravillosas imágenes de paisajes y fauna de la planicie litoral de la Región de Tarapacá. Conversamos con el autor de este trabajo, a fin de conocer más sobre la historia de estos tres libros y su acercamiento a estos paisajes norteños.
El tercer y último fotolibro de la serie visiones, del fotógrafo Edgardo Reyes Ahumada, ya fue publicado. Recibe el nombre de Costa de Dragón e incluye fotografías de la costa de la región de Tarapacá, partiendo por el norte desde la caleta Pisagua hasta la desembocadura del río Loa.
El primer fotolibro de este proyecto fotográfico recibe el nombre de Alturas de Tarapacá, fue realizado el 2021 y publicado un año después en abril. Retrata los paisajes y la naturaleza altiplánica.
El segundo fotolibro fue presentado en mayo de 2023, se llama Pampa del Tamarugal y aborda las quebradas, la pampa y la vida silvestre de la Región de Tarapacá.
Ahora, en Costa del Dragón es posible apreciar la planicie litoral de la Región de Tarapacá, una zona de no más de 2 kilómetros de ancho entre el mar y la cordillera de la costa, con una longitud de 373 kilómetros de acantilados, bahías, dunas, playas, penínsulas y zonas rocosas, que son habitadas por diversas especies salvajes.
«Desde que inicié el proyecto VISIONES supe que terminaría en la costa, tal vez inspirado por una frase de la canción de Los Jaivas «Pregón para iluminarse», donde dice: “vengo de la cordillera al mar”, cuando pensaba en el proyecto, al momento de crearlo, esta frase me resonaba constantemente en mi cabeza, fue así que decidí hacer un recorrido desde las alturas del altiplano hasta la costa, y crear este registro fotográfico representativo de las bondades paisajísticas, climáticas, la fauna y cultura de la Región de Tarapacá», cuenta Edgardo.
El fotógrafo definió el recorrido de este fotolibro visitando diversos sitios de interés, «la desembocadura río Loa, las caletas de Pisagua, Chipana, San Marcos, Chanavaya, Río Seco, Chanavayita, los Verdes; las playas Ike-Ike, el Águila, Chauca, Yape, Quinteros, Lobito; sectores como Huanillos, Pabellón de Pica, Punta Patache, Patillos, Punta Gruesa, entre otras», enumera.
—¿De dónde viene la elección del nombre de este último fotolibro?
—Se inspira en una antigua leyenda local, que en resumen, nos cuenta sobre un dragón que llegó hace muchos años desde China a la costa de Ike-Ike (origen del nombre Iquique). Este dragón raptó a la hija del jefe de la tribu de los Changos que habitaban en el lugar. Se hicieron muchos intentos infructuosos por recuperar a la Ñusta (princesa), hasta que un astuto y valiente joven logró someter al dragón y recuperarla. Le perdonó la vida del dragón, a cambio de que permaneciera dormido y protegiera a su pueblo. El dragón aceptó la oferta y se durmió profundamente. Desde ese día han pasado siglos, tantos, que la arena lo cubrió por completo, formando una gran duna dorada que los iquiqueños llaman Cerro Dragón.
Esta historia es parte de la cultura local, nos representa e identifica como iquiqueños, está tan arraigada que incluso está presente hasta en el escudo de Deportes Iquique. Es la forma que encontré para identificar la zona y dar un sentido de identidad y pertenencia a estas fotografías del litoral de Tarapacá.
—En Costa de Dragón hay acantilados, dunas, penínsulas y zonas rocosas, entre otros paisajes. ¿Cómo es el proceso de fotografiar estos terrenos a veces no tan amigables de visitar? ¿Utilizas implementos o técnicas especiales para ese tipo de suelos y relieves?
—Dentro de mi ímpetu por lograr una fotografía, soy prudente. Me arriesgo hasta cierto límite, aunque varias veces me he visto en situaciones donde me pregunto como llegué aquí o cómo hago para salir de aquí. Para hacerlo de forma segura, resulta fundamental llegar temprano a cada lugar, con luz de día para reconocer el terreno y establecer la mejor forma de llegar a un punto de disparo de manera segura para mí y para el equipo fotográfico que llevo. Lo que siempre considero, es llevar un calzado apropiado, que me permita aferrarme bien al terreno, ropa de abrigo y un botiquín de primeros auxilios dentro de mi mochila, esto es indispensable. Hasta la fecha no he tenido grandes problemas, una que otra caída menor o terminar un poco mojado, nada grave y mi equipo fotográfico con algunas marcas de guerra, dignas de todas las aventuras que hemos vivido.
—¿Tienes alguna fotografía favorita de este último fotolibro? ¿Nos la puedes compartir y contar la historia detrás?
—Una de mis fotografías favoritas, que de seguro aprecio mucho por todo lo que insistí en ella (…), es la fotografía con la que cierro el libro. La realicé en el alto de Pabellón de Pica, mirando hacia la bahía que se une con caleta Río Seco, al sur de Iquique. Había planificado la posición de la vía láctea sobre la bahía, en mi cabeza yo veía las estrellas reflejadas en el mar, pero por más que lo intenté, no se daban las condiciones climáticas. Cada vez que iba, el cielo se tapaba de nubes, lo intenté muchas veces. En mi último viaje decidí pasar toda la noche en el lugar, me estacioné al costado de la carretera y esperé el horario en que se daban las condiciones, pero nuevamente las nubes jugaron en mi contra. Sin embargo, decidí esperar, cerca de las 6 de la mañana las nubes abrieron un poco y me regalaron un momento de luz bellísimo, colores de amanecer en el horizonte, y en la parte superior de la foto, entre las nubes, se divisan las últimas estrellas de la mañana con un cielo azul celeste. Creo que fue un regalo de la naturaleza».
Busqué hacerla muchas veces, la tenía planificada incluso con una aplicación que permite proyectar la posición de la vía láctea.
—¿Cuál fue el mayor desafío de Costa de Dragón? ¿En qué se diferencia de las dos publicaciones previas?
—Hubo varias diferencias con respecto a los dos libros anteriores. Lo primero, fue que las playas y caletas están mucho más cerca, lo que me permitió visitarlas más seguido; lo segundo, es que no había condiciones climáticas extremas como en el altiplano con la altura y el frío, o la pampa con el calor extremo y el frío por la noche, en la costa el clima es más acogedor. Lo que sí complicó el proceso, fue el fenómeno de El Niño, el calentamiento del agua provocó que muchas especies migraran de la zona, por lo que costó mucho encontrar ciertas especies como los pingüinos de Humboldt, nutrias, entre otros. La fiebre aviar también fue un factor, fue muy común encontrar cadáveres de aves y lobos marinos en las playas y roqueríos. La basura que dejan las personas que acampan fue otro factor, fue muy decepcionante ver tanta contaminación en las playas. Por último, un invierno muy prolongado, lo que dejaba el cielo cubierto de nubes, un manto gris, que muchas veces me jugó en contra al momento de buscar alguna foto en especial, sobre todo las nocturnas.
—¿Te da cierta nostalgia que este sea el último fotolibro de Visiones?
—Debo reconocer que, sí extraño mucho el trabajo que implicaba la creación de los libros. Durante casi cuatro años era parte de mi rutina diaria, llegar a casa desde el trabajo para seguir trabajando en cada uno de los libros, planificar los viajes, abastecerme de víveres, definir los sitios a visitar, planificar fotografías con la app, el revelado digital de las fotos, editar y diagramar cada libro. Se extraña mucho, pero me queda la grata sensación de la materialización de un sueño personal, que no es más que fotografiar las bellezas naturales de esta querida tierra llena de contrastes que me vio nacer, para compartirlas con todos ustedes a través de estos tres fotolibros.
En cuanto al futuro, ya tengo nuevas ideas que espero poder materializar para dar a conocer las bondades de mi tierra nortina.