Una práctica habitual de los lugares en los que se vende comida es botarla cuando los envases están dañados o defectuosos, están mal rotulados o próximos a vencer porque ya no tienen valor comercial. Esta es una de las prácticas que contribuye a que, según datos de la FAO, en Chile se generen 1,62 toneladas de basura de residuos de alimentos al año. ¿La consecuencia? A este paso se calcula que para 2025 podríamos producir 2,25 toneladas anuales.

En este contexto, la Comisión de Salud del Senado aprobó un proyecto de ley ingresado en 2015 que propone prohibir la destrucción de alimentos que, pese a haber perdido su valor comercial por envases dañados o próximos a su fecha de vencimiento, aún son aptos para el consumo o uso humano. Junto a eso, se establece que los supermercados de más de 100 metros cuadrados están obligados a donar estos alimentos a organizaciones de caridad, destinar su uso como alimentación animal o compost agrícola.

La norma, además, propone que los establecimientos comerciales donde se vendan y consuman alimentos preparados, tales como restaurantes, fuentes de soda y locales de comida rápida deberán ofrecer a sus clientes la posibilidad de llevar los alimentos no consumidos.

Más allá de sólo los supermercados

©Suelja
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Empezar por los supermercados es un primer paso, pero el desperdicio de desechos alimenticios también sucede a un nivel menor, como en los mismos hogares. El Centro de Estudios de Opinión ciudadana de la Universidad de Talca realizó una investigación en 2011 para indagar cuánto desperdiciamos los chilenos en alimentación. Los resultados fueron categóricos: el 94,9% de los entrevistados dijeron que botar la comida acumulada del refrigerador es una práctica normal.

Todo esto se traduce también en las cifras latinoamericanas. Sólo en esta región se desperdician 348 mil toneladas de alimentos al día, según datos de la FAO. La misma institución calculó que en Latinoamérica se pierde el 15% de los alimentos disponibles. ¿Y en el mundo? El estudio “Pérdidas y Desperdicios de Alimento en el Mundo” de la FAO calculó que alrededor de un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo. En cifras, esto equivale a 1.300 millones de toneladas al año.

Lo paradójico es hay cifras altas de desperdicio de alimentos, pero también en hambruna. Por ejemplo, en Chile, según cifras de la CASEN 2011, recopiladas por la Corporación Red de Alimentos, por lo menos 1 de cada 7 personas pasa hambre o come deficientemente cada día. En Latinoamérica la FAO calcula que 34,5 millones de habitantes pasan hambre y, a nivel mundial, 805 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos en el mundo para una vida saludable.

Consecuencias medioambientales

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Otro estudio, también realizado por la FAO, reveló que producir comida que no va a consumirse significan emisiones innecesarias de CO2. La huella de carbono de estos alimentos se estima en 3.300 millones de toneladas de C02, lo que equivale al consumo del tercer emisor más grande del mundo.

Además, la huella hídrica azul -el consumo de recursos de aguas superficiales y subterráneas- que se usa para producir comida desperdiciada equivale a tres veces el lago de Ginebra (250 km3). También los alimentos producidos en vano equivalen a 1,4 mil millones de hectáreas de tierra: el 30% de toda la superficie agrícola del globo.

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