Ormiscodes amphimone es el nombre de la polilla que ha estado invadiendo los bosques de lengas (Nothofagus pumilio) de la Región de Aysén, una especie frecuente de la cual se ha tenido registros desde 1900 pero que –debido a diversos factores– ha proliferado en los últimos 20 años, convirtiéndose en uno de los brotes más grandes que existen en el hemisferio Sur.

Esta oruga es una especie nativa altamente distribuida en el sur de Argentina y Chile, conocida generalmente como cuncunas espinales por su apariencia. Se caracterizan por defoliar extensas áreas de bosques nativos, especialmente de Nothofagus de la Patagonia, provocando la reducción en el crecimiento radial de los árboles y, en aquellos más pequeños, la muerte.

En Ladera Sur conversamos con Sergio Estay, académico de la Universidad Austral, quien a través de un proyecto Fondecyt estudió los impactos de Ormiscodes. En esta ocasión nos informó que en dicha región se han unido una serie de factores que han influenciado la fuerte presencia de esta especie. “Es un dato que aún se está analizando, pero lo que estamos viendo es que están siendo más recurrentes o más frecuentes en los últimos 20 años. En el fondo, es la aceleración de un proceso que ya existía, lo que ocurre es que ahora es mucho más seguido”, comenta.

©Cortesía de Sergio Estay
©Cortesía de Sergio Estay

En primer lugar, dentro de las particularidades que condicionan a la especie, es que los bosques en la Región de Aysén cubren aproximadamente 4,8 millones de hectáreas, unas de las áreas de bosques subantárticos más grandes dentro del hemisferio Sur, por lo tanto, al haber una cobertura continua de lenga, el insecto no tiene ninguna barrera en su expansión. “No hay bosque que no se pueda comer”, asegura Estay.

El otro aspecto tiene relación con el cambio climático. Sabemos que el clima que caracteriza a la Región de Aysén es aquel frío oceánico, de bajas temperaturas, con abundantes precipitaciones, fuertes vientos y mucha humedad. Sin embargo, como muchas otras zonas, se ha visto afectada por el calentamiento global.

De acuerdo a un estudio realizado por la Universidad de Chile y por la Universidad de Aysén, la temperatura mínima de algunos de estos bosques del sector ha aumentado hasta casi 5°C en la última década.

Lo que sugiere el estudio, es que estos bosques son más vulnerables al calentamiento global y a las actividades antrópicas. “Lo que mostramos es que no hay un calentamiento en términos de valor de la temperatura media propiamente tal, lo que sí hay es un aumento de las temperaturas mínimas en 20 años, utilizando datos de satélites que pasan cuatro veces al día”, informa Cristian Mattar, Ingeniero en Recursos Renovables y quien formó parte del estudio. “A esa información le complementamos cuán verde se ve el árbol y a la vez las precipitaciones. Entonces en ese contexto, el resultado más importante es que hay una tendencia en el valor medio, pero lo más dramático es que las temperaturas mínimas suben de -4° o -4,5° a -0,5°, o sea, 4 grados en veinte años”.

©Cortesía de Sergio Estay
©Cortesía de Sergio Estay

Por lo tanto, de acuerdo a lo informado por Mattar, este suceso conlleva a que haya menos frío y por ende las nieves comienzan a derretirse antes, los bosques almacenan menos nieve, hay mayores escurrimientos y este tipo de plagas son más propensas a desarrollarse.

Dicho esto, el incremento de la temperatura mínima puede traer como consecuencia un alza en el número de defoliadores. Según explica Sergio, estas orugas pasan el invierno como huevos y cuando las condiciones del invierno son duras, los huevos tienden en un porcentaje importante a morir, por lo que los que llegan a adultos son muy pocos. “Una cosa que podría estar pasando, que es la hipótesis más plausible –no necesariamente evaluada al 100%–, es que como los inviernos son más benignos, la sobrevivencia de los huevos es muy alta, entonces llegan muchas concunas en primavera-verano”, informa Estay.

Asimismo señala que en el hemisferio Norte tener este tipo de fenómenos a gran escala es muy común, formando parte del sistema. En cambio, en el hemisferio contario, son más bien anómalos y los brotes de ormiscodes se están volviendo –según lo cuantificado– los más grandes dentro de dicho sector. “No hay ninguna perturbación biótica del tamaño de estos brotes en todo el hemisferio, es lo más enorme que existe actualmente”, afirma.

Finalmente el académico del Instituto de Ciencias Ambientales & Evolutivas comenta que es difícil estimar las consecuencias de estos brotes, ya que este tipo de bosques tienen ciclos de vida de siglos, por lo tanto, ante cualquier suceso que ocurra hoy con esta especie, probablemente sus efectos no se verán hasta muchos años más en el futuro. “Puede que no pase nada o puede que la mortalidad genere que de aquí a un siglo la estructura de los bosques cambie totalmente, pero es un bosque que naturalmente tiene un régimen de vida largo”, concluye.

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